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domingo, 13 de junio de 2010

514.- MIQUEL MARTÍ I POL


Poeta y ensayista catalán nacido en Roda de Ter en 1929.
Desde los diecinueve años, -aquejado por una tuberculosis que lo obligó a recluirse en cama durante un año-, se convirtió en lector infatigable, iniciando una brillante carrera poética que lo consagró como el más leído poeta catalán.
Su primera publicación, "Palabras al viento" en 1954, fue seguida, entre otras, por "Quince poemas" en 1966, "El pueblo" en 1971, "La fábrica" en 1972, "La piel del violín" y "Amada Marta" en 1979, "Las claras palabras" en 1980 y "Un invierno plácido" en 1994.
Fue galardonado con el Premio de la Crítica, el Premio Ciutat de Barcelona (en Poesía y Traducción), el Premio de Honor de las Letras Catalanas en 1991, la Medalla de Oro al Mérito en Bellas Artes 1992, la Cruz de Sant Jordi, el Premio Nacional de Literatura 1998 y la Medalla de Oro de la Generalitat de Catalunya en 1999. Fue miembro de la Associació d'Escriptors en Llengua Catalana.
Falleció en noviembre de 2003 víctima de una esclerosis múltiple
que sufría desde 1970


Ahora que todo vuelve...

Ahora que todo vuelve: el silencio y la espera,
las palabras que hemos guardado en lugar seguro
todo este julio de viento y nostalgia.
Ahora que todo vuelve: la tibieza del cuerpo
aquietado y dócil bajo las manos amantes
y aquel perderse en las tardes tranquilas,
bosque adentro, por el tapiz crujiente de hojas de pino,
¿no es su valor este esfuerzo cálido y el quererse
con certeza a solas, la dura
voluntad de permanecer, presente ausente a la vez,
sin pensar que el tiempo es un vacío sin límites?

Mujer: nada me cuesta decir tu nombre,
aunque estés lejos. Lo escribo en las piedras y el agua,
en la sombra acogedora de los árboles a la vera del río
y en el comedor de casa. Sé que oirás
mis palabras, porque llevas en las manos
el signo de un tiempo nuevo, y has crecido en la esperanza
de que alguien lo aceptara sin hacerte preguntas.

De "He heredado la esperanza"
Versión de Adolfo García Ortega







Carta

Ahora que estoy muy solo y es de noche afuera
te escribo apenas para decirte que las cosas
nada han cambiado desde que nos dejamos,
que los árboles mueren lentamente, como siempre,
y el río sigue su curso de cada día.
Te escribo en el Pueblo y me crecen líquenes
en las manos, las palabras me resuenan
silencio adentro, entre libros y sueños.
Estoy tan solo que ni oso moverme.
El tiempo se me va entre el estorbo
que soy, si miro hacia atrás,
y el horizonte de ti que se me aleja.
Todo ahora es reposado, tal vez
porque el riesgo es mayor y me maravilla
saber que me lo juego a una palabra.
Siempre hay un gesto profundo que no se mide
ni con las manos ni con la voz, un gesto que nos deja
tan enfrente de nosotros que se diría
que hemos vuelto a nacer. Podría yo
llenar de presencias este silencio enorme
y, poco a poco, hacerlo el centro;
podría decirte cosas más concretas
para convertir en arena la soledad
y arraigarme en ella, pero entonces
un viento salado me heriría los labios
y amo más el ocio de hablarte.
He aquí pues: te escribo y es de noche afuera.
¿Qué más podría hacer por retenerte
si el tiempo nada puede ya contra la espera
que me he impuesto de ti, si no me llega
rumor alguno de la noche y estoy inmóvil
porque el silencio eres tú y temo perderte?
Cada palabra es una mano que se abre
para acoger a otra mano. Soy todo palabras
y me entrego entero porque crecer
no mancha ya mi piel ni me desconcierta.

Sé esto desde que cada cosa
se me hace presente, insólita y precisa,
al cerrar los ojos, desde que me golpea
la nostalgia como una pesadilla y vivo siempre
hacia mí mismo. Hay días -créeme-
en que me niego a pensar en ti. No quisiera
separarte del silencio ni someterte
a la medida del deseo, y en cambio
te me muestras tan clara que parece
que tengo la sangre llena de vidrios.

