Julio César Avanza
(1915-1958. ARGENTINA)
Julio César Avanza fue abogado, político, educador, escritor y poeta. Su nombre, que pasó inadvertido para las últimas generaciones, empieza a ser conocido merced a la publicación de La producción literaria de Julio César Avanza: edición y génesis de escritura (2011), de la Profesora y Licenciada en Letras María Paula Salerno. En un pasaje del libro, que es fruto de un trabajo de investigación basado en la ecdótica (edición de manuscritos) y la crítica genética (análisis de borradores y materiales pre-textuales), Salerno ofrece la siguiente semblanza del autor: “Hijo de Juan Santiago Avanza y Celia Regaglia, nació el 11 de agosto de 1915 en Buenos Aires. Inmediatamente, la familia se mudó a Bahía Blanca. En el colegio Don Bosco de esa ciudad realizó sus estudios primarios y secundarios. En 1943 se recibió de abogado por la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales de la Universidad Nacional de La Plata. Desde temprano, sus intereses apuntaron a la literatura, el ajedrez y la política. Fue presidente electo del Centro Universitario Bahiense de La Plata (1943) y militante de FORJA (Fuerza de Orientación Radical de la Joven Argentina). En 1946 contrajo matrimonio con Celia Carmen del Mazo Suárez, ‘Quita’, con quien tuvo cuatro hijos... Desde el marco del Derecho, Avanza se abocó al ámbito educativo: escribió los libros Los Derechos de la Educación y la Cultura en la Constitución Argentina (1950) y El Estado Federal de Derecho (La reforma de la Constitución de Buenos Aires) (1950), así como numerosos artículos dedicados a cuestiones de Educación. Entre las diversas funciones públicas en que se desempeñó, fue Secretario de la Comuna de General Roca, Río Negro (1944), Comisionado Municipal de Bahía Blanca (1946), Senador Provincial por el Partido Peronista (1948), integró la Convención Constituyente que llevó adelante la reforma constitucional de 1949 en la provincia y ocupó el cargo de Ministro de Educación de la Provincia de Buenos Aires (1949-1952) durante el gobierno de Domingo A. Mercante... En lo que concierne al ámbito literario, Avanza formó parte de la generación poética del ’40, colaboró en distintos periódicos y revistas literarios (La Nueva Provincia, El Atlántico, Voz Nuestra, Tablado, Teseo, Movimiento, Árbol: Cuaderno de poesía, Verde Memoria: Revista de poesía y crítica, Sexto Continente, Letras: Revista de la Sociedad de Escritores de la Provincia de Buenos Aires), publicó dos libros de poemas, La soledad invitada (La Plata: Hipocampo, 1941) y Cierta dura flor (Buenos Aires: Losada, 1951), y dejó, junto con borradores y pre-textos de sus poemas dados a la imprenta, una vasta producción poética inédita. Parte de esta obra es su libro Limbo del tiempo, que fue escrito en el período 1952-1955 y quedó sin editar... Como extensión de su condición de escritor, se abrió camino convirtiéndose en un indiscutible difusor de la cultura. En este sentido, en 1936 editó el periódico literario Tablado, una publicación de cuatro páginas elaboradas por algunos jóvenes de la ciudad de Bahía Blanca... Más adelante, codirigió los cuatro números de la revista Teseo, ‘hojas de letras y arte’... Como emprendimiento de mayor envergadura, Avanza fundó Cultura (1949-1952), una publicación del Ministerio de Educación de la Provincia de Buenos Aires que contó con 12 números regulares editados por Marcos Fingerit... Al finalizar la gestión de Avanza como Ministro de Educación en 1952, se le siguió un proceso judicial por causa de desacato al Presidente de la Nación, defraudación al fisco y abuso de autoridad. Como consecuencia pasó tres años de su vida preso, inicialmente en el Cuartel de Bomberos y luego, por sus problemas de salud, en el Hospital Policlínico San Martín de La Plata... El 7 de julio de 1955 recuperó la libertad, absuelto de culpa y cargo. Durante los tres años que antecedieron a su fallecimiento, se dedicó a su profesión de abogado y ejerció la docencia en la Universidad de Buenos Aires, la Universidad del Salvador y la Universidad Católica Argentina. Murió en Buenos Aires, a causa de un infarto, el 15 de julio de 1958, cuando contaba con 42 años de edad”.
