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sábado, 17 de septiembre de 2011

4921.- JOAQUÍM FEIO


Joaquim Feio, nació en Lisboa, en 1952. Colaboró en su juventud en suplementos literarios juveniles de sendos periódicos de la capital portuguesa. Tras terminar sus estudios en Economia, se trasladó a Coimbra, donde es profesor de Economía y Relaciones Internacionales en la Universidad de Coimbra. En distintos períodos ha vivido en el exterior; más detenidamente en Italia. En 2003 publicó una primera entrega poetica –Two Poetical Tracts & a Post-Scriptum- y, en 2008, una segunda entrega –Sundry Poems Collected as Poetical Tacts 3 & 4- y Volare – Prosas Breves (“cuatro monólogos, cinco cuentos, dos textos de un autor inédito, todavía un gran lector”). Colaboraciones suyas serán editadas proximamente en publicaciones culturales portuguesas, así como una tercera entrega poetica y una nueva obra de ficción en 2010.




-Transcripción de un llanto-



Homenaje a Juan Rulfo





… “Anoche
….nada sobró de las últimas cosechas…



Nos hace falta todo y la nostalgia de los días venturosos.
Al rato, no hay más imperios. Quizá los juicios de Dios y sus fuerzas —terribles— devoraron todo. No nos quedó nada. Sólo aguas.

Malditas aguas.

Ya lo decían los zahoríes: “por mil aguas llegará la perdición”.

Y el agua ciega que caía siempre sobre nosotros. Y toda la noche:

Anoche nada sobró de las últimas cosechas.

Ya no se puede creer que vamos a hacer algo más que ésto:
llorar los muertos y ensimismarnos por el hambre
que nos anuncía la muerte. Es el destino de los hijos de los hijos
de los hijos de los hijos de todo el hombre y de toda la mujer.

Malditas aguas.

Nos hace falta todo y la nostalgia de los días venturosos.

Todavía, no es el infierno: Aquí, Dios está presente en Sus castigos
y Él alumbra lo que ahora son nuestras escombreras.

Tenemos que volver a pecar. ¡Quién tendrá que actuar —todavía—, que lo haga!

Muchos saldrán por las fosas comunes a buscar los suyos.
Ahora nadie busca el pan. —No hay pan —. ¡Ya se verá qué hacer!

El gran viento llegará barriendo, entonces, los últimos hilos
que prenden las almas a los cuerpos en ésta sazón de miedos. DIOS: DIOS:
el DIOS de nuestros padres y de los padres de nuestros padres y de los padres de los abuelos de nuestros abuelos —Tú, desde Tus moradas — muéstranos los veneros de la esperanza.

—Sí la hay—. O Tus alturas y misterios. —Sí los hay—.

¡Ten piedad!

Sólo el silencio Te provoca piedad. Pero ya está aquí:
Es un silencio expiatorio e inmenso.

Al diantre también le gusta el silencio: por éso nada es fácil.
Hay quien crea que el diantre es una sombra Tuya. Una sombra.
Una sombra de DIOS o la puerta falsa de la creación.

Sí: hay criaturas, hay Un Creador: El de los antiguos profetas;
el de las criaturas que no tienen nada que decir; el de las aves,
el de los paganos, el de los soldados, el de las princesas,
el de los príncipes,

el de los mortales

y de otros juglares de calidades mórbidas o —si por azar
lo supiéramos mejor—, estoicas o dudosas de una cualquier gloria.

Malditas aguas.

Malditas aguas que nos quitaron todo
o nos dieran la medida de las cosas.

Hijos del hombre, deuteragonistas de Un Creador que todo lo quiere
y que todo lo hace y está:
Sólo.
O está esperando por un reto
mayor que todas las eternidades donde quizá (también)

se desespera como nosotros:
los mortales.

Malditas aguas: Malditas aguas: Malditas aguas.

Pero anoche, anoche el palomar se quedó sin palomas
y las albercas fueron domeñadas por trasnochadas aguas.

Anoche: Anoche: Anoche nada sobró de las últimas cosechas.

Desposeídos de los frutos de la tierra y del trabajo, nos quejamos,
nos rebelamos como los otros: los alicaídos ángeles.

Pero no somos ángeles. No somos ángeles… No somos nada.

Somos esta u otra voz empalagada: buhoneros desplomados
en la palabra y en la necedad de los días. Buhoneros desolados por Dios:

Anoche una tea apestaba en su humo las casas donde, recoletos, inmóviles, Lo llamábamos.

Y Su silencio nos desplomaba.
Y Su silencio nos hacía temer lo peor.
Y Su silencio nos fascinaba.

Anoche las madres no arrullaron sus hijos.

Y esta u otra de las interminables parábolas (con que Él nos enseña)
balbucea un indefinido y miliar regazo: Él es una madre, también,
amén de Padre.

Ahora los hermanos quieren ayudar a los hermanos y a los hijos de sus hermanos que buscan también las mujeres y los hijos de sus hermanos para decírles: No hay nada: Hay que acotar la NADA.

Hay que decirle a Caín que en Abel no había envidia.

Y la envidia es el cántico sin voz de una música terrible
de azabache y de horror. Y la envidia acaricia el mal.
Y el Mal es lo que nos sofoca:

PARA SIEMPRE. Y ”para siempre” no es la eternidad —es un veneno,
un disfraz de lo que sin palabras decide si hay que escuchar los truchimanes o diezmar los pocos alientos donde queda la intensidad de los mitos—. Yla envidia que acaricia el mal.
Y la cortedad de tantos nos mata. No estamos muertos. Pero, hambrientos y carecidos de un halago, sí.

Y… evitemos las tramoyas de unos pajarracos que hablan
siempre y siempre usando… aquellas lenguas ya muertas…”




http://www.laotrarevista.com/2010/01/joaquim-feio/





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