Ahora te escribo, ya ves, para decirte apenas
que todo es como antes, que nada cambia
en el fondo si no lo tocamos nosotros,
que sólo nos atañe este silencio
compartido, y el riesgo de creer y crecer
como árboles aislados que une, a ratos,
un mismo viento o una misma lluvia.

De "Autobiografía"
Versión de Adolfo García Ortega







Cosas

Sólo quiero recordar de este verano
la mirada cómplice
de una vecina que tomaba el sol
desnuda y sonrió complacida
al darse cuenta de que la contemplaba,
y aquel instante fugaz, irrepetible,
de total quietud, en que el mundo quedó
desierto de sí mismo y era un cristal
transparente y de nuevo compacto.
El verano no será otra cosa,
este verano, quiero decir, y si alguien me habla
de aquellas mil bagatelas inefables
que componen los días y las noches,
diré tranquilamente: -No me acuerdo.

De "Cuaderno de vacaciones"
Versión de Adolfo García Ortega







De "Quince poemas"

5. Hay un remolino de agua donde las palabras se hacen dulces,
donde las palabras se hacen lentas y claras
como profundidades.

Hay un lugar en el espacio donde la voz os resuena,
donde la voz os rodea y seduce
como si gritárais en una cueva.

Si esto os digo es para sinceraros
con vosotros mismos .

No queráis descubrir qué fuerzas os mueven.

Hay la vida y la muerte, inmutables.

Lo demás son palabras.

Amaos, hermanos, por lo que os duele y os hechiza.

* * *

6. Aquellos a quienes no he amado,
aquellos a quienes ni siquiera he conocido,
conservarán la parte más pura de mí.

Vosotros, solitarios, que diréis mi nombre
y hallaréis la paz leyendo mis poemas.
Para vosotros escribo
con el afecto de un abrazo de hermano.

No me améis por el esfuerzo que entraña.
Escribir para vosotros
es como repetirse lentamente
los versos de un poema querido.

Cuando leáis mis libros
oiréis en ellos vuestra propia voz;
el vacío elemental de vuestra vida
que os llena las manos de viento.

No queráis penetrar su sentido.
Apartaos a jardines íntimos
o a cuartos silenciosos
y rogad con mis palabras -las vuestras-
maravillosamente vivas y actuales.

Yo, entonces, me haré visible en todas las cosas.

* * *

8. No os guardan del fuego
el espacio ni la nostalgia.
Normas sutiles hay
detrás de las palabras
y el temor al vacío
que os atrae y espanta.
En balde camináis
por la cresta del agua,
probáis frutos amargos
que las hojas amparan
y os enredáis al viento
hacia las rutas altas.
Tarde o temprano la noche
cortará las amarras
de este bajel que sois
y os lanzará por claras
sendas de soledad
al centro de las llamas.
En el fuego hallaréis
lo que os llenaba.

* * *

12. Sólo nos aislamos en las cosas pequeñas,
en la mínima y frágil libertad
de las cosas pequeñas
y nos cuesta en verdad dejarlas,
porque al abrigo de los inútiles objetos
inevitablemente cotidianos
existe todo un mundo no sabido de ternura.

Sólo nos aislamos,
sólo crecemos en las cosas pequeñas:
aquel pañuelo que llevamos siempre
doblado con tanto cuidado en el bolsillo,
la canción que recordamos de pronto,
un libro ya olvidado,
el gesto repetido tantas veces,
o la cosa más íntima
que nadie podría amar
como nosotros la amamos.
Se trata, bien mirado, de una constante
evasión hacia nosotros mismos,
hacia la más pura e íntima parte
de nosotros mismos,
convertida al fin y al cabo
-y nos sorprende siempre constatarlo-
en lo que más nos acerca al yo profundo
que vive adentro nuestro,
y sobre todo en lo que más intensamente
nos alienta a vivir.

* * *

15. ¿No sentirá cuando-huyas
la rama que te sostiene
un vacío de añoranza?

Cómo te diría que tu canto
me llena las manos de agua-luz,
y que soy tan puro como la voz de un niño
y tan grave y ligero como la tarde.

Si yo te tuviera, pájaro,
tendría el secreto de las cosas,
porque todo ahora es tu canto
y tu presencia,
frágil,
sobre la rama.

