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domingo, 12 de febrero de 2012

6012.- ALBERTO ARVELO TORREALBA





Alberto Arvelo Torrealba (n. el 3 de septiembre de 1905 en Barinas y fallecido el 28 de marzo de 1971 en Caracas) fue un poeta, político, diplomático y crítico literario venezolano.
En el seno de su familia destacaban varios poetas, como su madre, Atilia Torrealba de Arvelo, y sus tíos, Alfredo Arvelo Larriva y Enriqueta Arvelo.1
En 1935 se recibió de abogado y luego de Doctor en Ciencias Políticas, habiendo estudiado en la Universidad Central de Venezuela.2
Fue docente de castellano y literatura, y más tarde ocupó varios cargos públicos, entre ellos el de Gobernador del estado Barinas (1941 - 1944). Durante su gobierno, se sanearon los cauces de los ríos Pagüey y Masparro, además de reabrir el comercio con el territorio de los llanos de occidente.3
Realizó carrera diplomática, como Embajador en Bolivia (1952) y en Italia. También se desempeñó como Secretario de Gobierno del estado Portuguesa (1937), Presidente del Consejo Técnico de Educación (en 1940) y Ministro de Agricultura y Cría durante 1953.2
En 1940 publica su obra más famosa, el poema Florentino y el diablo. De este poema hace dos versiones más, en 1950 y 1957. En esta obra, el llanero Florentino se bate a duelo de canto con el diablo.1
También tradujo obras de Giuseppe Ungaretti.3
Un municipio venezolano del Estado Barinas lleva su nombre.4

Obra
Su obra poética refleja, principalmente, la tradición y costumbres de la región venezolana de Los Llanos, y la vida del llanero.
1928 Música de cuatro.
1932 Cantas.
1940 Glosas al cancionero. Es en este volumen donde se publica por primera vez Florentino y el diablo.
1952 Caminos que andan.
1965 Lazo Martí: vigencia en lejanía, estudio sobre el poeta guariqueño.
1967 Obra poética, compendio de su poesía.

Distinciones y premios
1968 Premio Nacional de Literatura, por el ensayo Lazo Martí: vigencia en lejanía.
1968 Ingresa como miembro de número a la Academia de la Lengua.



GLOSAS AL CANCIONERO


Al Dr. Santos Luzardo;
A Florentino Coronado:
A Juan Parao;
A Arturo Cova;
A Martín Fierro;
A Santos Vega;
A Don Segundo Sombra;
A todos los grandes corazones
que palpitan en los libros de América.


A.A.T.




¡Ah caramba compañero!
No lo puedo remediar
que acabe diciendo en verso
lo que empecé a conversar


1
La trocha pelada y fija
sin una ceja de monte
el soleado horizonte
le puso al campo sortija.
Compañero, no se aflija,
beba agua que yo lo espero,
pero dígame primero
con el acento marchito
cuánta sed tiene este grito:
¡ah caramba, compañero!


2
Yo aprendí en tierra abismada
lección que no tuvo tregua:
ir engañando a las leguas
con el silbo y la tonada.
Dejé una penca sembrada
orillas del saladar
y después la vi palmar;
pero este afán que en mí sopla
de sentir tu alma en la copla
no lo puedo remediar.


3
Malhaya el paso sombrío
que el limpio rumbo me corta,
aunque y por ti ¡qué importa
que se ponga guapo el río!
Que el lucero asome umbrío
y el arenal brille adverso:
yo te doy mi mundo terso
porque es de llanera boga
—si empecé luchando en soga—
que acabe diciendo en verso.


4
Porque de lejos me vino
lo que se estira y se azula,
lo que la canta modula
cuando está solo el camino;
lo que soñó florentino
cuando se le fue el cantar:
que de ti me va a quedar
la pura flor de tu ausencia,
como en la pampa silencia
lo que empecé a conversar.






Clavelito colorado
que de la mata cayó
todo lleno de rocío
¡cómo te cogiera yo!


5
La madrugada se ahoga
en los esteros del hato.
El alba, toro araguato,
viene sin pica ni soga.
Humitos ponen en boga
sueños de café colado.
Le echa cuentos al ganado
ñénguere madrugador
y canta el ordeñador:
clavelito colorado...


6
Si quieres partida buena
cuando juguemos al naipe,
en las orillas del Caipe
yo tengo colcha y arena;
pero no arañes mi pena
con celos de Boconó.
Ella su suerte Siguió
y yo seguí con mi suerte:
para algo soy limón fuerte
que de la mata cayó.


7
No quieres que me trasnoche
con chipolas ni atarraya.
Sígueme cuando me vaya
en vez de tanto reproche.
Sentirás correr la noche
por mi verso, como un río,
y tendrá el viento sombrío
—nido de su desamparo—
paja de tu pelo claro
todo lleno de rocío.


8
Pone su trazo contrito
el ala sobre el desierto.
muda se ve «Mata ’e Muerto»
como pensando su grito.
Bancos de pecho marchito
el espejismo miró,
y por eso les pintó
pozos de dulces reflejos.
agua tan honda y tan lejos,
¡cómo te cogiera yo!






Los luceros en el caño,
la luna en el carrizal:
boquita de caña dulce
¡quién te pudiera besar!


9
Como el agua pura vives,
cristalina y sin espuma:
ayer pasé por la bruma:
y vi el sol en tus aljibes.
Hoy por amargos declives,
con la peste en mi rebaño,
camino mi duelo huraño;
y desde un recodo miro,
cual tu nombre en mi suspiro
los luceros en el caño.




10
Noche clara, buen testigo
para el joropo y el lance;
la espinita del romance
te punza el lunado abrigo.
Vente muchacha conmigo
por el dormido arenal,
a ver desde el paso real
con qué ternura serena
se puso a estampar la arena
la luna en el carrizal.


11
Sabana de secos tallos,
uno te aprendió a querer
en boca de tu mujer,
en lomo de tus caballos.
Mientras retoñan los mayos
queda amor para un cantar:
tierra altiva como el mar,
cardo sin riego y sin poda,
sobre la amargura toda
¡quién te pudiera besar!




A mí mismo me da miedo
cuando levanto el tañío,
porque me jallo faculto
y dueño de mi albedrío.


