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viernes, 2 de agosto de 2013

GUSTAVO WEISBERGER [10.332]


Gustavo Weisberger

Nació en Marzo de 1966, Buenos Aires, Argentina. En 2008 publicó, a través del concurso nacional Macedonio Fernández, Sabactani y en 2011 le llegó Casamata a Cucurto y se imprimió en Eloisa Cartonera.



Los hechos

Te doy mi corazón como un papel de calcomanías.
Te doy luz eléctrica una vez que pase la tormenta
por ambos cuerpos perros.
Porque lo cortante se halla al ras de la tierra y tu amor es mi cabeza apoyada en pasto reo.
Te doy una canción de Luis mientras escasea el agua en este mundo.
Te doy un vaso de vino tinto a las siete de la tarde.






Por la calle Alem

Bolsas de basura abiertas durante la noche
que pasó con su largo cabello frío, van apenas tres días
de empezado el invierno
y se nota, así nomás, la fe drogada en lo profundo del iris
de los que me cruzo camino al trabajo
a los cuales saludo con un leve movimiento de cabeza encapuchada
como quién no tiene raíz y no quiere saber mucho de nada
excepto de la irrealidad de lo ya caminado o dejado atrás.






El cuitado

Fue para el cuitado la grosura de trigo subiéndole desde el talón,
el rosal a la izquierda, unas cuantas uñas de Yahvé incrustadas en el pecho
metros de cuero agrio para cubrir la pateada bandera argentina
y en ese mismo lustro de vida, cruzarse de piernas de modo ordinario
a quién no se le da un mínimo de bola
y se le palmea la espalda y se le marca la ruta, allá, le dicen
aquél camino de parásito y chatarra.

De: "Coz"







La soledad del sueño

La carajeada de febrero entrando en malón a la pieza del viejo
con los enfermeros llevándoselo urgente como si fuera un Baudelaire porteño
hacia la ambulancia y el aire del barrio violando mis pulmones,
el ángel reptante que viene a buscar lo suyo
provocando una risa nerviosa en los santiagueños de enfrente.





De la caterva que se desgració sobre nosotros

De la caterva que se desgració sobre nosotros
(barro y pampa y compañía)
pero principalmente en vos: pilas y pilas de diarios viejos
y una bolsa de pan duro para comer en el potrero
y hacerte acordar una navidad traspasada por la lluvia
y rocanrol choreado de un radio portátil a volumen sardónico
por un Boca campeón bajo el cielo y en la tierra.





Palo

La felicidad es que me maten de un solo palo.







Casamata


Polvo

La última vez que visité a mi viejo
me dijo que quería morirse como un lirio precioso del diablo.
Su pieza olía a humo de espirales, a negra poesía y alcohol fino.
Entonces ví como sus manos giraban lentamente para no decir nada de este mundo.
Entonces mi amor por él se atrincheró como un balazo en su plexo solar
porque es sabido que un hombre enfermo cada vez que respira, anhela volver al polvo
de nunca quiso ser formado.




Belvedere

El reloj clavado a las diez y cuarto de la mañana de un domingo cualquiera,
teniendo en la cara la típica mueca del absurdo y del  bienaventurado,
pronto a besar la mejilla de cada hermano que me espera
a pocos metros de acá y cuya acrimonia me parece genial que se manifieste
al cantar salmos de zonzo dulzor
sobrevivo en este belvedere donde lo que envejece aún da vida
y lo que da vida tiene la nobleza de saberse frágil
ya sin el sueño revolucionario de un país quieto.






Saudade

Pasar media hora mirando aquél vaso de vino y ese hielo derritiéndose
mientras pronuncio el enésimo mangazo al Dios vivo en total silencio.
Así estoy, así me tienen: el típico arcipreste que pide y pide
desde antes de la fundación del mundo, con insinuaciones que van del trapo mohoso
a la nariz de la tipa que me alquila la pieza hasta el pastor del salmo 23 bien empotrado
a la calvicie sucia de la almohada de turno.
Y el político que ningunea la lluvia de abril, que ignora el secuestro de un ángel 
en una plaza de Ciudadela…
A continuación informo que estoy gobernado por un corazón
que cada día se enfría más, jode menos al prójimo.







La virtud

Mi tía con más de ochenta años sigue yendo a la iglesia de su casa.
Lo hace los martes a eso de las siete de la tarde, impulsada por un fervor de mimbre.
Me acuerdo que hace unos años hablaba muchísimo pero hoy solo escucho su voz
mientras ora sentada en su sillón oscuro.
Cuando termina las palabras y sin que me mire nadie, le toco su vestido
buscando la virtud que no tengo.