De "Quince poemas"
Versión de Adolfo García Ortega







Descansas, Marta, y cierro los ojos...

Descansas, Marta, y cierro los ojos
para pensarte, para verte. Fuegos lejanos
y músicas y fiestas en tu cuerpo.
El alboroto extraño de los colores
de este verano y el viento que revuelve
los cabellos derramando su claridad.
Cueva y torrente al mismo tiempo, gritaré
tu certeza, la de estos instantes
compartidos, y escucharé el eco
de cada palabra al fondo de mí mismo;
cueva y torrente, repetiré tu nombre
y mis labios te proclamarán
deseo y presencia a la vez.
Tributo de hojas y arena, tiempo y juego
calman la sed del caminante.
Descansas, Marta, y yo descanso en ti,
y te pienso dulcemente, y te veo, y te tengo.

De "Amada Marta"
Versión de Adolfo García Ortega







Descubristeis que en sólo un instante...

Descubristeis que en sólo un instante
puede amarse como en toda una vida.
Descubrísteis el gozo como una isla
desconocida que puede aparecer
ante la proa de la nave que os lleva,
una mañana ignorada,
por una ruta antigua.
Lanzáos ardientemente entonces
a la locura de amaros, ahora
que vuestro cuerpo es ágil, y haced trizas
el ánfora que conservaba el viejo perfume,
para aspirar de un solo golpe
toda su intensidad dominadora,
y quién sabe si morir después de la prueba.

De "Palabras al viento"
Versión de Adolfo García Ortega







El amor

Todo en el amor se llena de sentido.
La fuerza renovada de este corazón
tan maltratado por la vida, ¿de dónde sale
sino de su inmenso caudal de amor?

Es, pues, solo por el amor que nos crecen
rosas en los dedos y se nos revelan los misterios;
y es que en el amor todo es justo y necesario.

Cree en el cuerpo, por lo tanto, en él ensaya
el perdurar, y haz que en él todo perdure
dignificándolo siempre con amorosa
solicitud : así darás vida.








El año que viene ya nadie se fijará en nosotros...

El año que viene ya nadie se fijará en nosotros.
Ahora somos recién llegados y nos miran con desprecio
hasta los que llevan aquí cuarenta años
y nada les altera.
Tenemos un aire aturdido y tenaz
que hace reír a las mujeres
y apenas si nos atrevemos a girar la cabeza
por temor a perder el equilibrio.

De aquí en un año, sin embargo, habremos mudado la piel,
llevaremos la ropa con más desenvoltura,
perseguiremos a las chicas
y tendremos que decir palabras duras
sin sentir que nos tiemblan las piernas.
Será entonces el momento de esperar a los otros,
a los recién llegados con turno de entrar en el juego
formando parte ya para siempre del bando que odiábamos
el momento de intentar formas nuevas
de ganarse el halago con una risotada
en estúpida complicidad,
o tal vez una ruidosa blasfemia de sorpresa.

Y envejeceremos deprisa,
porque nada cansa tanto como lograr
en un solo año todo lo que anhelábamos.

De "La Fábrica" 1959
Versión de Adolfo García Ortega







El paso del tiempo

Se hace, pues, inútil
retomar aquellos versos
que guardamos muchos años atrás
e intentar adaptarlos
al nuevo ritmo del tiempo.
Quiero decir que, en conciencia,
ya no puede decirse ahora caridad
ni amor ni libertad como entonces.
Envejecen los versos
y la voz se nos deforma
si no tratamos, tenaces, de entender
que ha cambiado el sentido
vital de las palabras.
Es una pendiente fácil
y resbaladiza, que no nos deja
crecer. Para los que luchan
siempre se hace corto el tiempo;
los otros se extasían
y protestan, airados,
contra cualquier viento que agite
el agua del pilón que los conserva.
Y se mojan entre sí,
displicentes, con las viejas
palabras. Porque el juego
consiste en sentirse
siempre húmedo, convencido, inefable.

De "Autobiografía"
Versión de Adolfo García Ortega







El pueblo

El pueblo es un viejo tozudo,
es una muchacha sin novio,
es un pequeño comerciante en descrédito,
es un pariente con quien reñirnos hace mucho tiempo.

El pueblo es una bochornosa tarde de verano,
es un castillo sobre la arena,
es la lluvia fina de noviembre.

