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miércoles, 19 de enero de 2011
3035.- BAHÍA MAHMUD AWAH
Bahia Awah, REPUBLICA ARABE SAHARAUI DEMOCRATICA, 1960, es miembro fundador del grupo de poetas y escritores saharauis, Generación de la Amistad. Con ellos ha participado en varias antologías de poesía saharaui en español. La Universidad de Alcalá de Henares publicó en 2007 su poemario, “Versos refugiados” ....
Galb El Haulia
Me siguen llegando tus cartas de amor,
que escribes
desde Galb El Haulia
cartas en las que cuentas que la vida
se reanuda tras las pasadas lluvias.
Hoy, en este jarif tan verde,
con el radiante sol de Tiris,
leo que te acarician
las caprichosas manos
de los libres vientos,
sirocos, tormentas, calimas
y que respiras mi olor
que te llega
desde Occidente.
Oh, mi amor de beduina,
oh, mi virgen desnuda,
oh, mi hermosa duna.
Tú me preguntas cómo otros
llaman a Galb El Haulia,
y yo te diré que en Occidente
se llama, en la poesía,
“El corazón de la gacela virgen”.
Y así,
tú eres de ojos vivos,
grandes, negros,
alegres, el nido del amor,
el camino que me lleva
para saciar mi sed
entre tus labios oscuros de nila.
Te quiero como galb o corazón,
no importa cuál,
te quiero mientras tu nombre
sea Galb El Haulia,
corazón de la gacela virgen .
Te quiero mientras te busco con mis
cansados ojos,
y te encuentro como la tierra prometida.
Tiris, te quiero corazón.
Te quiero como se unen un
“Galb y una Gacela Virgen”
Me pregunta y se autoculpa
Apoyado en la barra, cauteloso,
tratando de disimular
el impacto de una información en rojo
resaltada, como todos los días
en los periódicos,
Niños de Irak,
niños de Palestina…
Pero hay otros olvidados
para los que nunca hay espacio.
En el bar esta vez no había humos,
las miradas se cruzaban
al son de ruidos de copas
y peticiones desde la otra orilla de la barra,
bullicio de una vida que se inicia para unos
y termina para otros.
Alguien a mi lado, noto que me mira,
y trato de esquivar su descaro
guardando la compostura,
y otra vez desde la esquina de sus ojos
me saluda y me pregunta,
“¿Eres de aquí?”
Entonces ameno fue el diálogo,
no sé cuánto duró.
Me ajusté a mi orilla de la barra
a pedir la cuenta,
mientras que en el fondo de su alma
constato su indignación,
“¡qué injusto!,
¡qué injusto!”.
Procedió a invitarme
a romper el silencio
para escuchar mis miles de desgracias.
Mientras yo rebuscaba
en siglos pasados,
argumentos, fallos,
resoluciones y dictámenes,
me pidió
que le acabase de decir quién soy.
“Entonces soy culpable de tus heridas”.
Y ahora mismo cuando la estoy escribiendo
su tierno corazón se auto culpa,
“lo siento, lo siento,
os hemos olvidado hasta en los periódicos
que cuestan una sonrisa”.
Huérfano en un Starbucks
“A mamá, que vivió su juventud en Amiskarif”
Amiskarif , en la jungla
de Occidente,
tal vez
tu nombre no sabe a nada.
Siento herir la suma
de tus
majestuosas letras,
que te hacen
la pirámide de Tiris
y feudo de sus gacelas.
Pero a mí, Amiskarif
me suena
más que un tesoro
entre los tostados senos de Tiris.
Seis grados bajo cero
Ese día me levanté guiado
por instintos ajenos
a mi condición de beduino,
serpenteando
por calles, esquinas,
puertas de bares,
qué estorbo
con mi ruido de tripas.
No sé cómo pedirle perdón
por si el ruido de cientos
de tripas
que me siguen en la misma fila
rompen su tranquilidad.
Perdón, señor.
Perdón, camarero.
Perdón, clientes bien resguardados.
Perdón, caminantes bien abrigados
por la aceras.
Yo también
quiero vivir sin su limosna
ni lamentos.
¡Qué frío hace!
¡Me duelen las piernas,
y me sangra la nariz!
¡Seis grados bajo cero!
me cuestan renovar mi estancia
en el vientre de una madre puta
que me abortó en la oscuridad.
El llanto de los sueños
Nuestros implacables sueños
se fosilizan,
y se convierten en grabados
de cuevas de otras eras,
que unos buscan,
otros visitan,
estudian,
investigan,
mientras que nuestro alma
se destierra
y se despoja
impunemente de nuestros cadáveres.
Perdurará ese llanto de los
agredidos,
el largo sueño de nuestros muertos,
el silencio de los cómplices,
la paciencia del amigo,
la cordura de nuestros viejos,
la ferocidad de nuestro verdugo.
Cuando el mundo nos clama
de pacíficos,
cuando nuestros anhelos
son acribillados,
cuando postergan cada año
el sueño
que tenemos hecho ya de rocas,
cuando en el ruedo del mundo civilizado
nos contemplan malheridos.
¡Nuestros implacables sueños
se forjan!
¡Nuestros implacables sueños
se forjan!