13
Décimas de amor ausente
el viento arriero balbuce.
La noche de mayo luce
su clara cruz en la frente.
Yo bebí tu zumo ardiente
campo de bravo cañedo,
tierra del ansia y no puedo,
ruta de adiós y quién sabe.
Cuando esta pena se acabe
a mí mismo me da miedo.


14
En mi retinto sin freno,
donde el eco a nadie asombra
anda espantando mi sombra
caminos del hato ajeno.
La paja con el sereno
se puso a soñar rocío,
y el viejo Llano bravío
y los recuerdos que cargo
me saben a cedro amargo
cuando levanto el tañío


15
En el rincón del Mal Paso,
—donde andan pasos sin huellas—
me topé con las estrellas
bebiendo en el lagunazo,
hermanitas del yaguaso,
que en juncal sueña oculto;
y como soy sólo un bulto
por solitarias arenas,
me pongo a cantar mis penas
porque me jallo faculto.


16
Tú que me labraste firme
la fe donde me aquerencio
y me lloraste en silencio,
la noche que tuve que irme,
por si quieres escribirme
mi dirección te confío:
en la tierra del corrío,
con la mejor jefatura,
capitán de esta amargura
y dueño de mi albedrío.




Noche oscura y tenebrosa
encendé tu lucerito
que yo tengo el corazón
más hondo que tus caminos


17
La sombra tendió sus vendas
sobre la corriente glauca.
Sólo rizan el Arauca
los bongos de las leyendas.
Mi potro sobre las riendas
cruza la orilla arenosa,
y cuando el cielo de rosa
cierra su ultima rendija,
abres tu negra cobija
noche oscura y tenebrosa.
18
Noche de relato fiero
y el espanto a golpe de una:
atormentada y sin luna
te le diste al cancionero.
Noche del tono pechero
que acuna en alma su grito,
sin con tu beso contrito
mi pecho se desabrocha,
sobre el quizás de mi trocha
encendé tu lucerito.


19
¡Tan oscuro, Chipolita,
con mi cuatro y tú tan lejos!
La nostalgia de tus dejos
contra el cedro me palpita.
Por esta tierra marchita
son agua y sed la emoción
y si cautivo en mi son
tu dulce cariño cargo,
Chipolita, eso es lo amargo
que yo tengo el corazón.


20
Noche que el alma le enseña
esta anhelo tierno y macho;
Pajarote que echa un cacho,
Santos Luzardo que sueña.
Soga de brisa apureña
nos enlazó los destinos;
y en mis rumbos peregrinos,
noche, tan mía te encuentro,
que están mis llanos de adentro
más hondos que tus caminos.




Arbolito sabanero
yo ten vengo a peguntar
si cuando ella se me
fue tú me la viste pasar.


21
Abre sus sueños al raso
la soledad sin un grito.
Aspira el campo marchito
la dulce flor del ocaso.
Tu pesaroso, en el paso
—puro arenal— del estero,
soñando el aire mayero,
¡cómo tendrás de congojas
que ya no te quedan ni hojas
arbolito sabanero!


22
La copla que te saluda
y en tu mudez se desgarra
puso un dejo de guitarra
entre tu rama desnuda.
Mi cuatro en su pena ruda
sabe un son que hace llorar,
y por eso en mi cantar,
mientras el día se muere,
por ella, que ni me quiere,
yo te vengo a preguntar.


23
Yo sé el ansia del corrío
que cuando la noche cierra
cruza el dolor de esta tierra
como un vaquero sombrío.
Yo sé el sueño del rocío
y el penar del cristofué,
mas con todo lo que sé
la amargura se me estira
cuando el cantador suspira:
si cuando ella se me fue...


24
Arbolito de hojas finas,
nido de puras congojas,
como ya no tienes mis hojas
te besa el sol las espinas.
Madrinero sin madrinas
paso yo con mi cantar
y tú en tu grave callar
te quedas mas seco y triste.
Arbolito, tú la viste,
tú me la viste pasar.




Para abajo corre el río,
para arriba corre el viento
Para donde van tus ojos
se llevan mi pensamiento


25
Un remero golpe muerde
el silencio y el paisaje.
En una vuelta del viaje
el Masparro se me pierde.
Por el camino más verde
ando el paso más sombrío.
Patrón de recio albedrío
que se va y no se destierra,
entre mi copla y a tierra,
para abajo corre el río.


26
A zurcir sueños me pongo
y pienso por un instante
si no seré un grito errante
sobre el remanso y el bongo.
Ve si es justo mi rezongo
para reforzar mi aliento,
que ayer remontando lento
el puro remo me trajo,
y hoy como voy agua abajo
para arriba corre el viento.


27
Tus ojos y el cielo claro
llenan el agua mil veces.
Luce entre nácar de peces
la copa del caracaro.
Mas, qué adusto desamparo
tras los playeros rastrojos:
allá van tristes y cojos
los caminos rezongando,
sin gente, muchos andando
para donde van tus ojos.


28
Mi viejo me lo decía
la voz como en abandono:
muchacho canta ese tono
zumo de arena bravía.
Yo llevo desde aquel día
su puro afán en mi acento.
Mudez del pozo sediento,
leguas donde se desmaya
el nunca del ¡ah malaya!
se llevan mi pensamiento.






Mata de Anima Sola,
Boquerón de Banco Largo.
Ya podrás decir ahora:
Aquí durmió Cantaclaro


29
Con el silbo y la picada
de la brisa coleadora
la tarde catira y mora
entró al corralón callada.
La noche, yegua cansada,
sobre los bancos tremola
la crin y negra la cola;
y en su silencio se pasma
tu corazón de fantasma,
Mata del Ánima Sola.


30
Campo de emoción serena:
si en tu quietud todo es viaje
¡qué luz tendrá tu paisaje
cuando se alivie esta pena!
Cruzó la garza morena
sobre el palustre letargo,
y cuando aquel sino amargo
cayó sobre tus retiros,
alas fueron tus suspiros,
Boquerón de Banco Largo.


31
Un claro recuerdo lija
la plata en que me deleito:
por cada amargo de pleito
me mandaba la sortija.
Mi caballo y mi cobija
aún saben camino y hora.
Malhaya quien se enamora
cuando lo matan de veras.
Te dije que no dijeras,
ya podrás decir ahora.