El pueblo es cuarenta años de subirse a los andamios,
es la breve ansiedad del domingo por la tarde,
es la familia como base de la sociedad futura,
es el conjunto de sus habitantes, etc., etc.

El pueblo es mi esfuerzo y vuestro esfuerzo,
es mi voz y vuestra voz,
es mi pequeña muerte y vuestra pequeña muerte.
El pueblo es el conjunto de nuestro esfuerzo
y de nuestra voz
y de nuestra pequeña muerte.
El pueblo eres tú y tú y tú
y toda la gente que no conoces,
y tus secretos
y los secretos de los otros.
El pueblo es todos,
el pueblo es nadie,
El pueblo es todo:
el principio y el fin,
el amor y el odio,
la voz y el silencio,
la vida y la muerte.

De "El pueblo"
Versión de Adolfo García Ortega







Hablo del grito unánime...

Hablo del grito unánime
de la sangre y me reprochan
deslustrados prejuicios.
-Antiguamente...-, me objetan,
a mí, que soy viejo de siglos.

¿En qué polvorientas riberas
ordenáis las palabras?

Compañeros: libremos a las barcas
de tanta cuerda inútil.

Hay grandes ríos esperándonos.

De "Palabras al viento"
Versión de Adolfo García Ortega







Hay un tiempo para sufrir y un tiempo para amar...

Hay un tiempo para sufrir y un tiempo para amar
o, tal vez, sea todo uno y nos engañemos
jugando a la voz y al peligro.

Más allá de nosotros, ¿qué perdura?

¿La roca, el árbol, el viento y este silencio
no morirían si, de pronto, dejáramos
de repetirlos, dóciles, cada día?

De "El fugitivo"
Versión de Adolfo García Ortega







He amado mucho y mucho amo todavía...

He amado mucho y mucho amo todavía.
Lo digo alegre y hasta un poco sorprendido
de un amor tal que todo clarifica.
He amado mucho y amaré mucho más
sin ninguna clase de miramiento ni trabas
que me escatimen el hondo placer
incomprensible para mucha gente.
Lo digo alegre: he amado mucho y mucho
he de amar. Quiero que todos lo sepan.
Desde la altura clara de este cuerpo
que me hace eco o me responde
cuando el deseo reclama plenitudes,
desde la intensidad de una mirada
o bien desde la espuma de un solo beso
yo proclamo mi amor: el legítimo.

De "Amada Marta"
Versión de Adolfo García Ortega







Hoy, mucho menos que antes...

Hoy, mucho menos que antes,
no hay manos que inciten
al lloro ni al desencanto;
somos mucho más dóciles
y la gente ya no nos grita por la calle.
Todo se ha convertido de pronto en un gusto inédito
por la armonía.
Pero a menudo el pueblo ama
sin saber lo que es justo; y todos nosotros
somos de sangre y barro,
de sangre de pueblo y
barro de pueblo,
y nos aterra,
por mucho que lo callemos, la altivez
de los jóvenes y el gesto,
¡oh maravilla!
de los viejos tan dignos.
Todo retorna ya
a su fondo primigenio de ternura,
y pronto incluso seremos alabados,
no por lo que ahora hacemos
sino por la inefable
docilidad de antes
que nos dignifica.

De "El pueblo"
Versión de Adolfo García Ortega







Las claras palabras

Hay más polen en el aire que en las flores
esta tarde y cualquier certeza
depende del gesto con que la aceptemos.
Tan dulcemente como decirte algún secreto
al oído y sentir que la piel
se te enciende otra vez de deseo.
Cuando cese el viento, la noche, con lentos pasos,
nos devolverá el espacio de los sueños
casi perdido pero aún meciéndose
en los confines del cuarto.
Será entonces el momento de decir las claras
palabras tan sabidas, las mismas
palabras con que hemos compartido
por igual, quizá sin saberlo,
destinos oscuros y brillantes sorpresas.

De "Las claras palabras"
Versión de Adolfo García Ortega







Me declaro vencido...

