Mónica Gameros (MÉXICO D.F., 1971) Es poeta y editora. Ha publicado los libros Kronos, 2006; Caída libre, 2007; Estación fin del tiempo, 2008; Ideas para volar, 2009 y Estallido, 2010. Estudió comunicación en la UNAM.
KRONOS 2006
[DESAHUCIADA]
Sentada en el banquillo/
convertida en pieza de mármol para el ajedrez/
su lengua soltó el diagnóstico/
Desahuciada dijo la especialista
mientras sonreía
como la burócrata lo hace
con su jefe vitalicio.
Lo dijo con calma acostumbrada/
al ritmo de Ray Coniff en el conmutador/
sinfonola de la aburrida terapeuta.
Recetó acupuntura, hipnotismo, yoga,
pastas aderezadas con whisky o tequila,
kilos de chocolate
y más horas con Morfeo.
Le escuchaba mientras fumaba yerba de olvido,
y pensé en el maldito verdugo que me tortura
con su sádica sonrisa/
con su caricia urticante.
Pensé en mi maldita adicción a ese cabroncete/
quien no deja de reír mientras me azota
contra las paredes de su locura
y me obliga a usar su camisa de fuerza
como vestido de bodas.
Recordé su rostro/
dejé de escuchar a la especialista
y asentí con la cabeza…
Sí claro/ Sí, definitivamente/ Sí, estoy decidida…
le recé mientras me despedía de ella/
Jamás un No/ jamás un Pero/
jamás una duda sobre su elocuente diagnóstico.
Cómo explicarle que el verdugo tiene colmillos/
que nunca ha fingido ser otro/
que al menos
eso le agradezco,
por que/ al menos/
no es hipócrita
como el mundo entero.
[L I B E R T A D]
a Max Rojas por su entereza
Sólo soy polvo de la tierra indómita,
y así quiero permanecer…
[DORMIR SIN TI]
Todo parecía mentira:
el frío/ el vacío de mi cuerpo olvidado/
el vacío de la soledad/
el vacío de la angustia/
la invasión del pánico.
Traté de convencerme de que todos eran pasajeros.
Traté de engañarme/
repitiéndome que no existían/
que me había deprimido la lluvia ligera del día/
que extrañaba al sol
y que todo era química neuronal jugando con mi cerebro.
Exasperada/ lo único que logré en mi mente,
fue verte.
Luego…
Sólo apagué tus ojos.
CAÍDA LIBRE, 2007
LLAMADA URGENTE
A los patriotas que sonríen desde los escombros y la miseria,
resignados a su destino,
con la mirada baja y el orgullo putrefacto.
Escuchen todos aquellos que fabrican sus historias,
que viven venerando al dinero.
Ahora sólo son unos pobres diablos.
Ésta es una llamada urgente a la memoria oxidada,
a la cordura y la decadencia,
a la discreción y la hipocresía.
a las buenas maneras de sonreír y fingir que no pasa nada,
que todo sigue viento en popa,
que nadie se hunde.
Habría que bajarnos del barco sin suspirar por los buenos tiempos;
sin piedad ni misericordia por nadie.
El gigante podría tragarnos uno a uno, reloj en mano;
atados a las prisas por seguir viviendo,
sólo para no darnos cuenta de que en realidad, ya estamos muertos.
Habría que convertirnos en una horda de locos
y todos, a un mismo tiempo,
apretar el botón que destruye la cordura del otro.
Pero, ¡momento!…
que alguien más nos desenchufe del código que nos encierra de 9 a 8.
La locura no es utopía.
Vagaríamos felices y simples.
Nos vestiríamos de palabras.
Calzaríamos nuestros sueños.
Navegaríamos con calma infinita sobre la desesperación,
sobre el absurdo consumo de los segundos vueltos centavos,
de las palabras que mienten,
para no dejar en un hoyo negro las buenas intenciones.
Demos un golpe de Estado contra la paz de las conciencias abotagadas,
cómodamente instaladas en la apatía.
Habría que volvernos locos y olvidarnos de la saludable compañía.
Derogar la costumbre de estar vivos,
sólo porque somos cobardes para morir.
Habría que golpear las murallas del otro;
derrumbar sus fantasías;
agobiarlo con nuestras verdades;
porque sin ellas, vivir es un continuo suplicio,
un ataque de suspiros por el mundo que no es,
que nunca será.
Las estrellas rotas no brillarán, el camino será difuso,
y aquello que llamamos tiempo
se convertirá en hoja y tierra,
en maíz y vida,
en luna, en carne, en hueso,
sin mandamientos,
sin moral.
Bailemos sobre las cenizas del tiempo donde hacen su performance los suicidas
que decretan toque de queda a sus demonios,
siempre al grito del sereno fugaz.
Olvidemos la cordura porque somos rehenes en un campo de concentración.
Perdamos el miedo a la muerte sólo por que nos obliga a no poseer
ni siquiera el cuerpo.
Cantemos con las camisas de fuerza desatadas.
¡Rápido, alguien apriete el botón!
Hay que destruir al mundo,
Renacer en los jardines de la locura donde la libertad no es discurso;
donde las palabras no sostienen un mundo de escenarios vacíos.
Subamos primero a los niños y los ancianos a la nueva arca del profeta,
a quien luego lanzáremos por la borda,
en medio del motín más grande de la historia.
¡No necesitamos el orden de un cuerdo!
Mujeres y hombres vengan desnudos.
Suban impúdicos o quédense en el muelle
y ahóguense en su cómoda sonrisa idiota de no pasa nada,
no pasa nada,
nada…
Locos nos amotináremos contra todos los mecías,
incendiáremos las naves,
apretáremos el botón y despertáremos en los jardines de la libertad.
¡Rápido! Pongan el dedo en la llaga del otro y no sean hipócritas,
no cubran las suyas.
Desconéctense todos de la cordura.
Salten al abismo como los suicidas que deciden partir por sobredosis de vida.
Tiremos piedras a los cruces del camino.
Comamos en el bufete de las ideas perdidas.
Bebamos las mieles de la esperanza,
y quememos los muelles, para flotar infinitos sobre las aguas de la libertad
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