32
Mata de copas añejas
donde el sol se desmenuza,
por entre tus ceibos cruza
sombra de aciagas consejas.
Refugio de alas y quejas
que abrigas en dulce amparo
el dolor del taro-taro,
bajo tu paz me aquerencio
y estoy soñando en silencio:
Aquí durmió Cantaclaro






Al pensar que no me quieres,
cuando me pongo a pensar,
me van saliendo los versos
como agua de manantial.






33
Todo lo tierno del valle
echó flor en tu sonrisa.
La palma llena de brisa
se vino al pueblo en tu talle.
Ayer te encontré en la calle:
¡cómo fuiste y cómo eres!
Por albas y atardeceres
meció tus sueños mi bongo.
Hoy ya ni triste me pongo
al pensar que no me quieres.


34
En mi caballo tordillo
que compré con nobles reales
recordé en los chaparrales
tu verso, Pedro Sotillo.
Me hincó su amargor sencillo
la espina de tu cantar.
Hoy te mando a saludar
desde el medanal inmenso
por donde anda lo que pienso,
cuando me pongo a pensar.


35
La luna de cuatro días
me hace sombra de dos varas.
Ñéngueres de voces claras
alertan las lejanías.
Me acuerdo de mis baquías
por aquellos mundos tersos;
y como en días adversos
fui matapalo de otoño,
hoy por un fatal retoño
me van saliendo los versos.


36
Versos del sueño alazano
en el arrebol lebruno,
honda voz de cómo es uno
cuando aprende a hombre en el Llano;
grito del venezolano
que ama su bien y su mal,
su palma y su tremedal;
golpe que alegra y desgarra
fluyendo de la guitarra
como agua de manantial.






Canta el patico yaguaso
la laguna se secó.
Dice la garza morena:
ahora sí me muero yo.




37
No quiero alambre importuno
en mi mundo desolado.
Si se me riega el ganado
yo veré si lo reúno.
Cuando esta tierra anda en uno,
legua y legua son el paso.
Más allá del lagunazo
sigue el infinito abierto:
llorando tanto desierto
canta el patico yaguaso.


38
Pena tengo de escribirte
con las cosas que voy viendo.
Los peones andan diciendo
que ya no quieres venirte.
Por eso mandé a decirte
lo que el caño suspiró:
cuando el garcero espigó
fue cielo el agua marchita;
cuando se fue la chusmita
la laguna se secó.


39
Contándole los luceros
a la noche millonaria
atraviesa solitaria
la copla por los esteros.
Los caminos sabaneros
van como ánima en pena.
La luna finge en la arena
la estela de una piragua:
¡Qué malo el mundo sin agua!
dice la garza morena.


40
No me preguntes la clave
de mis cantares dispersos;
si yo muy bien sé que en versos
la mujer es la que sabe.
Mas si te me quedas grave,
si tu madre te mandó
a que me digas que no,
yo con la vida hecha zarza
cantaré como la garza;
ahora sí me muero yo.






¡Ah malhaya un trotecito
que no terminara nunca!
¡Ah malhaya quien hallara
aquello que nadie busca!


41
Alba de rubios asomos
floreció su cañal tinto
y me lo prendió el retinto
espigas sobre los lomos.
Corcel que apechaste plomos
bajo el látigo de un grito:
si tu casco lleva escrito
ritmo de bravas chipolas,
por estas picas tan solas
¡ah malaya un trotecito!
42
Yo ya no sé si rasguea
mi voz nativos dolores
o si son males de amores
los que me labran la idea.
Cuando en la mata florea
hasta la palmera trunca,
cuando el estero se enjunca,
este mal que nos desgarra
¡quién lo creyera, guitarra!
que no terminara nunca.


43
Todo mi sueño sin cuna
se volvió copla al dejarte
y me prendió sobre el arte
jazmines de adiós con la luna.
Piqué mi mala fortuna
por la tierra muda y clara.
Y hoy, pura sed, a la cara
soles de duros reflejos,
agua de tus ojos lejos
¡ah malhaya quien hallara!


44
Tú, la del barrio señero
que me miras cuando salgo
como si valiera de algo
tener fama de coplero,
deja que el sol mañanero
sobre los cardos reluzca,
y que la estrella traduzca
la honda fe del caminante
que encontró en la arena errante
aquello que nadie busca.






Cuatro veces te he mentado
y a ninguna has respondido.
¡Quién me manda a andar buscando
lo que no se me ha perdido!


45
No sé lo que se encobija
en tu mirar estupendo
que hoy te me quedaste viendo
como desde una rendija.
Por no cargar tu sortija
ya me esperas de mal grado.
Será que me has ensalmado
para que mi amor te dure,
que en la soledad de Apure
Cuatro veces te he mentado.


46
Por eso quiero saber
—querencia de mis porfías—
si hace mucho me querías
o me empiezas a querer,
o si me quisiste ayer
y hoy sólo quieres mi olvido,
o si nunca me has querido.
Queriendo verdades juntas
quise hacer cuatro preguntas
y a ninguna has respondido.


47
Por el plan sin un corozo
cruzan mis sueños en fragua
como los bichitos de agua
cuando se les seca el pozo.
Al arrendajo buen mozo
me lo topé suspirando.
A todos los fui encontrando:
paraulata, cristofué...
Sólo a mí no me encontré.
¡Quién me manda a andar buscando!


48
Baquianos de mi destierro
se aduermen los cuatro puntos.
Allá como que van juntos
Florentino y Martín Fierro...
Como amansando un encierro
yo oigo su canto tendido.
Compadre, ponga el oído:
desde el Llano abajo vengo
y traigo en mi son realengo
lo que no se me ha perdido.






No olvides esta postal:
a caballo, Margarita.
Aunque se llame Antillano
nadie al Llano se la quita.


49
El sol en llanero alarde
te da su ardor y su brillo.
En tu caballo amarillo
mandas en jefe la tarde.
Chipolita , Dios te guarde,
sola por el chaparral,
como luna en el pajal
besando todos los verdes.
Aunque nunca me recuerdes
no olvides esta postal.


50
Barajan sus naipes rojos
los arreboles dispersos.
Pago un siglo de mis versos
a un segundo de tus ojos.
Soñando en estos rastrojos
el que pierde se desquita.
Hondos de sed infinita
se fueron —entre palmares—
tus ojos y mis cantares
a caballo, Margarita.


