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miércoles, 21 de diciembre de 2011

5664.- AMÍLCAR COLOCHO







Amílcar Colocho (Ciudad Arce, 24 de enero de 1965 - 30 de octubre de 1990) fue un miembro fundador del Círculo literario Xibalbá y cruelmente asesinado durante el Conflicto Armado en El Salvador. Su obra ha sido reunida por otros poetas. Entre ellas, bajo el título Varios (1993), donde está reunida casi toda su poesía, y el otro libro titulado La canción del poeta (1997). Un último libro, donde se le ha antologado a este poeta está bajo el título: Cruce de poesía Nicaragua-El Salvador (2006).












Coraje


Tendrá que levantarse a las actividades que le
corresponden
como fiel al principio de subsistencia
por ello se acostará con la idea
de sacudirse la resaca de cansancio
que almacena día a día
echará sus puteadas a la vida
una que otra lágrima
por los dolores causados por estos hijos
maldecirá los gatos que saltan en el tejado
la muerte que marcha por la calle
al final descansará.
El suelo heredará sus huesos
para testimoniar que nada tuvo.










Ante un pequeño dios


Su nombre no era para retomarlo y llevárselo de escapulario,
tampoco para hacer alardes de su memoria y a la sangre
menos para quedárselo en la bóveda de los innombrables.
Su nombre por sí sólo es eso; pero apilado en la ceniza que
nos abofetea sin manos, es todo un ejemplo
que si no enfilamos no nos alcanza todo el agua de la lluvia
para quitarnos el olor a cobardía.
Canto Del Solo
El frío inunda los poros de este cuarto,
el tibio canto de los gallos se escarcha
al atravesar la ventana.
Inútil:
la sábana jamás hará paradigma con tu piel.










Amor


Si la hierba nos gritaba ¡basta! – desde abajo –
apagaría la llama que nos sostiene
y nuestros espíritus marcharían cabizbajos
por la vereda del camino
a buscar otra primavera y otras mariposas.












Adiós a las cicatrices


La muerte ya te había dado de sus besos
de su cándida y fulminante bala
uno y otro venía como un nuevo tesoro
cuya señal de guarda quedaba en el pellejo.
Merecías otra despedida
no la que te dio el cirujano inalámbrico,
no la que te dio el descuido.
Tu paso no debió ir tras ese fruto
debió quedarse presto,
alejado de su colector fortuito,
tu paso debió mantenerse
en el camino de los besos que sólo dejan
su marca en el pellejo.










Poema vegetal


En tus hondonadas me quedo, cavando versos
descubriendo el amanecer de tu sonrisa
portando tus banderas que de invencibles
siembran plomo
en el corazón de las sombras.
Si la magia no fuera esta maravilla de saberse
desnudos
asirse del corazón del otro,
partir en busca de la fuente mineral de tu saliva.
Te nombro mariposa, estrella, fuente de luna
y cada día te bautizo transformada con el agua
tienes de amanecer la espesura, la luz, la
inmensidad y los trinos
cuyo eco me sigue, atraviesa los muros, dobla las
esquinas
se desliza
con el viento en la pupila del agua.














Mujer


Desnuda sos la geografía
por donde marchamos enaltecidos
en pos de la esperanza.
Desnuda sos la hierba
que recoge nuestro cansancio
implacable y pasajero.
Desnuda sos la bandera
que amortaje nuestros sueños
en la línea de fuego.
Desnuda sos la tumba
que nos devolverá a la vida
en la hora del triunfo.












Realidad


Te amaré
aunque la tarde sea gris
el silencio espeso
y no haya flores por ningún lado
ni pastillas anticonceptivas.












Lo que te hará ni recordarme


Cuando no te toque ni un soplo de mis dedos
y escarbes sola desde el rincón de los recuerdos,
piensa en el dolor que a ratos me hiciste beber,
en la hiel de tu concupiscencia inconsciencia,
en el sorbo de muerte que me diste
cada vez que me quedaba con la mano
rozando el viento
pidiéndole panes a la luna.














Evocando el futuro


Tu boca
tamiz que separó la duda y la ceniza
Cómo vivir eternamente en su recinto
Cómo sorber la miel
tan lejos del encuentro
Pero tu boca
semilla de tu amanecer
tan lejos de mi aliento.












Sumpul


Desde las riberas a tus entrañas de río
cupo la muerte en cada gota teñida.
- Los homicidas se saludaron desde sus fronteras,
mientras caían desgajados los hermanos silvestres
que escapaban del acecho, del odio encarnizado,
de la afrenta ordenada desde la silla de turno –
Aquí nada supimos, a no ser porque en tu arrullo
guardaste el aliento vital de los sobrevivientes.












Ayes


Ay de la tormenta que naufraga en nuestras venas
yendo por la deriva de la vida
buscando sin brújulas ni velas,
una isla donde encalle la agonía
donde recobre fuerzas nuestro paso
y se alce altivo a la conquista de la felicidad.












1 ó 2 de noviembre


Traigo flores
a la tumba que te que destinada
Lo hago
con las estrellas a la frente
con fe
que mañana podré hacerlo de día.



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