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martes, 8 de noviembre de 2011

5315.- SARANDOS PAVLEAS


SARANDOS PAVLEAS. GRECIA. (1939-1988).
Sarandos Pavleas nació en el pueblo de Platsa, Mani, en el Peloponeso, en 1917. Estudió filosofía en la Universidad de Atenas, luchó en la Guerra de Italia (1940-1941) y durante la Guerra civil (1946-1949), con el Ejército Nacional. Fue maestro de literatura griega clásica y moderna en varios liceos de Tracia y Macedonia. Ha publicado treinta y cinco libros de poesía y ha sido traducido al inglés, francés, húngaro y polaco. El poema que presentamos está tomado de Himno al héroe Konstantino Davaki y otros poemas inéditos (1956-1979), Tesalónica, 1979.




La ceniza

No lloréis por los muertos, porque salieron a descansar
dentro de su oscuridad provisional y si su tierra anhelan
otra vez volverán a habitar un cuerpo nuevo.
No lloréis por los muertos, partieron y fueron
a cambiar de vestimenta, a transformarse,
a cambiar su Espacio, fueron a hacerse más Amplios.

No lloréis por los muertos, porque emigraron
ya en realidad y llegaron al Interior
el Tiempo y el Espacio donde no se necesitan
los relojes solares para medir el tiempo
y mostrar imágenes de paisajes de valles
y establecimientos de mares, para que bajen
con vuelo sesgado las gaviotas y con sus picos
sangrados piquen la ceniza petrificada de sus puertos.








Ruego de mi época

Límpianos, cielo, porque hace veinte años
en Hiroshima y en Nagasaki matamos
a ochenta mil personas.
Límpianos, cielo, porque de nuevo hace veinte
años matamos a ciento sesenta mil
personas en Dresde, en venganza
del ahorcamiento de seis millones de personas
por la demencia criminal de la Alemania nazi.
Perdónanos, cielo, purifícanos.
Sálvanos de la confusión y la Hybris de nuestro tiempo y la paranoia.
Lávanos la mente, el corazón
y renueva nuestros nervios con suave leche de calma.

(1965)











El jardín

Igual que del Jardín de los nacimientos las mariposas de la noche
van a las casas iluminadas y después mientras se cierran
las ventanas se quedan detrás del vidrio del día siguiente,
inmóviles, con sus alas abiertas como coloridas velas de barcos petrificados
y se quedan y vuelan detrás de la luz, pero no dentro
de la luz misma la real, hasta que se abre la puerta
o la ventana y se desplazan
al verdadero día, así también nosotros detrás de la luz
nos quedamos y hacia la luz auténtica
con un llamado de alas del cielo nos desplazaremos.










Restitución de la verdad

Los muertos nunca vuelven a ser como eran. Puede que
su cuerpo se transforme en viento de la mañana,
en lluvia o en luz de un rayo en nuestra ventana de verano.
Sin embargo nunca regresan. Pero si alguna vez regresaran
son tan infinitos los ciclos de la eternidad y
tan transformable la entelequia, que no habrá
ninguna memoria anterior terrenal suya.
Sólo el alma nada pierde, porque adquiere
mayor cielo claro. Sed optimistas. No morimos
entonces, simplemente cambiamos de recuerdos.

*Véase La Jornada Semanal, núm. 673, 27/I/ 2008. Estos poemas están tomados de La poesía griega. Antología y gramatología, de Aléxandros Argyríou, t. v . Ediciones Sokolis.

Versiones de Francisco Torres Córdova






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