51
Por esos rumbos vaqueros
de Ortiz a Corozo Pando,
la noche viene afinando
los cuatros y los luceros.
Tras los espinos caseros,
como un joropo lejano,
se oye la voz del secano:
«que me dé la prenda mía
jagüey de su llanería,
aunque se llama Antillano».


52
Eso la cañada pura
se lo conversa al barranco,
y en la soledad del blanco
el chaparro lo murmura,
y en la noche más oscura
el toro fiero lo pita,
y en la clara mañanita
lo suspira la soisola:
tu gracia de palmasola
nadie al Llano se la quita.






Se toparon los vaqueros
muertos de sol los caballos:
¡Hermano, ah tierra bien sola!
¡Ah vida bien dura, hermano!


53
Sobre la tierra sin caño
ni palma que le suspire
el uno en potro catire,
el otro en viejo castaño
—el saludo y el rebaño
vueltos sed de mil senderos—
Por los aciagos esteros
donde la ilusión embauca,
trochando el Cajón de Arauca
se toparon los vaqueros.


54
Cruzan la tierra silente
que el Catire echó a la Historia
la vez que enlazó a la Gloria
y la rabiató a su gente.
Van en dos y dos doliente
sobre los marchitos tallos;
los corazones, vasallos
de las lejuras sin tregua,
los ojos, pozos de leguas,
muertos de sol, los caballos.


55
Curvan el anca los rejos
sueños de quema y estío.
Hombres, ante lo baldío
se ven como amigos viejos.
Hondo se miran, ¡qué lejos
el alero y la bandola,
el moriche y la soisola!
Con voz que el anhelo estira
Santos Luzardo suspira:
¡hermano, ah tierra bien sola!


56
Su luto y su letanía
lejos pone el taro-taro.
Horizonte en desamparo,
sol guapo, paja bravía.
Se quiebra impávido el día
en espejismo lejano,
y con su dolor arcano,
con voz que en selva se arroba,
le contesta Arturo Cova:
¡ah, vida bien dura, hermano!








EL RETO


El coplero Florentino
por el ancho terraplén
caminos del Desamparo
desanda a golpe de seis.


Puntero en la soledad
que enlutan llamas de ayer,
macolla de tierra errante
le nace bajo el corcel.
Ojo ciego el lagunazo
sin garza, junco ni grey,
dura cuenca enterronada
donde el casco da traspié.
Los escuálidos espinos
desnudan su amarillez,
las chicharras atolondran
el cenizo anochecer.
Parece que para el mundo
la palma sin un vaivén.


El coplero solitario
vive su grave altivez
de ir caminando el erial
como quien pisa vergel.
En el caño de Las Ánimas
se para muerto de sed.
y en las patas del castaño
ve lo claro del jagüey.


El cacho de beber tira,
en agua lo oye caer;
cuando lo va levantando
se le salpican los pies,
pero del cuerno vacío
ni gota pudo beber.
Vuelve a tirarlo y salpica
el agua clara otra vez,
mas sólo arena sus ojos
en el turbio fondo ven.


Soplo de quema el suspiro,
paso llano el palafrén,
mirada y rumbo el coplero
pone para su caney,
cuando con trote sombrío
oye un jinete tras él.


Negra se le ve la manta,
negro el caballo también;
bajo el negro pelo'e guama
la cara no se le ve.
Pasa cantando una copla
sin la mirada volver:


—Amigo, por si se atreve,
aguárdeme en Santa Inés,
que yo lo voy a buscar
para cantar con usté.




Mala sombra del espanto
cruza por el terraplén.
Vaqueros de lejanía
la acompañan en tropel;
la encobijan y la borran
pajas del anochecer.


Florentino taciturno
coge el banco de través.
Puntero en la soledad
que enlutan llamas de ayer
parece que va soñando
con la sabana en la sien.
En un verso largo y hondo
se le estira el tono fiel:


Sabana, sabana, tierra
que hace sudar y querer,
parada con tanto rumbo,
con agua y muerta de sed,
una con mi alma en lo sola,
una con Dios en la fe;
sobre tu pecho desnudo
yo me paro a responder:
sepa el cantador sombrío
que yo cumplo con mi ley
y como canté con todos
tengo que cantar con él.


II


La porfía


Noche de fiero chubasco
por la enlutada llanura,
y de encendidas chipolas
que el rancho del peón alumbran.
Adentro suena el capacho,
afuera bate la lluvia;
vena en corazón de cedro
el bordón mana ternura;
no lejos asoma el río
pecho de sabana sucia;
más allá coros errantes,
ventarrón de negra furia,
y mientras teje el joropo
bandoleras amarguras
el rayo a la palma sola
le tira señeras puntas.


Súbito un hombre en la puerta:
indio de grave postura,
ojos negros, pelo negro,
frente dé cálida arruga,
pelo de guama luciente
que con el candil relumbra.


Un golpe de viento guapo
le pone a volar la blusa,
y se le ve jeme y medio
de puñal en la cintura.
Entra callado y se apuesta
para el lado de la música.
Oiga vale, ese es el Diablo.
—La voz por la sala cruza.


Mírelo cómo llegó
con tanto barrial y lluvia,
planchada y seca la ropa,
sin cobija ni montura.
Dicen que pasó temprano,
como quien viene de Nutrias,
con un oscuro bonguero
por el paso de Las Brujas.


Florentino está silbando
sones de añeja bravura
y su diestra echa a volar
ansias que pisa la zurda,
cuando el indio pico de oro
con su canto lo saluda.


EL DIABLO
Catire quita pesares
contésteme esta pregunta:
¿Cuál es el gallo que siempre
lleva ventaja en la lucha
y aunque le den en el pico
tiene picada segura?


FLORENTINO
Tiene picada segura
el gallo que se rebate
y no se atraviesa nunca,
bueno si tira de pie,
mejor si pica en la pluma.


EL DIABLO
Mejor si pica en la pluma.
Si sabe tanto de todo
diga cuál es la república
donde el tesoro es botín
sin dificultá ninguna.


FLORENTINO
Sin dificultá ninguna,
la colmena en el papayo
que es palo de blanda pulpa:
el que no carga machete
saca la miel con las uñas.


EL DIABLO
Saca la miel con las uñas.
Contésteme la tercera
si respondió la segunda,
y diga si anduvo tanta
sabana sin sol ni luna
quién es el que bebe arena
en la noche más oscura.