Me declaro vencido. Los años que me quedan
los malviviré en penumbra. Cada mañana
deshojaré una rosa -la misma-
y con tinta evanescente escribiré un verso
débil y nostálgico en cada pétalo.
Os lego mi sombra en testamento:
es lo más perdurable y sólido que tengo,
y los cuatro palmos de mundo tranquilo
que creo cada día con la mirada.
Cuando muera, cavad un profundo hoyo
y enterradme en él de pie, frente al mediodía,
que el sol. al salir, me ciegue el fondo de los ojos.
Así la gente que me vea exclamará:
-Mirad, un muerto con la mirada viva.

De "La piel del violín"
Versión de Adolfo García Ortega







Otra aurora para nosotros

¿Qué somos? ¿Centauros ágiles en la oscuridad
en busca de horizontes, en camino siempre,
o tal vez árboles plantados en la corteza
de otros árboles de ayer que expresan
la quietud de nuestro vivir estático?
Inútilmente nos buscaremos. Hay que perderse
en la noche infinita para conocer
qué somos y qué mano nos gobierna los actos,
y en vano será construir brillantes proyectos
y unir palabras atrevidas, buscándonos
en cada cosa, en cada término.
Somos seres
lanzados a un futuro sin límite,
y hemos de morir para que el olvido perfecto
nos haga nacer, de nuevo, sabiéndonos.

De "Palabras al viento"
Versión de Adolfo García Ortega







Por más vida

Dices la belleza y todo se ilumina.

Deja que el tiempo fluya lentamente
entre el paisaje y tú
y que el silencio ponga acentos
de leve melancolía en cada cosa.
La blanda quietud que te rodea poco a poco
acoge aquel misterio
que te une a todo y a todo te incita.

No pienses jamás que es tarde, ni hagas preguntas.
Ahógate de horizontes.
Agotado,
en cada gesto te sentirás renacer.

De "Las claras palabras"
Versión de Adolfo García Ortega







Solo tú

Debe de estar muy lejos el mar, o tal vez
ya no hay mar y la palabra es sólo una
argucia. Tantas palabras han perdido
su peso y su grosor, que no me atrevo a cerrar
los puños con la fuerza de antes, por miedo
a sentir todo un mundo que se desmenuza.
Debe de estar muy lejos el mar, y aquella casa
que siempre he imaginado bajo la lluvia
y la gente a la que no veo. Debe de estar muy lejos
la gente a la que nunca veo, o tal vez
han muerto y yo no lo sé y los pienso
inútilmente vivos. Deben de estar lejos
los árboles y los pájaros, el río, la espada
que corta el viento y el barro de las roderas.
y sólo tú estás próxima y te siento,
inmóvil y expectante, justo detrás
de tantas puertas que ningún pestillo cierra.

De "La piel del violín"
Versión de Adolfo García Ortega







Tarde

Todo es diferente ya cuando agitas la mano
para decirme alguna cosa y adiós
en el momento mismo en que el tren comienza a partir.
Entonces me doy cuenta de que estoy solo en el andén,
solo en medio de la gente que no se conmueve
al ver cómo te me alejas.
Y ahora pienso
que este adiós no es igual a los otros,
que no volverás nunca y, sin embargo,
no he dejado de amarte.
¿Ves?, es fácil
perderse, ocioso, por viejas avenidas
con arena de recuerdos, y cansarse
intentando caminar cuando queda la presencia áspera
de un tiempo al que un solo gesto ha hecho un estorbo.
Tan profunda, la clara quietud de tus ojos
no es más viva que esta
tarde que ahora reanudo
un tanto nostálgico porque tú te me alejas.

De "Autobiografía"
Versión de Adolfo García Ortega







Un día estaré muerto...

Un día estaré muerto
y aún quedará la tarde
en la paz de los caminos,
en los verdes sembrados,
en los pájaros y el aire
quietamente amigo,
y en el paso de esos hombres
que desconozco y que amo.
Un día estaré muerto
y aún quedará la tarde
en los ojos de la mujer
que se acerca y me besa,
en la música antigua
de cualquier tonada,
o aún en un objeto,
el más íntimo y claro,
o puede que en mis versos.
Decidme qué prodigio
hace a la tarde tan dulce
y tan intensa a la vez,
y a qué prado o a qué nube
he de atribuir mi gozo;
porque me sé perdurable
en cuanto me rodea,
y sé que alguien, en el tiempo,
conservará mi recuerdo.

De "Palabras al viento"
Versión de Adolfo García Ortega