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miércoles, 7 de septiembre de 2011

4838.- CLARA VASCO



Clara Vasco nació en Caracas (Venezuela) pero desde los 8 meses vive en Argentina. Estudió Ciencias de la Comunicación en la universidad de Buenos Aires. Su primer contacto con la poesía fue en su casa familiar. Concurrió al taller de poesía de Gianni Siccardi y al taller literario “El tren de la palabra”, coordinado por Lidia Rocha e Inés Manzano. Su poesía ha sido seleccionada para la plaqueta 11 poetas jóvenes y difundida en varias antologías. De su primer libro Lavandera de la noche, dijo la poeta Mónica Melo: “En este universo, la imagen del mundo, amor y aves es metáfora. Aquí nada dice lo que dice, ningún pasado se ha quedado inmóvil. Las piedras de la garganta han sido del silencio y ahora de la voz que escribe. Los yunques y el barro golpean debajo de la lengua. Esta lavandera de mares atraviesa las vidas del agua como una náufraga, carne de barcos, oleaje de peces, ancla en la noche del cuchillo y de los puertos. El río sabe el nombre oscuro de las cosas: las conmueve, modifica y alimenta. Que el resto del dolor y la dicha, de las voces de la lluvia y de la entrega sean ahora de los remos que se acercan. De quien llega. De quien lee”.




El naufragio de la mujer anfibio

Estoy juntando
los restos de un naufragio.
Llevo
la estola de dolor del hombre príncipe
el mar
y las cigarras.

La piel atada con cebo
se ahoga en mis pulmones
queman los restos del palacio de oro
y las anclas oxidadas
abren tajos en las manos

anzuelos azules que no cesan
cajones de remedios
cajones de palabras
cajones de muertos flotando en la laguna

yo, sirena de penumbras,
me perfumo con las gotas de los cuerpos
que hacen un gesto desde la orilla.

Allí están todos mis queridos:
yo me sumerjo
entre las piedras umbrías del amor
y la salvaje tormenta del silencio

A mi me dieron de mamar
palabras de sangre
una leche inconclusa de flor en el desierto

Allí vienen todos los cajones
y nos sentamos a tomar el té.

Yo tuve humildes
que pisaron la tierra con zapatos de hierro.
Los frascos de dulce casero
se apilan en los estantes con los libros
y las flores que pintó mi abuela
la tapada
que calmaba el bullir de su savia
bailando alrededor de la mesa
(cuando se quedaba sola
y prendía la radio
y podía latir
sus manos delicadas
con anillos y zafiros ya extraviados)

¿Qué lluvia
qué esperma
qué vientre lleno de semillas
quedó atrapado entre las algas?

Echo un puñado de lágrimas al mar
hago un surco en la tierra
adiós! - digo -
sigo mi camino

Entre el agua y el fuego
nada queda del naufragio.
El ave de la vigilia me cubre el cabello
que se vuelve polvo.







Umbrales

cuando salgo del amor ando por la calle
con un puñal en la garganta y otro en el corazón
me entrego a los umbrales como a un regazo

las calles de los hombres que amo son misteriosas
guardan el perfume de sus cabellos
y el gesto de la mañana cuando salen a vivir

las calles donde están las casas de los hombres que amo
guardan retazos de mar en las ventanas
una violencia me obliga a transitarlas
como una sonámbula
buscando rastros de piel

siento el mundo apretándose en mi cuerpo cuando amo
laten conmigo los pájaros de la cuadra
y otros hombres que pasan y me ven así
me dicen obscenidades
o piropos inocentes
y yo los perdono

Poema extraído del libro LAVANDERA DE LA NOCHE, 2008






Autorretrato insomne

Nada me tranquiliza tanto
como inclinarme frente a la heladera
con la puerta abierta

permanezco
pensativa y concentrada
mirando mis entrañas
me siento acompañada

y luego cuelgo una foto mía.





LAS AVES

El ya no vive cerca
Se mudó a otra mujer

Sus brazos se alargan con la lluvia
Para tocar el desamparo de las aves
En los puertos por donde viaja su alma

Yo
Pasajera del día
Más frágil que las aves
Saludo a la distancia

El habita sin embargo en mí
Polizonte
Hace maniobras en el agua de mi cuerpo

La tarde se ha puesto transparente
Es un sombrero de copa
La hojas anidan en el pavimento
El frío es un cuerpo que canta

Julio 2005










EL AMOR QUE DEJASTE ESCRITO

A Juan Antonio Vasco, mi padre.

Las hojas de la memoria las tazas de café
cuando tu amor impregnaba la calle French
el jardín, el cantero, y el lomo de los gatos
acariciado por tu pensamiento convertido en brazos
en pierna, en tambor.

No hay ausencia (estás en el mundo)
palabras de aire, palabras de fuego
dejaste escritas en la piedra del mundo
dejaste escritas tus mañanas
tu perfume de campo
de escuela primaria
de alumno

Dejaste escritas
la pasión de tu cabeza feroz, de tu corazón feroz
de tu alma
escrito tu amor en las hojas en el níspero
(en tus hijas, en tu mujer)
escrita tu elegancia de caballero, de maestro, de hombre

Tus abrazos imposibles los mandaste por carta
por transatlántico
a tus amigos
A todos nos llegaron
desde la silla inmóvil
y con la miel de tus cartas sembraste una red
que hoy sostiene las caídas de todos los abismos

Cómo hiciste
mi querido
para darme la mano a los 12 años
cuando me escribiste un poema
cómo hiciste para hacerme mujer
desde esa silla

Ya no tengo miedo
todo tiene un sentido
todo vale la pena
me explicaste:
la vida es para internarse a fondo en su corriente
no importa qué cosas se interpongan
que el río arrastre cadáveres, maderos
ramas de tormenta
que se despeñen rocas
cuchillos
o gárgolas negras

Estamos aquí para vivir
Estamos para ser lo mejor de nosotros
A tu salud
Brindo

Noviembre 2004



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