FLORENTINO
En la noche más oscura
no quiero ocultar mi sombra
ni me espanto de la suya.
Lo malo no es el lanzazo
sino quien no lo retruca:
tiene que beber arena
el que no bebe agua nunca.


EL DIABLO
El que no bebe agua nunca.
Así cualquiera responde
barajando la pregunta.
Si sabe dé su razón
y si no, no dé ninguna:


¿Quién mitiga el fuego amargo
en jagüey de arena pura,
quién mata la sed sin agua
en la soledad profunda?


FLORENTINO
En la soledad profunda
el pecho del medanal,
el romance que lo arrulla,
la conseja que lo abisma,
el ánima que lo cruza,
la noche que lo encobija,
el soplo que lo desnuda,
la palma que lo custodia,
el lucero que lo alumbra.
¿Qué culpa tengo señores
si me encuentra el que me busca?


EL DIABLO
Si me encuentra el que me busca
el susto lo descarea.
Falta un cuarto pá'la una
cuando el candil parpadea,
cuando el espanto sin rumbo
con su dolor sabanea,
cuando Florentino calla
porque se le va la idea,
cuando canta la pavita,
cuando el gallo menudea.


FLORENTlNO
Cuando el gallo menudea
la garganta se me afina
y el juicio se me clarea.
Yo soy como el espinito
que en la sabana florea:
le doy aroma al que pasa
y espino al que me menea.


EL DIABLO
Espino al que me menea.
No le envidio al espinito
las galas de que alardea:
cuando la candela pasa
la pata se le negrea.
Con plantaje y bulla de ala
no se cobra la pelea.
Vaya poniéndose alante
pá'que en lo oscuro me vea.


FLORENTINO
Pá'que en lo oscuro me vea.
Amigo no arrime tanto
que el bicho se le chacea.
Atrás y alante es lo mismo
pá'l que no carga manea.
El que va atrás ve pá'lante
y el que va alante voltea.


EL DIABLO
El que va alante voltea
a contemplar lo que sube
borrando lo que verdea:
en invierno el aguazal,
en verano la humarea.
Me gusta cantar al raso
de noche cuando ventea
porque así es como se sabe
quién mejor contrapuntea.


FLORENTINO
Quien mejor contrapuntea
hace sus tratos de día
y trabaja por tarea.
"¡Cójame ese trompo en la uña
a ver si taratatea!".
Ni que yo fuera lechuza
en campanario de aldea
para cantar en lo oscuro
con esta noche tan fea.


EL DIABLO
Con esta noche tan fea
una cosa piensa el burro
y otra el que arriba lo arrea.
¡Ay, catire Florentino!
escuche a quien lo previene:
déle tregua a la porfia
pá'que tome y se serene
si no quiere que le falle
la voz cuando se condene.


FLORENTINO
La voz cuando se condene.
Mientras el cuatro me afine
y la maraca resuene
no hay espuela que me apure
ni bozal que me sofrene,
ni quien me obligue a beber
en tapara que otro llene.
Coplero que canta y toca
su justa ventaja tiene:
toca cuando le da gana,
canta cuando le conviene.


EL DIABLO
Canta cuando le conviene.
Si su destino es porfiar
aunque llueva y aunque truene
le voy a participar,
amigo, que en este duelo
yo no le vengo a brindar
miel de aricas con buñuelo.
Si se pone malicioso
no me extraña su recelo,
que al que lo mordió macagua
bejuco le para el pelo.


FLORENTINO
Bejuco le para el pelo.
Contra un jiro atravesao
yo mi pollo ni lo amuelo.
Entre cantadores canto,
entre machos me rebelo,
entre mujeres me sobra
muselina y terciopelo,
cuando una me dice adiós
a otra le pido consuelo.
Desde cuando yo volaba
paraparas del rayuelo
vide con la noche oscura
la Cruz de Mayo en el cielo.


EL DIABLO
La Cruz de Mayo en el cielo.
A mí no me espantan sombras
ni con luces me desvelo:
con el sol soy gavilán
y en la oscuridá mochuelo,
familia de alcaraván
canto mejor cuando vuelo;
también como la guabina
si me agarra me le pelo,
también soy caimán cebao
que en boca'e caño lo velo.


FLORENTINO
Que en boca'e caño lo velo.
Me acordé de aquel corrío
que me lo enseñó mi abuelo:
Velando al que nunca pasa
el vivo se quedó lelo,
para caimán el arpón
para guabina el anzuelo,
patiquín que estriba corto
no corre caballo en pelo.
¿Con qué se seca la cara
el que no carga pañuelo?
¿Pá'qué se limpia las patas
el que va a dormí en el suelo?


EL DIABLO
El que va a dormí en el suelo
pega en la tierra el oío:
si tiene el sueño liviano
nunca lo matan dormío.
Los gallos están cantando,
escúcheles los cantíos,
los perros están aullando,
recuerde lo convenío.


"Zamuros de la Barrosa
del alcornocal del Frío
albricias pido señores
que ya Florentino es mío".


FLORENTINO
Que ya Florentino es mio.
¡Ñéngueres de Banco Seco!
¡taro-taros del Pionío!
Si usté dice que soy suyo
será que me le he vendío,
si me le vendí me paga
porque yo a nadie le fío.
Yo no soy rancho veguero
que le mete el agua el río,
yo no soy pájaro bobo
pá'estar calentando nío.


EL DIABLO
Pá'estar calentando nío.
No sé si es pájaro bobo
pero va por un tendío
con la fatiga del remo
en el golpe mal medío;
y en la orilla del silencio
se le anudará el tañío
cuando yo mande a parar
el trueno y el desafío.


FLORENTINO
El trueno y el desafío.
Me gusta escuchar el rayo
aunque me deje aturdío,
me gusta correr chubasco
si el viento lleva tronío.
Águila sobre la quema,
reto del toro bravío.
Cuando esas voces me llaman
siempre les he respondío.
¡Cómo me puede callar
coplero recién vestío!


EL DIABLO
Coplero recién vestío,
mano a mano y pecho a pecho
ando atizándome el brío
con el fuego del romance
que es don de mi señorío.
Relámpagos me alumbraron
desde el horizonte ardío
nariceando cimarrones
y sangrando a los rendíos
con la punta'e mi puñal
que duele y da escalofrío.


