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viernes, 27 de enero de 2012

5857.- PAULA ALCOCER




PAULA ALCOCER

Nació en Salamanca, Guanajuato, el 25 de septiembre de 1920, y falleció en Guadalajara el domingo 12 Enero de 2014.

Escribió Paula: los cuatro años me fui a Estados Unidos con mi familia. Allá, en la primaria obtuve un premio en escritura y me regalaron una antología de poetas de habla inglesa. Ese libro que aún conservo fue de mis primeras lectura. Regresé a México cuando tenía doce o trece años. Estudié y me recibí en la Universidad de Guanajuato de química farmacéutica y ahí me quedé como maestra. En 1953 me vine a Guadalajara sola con mis dos niños y me ofrecieron trabajo en el Instituto Cultural México Norteamericano. Fui pionera en la enseñanza del inglés para niños. Hace dos años me dieron una medalla por ese motivo.
Yo nunca he sentido la necesidad de que me publiquen. Yo escribo porque siento la necesidad de escribir. Yo sabía que si no escribía me moría. En 1962, la Universidad de Guanajuato me publicó Párvula voz. A raíz de ello yo recibí una carta de Enrique González Martínez, a quien no conocía personalmente; fue tan halagadora que sentí escalofríos y lloré. Después me envió un libro de él con una dedicatoria muy hermosa. Cuando llegué a Guadalajara, Emmanuel Carballo aparentemente conocía mi libro, porque fue el primero que habló de ello y en uno de los números de Ariel me publicó un poema: "Ariel enfermo”.
Yo no pertenecí a ningún taller, porque entonces no los había. Nos juntábamos a las tres de la tarde a tomar un café en el café Nápoles y eso era todo. Trabajaba desde las ocho de la mañana hasta las siete de la noche. Con mi trabajo, les di una carrera a mi hijo y a mi hija; los dos son profesionistas. Después me jubilé y ya no trabajé; ya entonces habían crecido mis hijos. Y aquí estoy en la casa, leyendo siempre y escribiendo, como siempre, por las noches.

Libros de poemas: Párvula voz, Guanajuato, Universidad de Guanajuato, 1950. Poemas, Guanajuato, El gallo pitagórico, 1951. Entre la fiesta y la agonía, Guadalajara, Casa de la Cultura Jalisciense, 1960. Muerte en junio, Guadalajara, Ediciones del Gobierno de Jalisco, 1980. Aún hay sol en las bardas, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1996. De la vejez y otra alborada, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 1999. Tiempo de ángeles, Guadalajara, Secretaría de Cultura de Jalisco, 2000.

Otoñal


CALIÉNTAME TÚ AÚN, SOL DE MI TARDE,
y en mi sellado corazón derrama
el oro de tu lumbre,
porque en tu lumbre se derrita y arda,
porque en tu lumbre el corazón avive
su puñado de brasas
y duerma al fin, cuando la noche llegue,
soñando que tu luz dora y traspasa,
flechas de eterno sol,
piedra, paisaje y alma.
La puerta


¡CÓMO EN LO OSCURO, CADA VEZ MÁS TRISTE,
se va quedando sola, cerrada para siempre,
la doble cárcel muda de la puerta!
¡Cómo en la estéril libertad del aire,
en la clausura ciega
de la estancia porfiada y taciturna,
la dividida rosa de mi vida
vanamente golpea!


Vanamente, sola y sin soledad,
hasta que el corazón, único ya
y desnudo al fin, aprenda
la inmóvil plenitud que habrá de abrirle,
a solas y en lo oscuro,
la rosa verdadera.
Esperanza


AGUARDO TODAVÍA;
aguardo aún, alta de hogueras y de signos,
dócil de llanto y de preguntas ciegas.
Aguardo en esas horas oscuras y secretas
cuando en la carne un ángel negro ofrece
testimonios de heridas infalibles,
y entre emplazada muerte y predicción de auroras
una aciaga vendimia de arenas y ataúdes
las sienes extasía.
Cuando los nombres duelen
como un muro de gritos y fantasmas terribles
y en la tierra vencida de los hombres sin alas
aran lentas, unánimes espinas,
la noche y el silencio.
Aguardo aún, endeble caña en éxtasis,
de pie sobre mis ruinas.


Porque escucho la isla
solitaria y distante del reposo
crecer como remanso de nubes amantísimas
entre el sueño y el alba.
Y la oigo crecer y levantarse,
relámpago de playas,
y diestra en llanto y sales a socorrerme
con la fresca merced y el refrigerio
de un ala sosegada.
Este sueño insumiso


ELLA, LA OTRA QUE ME HABITA,
la que vela, loca, ataúdes vacíos
y dice palabras que yo ignoro;
la que su duro cautiverio exalta
con fiero don de lenguas
y en el pecho, ejército de heridas,
le combaten el sueño y la tormenta;
la que puede llorar aún
cuando yo callo,
ella, la mujer que me habita,
ciega sufre mientras yo la miro
con mi rostro prestado
y mis ojos discípulos fieles de las piedras.
y yo le digo:
“Quedémonos aquí;
dura milicia, interminable guerra
son sólo nuestros días,
puerta de polvo el corazón sin ecos.
Quedémonos aquí, ya quietas,
y que la ruina acabe
por comernos los huesos”.
Un pulso de fantasmas lento enfría
el licor de mis sienes,
pero ella, la otra que me habita,
llora rebelde aún, y huye,
y a su sueño insumiso mis palabras
son endebles barricadas de arena.
El regreso


YO VENGO DESDE UN LEJANO PAÍS
situado al borde eterno de los ríos
con mis ojos adultos y mi sueño,
a guerra y claridad predestinada.
Vengo a habitar la orfandad de las piedras,
a gritar mi palabra en el silencio
de los muros hostiles;
vengo a buscar mi rostro en los espejos
de las habitaciones olvidadas
y en las furtivas máscaras que el sueño,
preceptiva de polvo y rebeldía, inventa
sobre el rostro más cerrado y fiel
de la ceniza.


Una secreta enemistad de espadas y presagios
borra hallazgo y retorno, y me defiendo apenas,
a duras potestades dada en servidumbre:
he venido a llorar mi soledad
en las ciudades extranjeras,
he venido a llamar en los opacos
aldabones enlutados,
a romperme los puños en el polvo
de las aras desiertas
y en los ciegos cristales
invadidos de muerte y de maleza.


Junto a extranjeros ríos, junto a las piedras lloro
el perdido solar de mi patria intachable,
la sólida privanza de aquel sueño
distante y poderoso.


Contra inhóspitos muros y contrarios cielos
me revuelvo en vano
y en vano mi dolor tercamente golpea
su pálida palabra en los escombros.
¡Ay, pero mi nombre me será devuelto,
la intransferible angustia de mi nombre
de enamorado polvo y ángel sometido!
Y en la obediente soledad de este viaje de plomo
escucharé de nuevo
la palabra secreta que me cierra el paraíso.



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