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sábado, 8 de octubre de 2011

5050.- VÍCTOR JIMÉNEZ



Víctor Jiménez nace en Sevilla en 1957, ciudad donde reside y ejerce como profesor. Actualmente dirige, junto a Francisco Mena Cantero, la colección poética Ángaro, que preside su fundador, Manuel Fernández Calvo.
Publicaciones
"Cuando venga la luz". Poesía. 1994.
"Apenas si tu nombre". Poesía. 1997.
"Las cosas por su sombra". Poesía. 1999.
"Tango para engañar a la tristeza". Poesía. 2003.
"Taberna inglesa". Poesía. 2006.
"El tiempo entre los labios : antología, 1984-2008". Poesía. 2009.
"Al pie de la letra", Ediciones de la Isla de Siltolá, 2011

Otras publicaciones
"Poniente". Poesía. 1994.
"La singladura". Poesía. 1994.

Premios
Premio de Poesía Villa de Benasque. 1993. Poesía. Ayuntamiento de Benasque.
Premio de Poesía Florentino Pérez-Embid. 1999. Poesía. Real Academia Sevillana de Buenas Letras.
1º Accésit del XXII Premio Luis Cernuda. 2002. Poesía. Ayuntamiento de Sevilla.
Premio Alcaraván de Poesía. 2001. Poesía. Ayuntamiento de Arcos de la Frontera.
Premio Noctiluca. 2005. Poesía. Ayuntamiento de Rincón de la Victoria.
Premio de Poesía Rosalía de Castro. 2006. Poesía. Casa de Galicia en Córdoba / CajaSur.





LA TARDE
se ha vestido de tristeza
con un sayo de nube sin costura
y esta humilde, plomiza vestidura
la envuelve con su aroma de pobreza.
También su corazón tiene certeza
de esta severa y lóbrega amargura,
cilicio que le ciñe la cintura
sembrando de penumbra su pureza.
Sobre el tálamo rojo del poniente
un viajero de oro, enamorado,
a la tarde dejó de sombra encinta.
La tarde se gangrena lentamente
como la herida en guerra de un soldado.
La tarde va anegándose de tinta.
( De La Singladura, 1987)








PUENTE AÉREO

Como raudas torcaces invisibles
uniendo con sus alas lejanías,
sobre la mar brumosa del olvido
mis pensamientos cada noche cruzan
el tiempo que separa, para siempre,
nuestras islas hundiéndose en las olas.
En sus anillas llevan temblorosos
mensajes que son brasas, que son labios,
que son besos soñados hondamente.
Si alguna vez, ilesa, una paloma
alcanza las arenas de tu pecho,
por los veneros de mis venas suben
pleamares de incendios y de soles.
Otras veces, perdidas, su destino
no es otro que las garras del azor
de la desesperanza y la tristeza.
Mas qué importa morir en la penumbra
cuando nada se espera ya del día
y un recuerdo es tan sólo el horizonte.

( De Cuando venga la luz, 1994)









COMO LUMBRE

Con la luna has llegado hasta el umbral
sin que a tu voz ladraran mis mastines.
Segura y fácilmente
has abierto la puerta
de mis ojos,
como si siempre hubieran sido tuyos.
Luego, en silencio -mientras iban
cayendo
una
a una
todas tus prendas en el suelo-
el lóbrego pasillo que sube al corazón.
Y, por fin, has entrado
desnuda, como lumbre.
Con las manos abiertas
yo te esperaba en sombra,
solo en la soledad de mi vigilia.
Y encendiste la luz con sólo un beso.

( De Cuando venga la luz, 1994)











AHORA
que me estaba acostumbrando
a ese sabor sombrío del olvido,
y lo mismo que el sol entre las nubes,
para endulzar mis labios con los tuyos,
apareces de súbito en la puerta
de la cafetería adonde vengo
a olvidarme de ti leyendo el diario
mientras me desayuno, sorbo a sorbo,
con el negro café de cada día.
Dime, amor, si no vuelves, cómo voy
a tomarlo mañana tan amargo
cuando hoy me pusiste tú el azúcar.

( De Apenas si tu nombre, 1997)










ACASO
estés ahora
en una habitación desconocida
de una fría ciudad
a más de mil ocasos de distancia
y al acercarte a la ventana, sientas
el abrazo desnudo
de una cálida brisa. Y te preguntes
por qué tu piel se enciende en llamaradas,
cuando afuera se posa en los tejados
el bando de palomas de la nieve.
Y es que nunca sabrás, muchacha, adónde
puede llegar, en una lenta tarde
desolada y lluviosamente triste,
el aliento olvidado de un latido.

( De Apenas si tu nombre, 1997)











EL COLOR DEL DINERO

He puesto cuanto tengo a plazo fijo,
y renovable por el tiempo
que Dios quiera, en la nueva sucursal
bancaria de mi calle;
que, tal y como están las cosas hoy,
es mucho desaliento para llevarlo encima
y demasiada sombra para tenerla en casa.
Así que, cada dos o tres
melancolías,
me paso por el banco donde
una hermosa muchacha
atiende en ventanilla
e ingreso mi salario
de rutina, reviso el saldo
de mi historia y retiro
una pequeña suma de ilusiones.
Para cubrir mis sueños semanales
me basta con mirar
el color del dinero
de sus ojos.