FLORENTINO
Que duele y da escalofrío...
Dáme campo pensamiento
y dáme rienda albedrío
pá'enseñarle al que no sabe
a rematar uh corrío.
Cimarrones hay que verlos,
de mautes no le porfío;
puñal, sáquelo si quiere
a ver si repongo el mío.
Duele lo que se perdió
cuando no se ha defendío.


EL DIABLO
Cuando no se ha defendío
lo que se perdió no importa
si está de pies el vencío.
porque el orgullo indomable
vale más que el bien perdío.
Por eso es que me lo llevo
con la nada por avío
en bongo de veinte varas
que tiene un golpe sombrío.
Y vuelvo a cambiarle el pie
a ver si topa el atajo.


FLORENTINO
A ver si topa el atajo.
Cuando se fajan me gusta
porque yo también me fajo.
"Zamuros de la Barrosa
del alcornocal de abajo:
ahora verán, señores,
al Diablo pasar trabajo".


EL DIABLO
Al Diablo pasar trabajo.
No miente al que no conoce
ni finja ese desparpajo,
mire que por esta tierra
no es primera vez que viajo,
y aquí saben los señores
que cuando la punta encajo
al mismo limón chiquito
me lo chupo gajo a gajo.


FLORENTINO
Me lo chupo gajo a gajo.
Usté que se alza el copete
y yo que se lo rebajo.
No se asusten compañeros,
déjenlo que yo lo atajo,
déjenlo que pare suertes,
yo sabré si le barajo;
déjenlo que suelte el bongo
pá'que le coja agua abajo;
antes que Dios amanezca
se lo lleva quien lo trajo;
alante el caballo fino,
atrás el burro marrajo.
¡Quién ha visto dorodoro
cantando con arrendajo!
Si me cambió el consonante
yo se lo puedo cambiar.


EL DIABLO
Yo se lo puedo cambiar.
Los graves y los agudos
a mí lo mismo me dan,
porque yo eché mi destino
sobre el nunca y el jamás.
¡Ay! catire Florentino,
cantor de pecho cabal,
qué tenebroso el camino
que nunca desandará,
sin alante, sin arriba,
sin orilla y sin atrás.
Ya no valen su baquía,
su fe ni su facultá
catire quitapesares
arrendajo y turupial.


FLORENTINO
Arrendajo y turupial.
De andar solo esa vereda
los pies se le han de secar,
y se le hará más profunda
la mala arruga en la faz;
porque mientras llano y cielo
me den de luz su caudal,
mientras la voz se me escuche
por sobre la tempestá,
yo soy quien marco mi rumbo
con el timón del cantar.
Y si al dicho pido ayuda
aplíquese esta verdá:
que no manda marinero
donde manda capitán.


EL DIABLO
Donde manda capitán
usted es vela caída,
yo altivo son de la mar.
Ceniza será su voz,
rescoldo de muerto afán
sed será su última huella
náufraga en el arenal,
humo serán sus caminos,
piedra sus sueños serán,
carbón será su recuerdo,
lo negro en la eternidá,
para que no me responda
ni se me resista más.
Capitán de la Tiniebla
es quien lo viene a buscar.


FLORENTINO
Es quien lo viene a buscar.
Mucho gusto en conocerlo
tengo señor Satanás.
Zamuros de la Barrosa
salgan del Arcornocal
que al Diablo lo cogió el día
queriéndome atropellar.
Sácame de aquí con Dios
Virgen de la Soledá,
Virgen del Carmen bendita,
sagrada Virgen del Real,
tierna Virgen del Socorro,
dulce Virgen de la Paz,
Virgen de la Coromoto,
Virgen de Chiquinquirá,
piadosa Virgen del Valle,
santa Virgen del Pilar,
Fiel Madre de los Dolores
dáme el fulgor que tú das.


¡San Miguel! dame tu escudo,
tu rejón y tu puñal,
Niño de Atocha bendito,
Santísima Trinidá.


(En compases de silencio
negro bongo que echa a andar.
¡Salud, señores! El alba
bebiendo en el paso real).










CANTAS I


1


El horizonte y yo vamos
solos por la llana tierra:
Me enlazó todos los rumbos
su audacia de soga abierta.


2


Oros de los arenales
copas de las campanillas,
bastos del cardón doliente,
espadas de las espigas.
En San Carlos tus lagunas
son espejos de las garzas.
En ellos la luna triste,
en ellos se ve las manchas.
Espadas de las espigas:
la sabana y yo jugando
con tu recuerdo y la brisa.


3


El quemado está de luto
como una flor de cuaresma
porque las brisas jugaron
un carnaval de candela.
Yo anduve con suerte triste,
me la puso triste el llano:
entre mi vida y tus ojos
las llanuras de San Carlos.
Un carnaval de candela.
El viento le echó la tarde
papelillos de hojas negras.


4


El candil en los caneyes
pinceló su rojo tímido,
y salió a rumiar leyendas
la punta de los corríos.
Cómo enseda el verso humilde
sus hilos de pueblo y alma,
cómo va de pena en pena
y de guitarra en guitarra.
La punta de los corríos!
Con la angustia de baquiana
el cuatro cogió camino.


5


Allá va un encobijado
por el peladal pampero:
así se va mi esperanza
sin ti por el alma adentro.
Llanos, y llanos, y llanos
crucé por ir a "Tu Olvido"
y tras tanto caminar
llegué a "Te quiero lo mismo".
Sin ti por el alma adentro
me acordé de cuando iba
por la llanura lloviendo.


6


Palmarito en el Apure,
El Amparo en el Arauca.
Clarines se ha puesto mudo,
soledad se pobló de alas.
Lejos rezongan los cardos
tristes porque no retoñan:
-Si al rosal siempre lo riegan
¡qué gracia es que tengas rosas¡
Soledad se pobló de alas,
y en Cantaura por tu ausencia
no quieren cantar las auras.


7


Junto a Platero trotando
la noble canta florece
y en sed de arriero se moja
por los caminos sin verde.
Tu cuatro, Llano, modula
cantares de Andalucía
y por eso siempre tienes
para tu dolor, sonrisas.
Por los caminos sin verde
-hondo arriero de ternuras-
pasó Juan Ramón Jiménez.


