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martes, 20 de diciembre de 2011

5638.- RICARDO DEFARGES




Ricardo Defarges nació en Barcelona en 1933. En 1950 acabó el bachillerato en Valencia y cursó la carrera de Leyes. En 1958 dejó Valencia y dos años después conoció Madrid y sus ambientes literarios. En 1968 volvió a Barcelona como agente de Cambio y Bolsa. A mediados de los 80 se trasladó a Madrid y se convirtió en notario, dedicación de la que acaba de jubilarse.
Hasta la Antología Poética (1960-2000), que Defarges publica animado por el crítico portugués José Bento, sus libros de poesía han sido El arbusto (accésit del Premio Adonais, 1963), Poesía, 1956-1973, (1974), que comprende tres libros: Primeros poemas, El arbusto y La libertad; Antología Poética (1985); Con la luz que declina (1991), A cuenta de la noche (1997)
En 2010 publica "Muere al nacer el día", Sevilla, Renacimiento y "Este don a la muerte", Renacimiento, 2011






Creta


A través de la flor, la alta luz de la nieve.
Derruido está el templo, mas la vida no ceja.
Entre montes y mar se quema la retama.
Una columna frágil sobrevive a los siglos.
Del tiempo solo queda la tarde luminosa.
Tu vida es solo un ágil camino entre las cimas.
Humilde es tu esperanza:
a través de la nieve, desconocidos labios.













UN ARTE POÉTICA


Hasta la luz entra más débil
por el cristal de tu conciencia;
hasta los cuerpos queman menos
cuando recientes en la tierra.
Las cosas se afirman y viven
dentro de ti, con menos fuerza.


Aún quisieras tú decir algo
que se diga por vez primera.
Aún te propones ese diálogo
en que el otro nunca está cerca.
¿Es ansiedad por dar la vida,
o un intento de merecerla
bajo la forma del amor?
Sin objeto tu sentir piensas.
Como el frío viento de marzo,
marchas en tu misión a ciegas.


Habla, pues, y cuéntale al hombre
esa aventura, para él vieja,
de irse apagando sin remedio.
Quieres que ello sin estridencia
se cumpla en ti. Y en algún modo,
es una aspiración ya cierta:
por muy alta que se pronuncie,
siempre el hombre es sordo a la queja.
Mas no hagas voz de tu silencio;
encuentra una palabra densa,
bien que repetida y oscura
como la de un hombre cualquiera.
No hay tragedia en la vida humana,
hay sólo una valiente anécdota.


Y del mundo, tenaz y vasto,
aunque en tu interior pierda fuerza,
recoge, como un fiel resumen,
y como luz de hoy en tu senda,
la de las gotas de la lluvia
que fugazmente se atraviesan
en el aire, caricia oscura
que tu piel absorbe muy lenta.


Antología poética, 1960-2004.










Silencio Vital


En marcha por el denso
silencio de la vida,
aprecié mi cansancio,
me detuve, quedé
atento al corazón,
por recordar el ritmo
que no debe olvidarse


Persistía el silencio,
el impasible frío
del corazón, pidiéndose
a sí mismo respuesta.












Los faros, débilmente
rasgan la fría niebla,
alumbrando camino,
por evitar el daño.
Yo pienso en tanto esfuerzo
del hom bre que no cede,
tenaz frente a la noche,
y en mi propia existencia,
reloj en sala oscura,
con sonido claro,
de tan solo, tranquilo.


De: Este don a la muerte














La pierna era de cera,
y la mujer muy vieja,
tirada en una esquina.
Al pasar y mirarla,
voceó su tabaco.
Yo no sentí piedad.
Era muy natural
su apagamiento. Un ser
humano se borraba
despacio, inadvertido,
con verdadera muerte.
Conté todas las cosas
de la noche radiante,
y ninguna faltaba.