Mi razón de ser
“A la bella mujer que me miro con descaro
y me ofendió”
Alguien, tal vez confundido,
me preguntó,
Eres…
Y le dije que William Shakespeare,
encontró su razón de poeta
y dramaturgo, en ser inglés.
Mientras que yo sigo simplificando
esa razón con los que intentan
situarme a la deriva,
y convertirme de ser en no ser.
Entonces nunca será una razón
diluirme en sangre de besamanos,
o transformarme en creyente
que reza God save the king.
Y se lo digo en la lengua
de Byron y de Shakespeare,
To be or not to be, that is the question,
Im not Moroccan,
sorry, esta es mi razón de ser, saharaui.
Como tus ojos
A María,
la niña de Talavera de la Reina
Me has pedido que te describiera
el cielo del Sahara,
que te lo depositara en la palma
inocente de tu mano.
Estrellado,
azul celeste aún presente
en mis ojos,
como tus astros,
constelaciones en cada noche
de mi desierto,
transparente, abierto como tu corazón,
fresco es tu olor,
recuerdo de antaño.
Era techo de mi cuna, María.
subir
Tengo fe en el tiempo
Voy huyendo a la infinidad
del tiempo.
Voy huyendo de los principios
frustrados.
Voy huyendo de los que no levantan
polvo al caminar.
Voy huyendo de los que no creen
en el día
que nacerá mañana.
Porque yo sí creo en ti,
hoy, mañana y los próximos
siglos
y por eso
mi evasión a la infinidad del tiempo.
La espera
Dicen los ancianos de nuestra
badia
“A quien aguanta le llegará
la sombra” .
Tres décadas
no nos desesperan porque
la tierra
gira y el anciano cuenta sus pasos
y nunca miente.
El Aaiun o Beirut
Desde El Aaiun a Beirut poco distan las palabras
que fluyen de rabia.
El Aaiun, los ojos
El Aaiun, los ojos
El Aaiun, los ojos.
Y en sus cuencas, perdidas, desorbitadas,
las calles
huelen la misma barbarie.
La maquinaria bélica, las bombas, los tanques,
las balas que fabrica la misma casa,
igual matan en Beirut, El Aaiun o en Saigon.
Llámala como quieras, tú que observas
desde el monte Sinai,
desde Paris, Madrid
o el edificio azul en Nueva York.
Yo soy otro Beirut al que nadie llora,
yo soy otro Beirut del que nadie habla,
yo soy ese Beirut hace treinta años,
cada día me matan y resucito.
Yo soy ese otro hermano que Beirut no conoce,
y al que nadie llora.
Y me llamo El Aaiun, los ojos, que igual rezuman
por El Aaiun o Beirut.
Auserd, cuna de mi abuelo
Cuántos años transcurrieron desde
aquella lejana,
triste, larga y confusa noche
de una guerra,
que según decían los presos
del norte,
era para ganar su pan…
Otoño de 1975,
cuando por esa guerra,
mi infancia se destierra
lejos de ti,
abuelo, Hamadi, Dah, Auserd, Awah…
y entre la vecindad de las tantas
lápidas del cementerio,
allá anclado
en la falda del monte suroeste,
dejo el alma
de mi antepasado,
Dah, era así como lo llamaba.
Qué será del cementerio de mi abuelo,
y cómo estarán las tumbas
de sus amigos, conocidos,
transeúntes vivos en el tiempo que
apagó el norte.
Auserd, el primer amor de mi grata
infancia,
el último y tierno beso de mi abuelo.
Qué será de tus legendarios galaaba,
Bumarca y Buserz,
qué será de Laraguib,
Agailas, Ayahfun ,
y que será de Leglat y Derraman ,
Qué dulces recuerdos, tan vivos y lejanos,
y qué grande es la historia que intento
alimentar con mi usurpada infancia,
que se quedó varada
entre cinco valles de Tiris,
Bumarca, Buserz, Ayahfun, Agailas y Laraguib.
La novia del mar
Villa Cisneros, Dajla, península
ausente,
Arus Elbahar
camino de los cisnes blancos.
Esta es mi lejana ciudad amada,
la que Francisco Bens
vio desnuda y libre
a plena luz del Gamar sahariano.
Esta novia de la mar y del desierto
también la contempló hermosa,
caminando descalza
entre las orillas y el vaivén
de sus olas atlánticas,
otro amante que se llamó
Emilio Bonelli.
Mi ciudad es gemela de Rosarito,
San Quintín, Santa Rosalía, Loreto,
Ensenada, San Lucas
y La Paz, su otra hermana Mexicana,
posada feliz en la mar pacífica.
Mi ciudad, mi novia, mi sirena,
mi península,
está levantada
está muntafida
está herida,
siente la ausencia de su Fuerte
y la soledad en las playas.
Tiene sed de libertad como para saciarla
con el Océano Atlántico.
Los libros
Los libros me hablaron de nefastas
e injustas guerras.
También me enseñaron
cómo odiarlas,
cómo repudiarlas.
Los libros
me condujeron a las entrañas
de mi siglo.
Porque he visto
poetas jornaleros,
poetas jardineros,
poetas cristaleros.
Poetas
que avivan las letras
donde el cielo abraza
la inmensidad de los desiertos.
Pero también he visto
que la palabra
de un poeta jardinero
equivale al precio
de un tulipán en Constantinopla.
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