8


Oros de paja marchita
sobre los lejos se azulan.
En la copa de una palma
el chiriguare me anuncia.
Aquí estuvo el hato, padre,
que nos dio sombra otro tiempo:
en este alambre caído
se me enredaron los sueños.
El chiriguare me anuncia.
En la copa del recuerdo
grita la nostalgia, muda.


9


Mi madre bordó en cariños
su rosaleda fragante:
le pagaron poda y riego
con hondo amor los rosales.
Una vez cruzó mis sueños
silenciosa y de puntillas
y se quedó toda alegre
porque me vio una sonrisa.
Con hondo amor los rosales.
Qué perfume el de tus rosas
rosaleda de mi madre!


10


La tarde como con pena
se puso un traje cenizo.
Para una solita ausencia
tres veces nos despedimos.
Me alcanzó la noche oscura
en los esteros de abajo
y de puro oír tu nombre
lo aprendieron los yaguasos.
Tres veces nos despedimos:
por un espigal de adioses
me voy podando suspiros.


11


Van los vaqueros del viento,
van sus candelas picando.
Ululan cantares de humo
sobre el tablón del quemado.
En sabanas de tu pueblo
yo vi volar la pregunta:
¿Será el inmóvil el potro
y lo fugaz la llanura?
Sobre el tablón del quemado
rezongaron amarguras
la palmaseca y el charco.


12


El crepúsculo viajero
se terció su manta gris.
Ayes de tierras ardidas
plañe lejano el paujil.
El caño labra la orilla,
la quema los pajonales,
y yo labrándome en quiero,
yo, mudo, sin ti, labrándome.
Plañe lejano el paujil.
Hilos de chusmitas lloran
sueños de Lazo Martí.


13


Espinito pura espina
sin hojas y medio seco
cuando vengan las garúas
te retoñarán luceros.
La siesta escurrió su sed
bajo los viejos palmares
y las chicharras estiran
de penca en penca su alambre.
Te retoñarán luceros
para pagar con perfumes
la amarga burla del viento.


14


Me acordé de aquella copla
que tiene tan hondo el aire:
"El amor es como el trigo
si no se riega no nace".
El cerro sale a lo llano,
la noche a la mañanita.
¿Hasta cuando iré yo a andar
tu recuerdo sin salida?
"Si no se riega no nace".
¿Por qué a mi me nacería
si tú nunca lo regaste?


15


La noche cambió en realitos
mis pachanos de crepúsculo:
por los bancos de Hato Viejo
merqué el ensueño en mi burro.
En esteros de tu pueblo
son dulces las cañabravas
y anochecen las chusmitas
pescando guabinas de alba.
Merqué el ensueño en mi burro.
Mi burro le fiaba al viento
sus collares de rebuznos.


16


Los dos por la tierra larga
-noche azul y silenciosa-
Me sentí jagüey la vida
entre la luna y la novia.
Laguna en la media-noche
Cómo se puso declara.
Parece que fuera el cielo
el que se copió del agua.
Entre la luna y la novia
la brisa silbó el nocturno
de la sombra larga y sola.


17


En Puerto Nutrias a veces
están las calles azules:
Parecen una guitarra
con bordones de agua dulce.
El rumbo de mi canoa
se me alocó en tu cariño:
de Bruzual a San Fernando
yo pasé por Palmarito.
Con bordones de agua dulce
por las calles pintorescas
el coplero del Apure.


18


Dicen que pagan amores
lo que se pierde en los naipes
y por eso es que yo sueño,
yo sueño que tu me ganes.
El nublado va hacia el Norte
y hacia el Sur las garzas vuelan:
en ilusión de crepúsculo
la luna se va con ellas.
Yo sueño que tú me ganes.
La luna y tú se me fueron
para desesperanzarme.


19


Tras mí le quedó temblando
el pulso al caño sereno.
Por este barrial amargo
me cogió ventana al viento.
La noche a jugar conmigo
se sentó en los arenales:
mi dicha apostando a suertes
mi pena echó puros ases.
Me cogió ventana el viento
-Apure, hermano, me dijo,
que en "Palma Muda" lo espero.


20


El morichal busca el agua,
el nido busca lo verde.
Criollita del sueño esquivo
el que tu soñastes viene.
¿Quién me la gana en amores
después que perdí jugando?
Tranqué con el blanco-uno,
tenías el doble-blanco!
El que tu soñaste viene
a enredar en tu cariño
hatos de doce mil reses.


21


Viendo en los pozos del río
soñar dolida la garza
me acordé de tu sonrisa
en mis grises pozos de alma.
Cómo titila la noche,
cómo se espeja en el charco.
De los cielos bebe el río,
yo, de tus ojos lejanos.
En mis grises pozos de alma
una curiara solita,
única que no naufraga.


22


El triángulo de mi choza
me lo tragó el bajo inmenso.
Desborda el sol de soslayo
caño para los recuerdos.
Cómo se amansa el rodeo
cuando se estira la copla.
En esta tierra la canta
enlaza más que la soga.
Caño para los recuerdos.
Dónde me iré yo a saciar
la sed azul de tus lejos!


23


En las cantas fugitivas
dicha y afán se me quedan:
las labro a punta de gozo,
las pulo a filo de pena.
Me dio lástima el pajal
¿qué hace con tanto rocío
sin una gota de verde
para su luto amarillo?
Dicha y afán se me quedan:
yo miré en el lagunazo
el nubarrón y la estrella.








CANTAS II


24


Bambú de caña batiente
atalayero de azules,
arpa de todos los verdes,
cimera de alas y luces.
Su ancho disco de horizonte
puso a reír la mañana,
y llena de sol y brisa
se me enloqueció la manta.
Cimera de alas y luces.
-Trino y pulmón- los turpiales
pueblan de alba los bambues.


25


De puro mirar el llano
tus claros ojos verdean
porque tienen las ternuras
del color de lo que sueñan.
Cañaveral en la arena
-pulpa ardida y sin retoño-
cómo sentirá de dulce
tu mirar color de pozo.
Del color de lo que sueñan.
Cómo no se te ennegrecen
de tanto mirar mi pena!


26


Los pétalos de tu risa
en la mata de cerezo
te los salpicó de lloros
la maldad del avispero.
Me acordé de aquella copla
que tiene tan dulce el aire:
la palma llena de brisa
se vino al pueblo en tu talle.
La maldad del avispero:
tu boca pequeña, grande,
tus ojos grandes, pequeños.


