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lunes, 19 de septiembre de 2011

4944.- MINNIE BRUCE PRATT


Minnie Bruce Pratt, Activista, poeta y ensayista, nació en Alabama en 1946. Entre sus textos se encuentran The Sound of One Fork (poemas, 1981), We Say We Love Each Other (poemas, 1985), Rebellion: Essays 1980-1991 (Ensayos, 1991), Walking Back Up Depot Street (poemas, 1999), The Dirt She Ate (poemas, 2003).






Codos

Cúbrete los brazos.
No dejes que tus codos
se vean.

Eso es lo que mis vecinos
allá en Alabama dicen
a sus hijas
para que ningún codo
relleno o delgado
moreno o rosado
incite a otros
a la pasión.

Pero si pensara
que mis flacos, bicolores
codos fueran a atraerte

si pensara
que mis enjutos, huesudos
codos pudieran retenerte

agitaría los brazos
como un pollo
como un pavo real
como una gallina de guinea

cuando volviera a verte
tesoro
me subiría
las mangas y
pecaría
pecaría
pecaría.


"ELBOWS" (CODOS) PERTENECE A SU LIBRO DE POEMAS THE SOUND
OF ONE FORK, DE 1981.
Traducción de Joaquín Ibarburu y Walter Ch. Viegas


Cover your arms.
Don’t let your elbows
show.

That’s what my neighbors
down in Alabama tell
their daughters
so no elbow
plump or thin
tan or pink
will entice others
to passion.

But if I thought
my scrawny, two-toned
elbows would lure you

if I thought
my skinny, sharp-boned
elbows could secure you

I’d flap my armas
like a chicken
like a pea-fowl
like a guinea hen

when next I saw you
honey
I’d roll
up my sleeves and
sin
sin
sin.






Años atras, en la playa, con pilas de caracoles
En nuestros regazos, con la primera separación final sobre nosotros,
Uno de ellos preguntó: Como sabemos que no nos vas a olvidar?

Les dije como se habían movido en mi vientre: cada uno
Diferente el mayor, impaciente el menor, reposado.
Dije: Jams puedo olvidarlos. Se movieron dentro mio.

Quise decir: El sonido de sus sangres paso a la mia.







Poema para mis hijos

Cuando ustedes nacieron, todos los poetas que conocía
eran hombres, papás elocuentes sobre sus bebés
durmientes y el futuro: Coleridge a medianoche,
la plegaria de Yeats pidiendo que su hija careciera de opiniones
que su hijo fuera grande y poderoso, que pensara y actuara.
Ustedes han leído la sonora elocuencia del nuevo padre,
feroces chispazos escritos en una casa silenciosa
respirando con el sueño exhausto de la madre.

Cuando vos naciste, mi primer hijo, lo que pensé fue
leche: mis pechos paspados, hinchados, pero no alcanzaban
cuando despertabas. Con vos, mi hijo menor, no
pensé: la cabeza tendida por tres días, inconsciente
por la anestesia peridural, paralizada
de la cintura para abajo, sin poder caminar.
Su padre era entonces
el poeta que yo había dejado de ser cuando me casé.
Me ha costado años escribirles esto.

Tuve que hacerme de un futuro, obstinada, voluble,
lasciva, una pensadora, una caminante infatigable,
transgresora sin condena, furiosa, gritona,
voluptuosa, una amante, la que huele sangre,
leche, una mujer tan mezquina como pueda serlo algunas noches
una existencia a la que pudiera rezarle, capaz de
poesía.

Y aquí estamos ahora. Ustedes son hombres,
y yo no soy la mujer que los acunó
en el suave vaho de la penicilina, la leche agria,
la chica que no podía imaginarse a sí misma
o un futuro más allá de una habitación de tibios muros,
que no tenía palabras, salvo la papilla de lo predecible,
y entonces, en aquellas noches, no pudo pedir por ustedes.
Pero ahora he hablado, de mí, yo misma, yo puedo pedir
para ustedes: que conozcan el mal cuando lo huelan;
que conozcan el bien y lo practiquen, y vean como ambos
corren desatados por entre sus vidas; que entonces recuerden
que ustedes vienen de la tierra y de la historia; que elijan
la memoria, no la anestesia; que tengan un trabajo
al que amen, sin estorbar a nadie, un sendero que cruce
las marcas fronterizas en donde cuestionen el poder;
que sus amores los igualen pensamiento por pensamiento
en el largo calor de la sangre y en el hecho del hueso.

Palabras ni tan románticas ni tan grandilocuentemente brindadas
como si les ofreciera el universo y lo pusiera
a su disposición.
Sólo puedo rezar:

Que jamás le pidan al clima, la tierra,
los ángeles, las mujeres, u otras vidas, que les obedezcan;

que se acuerden de mí, como quien los cruzó y los volvió a
cruzar,
como una mujer avanzando lentamente hacia
un lugar desconocido en donde ustedes pudieran estar conmigo,
como mujer a pie, alargando el paso.


Traducción por Carlos Schroeder Elfinster@aol.com
From Crime Against Nature/ Crimen Contra la Naturaleza (Firebrand, 1990)

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