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domingo, 4 de diciembre de 2011

5459.- ALBERTO GUTIÉRREZ


Alberto Gutiérrez, Argentina, nació en 1980, poeta y abogado. Fue elegido dos veces como integrante de las antologías "Misteriosa presencia" y "La lenta obsesión" de Editorial Dunken






El hombre común.

Me afiliaré a las mayorías
Mi nombre será sólo un signo de pregunta
Y diré que me defiendo cuando ataquen
A los líderes del mundo
Y los hombres de Wall Street con sus corbatas enquistadas
En la nada de los dólares amargos.

Disertaré sobre la inútil insolencia
De la inmensa minoría
Perseguiré con puños largos y groseros
Sobre todo a los poetas
Porque desprecio la poesía
¿acaso sirve para algo la absurda perorata
De pretender darle belleza a todo el mundo?
Es de maricones la poesía
Siempre lo dijimos en el bar que nos cobija
En el tugurio inerte de la esquina
Mientras chocamos las copas distrayendo al tiempo
Turbio que a nosotros nos mancilla.

Sólo existe mi cuerpo amigos míos
Lo demás es bagatela
Y la trova es la moneda de los pobres
De los suicidas mancos
De los vástagos del árbol que no valen para nada.

Ah… con mis idénticos amigos
con el mismo tono incluso hasta en la cama
todos los caminos nos conducen
a oler nuestro aroma desnudo
a estiércol profano y difuso
Nunca miraremos nuestros rostros
Aquel será nuestro secreto canallesco
Al servicio de los pútridos poderes.











Sabiendo que al destino engaño
Construyo catedrales inasibles
Cruzando la codicia con el daño
De rutas perfumadas y sensibles.

Cada quien tome su estuario imaginario
Cual corcel iluminado por las lunas
Y acechemos al furor parasitario
Que se ufana entre las dunas
Como viejo campanario.

Címbalo del pecho de los hombres
Dale a estas ideas rostros y renombres
Dale ese sabor de los fraternos ademanes
Ínsitos al sueño de los trujamanes.

Albor de las callejas inundadas
Préstale tus pechos a la musa solitaria
Déjale entender por infundadas
Todas sus esquelas de joven incendiaria.

Tendremos el asta de media bandera
Saldremos al trote del cielo
Flotando en el vuelo de turbia quimera
Sorbiendo en palabras su celo-

















Ay de Wall Street!
Su azufre nos depara un matadero
¡ay de nosotros!
Nos tienen destilando su dinero.

En el epicentro de la ciudad abyecta
Y en cualquier lugar del mundo se dispersa
La niebla vil del tedio y de la muerte
La sinrazón obscena del símbolo vacío.

Oh papeles mansos que ayer se confundieron
Con un árbol hermoso y compañero
Niéguense a volar por esta prisa
De los canallas tenues y ufanos usureros.

Allí en la feria de los tontos
En el coleccionismo de los ultrajes varios
Los dólares del cosmos se reparten
A cuatro nombres turbios
Y al juego del negocio de los días.
¿Y el nombre del país que sentenciaron
Con sus balas tan ciertas como el sueño?
¿Y el nombre de los niños que se mueren
Sin haber sorbido el mar en sus entrañas?.

Recinto enajenado
Cúpula desértica y humeante
¿Cuando dejarás de sepultar a tus lacayos?
¿Cuándo cesará tu pútrido sonido que lleva
Al mundo entero al desastre de los pájaros
Absortos y suicidas?

A ti te señalo con tu corona falsa
A ti te denuncio ante los bastos corazones
¡Oh muralla helada!
¡Oh cueva de infame decadencia!















Escúchenme pájaros tibios
Yo nunca he nacido

Soy semilla virgen
Debajo de las rocas
Soy el eco preso de una voz ausente.

Es por ello entonces
Que fabrico fantasias
Flores ya marchitas
Truenos insensibles
Todas estas cosas
Vienen de mi pecho
Aire de los aires
Sin huesos ni sangre
Como un hueco torpemente dulce.

Si intentas abrazarme
Ya me habré perdido
Y es que soy de nadie
Cual potrillo errante.

Soy un espejismo
Libando en los panales.

Canto entre los árboles vencidos










Denigrar a la poesía
A ser un instrumento
Para otro
Es una tristeza sin nombre.