En mi cuarto, sin nadie,
paso un dedo muy lento
sobre la carne sola
de mis labios. Aún jóvenes,
ya es rara su sonrisa,
los aprieta el silencio,
su fuego quieto duerme,
o se exhala, impotente,
contra el aire vacío.
Un día no lejano,
no temblará su carne.
Tal vez maduren cosas
del alma, con los años,
para que ellos las digan
desde su sequedad.
Hoy ya solos, mañana
marchitos, en el fin
silenciosos;
labios por donde mana
o arde la vida, lento
mi dedo os acaricia,
descubre casi un ruego
esta noche
en vuestra carne sola.


De El arbusto, 1963










Mirando hacia las nubes, se adivina
el silencio del cielo.
Al repetir, sin nadie,
de madrugada, el gesto de la llave,
matas la hazaña, el ensueño o la anécdota
por lo que queda de esta noche.
Por ti murmura y pasa aún
la vena clara de tu vida sola.


De En libertad, 1974














FAIR IS FOUL, AND FOUL IS FAIR


(Macbeth)


El día es a la par feo y hermoso,
la tierra da burbujas, como el agua...
Refulge la corona como sangre en la noche.
El destino es juguete. Vacía la bodega
del vino de la vida, sólo quedan las heces
en nuestros desvaríos.
Las tumbas nos devuelven a los que allí ocultamos;
serán mejor sepulcro los vientres de los buitres.
Escocia ya no es madre, sino campo de muerte.
De los actos infectos es el dolor la llaga.
El fruto del otoño, el amor último,
no será nunca nuestro.
La vida es un bufón que se agita en escena,
la historia que un idiota nos cuenta, y su silencio.












UN NOMBRE DEL DESTINO


Algo huele a podrido en Dinamarca.
–En Dinamarca nada queda.


Hay más cosas en cielo y tierra, Horacio,
de las que sueña tu filosofía.
–En tierra y cielo se han perdido.


No es de temer nuestra muerte,
sino los sueños que oculta.
–También huimos despiertos
de la existencia.


Tu corazón he roto; arroja
la parte enferma, y vive con la pura.
–Sé vivir sólo con su trozo enfermo.










Es frágil la razón de la muchacha
como los días de un anciano.
–El alma se marchita cuando el amor la entrega.


Has vencido la duda, y has destruido el mal.
–Con el precio de mi destino.


¡Feliz noche, amado príncipe,
velen tu sueño los ángeles!
–El resto sólo es silencio.


Se queja el viento en Dinamarca.
–Levanta la ceniza a las estrellas.


De Con la luz que declina, 1991
















CASI UNA LEYENDA


Cuando suena su hora,
se incorpora en el lecho
de su mansión desierta,
se asoma a la honda noche,
pausado vuelo emprende.
Busca en la lejanía
luz para la mirada,
calor para su boca.
Tras los breves encuentros,
vuelve al hogar, sus labios
quietos o estremecidos,
luminosos sus ojos,
o apagados.
Al ocupar de nuevo
el rincón sofocante
donde gasta sus días,
descubre en la quietud
de su tiempo aterido
una agitación nueva,
un calor diferente
del que trató de hallar
en el negro horizonte:
el fuego de las lágrimas.






DESDE LOS SECOS LABIOS
¿Qué frío es éste que agrieta más aún tus secos labios, tras de quedar solo a media tarde, cuando el alcohol se cansa, y deja de ensañarse en tu cuerpo?


Todo se va alejando, y las sombras han extinguido el más leve brillo del mar; acaso es ahora la vida la que pugna por partir.


Y empieza por dejar desiertos los labios, rincón donde el calor de la existencia se había refugiado, donde el fuego de los recuerdos buscaba temblando un último reducto.


¿Va a apagarse esta brasa postrera? Una extraña calma va ganando ese pequeño jirón de lo que fue tu carne.


Y la vida es ahora silencio, en espera de ser noche cerrada.








A CUENTA DE LA NOCHE


A cuenta de la noche.
A cuenta de la obra del ocaso.
A cuenta de la noche del sentido,
que va acallando, lenta, la palabra.
A cuenta de la noche de la vida,
lamento viejo que nos llega
del silencio definitivo.
A cuenta de la noche.


De A cuenta de la Noche, 1997



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