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miércoles, 11 de enero de 2012

5793.- JUAN FRANCISCO MANZANO


Juan Francisco Manzano (La Habana, 1797 - 1854), escritor cubano.
Nació esclavo negro de la marquesa de Jústiz de Santa Ana, por lo que recibió el apellido de su esposo, Juan Manzano, si bien fue hijo de María del Pilar, una de las esclavas predilectas de la Marquesa, y de un mulato esclavo de la casa, Toribio Castro, famoso por sus habilidades con el arpa. De niño recitaba de memoria sermones, el Catecismo, loas y entremeses aprendidos en las misas y representaciones de ópera a las que asistía acompañando a sus amos, que se portaban benévolamente con él y le permitían corretear por la casa. Su suerte cambió al morir la dueña y pasar al servicio de su pariente, la marquesa de Prado Ameno, quien eliminó todas sus prerrogativas y lo trató con crueldad.
En 1818, Nicolás de Cárdenas y Manzano, segundo hijo de la marquesa, lo acogió. Fue entonces cuando el esclavo aprendió a leer y escribir. En los libros de su nuevo amo también estudió Retórica. Con un permiso –necesario debido a su condición social- pronto publicó sus versos en el volumen lírico Cantos a Lesbia (1821), hoy perdido, al igual que sus nanas y décimas, divulgadas en Matanzas anónimamente. Igual fortuna corrió el poemario Flores pasajeras, compuesto hacia 1830, y también buena parte de la producción que apareció de forma esporádica en periódicos de la época, si bien se salvaron algunas.
Entre los años 1837 y 38 colaboró en las revistas El Aguinaldo Habanero y El Álbum. Otra obra de Manzano extraviada es la segunda parte de su autobiografía, Apuntes autobiográficos que escribió con su propia y rudimentaria ortografía, ya que se negaba la más elemental instrucción a los esclavos; esta segunda parte fue sospechosamente perdida en manos de Ramón de Palma. La primera fue escrita en 1839 por iniciativa del activo animador cultural Domingo del Monte (1804-1853), quien se la había pedido para que formara parte de una serie de alegatos antiesclavistas entregados al comisionado inglés, el abolicionista Richard Madden. En 1849, traducida por el mismo Madden, la Autobiografía se publicó junto a algunas de sus poesías con el título Poems by a slave in the Island of Cuba, recently liberated… En ese mismo año, se tradujeron al francés algunos fragmentos de estas memorias y varios sonetos.
"El esclavo es un hombre muerto", escribe en dicha obra. La relación de Manzano con Del Monte fue crucial. Al escuchar en su tertulia matancera el soneto Mis treinta años, escrito por el esclavo, inició, secundado por Ignacio Valdés Machuca, una colecta para comprar su libertad, que obtuvo en 1837 por la cifra de quinientos pesos. Pero esta relación le costó a Manzano la implicación en la Conspiración de la Escalera, en la cual murió ajusticiado el mulato libre más implicado que él y también poeta, Gabriel de la Concepción Valdés, más conocido como "Plácido"; él fue absuelto en 1845, tras pasar un año en prisión. No publicó más, se consagró a su trabajo de pastelero y vivió de otros oficios humildes, muriendo prácticamente en la miseria.
Manzano también escribió cuentos, en los que mezcló leyendas africanas, canciones de cuna y apariciones milagrosas, y en 1842 salió de una imprenta habanera su tragedia en cinco actos Zafira. Varias publicaciones de la época publicaron sus poemas, entre ellas, Diario de La Habana, La Moda y El Pasatiempo.

Obra
Autobiografía de un Esclavo; introducción de Iván Schulman. Madrid: Guadarrama, 1975
Obras, La Habana: Instituto Cubano del Libro, 1972
Autobiografía del esclavo poeta y otros escritos; edición, introducción y notas William Luis. Madrid: Iberoamericana, 2007



.....el temperamento nativamente sobreabundante y fantasioso de Manzano tuvo que conocer hasta las heces las amargas leyes de la necesidad, el peso abrumador del destino. Si esto destruyó su alegría y lo condujo definitivamente al silencio, le dio también a su palabra su mayor despojamiento y gravitación.
...El romanticismo aquí responde a una verdadera necesidad: no hay en él nada superfluo ni falso.
Manzano tuvo el peso estoico de su vida. Manzano trae la imagen del fuego atado al tronco que lo alimenta.
Era muy difícil que Manzano lograra un poema completo sin caídas, máxime cuando en su época la calidad poemática estaba ligada a los recursos retóricos. Lo más frecuente en él era el acierto aislado y súbito, delator de una gracia poética irreprimible.