Esta es mi cabeza
Mi cabello
Mis labios y mi carne
Mi mirada triste
(¿a que ocultarlo?)
Más no busco siquiera compasiones
Sólo me doy al verso
Como letra inexorable.

Estas palabras contienen mi sustancia

Si pronuncias esta frase
Tu clamor me justifica
Y si acaso tiembla el vino de mi sangre
Vierto aquí el cristal y la ceniza.

A ti regalo inmensos vendavales
De dulces peregrinos de la lluvia

A ti, querido amigo o compañera
Un címbalo desnudo
Que alberga el sueño eterno de los hombres.













Las encinas están cegadas
Como pequeños velones que encallaron
Tras la vista de los caracoles.

Si el primero de los hombres
Se santigua ante las norias inocentes
Se entremezclan los demonios
Que copulan con la bruma.

Tristes manos que se ausentan
De las manos forasteras.













Los labriegos no cesan de andar tras la arboleda
Como ciegos instantes que castañean con la bruma.

Yacen los extraños frutos en la boca de los muertos
Y así maduran con aliento a nada.
Yacen las margaritas en el iris de los difuntos
Y así desdeñan el hálito del día.

Tálamos de ensueños derruidos
Cuando significan tréboles difusos
No quiero que se entiendan estas líneas
Quiero que se sientan ardorosas
En la piel de los leprosos
Quiero que se trencen en la lucha
Que no puedo sostener ante este mundo.
Que sepan a vergel y a espina roja
Divagantes máculas inciertas.

Emerge tu pureza amada mía
Navío destellante que conduce mis delirios hacia la mesura
Y señalas nomeolvides
Y rosas
Y recuerdos de la nada
















Oh la estampa de la ciudad enquistada
Silbando su destino de recias maquinarias!.

Escuchas el llamamiento de los dioses de la luna
Mientras el lobo patrulla la esquina
De las urbes inútiles y pardas.

Música de luces la hojarasca
Penetra en tu pulso de amor amarillo
Y es un himno eufórico que abarca
La carne de tu ser y tu alma noble.

Tiemblas ante el círculo rebelde de los poemas abiertos
Quieres asentarte en este tiempo incinerado por la bruma de los árboles caídos.
Pero la escarcha sufre el látigo de fuego que utilizan los pequeños pararrayos
Que tutelan la oración de la existencia.

El signo ausente de la marejada
Fluye hacia las últimas pupilas de los solitarios
Que anochecen como el tibio vendaval
De los malvones impregnados de inocencia.

¡Observa los últimos presagios!
¡Como caen arrodillados en la espuma!












DEBAJO DE LA LUNA
Un hombre se suicida
Un amante corre tras la noche
Se concibe un hijo
Se mata un amigo
Se consigue un trago
Se resiente el ceño de los hombres.

Debajo de la luna
El lobo se detiene
La parca delibera con su víctima
La estrella pace extraña entre los rostros.
Se gestan las metáforas inmensas
Que cubrirán el sueño del poeta.

Debajo de la luna
Un homicidio
Un prójimo se aleja de la vida
Todo aquí resuena
Debajo de la luna












Que dolor tan mísero que llevo!
Restos de un ciclón
Anegando la mañana.

Y esta tarde gris soñaba el fuego
Alrededor de los cuerpos desnudos
Temblando ante el fracaso.

Yo concibo la tristeza como mía
Toda muerte tambalea
Ante mis ojos derrumbados.

Oh noctámbulos murciélagos del tedio
Canción destinada a la nada
Sigue por tu cauce de locura

Los reclusos de los viles manicomios
Se resguardan de la primera luna
Entre los árboles inquietos de los bosques.

Sin embargo todas las estrellas
Resuenan en el alma de Juan Ramón Jimenez
Como el poeta que se ausenta de las cosas
Y sale a contemplarlas a través de la ventana.
Alma rayana en el enigma
Siguiendo como alfiles a su reina secreta
Como el cuerpo a este espíritu enigmático
De hierro y de cerezos.

Luego de la lágrima
Brotó la redención
Y al cáliz de la ninfa
Se hizo verso desnudo
Estridente
Y llano
Sincero pétalo inocente
Que deambula por las nítidas mejillas
De la poesía primigenia.







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