27


Cómo se fue la garúa,
cómo se vino el verano,
cómo se estira en los lejos
la canta del taro-taro.
Préstame los regalitos
-Manchas blancas de tus uñas-
para simularles garzas
a mis aljibes de angustia.
La canta del taro-taro.
Hoy sentí amarga la copla
que se me endulzó en tus labios.


28


En su curiara mi tío
por el Orinoco bravo
-azogue en alma cauchera-
corrió amores y chubascos.
Capitán de la candela
el viento va pensativo:
si pasa con sed mañana
¿dónde beberá el rocío?
Corrió amores y chubascos.
Rodaron por Río Negro
oro de sus veinte años.






29


La madrugada entrecruza
curvas decantas y rejos.
Por los corrales oscuros
llovizna espuma el ordeño.
Capachos bate el corozo,
capachos de viento arisco.
Del tranquero al horizonte
tiembla un bordón de mugidos.
Llovizna espuma el ordeño:
Yo me empapé en tus rocíos
el cañal del sentimiento


30


Agua de Laguna Negra
-madre vieja de mil árboles-
Antonio Machado un día
anocheció en tus pinares.
Tu voz, sabana, modula
alma que te dio Castilla,
y por eso hay fe indomable
en la pena que suspiras.
Anocheció en tus pinares.
Allá va solito y noble
en el lomo del romance.


31


Contándole al caño viejo
su dolor de cien caminos
viene silbando chicharras
el anochecer cenizo.
Para mentiras el pueblo,
para verdad la llanura.
Cuando ves la luna entera
ves no más que media luna.
El anochecer cenizo.
Y tú no me tienes rabia,
ni lástima ni cariño.


32


Tu que has visto la tristeza
de la tierra larga y sola,
tu que sabes mi esperanza
mírala como se ahonda.
La noche vaquera-negros
la cobija y el caballo-
sonando espuelas de grillos
cruzó el callejón del hato.
Mírala como se ahonda,
cual un lucero furtivo
en el jagüey de mi copla.


33


Al sesgo el pelo de guama
al cinto la faja negra,
ese hombre callado es como
pozos de la Portuguesa.
Arden de sol las arenas
y el agua muda las lame;
el bongo en viaje rasguña
la inmóvil luz de la tarde.
Pozos de la Portuguesa:
bajo el remanso apacible
el caimán sus males sueña.


34


Mis manos tahúres abren
para mis anhelos, picas:
en juego de cartas verdes
te gané la mesa limpia.
Me arrebujé en la cobija
de regreso de tu rancho;
pasé por "El Sentimiento"
oscurito y lloviznando.
Te gané la mesa limpia:
Juega el as del corazón
que te espero en la caída.


35


Me voy por esta sabana
-arpa que afinó el silencio-
duros bancos de "Voy Solo"
caminito de "Agua Lejos".
Rinconada de "Los Bueyes"
arenales del "Olvido"...
En el alma de estos nombres
le "florió" pena al camino.
Caminito de "Agua Lejos"
sembré una palma de olvidos
y me retoñó recuerdos.


36


Los arreboles temblaron
su despedida en las pencas.
Partámonos el paisaje
como llanero y llanera.
Me cogió la noche negra
en los esteros de Arauca
y me fui para tus ojos
por la pica de una canta.
Como llanero y llanera.
Coge el lucero y la palma,
déjame el pozo y la arena.


37


Tal vez mañana me vaya
cuando el callejón me alumbres
tras esta brisa coplera,
trocha de la tarde dulce.
La cañada dijo luna,
el estero dijo garza.
A ti no más te diré
lo que dijo la guitarra.
Trocha de la tarde dulce.
Cargados burros los cerros
llevan barriles denubes.


38


Con el dejo de este cuatro
me acordé de cuando iba
de noche en mi buey cansado.
Y el hato en la lejanía.
Allá van los carreteros
por el banco a media-luna:
abren callejones tristes
los ecos de sus guaruras.
El hato en la lejanía
en la garganta de un gallo
me guiñó su lucecita.


39


Hombre de la tierra hermana
que de misterio te emponchas:
resero en el "cangrejal"
-potro duro y alma sola-
Aquí también el adiós
al sueño audaz le sonríe;
aquí también "es llegar
un pretexto para irse".
Potro rudo y alma sola,
con la amargura en el anca
se fue Don Segundo Sombra.


40


Hoy casi me puse alegre,
casi de puro soñarte,
casi parodié por ti
la copla del casi casi.
Alma del hato lucero
viene en las brisas un son:
¿qué tendrá el cedro del cuatro
tan seco y echando flor¡
La copla del casi casi.
Casi es lindo como tú
el lucero de la tarde.


41


Si a la sombra de Quevedo
te olvidas de irme olvidando,
te acuerdas de no quererme
a la luz de Garcilaso.
Alta y profunda la noche
sobre mis sienes titila
como el signo de tu ausencia
cerca de mi lejanía.
A la luz de Garcilaso
brisa eglógica susurra
en la palma de tu mano.


42


El horizonte y yo vamos
solos por la llana tierra:
me enlazó todos los rumbos
su audacia de soga abierta.
Mientras las otras se ríen
la luna y tu silenciosas,
y la sombra de mi mano
tiembla al tropezar tu sombra.
Solos por la llana tierra.
Andar y andar hacia ti
como quien de ti se aleja.


43


Aguárdeme, compañero,
en el botalón del patio
que voy a ensebar la soga
que piqué del cuero sardo.
Quién es, por fin, quien se queja
cuando el fuego lame el agua
el agua porque se quema
o el fuego porque se apaga?


44


Espérame, palmasola,
palma del camino, espérame,
que quiero zurcir nostalgias
con música de tus pencas.
Sólo te besa una boca
y un ojo no más te ve:
la clara boca del caño,
el ojo azul del jagüey.
Con música de tus pencas
me puse en los arenales,
me puse a acordarme de ella.


45


Se toparon los vaqueros,
muertos del sol los caballos:
-hermano, ah tierra bien sola!
-ah vida bien dura, hermano!
Alcaraván del recodo
-pensativo y ojo alerta-
tu mutismo afila inmóvil
la canción de cuando vuelas.
-¡Ah vida bien dura, hermano!
El cauchero Arturo Cova
Le dijo a Santos Luzardo.







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