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martes, 10 de enero de 2012

5778.- FÉLIX LUIS VIERA

Félix Luis Viera Pérez (19 de agosto de 1945, actual Provincia de Villa Clara, Cuba) es un cuentista, novelista y poeta de origen Cubano, actualmente nacionalizado Mexicano.

Nace en el corazón de Cuba, en el popular barrio de El condado, en la ciudad de Santa Clara. Hijo único, FLV se dedica desde su adolescencia temprana a ayudar a su padre en las labores propias del pequeño comercio que este tenía.
Cursa estudios nocturnos de economía, graduándose de la educación media en 1964, para matricularse en La universidad y continuar con esta misma carrera en 1965, pero deserta casi de manera automática. Posteriormente se matricula en la carrera de Filología, pero nunca atiende a clases, ya que encuentra imposible asimilar su personalidad inquieta al cuadrado mundo académico; prefiriendo perseguir su incipiente vocación de escritor.
En el año de 1966, FLV se encuentra de cara a lo que sería uno de los episodios mas difíciles de su vida, puesto que el gobierno Cubano encabezado por Fidel Castro inicia un programa de internación de ciudadanos Cubanos en las tristemente célebres Unidades Militares de Ayuda - en realidad, campos de trabajos forzados que existieron en Cuba entre 1965 y 1968, donde se internaban a quienes no se atenían a la "Ética Revolucionaria" impuesta por los líderes de la revolución cubana - Allí estuvieron unos 25.000 hombres, básicamente jóvenes en edad militar que por diversos motivos se negaban a hacer el servicio militar obligatorio (miembros de algunas religiones) o bien que eran rechazados en las Fuerzas Armadas Revolucionarias por su orientación sexual.
En una entrevista, Concedida a la periodista Midalia Rosales, FLV hace remembranza de las razones de su internación:[cita requerida]
Estuve ocho meses aproximadamente. Entré próximo a cumplir los 21 años de edad y salí gracias a unos amigos que me ayudaron con sus gestiones, porque yo era el único sostén de mi familia, lo cual no salva, sin embargo, a Armandito. A mí me gustaba la bohemia: los cabarets, las fiestas, las borracheras. Era, en buen cubano, un tipo más o menos jodedor. En ese ambiente, claro, yo andaba con cualquiera, bebedores, desempleados, homosexuales, bailarinas. Por eso me llevaron, creo, y por otras razones semejantes.
Felix Luis Viera, entrevistado por Midalia Rosales
Como era de esperarse, FlV sale de dichas UMAPs abrazando el ideario comunista, el cual abandonaría después desencantado, puesto que encontraba inamovilbles los dogmas de dicho ideario, a la par de carentes de un enfoque humanista. Expresa sus inconformidades a las autoridades, pero estas le tachan de conflictivo. Aún así, Viera se las arregla para ser miembro de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba, y durante dos períodos de su Consejo Nacional.3
En 1995, forma parte de una delegación artística que visita México, quedándose a residir en dicho país, del que se convierte en Ciudadano. Actualmente (2010) radica en la ciudad de México, en donde lleva una activa vida literaria, colaborando con artículos en diversas revistas impresas y en línea, así como impartiendo talleres literarios, ejerciendo la crítica e impartiendo asesorías especializadas.

Obra Literaria
Con una reconocida trayectoria dentro del mundo de la literatura, Viera es ampliamente conocido y reconocido por el público y la crítica cubana, ya que entre su obra se incluyen trabajos como el libro de cuentos Las llamas en el cielo el cual es considerado ya un clásico de la literatura cubana.

Novela
Con tu vestido blanco (Ed. Unión, Cuba, 1987).
Serás comunista, pero te quiero (Ed. Unión, Cuba, 1995)
Inglaterra Hernández (México, Ediciones Universidad Veracruzana 1997)
Un ciervo herido (Ed. Plaza Mayor, Puerto Rico, 2003)
El corazón del Rey (Innovación Editorial Lagares, México, 2010)

Poesía
Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia (Ed. Unión, Cuba, 1976)
Prefiero los que cantan (Ed. Unión, Cuba, 1988)
Cada día muero 24 horas (Ed. Letras Cubanas, Cuba, 1990)
Y me han dolido los cuchillos (Ed. Capiro, Cuba, 1991)
Poemas de amor y de olvido (Ed. Capiro, Cuba, 1994)
La patria es una naranja (ed. Iduna, Miami, 2010)

Cuentística
En el nombre del hijo (Ed. Letras Cubanas, Cuba, 1983)
Las llamas en el cielo (Ed. Unión, Cuba, 1983)
Precio del amor (Ed. Letras Cubanas, Cuba, 1990)

Galardones
Premio David de Poesía (1976) por Una melodía sin ton ni son bajo la lluvia
Premio de la Crítica (1983) por En el nombre del hijo
Premio Nacional de Novela de la UNEAC (1987) por Con tu vestido blanco
Premio de la Crítica (1988) por Con tu vestido blanco

Política
Félix Luís Viera es un conocido opositor del Castrismo y suele utilizar los artículos de su autoría para criticar de manera severa al régimen imperante en Cuba y su influencia en el extranjero.