Cintio Vitier


Los versos de Manzano no pasan de balbuceos más o menos felices; sorprendentes, eso sí, en quien sólo por su voluntad y personal esfuerzo logró salir de la ignorancia.

Max Henríquez Ureña.





Treinta años


Cuando miro al espacio que he corrido
desde la cuna hasta el presente día,
tiemblo, y saludo la fortuna mía,
mas de terror que de atención movido.


Sorpréndeme la lucha que he podido
sostener contra suerte tan impía,
si tal puede llamarse la porfía
de mi infelice ser, al mal nacido.


Treinta años ha que conocí la tierra;
Treinta años ha que en gemido estado
triste infortunio por do quier me asalta.


Mas nada es para mi la cruda guerra
que en vano suspirar he soportado,
si la calculo ¡oh Dios! con la que falta.














A la ciudad de Matanzas
después de una larga ausencia.


Testigo un tiempo, campo venturoso,
de tu maleza fui: manglar y uvero
en ti mecerse contempló el viagero,
que frecuentó tu ceño montüoso.


Ya en vano busco desde el puente añoso
tus uvas, mangles, y el pajizo alero
de la abatida choza, do el montero
su indigencia ocultó, mendigo, ocioso.


Todo desapareció: tu plaza crece,
y a par huyendo, dejánte poblado
selva, maleza y campesina sombra.


Tamaña variedad júbilo ofrece;
pues quien te abandonó tan desmedrado,
hoy con placer filial te ve, y se asoma.
















La cocuyera


Un incauto cocuyo
Revolaba brillante,
Ya del prado a la selva,
Ya de la selva al prado.
Libre cual mariposa
Hendiendo el aire vago,
Liba en vírgenes flores
Jugos almibarados
Ora esplende, ora oculta
Del fósforo inflamado
La luz a que no cabe
Color acomodado.
¡Cómo vuela invisible!
Lucero es ya bien claro:
Si presto se oscurece,
Presto ilumina el campo.
En vano los mancebos
Le siguen anhelando
Con teas encendidas
El placer de tomarlo,
Pues revolando en torno
Al silvo suave y blando,
Vuelve la luz en niebla,
Se pierde entre las manos:
Y en la frondosa copa
De un flondo naranjo,
Opaca luz despide
Dejándolos burlados
Entonces Nina bella,
Gloria y honor del campo,
Envidia de las flores,
Delicia de su amado,
Toma la cocuyera,
Que con sus curiosas manos
Labró en felices días
Su tierno enamorado,
Y en alto suspendiendo
Tan bellísimo encanto,
Ya mueve, y mil cocuyos
Alumbran encerrados.
“Baja, le dice, baja,
Que en mi amante regazo
Cañas dulces te ofrezco,
De cañutos dorados:
Dormirás en mi alcoba
Mi aliento respirando;
Serás de mis amores
Confidente sagrado.”
El fúlgido cocuyo
Plácido susurrando,
Vuela, desciende y toca
Sobre sus mismos labios;
Probó la miel hiblea,
Con que amor ha endulzado
Los divinos claveles,
Honor del cutis blanco
Del nuevo prisionero
Celébrese el hallazgo,
Y en la prisión contento
Brilla que es un regalo...












Amor


Azucena gentil, fragante y pura,
que das galas al vergel, vertiendo amores,
tú eres, flor, la más linda de las flores
siendo igual tu modestia a tu hermosura.


La peregrina llama que fulgura
en tus cubanos ojos brilladores,
disipa en su expresión mis sinsabores
como emblema de gloria y de ventura.


Yo te adoro, mi bien, como a la brisa
ama el gentil sonoro riachuelo,
como adora el sunsún a la floresta;


pues en tu joven frente se divisa
el timbre halagador que te dio el cielo
de hermosa, de cubana y de modesta.

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