Sólo rumbo
Voy hacia el destierro del Otoño
derribado entre cárceles de espuma y vigilancia.
Voy hacia la tierra azul y el nardo con ceniza
donde el cuchillo tiembla
por su color azul enloquecido.
Voy hacia el principio del sonido y la guitarra,
a decir nombres, a sorprender las cosas,
a llorar abandonadamente juntos
la pérdida del litoral de mis canciones,
la pérdida del barco cargado de húmedas raíces
que a mi soledad llegaba.
Voy hacia el triste latido de la sangre
que inicia ya sus largos telegramas
y hace surgir mujeres sollozando
y rostros pesados y amarillos
y campanas inmóviles y números.
Voy hacia la forma tierna de las niñas,
hacia su voz herida, hacia su ángel sorprendido,
hacia su sed obscura, a su carne violentada,
hacia su desesperado círculo de arpas y violetas.
Voy lentamente a un puerto
donde barcos solos sueñan caballos y jinetes
y donde el mar imita la voz de la montaña.
Voy lentamente a golpear mis dedos en su agua obscura
para dejar mi música perdida e indefensa,
y con mis manos, instrumento aborrecido,
dejar allí mi soledad vencida.
Pero a invierno, a luto,
a polvorientos regueros de tristezas,
a vulgares rosas con cintas amarillas,
al día y a la noche me encamino,
al humeante destino de mis días,
donde el morir se llena de crepúsculo,
hacia donde entre hombres y mujeres
en silencio mi vivienda tengo.
Voy lentamente
hacia donde un país ceniciento me reclama.
Tránsito
La rosa que iba a ser la rosa
se detuvo.
No quiso ser aroma, pétalo en el viento.
No quiso.
La noche que iba a ser la noche
se detuvo.
No quiso ser la túnica,
no quiso ser mortaja
de aquella destrucción que en el amor consuma.
No quiso el pájaro ser ansia en el viento,
no quiso la palabra
ser la única palabra que te nombra.
No quiso ser tu piel otoño perfumado
ni el lento país madurado por tu boca.
No quiso.
No quiso el estanque quieto,
la vereda de lirios,
el verde grito herido de las hojas
no quisieron ser la Primavera.
La rosa que iba a ser la rosa
se detuvo.
Va mi sangre recorriendo un tibio cauce,
y moja de amapolas
mis días y mis noches
sus más calladas horas.
No quiero,
no quiero ser el mismo que pasara
azul adolescencia
en un jardín de mirtos y azucenas.
Mi vida que iba a ser envuelta por un ala
se detuvo.
No quiso,
no quiso comprender por qué la rosa
que iba a ser la rosa...
No quiso.
Díptico del prisionero
II
Vuelvo del sueño. Vuelvo de mí mismo,
¿y qué es lo que aguarda mi regreso?
Piedra, cadenas, soledad. Por eso
doy otra vez del sueño en el abismo.
Pero bien sé que aquello es espejismo
y estas cadenas valen por su peso.
Cuando despierte, el corazón ileso
dirá: sin duda, te faltó heroísmo.
¡Heroica costumbre de contarme
el mismo cuento que en la infancia ida
su encanto nadie quiso develarme!
Y fábula o verdad, cierta o perdida,
esta dura prisión viene a probarme
que era ésa la cifra de mi vida.
Sobre una naturaleza muerta
Roja clave frutal que derramada
la lumbre exacta que pregona vida
eres sobre la tela que no olvida
sólo recuerdo, aroma, zumo, nada.
Éste es tu vuelo, fuga aniquilada
por implacable mano reducida;
puro volumen, forma pura huida
de un frenesí de sangre desatada.
Los días pasan, de tu aroma leve,
de todo el goce que en tu pulpa habita
sólo queda una esfera, un trazo breve;
pues aquél que te dio vida infinita
en ti agotó con un pincel de nieve
la dulce sombra que al amor imita.
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