Correccional

Del mapa que esta vez es el silencio
y adentro de él unas cuantas fotos de tipos a quienes conozco y que sí mataron
pero que hoy ya pasaron de muerte a vida
 a estos los llamo amigos muchos mejores que yo,
renacido meante de pared a las dos de la matina 
poco asiduo a visitar a los enfermos, con una sombra que se rompe 
al primer montón de agua.






El emparde

Leo varios textos de poetas que me gustan:
Giannuzzi, Alejandro Rubio, Chaves y otros de la generación del “90
Y hasta el David de las Sagradas Escrituras anda por acá delante de mis ojos,
Al alcance de mi mano.
Tipos que como yo (permitanme el emparde)
por el solo hecho de escribir pasaban de muerte a vida.






Perturbación

Acordarme de aquellos gorriones que golpearon mis ojos en 1984
Y no sentir rencor alguno.
Confesar que desde entonces lo que leí en los libros fue perturbación 
construyendo un caravasar contra la tontería reinante.
Sin necesidad del coto paternal de una puteada para dejar de escribir y dormir un poco
o del buqué de la soledad junto a los vivos.






El anhelar de la criatura

Es posible que quieras escuchar un buen rocanrol
a esta hora de la noche
pero te lo impide los gritos de un niño debajo de un taxi con olor a perrera.
Confundís poesía con eso
y la felicidad retrocede en tu corazón como una película barata
Le sumás a tu espíritu, alma y cuerpo
la ingenuidad de pensar que dormirás mejor que ayer.






Esa nena

Esa nena que se cayó en la vereda, que pide el auxilio de su mamá
La mamá llega pronto
Le lava la herida  con saliva le dice upa
No pasó nada    mirá el pájaro corromperse a sí mismo
Mirá la guerra nueva hoy por telenoche
Mamá, le dice la nena, cuando me caía te sentí a mi lado
y el golpe quedó adentro para siempre.






Faul

Sitio del bostero tiznado y en su silla
que prefiere ignorar primero su sombra
y después se verá que sigue.
Esto sigue: escribir detrás de un ticket de supermercado algunas palabras
sacadas de un silabario percutor, decir a la pared”esta frase es buena”
en burla del malcomer
del siempre poco tinto yendo hacia las venas con sus cuernos y su paja,
adentro de un cáliz de plástico apretado por una zurda interminable.






Cada día

Conforme a la brutalidad con que abriste los ojos cada día
en medio de rumores de poco laburo allá afuera
y una garúa cayendo por que sí.
Escribís porque eso te salva de tu propia estupidez
debajo de una luz en falsa escuadra.






Ofensiva

Uno grita porque no conoce su mano derecha ni su mano izquierda
y sin embargo las usa para meter palabras una adentro de otras
viendo que las chapas de los techos del barrio todavía gotean agua de la lluvia de ayer.






Las señales de vida

La verdad es que tenés una tristeza de la buena pegada al paladar,
unos cien mangos secándose de forma urgente al sol de la terraza
y mañana es domingo de callejón todo el día
y una mosca viene a comer una tuca de azúcar de la mano donde te falta un dedo.






En hora buena

En cualquier momento llega mi hija a tomar un trago conmigo.
En hora buena mientras Araujo relata cada vez peor
y yo bajo el volumen de la tele y pongo al locutor de Radio Mitre
y después ordeno mis libros roñosos que se cayeron ayer 
por la pelotada que tuve con mi criador de peso pesado.
Cierto, quizás mi hija no venga, se distraiga , se duerma.
Sin embargo, abro el portón de la calle de par en par, asomo mi cabeza hacia la esquina
cubierta, ya lo sé, con perros dueños de la basura del lugar.






No

No vaya a ser que me grités en tono vulgar
que bendiga al bohemio muerto hace dos mil años 
y me duerma.
Porque sabés que no me conviene que esto sea así, ya que mi carne una vez ensimismada
se reduciría a la finta de una rata contra la palabra rata
y de nuevo tener sed.
Y al despertarme sentir la compulsión que creía olvidada,
la de mirar la única foto de los que quiero en su sprint final.






Volvés de la calle

Volvés de la calle
Y me contás que no quedó un cañaveral sano
por la batalla campal de anoche.
Hinchada contra hinchada y un cantor de tango muerto boca abajo.
Me lo decís y dejás caerlas bolsas del super al suelo.
Me mirás de los pies a la cabeza en el único gesto de odio que te ví
desde que te conozco.






Stop

El albañil con la camiseta de Holanda
interrumpe la frase de amor destinada a su vecinita
para dejar pasar una serpiente seguida de niños.
Otoño del 2009, calle de tierra prometida, Palermo viejo.

 http://letras.s5.com/gwe141012.html













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