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martes, 8 de noviembre de 2011

5298.- TAKIS VARVITSIOTIS



Takis Varvitsiotis (Tesalónica, Grecia. Nació en 1916 y murió en 2011).
En la madrugada de ayer (1 Febrero 2011), falleció el poeta griego Takis Varvitsiotis, a la edad de 95 años. Nacido en 1916 en Tesalónica, donde vivió prácticamente toda su vida. Estudió en la Facultad de Derecho de su ciudad natal y ejerció como abogado entre 1940 y 1968, profesión que compaginó en todo momento con su dedicación a la poesía.

Su trayecto por el mundo de la literatura comenzó en 1936 con la publicación de varios poemas en la revista "Μακεδονικές Ημέρες" ("Días Macedonios"). Su primer poemario, "Hojas de Sueño", vio la luz en 1949. Según Horacio Castillo, Varvitsiotis fue autor de una "poesía íntima, de versos cortos y simples, carentes de artificio, en los que la naturaleza cotidiana, real, es una constante tangible". Los poemas de su obra "Epitafio" fueron musicados Por Manos Jatsidakis. Entre sus libros, podemos destacar "Hojas de Sueño" (1949), "Solsticio de invierno" (1955), "El peplo y la sonrisa" (1963), "La metamorfosis" (1973), "Caleidoscopio" (1983) o "El sendero" (1984).

La obra de Varvitsiotis ha sido traducida al español, inglés, francés, alemán, rumano y búlgaro, entre otras lenguas; y ha sido distinguida con numerosos galardones, como el Premio del Ayuntamiento de Tesalónica (1959), el Premio Estatal de Poesía (1972) y el Premio de Poesía de la Academia de Atenas (1977).

Como traductor, Takis Varvitsiotis se ocupó de poetas por los que sentía auténtica devoción y que, en mayor o menor grado, influyeron en su creatividad poética; algunos de ellos fueron Mallarmé, Éluard, Lorca, Neruda, Alberti y Huidobro.

Takis Varvitsiotis será enterrado hoy, 2 de febrero, a las 10 de la mañana, en el templo de Santa Sofía de Tesalónica, junto al cual se halla la casa en la que vivió desde su nacimiento hasta el día de su muerte.







Nunca digas

Nunca digas que la vida no es bella.
Cuando veas que la luz disminuye,
Cuando las hojas secas caigan a tus pies
Y todas las campanas saluden a las sombras,

No digas que la vida no es bella.
La colina se vestirá con la neblina de tus ojos,
Los brazos rodearán la columna sepulcral.
Y el ave de tu voz siempre quedará crucificada.

Pero no digas que la vida no es bella.
Los sonidos del día no llegarán a tus pálidos labios,
Tampoco las primaveras cantarán bajo tus párpados,
Sólo una nube alguna vez te refrescará al amanecer
Y suspendida en el aire una flor estará de luto por tu silencio.

Pasarán años y años, pero tú no pidas
Volver a ver tu color en la penumbra de los ángeles,
No olvides las rosas blancas,
No olvides el polen del cielo,
No digas que la vida no es bella.

No envidies el perenne destino de la piedra,
Los mármoles impecables, la gota congelada,
La eterna, que cuelga del árbol del tiempo,
Ni un nombre desnudo y amargo como tu sueño.

Sólo baja más profundo, muy profundo, en el lecho
De la tierra, donde tienden sus raíces los cipreses,
Hasta que la tarde se incline serena a confiar
Su estrella más secreta a tu húmeda cripta.

Y luego rasga la tela de araña que te envuelve,
Levántate con los huesos llenos de música,
Y si tu sombra es tan amplia, que nos cubra a los dos,
Pero ten cuidado no te engañes, no olvides,
Nunca digas que la vida no es bella.

De "El nacimiento de las fuentes" (1959)
Traducción: Francisco Torres Córdova









Bajo tus párpados cerrados

Bajo tus párpados cerrados
Existen senderos que conducen
A otro firmamento más luminoso
Existen cristales que cantan
Goletas que viajan
Existe una nieve negra que se derrite
en una noche sin orillas.











El cielo está muy azul

Decías: el cielo está muy azul
Un círculo inmenso donde se hunden los años
Un círculo inmenso donde se hunden las estrellas
Nos separa a la tierra nos une a la tierra
Parece un camino que llevara a un extraño
Cementerio de pájaros parece un río transparente
El cielo está muy azul como una voz que brilla
Anunciando el más prodigioso nacimiento
las más prodigiosas metamorfosis.







Ruinas

El libro cerrado
El triste violín
El ángel hendido que vela

Dónde estáis mis manos de infancia
Me olvidasteis
Pero no puedo
No tengo ya mis ojos para llorar

La lluvia se encerró en el jardín

De las ramas de los árboles cuelgan
Corazones
Pequeñas luces
El sonido de una campana
La oración

Aún humean
Las ruinas de los días.

Versión de Francisco Torres Córdova

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