Simetría bilateral


(16 de agosto de 1992)


A Juan Nicolás Padrón.
A Silvana, la mujer que menos habla
y más se ríe en el mundo.


En mi costado derecho
llevo un ladrillo –ensangrentado, claro– que en las
noches, cuando irremediablemente insomne,
estoy solo y apenas alguien cree que existo
me saco
y toco
y acaricio
las laminillas resecas de su sangre.
En esas noches de soledad, noctámbulo,
mi ladrillo crece, amigos míos, y todo
ese costado duele y arde cada vez más
y mis pobres costillas derechas apenas resisten
en esas noches digo cuando lo abono
repasando cada eslabón que se partió
allá, lejos, donde todo hubo de empezar
(aunque, en verdad, ¿no sigue todo, absurdamente,
comenzando?)
y mi ladrillo crece y crece y arde y arde
y al fin
se enfría
y es
el momento
de sacármelo, tocarlo, acariciar
su sangre (es decir, la mía, que está en él)
y mirarlo, mirarlo bien y repararlo
esforzando las yemas de mis dedos
y darle lustre
con cualquier líquido que se parezca a las lágrimas.
Y volver a ponerlo en su lugar.


Es una notable adversidad
tener un ladrillo así, abrasador,
doloroso, creciente
–y vitalicio–
en el costado derecho.


Pero no obstante, soy
afortunado, amigos
míos: he nacido
también
con un costado izquierdo.








Petición de Teresa Araiza


Quiero que en mi piel blanca pongas gladiolos,
quiero que mi piel sea el campo donde sitúes todos tus gladiolos 
carentes de destino.


Mi ombligo lo concibió Dios para que en él pongas un gladiolo pequeñito.


Mis senos, monosílabos, merecen uno de tus gladiolos per cápita,
un gladiolo per cápita así de pequeño y cimbreante como ellos.


O sea
lo que deseo es que en el mundo, en un poema digo, quede impresa
mi piel blanca blanca blanca tan blanca punteada con esa rojez
de los gladiolos.


O sea, que en el mundo todo, que en un poema digo, quede yo impresa
desnuda
con esos gladiolos en cada punto decisivo de mi cuerpo.


No olvides
ponerlos en mi pubis, abreviado, sucinto triángulo del tinte del almíbar.
Así quiero que me dejes.


Así, quiero acostarme sobre una alfombra verde para
que los amadores y amadoras de la belleza por contraste miren
y eleven el precio de la Gloria.


Mi piel blanca tan blanca pulsando en esos sitios por los gladiolos que te sobran.


Así acostada sobre esa alfombra verde.
Así, quien me mire, al menos un instante, se salvará de los abismos, de la saudade, del monodiscurso de los políticos,
de ese terror unas veces a la vida, otras a la muerte.








LLUVIA DE VERANO


Mientras afuera llueve sonora y sorpresivamente
desde aquí aseguro el naufragio, en el gris de
costumbre, del arco iris que hace dos minutos
agradecimos sujetos al marco abismal de la
ventana.
Adivino los botes borrascosos como arrepentidos
mordiendo sus sogas desesperadamente,
el pinar aullando de puro arrepentimiento.
Pero busco tu mano, nombro tu aire
y quiero fatigarme en ti. Como otras veces
dondequiera que me ataca la lluvia,
necesito tus gesto, tus palabras
y esa manera tuya que está muy lejos siquiera de intuir
precisamente que te necesito,
de intuir este sano, humano, reverendo deseo
de gritarte que está lloviendo,
que la lluvia me golpea los ojos y el recuerdo,
que si llueve mi corazón se inunda,
se desborda, me hala hacia ti
con la fuerza de mil bueyes románticos.
Este deseo de decirte, de aseverarte
ese cuadro de de pinos, botes y arco iris
y alcantarillas asfixiadas
que estoy observando a través de la pared.
Pero como siempre que llueve y estoy contigo
sólo voy a pedirte que bajes el telón
para entrar hacia ti como una flecha
para que me arrulles este corazón y trague esta sed
para que llueva torrencialmente en mi tu alma.