( De Las cosas por su sombra, 1999)











LA ARRIADA

Mana recuerdos tibios
la tarde de noviembre
mientras sobre la cama
me acostumbro a la muerte.
Acodado y absorto,
un niño, desde el puente,
contempla, al sol, las barcas.
Con ojos transparentes
el niño mira, y tiembla
el agua en las paredes.
Con las aguas del río,
del mar y de la fuente,
con las aguas del cielo
lo que se fue nos vuelve.
Sigue lloviendo y sigo
haciéndome a la muerte.
Con la lluvia verdean
los recuerdos de siempre.
Humeante y veloz
pasa un tren bajo el puente
y en su estela de humo
a lo lejos se pierde
sin dejar lejanía.
En mi pecho inocente,
de niño, qué milagro,
qué alegría, qué suerte
no saber cuánta vida
se nos va con los trenes.
Y después, cuánta lumbre
apagada en la nieve.
Como un perro de sombra,
¿quién una, algunas veces
no dejó vagabunda
el alma en los andenes?
Se empañan los cristales
del recuerdo. Me vence
el sueño. El niño va
cayendo en la corriente.
Nada. Nada después
más triste. Lentamente,
en las aguas del tiempo,
como el gozo fue hundiéndose.
La lluvia va amainando,
apenas casi llueve.

( De Las cosas por su sombra, 1999)











EL CUADRO

( Gaspar Melchor de Jovellanos,
por Francisco de Goya)

Como un lento, oscuro, inmenso
mar que anega el corazón,
crece mi desolación
hoy, más cuanto más lo pienso.
Tan débil, tan indefenso
me hallo ante la soledad,
la responsabilidad,
los ataques, las intrigas…
Y carcomidas mis vigas
por la pobreza y la edad.
Y la sombra me aniquila.
No me queda ni la lumbre
del amor ni mi costumbre
de vida dulce y tranquila,
Sólo la luna vigila
el enjambre de mis sienes.
¿Y me dices tú que vienes
a pintarme? Goya, amigo,
si aún te vale este mendigo
de la dicha, aquí me tienes.

Deja, Gaspar, encendida
la luz de la inteligencia.
Ignora toda presencia.
Acomódate y olvida
cuanto no sea tu vida.
Y ahora al fin, amigo fiel,
que, para siempre, la hiel
más honda de tu amargura
se funda con mi pintura
en la llama del pincel.

( De Las cosas por su sombra, 1999)








LA DICHA

Tal vez la dicha sea, entre otras cosas
cotidiana y hermosamente simples,
venir, como esta tarde, a recogerte,
a la salida del colegio, ¿sabes?,
y bajo el sol dorándose en tu pelo,
llevarte de la mano y sorprenderme,
como si del olvido regresara,
de ver que ya me llegas justo al pecho
y de lo mucho que a ella te pareces;
y al aire nuevo de la primavera,
pasear por el parque y de palomas
llenarme el corazón y la mirada
cuando alegre me cuentas que sacaste
un siete en Naturales y que Bea
te ha invitado a su fiesta de cumpleaños.
Acaso sea la dicha, como tú,
una niña traviesa que se esconde
detrás de una caricia o de la puerta
de esta cafetería donde estoy
merendando contigo mientras Laura
Pausini, tu cantante preferida,
se pregunta en estéreo ¿POR QUÉ NO?

( De Las cosas por su sombra, 1999)








LA VIDA

Del alba a la agonía
la vida es duda. ¿Acaso
pena? No viene al caso
hablar de la alegría.

Solo o en compañía
lo mismo, paso a paso:
mañana, tarde, ocaso…
y nada cualquier día.

Del alba a la amargura
hay tal vez lo que dura
sólo la primavera.

Después la vida pasa
de todo. Y no se casa
con nadie aunque la quiera.

(De Tango para engañar a la tristeza, 2003)












SAN BERNARDO 10

Donde hoy una ventana,
hubo ayer una puerta
de par en par abierta
al sol de la mañana.

Donde hubo una campana
tocando a vida cierta,
hoy sólo se despierta
mi pena y se desgrana.

Ansiar tanto el encuentro.
Correr sin que se acabe.
Llegar bajo la luna.

Y está mi infancia dentro.
Y he perdido la llave.
Y no hay puerta ninguna.

(De Tango para engañar a la tristeza,
2003)











EL ATAJO

No es que yo viva para la añoranza
ni que, a menudo, ande cabizbajo
pero, si alguna vez se viene abajo
mi corazón y pierdo la esperanza,

si retrocede la ilusión y avanza
sombrío el desaliento, no hay atajo
mejor, para ponerme a salvo bajo
el cielo, que volver a la bonanza
de aquella luz, de aquella primavera,

de aquel tiempo de sueños sin frontera
cuando nada se sabe de la muerte.
No es que yo viva para la memoria,

pero el agua de ayer me sabe a gloria
cuando mi corazón no está de suerte.

(De Tango para engañar a la tristeza,
2003)





Al pìe de la letra, vientos
que se atrapan al dictado
con su gozo y su recado,
sus sombras, sus desalientos.
Instantes, flashes, momentos
como una instantánea quieta.
Vaga tristeza secreta
hecha rutina y herida.
Testimonio de la vida,
en las aulas, del poeta.


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