MARIANELA


Te esperaba como a la mieldeabeja
porque al principio me bañabas
con una dulzura caliente.
Me derrites. Me haces un animal perfecto
por obra y gracia de tu estilo
cuando te desnudas y avanzas;
pero más por tu espalda
que al comienzo concibo espiritual
y que se aleja, ardiendo en ascenso,
ante mis ojos
y es al instante una manzana de fuego,
un bosque para pacer como un
búfalo herido.
Por eso temblaba como con un frío caliente
cuando te esperaba, consumiendo
cigarros, salivas y paciencia
como un condenado a no morirse.
Por eso cuando llegabas era igual
que si se abrieran
las puertas de todas las iluminaciones y victorias
y constataba que era un zar terrible
un aguacero de ladrillos
una espada autómata en busca de tu sangre.


Pero siempre al final, cuando huían
los dos círculos del trópico,
se metía la calma, la soledad recíproca
(la real verdad como una bofetada de agua fría).


Y después te observaba disminuir a través de la ventana
y verifico que de pies a cabeza todo se moría
para renacer en el próximo encuentro.










CLARA


Clara siempre tuvo deseos de morir de amor,
probablemente desde que era simple semen.
Fue –¿es todavía?– un híbrido de
Lope de Vega, bufo y circo.
Pero sus mejores actuaciones eran sin duda
las de despedida y las de los toques
de rebato: cuanto entraba
como una fiera poseída jurándole por las estrellas, el eslabón perdido 
y los tibores mágicos
que lo amaba más que Dios a sus Séptimo Día.
Eso decididamente lo defraudaba, lo
deprimía como una flor de papel
y le bajaba la mirada y continuaba como un sordo
bajando el ron con agua mineral
que por entonces era su gran descubrimiento.
Pero al fin él se dijo ésta es la última vez:
y la miró fijo a su mirada negra,
le dio tres segundos para que se hiciera humo,
para que se hiciera nada en el recuerdo.


Después, solitario con su botella, pensó
que había sido un espectador indolente,
un cooperario de ese reguero mental,
un casi traidor por no haberle gritado eso mismito
mucho pero mucho tiempo antes.










POEMA A LA DESPEDIDA


Beatriz, ya junto al estribo
y contradiciendo increíblemente sus anteriores
palabras, vacilante
me besó la mejilla,
subió al ómnibus rojo
y empañó el cristal de extremo a extremo
al restregarme una mirada de ternura.


Luego, otra vez resuelta como dice que estaba
giró al frente su soberano rostro
y no volvió a mirar.


Y yo como al desgaire
aferrado a que éste era uno más de sus
teatros.


De eso hace poco más de cien años.
¿Cuántos hijos tendrá? ¿Dónde goza?
¿Dónde se pudre?














ESTA MUJER


Parece haber decidido no ser una mujer gafas
último grito
(pero la siento clásicamente sencilla como el agua)
parece no entender los más novedosos afeites:
sombra en sus ojos, color en sus mejillas
(pero la siento incalculable y bella como la luz)
parece decidida a no ceñirse telas estelares,
sedas, pañuelos, trapos a colores que ubiquen la atención.


Les hablo de esta mujer que se me incrusta en el costado
con palpitaciones de labriega, de fábrica perfumada,
que me bifurca el aliento con una palabra
más grande que yo mismo,
que se escurre entre mis tenazas
y parece volar a motor apagado cuando anda.
Les hablo de esta mujer que tiene algo de poema social,
de poema tinto en sangre
De esta mujer,
esta muchacha,
esta dama,
esta compañera,
que llevo siempre prendida en mis costillas,
aprehendiéndome el corazón, palpitando
en la memoria,
en dondequiera que me encuentre














DAMA DE LA NOCHE


Habita afuera la dama de la noche,
lleva cortinas portátiles prontas
a incendiarse
Tiene rajaduras de estrellas,
va con andar de danzarina, miel
en cada poro,
violines y guitarras en su voz.
Habita afuera la dama de la noche.
Hay que buscarla.
No hay viento ni paredes ni árbol ni adoquines
que no perfume con su aire.


Para los que ahora, piensan en ella,
solos y cerrados en la noche,
aviso que está ahí
que habita afuera la dama de la noche,
todos pueden verla fácilmente
pero no vayan a tocarla
porque entonces se rompe
y hay que empezar de nuevo.










DE NOCHE A PUNTO DE LLOVER


Esta vez dijo que No y dijo para siempre.


Sin embargo, mirándola bien, estaba
y parecía no estar.


Para más suerte
la noche traía el viento a golpes húmedos:
iba a llover y su pelo olía a las primeras gota


Ahí tienen
que el aguacero se cerraba sobre nuestras cabezas
y yo ansioso de devorarla entre todas las lluvias.


Volvió a decir que No y a decir para siempre.


Sin embargo, mirándola bien, tenía
cierto sabor a fresa en la mirada,
se le presentía agazapado algo así
como un brinco perfecto.


Pero otra vez dijo que No y dijo para siempre


Y al fin
como para poner los documentos en regla
lloró a todo fragor como un verso romántico
La lluvia inició su percusión en los tejados.
Se fue y parecía un poema diluyéndose en la noche.







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