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domingo, 16 de octubre de 2011

5128.- AUGUSTO RUBIO ACOSTA


Augusto Rubio Acosta es un poeta, narrador, periodista y gestor cultural peruano.
Augusto Rubio Acosta nació en Chimbote (Perú), en 1973. Estudió Comunicación Social en la Universidad Nacional Mayor de San Marcos. Es escritor, periodista y "commmunity manager" de "Marea cultural" (publicación 2.0 de ideas y placer contra el monopolio comunicacional). Ha publicado varios libros de poesía y narrativa, y obtenido algunos reconocimientos importantes como el Premio Nacional de Periodismo CVR + 5.1

Poesía
Inventario de iras y sueños (UCV. Chimbote, 2005)
Mi camisa de comando (MCE. Chimbote, 2007)
Poquita fe (Bisagra Editores. Huancayo, 2010)

Narrativa
Avenida indiferencia (Altazor, 2005)
Mundo cachina (Río Santa Editores. Chimbote, 2007)
¡Habla, San Pedrito! (Río Santa Editores. Chimbote, 2011)

Antologías
Cinco narradores chimbotanos (Hipocampo. Lima, 2004)
Tiempo de pesca (Altazor. Lima, 2005)
El ojo del voyeur. Cuentos inmorales /Altazor. Lima, 2005)
Cuentos del último navegante (MCE. Chimbote, 2006)
Libro del Centenario de Chimbote (Comisión del Centenario de Chimbote, 2006)
Poesía Perú Siglo XXI (Yacana. Lima, 2007)
La santa cede (Río Santa Editores. Chimbote, 2008)
Áncash. Cuentos infantiles (Altazor. Lima, 2009)

Premios y reconocimientos
Premio Nacional de Periodismo 2007 (categoría crónica). Ministerio de la Mujer y Desarrollo Social (Mimdes)
Premio Nacional de Periodismo CVR + 5 (categoría reportaje escrito). Consejo de la Prensa Peruana y Movimiento Ciudadano Para que no se repita (2008).







Tras la línea de la existencia

Wilder Caururo Sánchez

Inventario de iras y de sueños, de Augusto Rubio Acosta, Ediciones Isla Blanca. Chimbote, 2005

Augusto Rubio Acosta, poeta y narrador chimbotano de estos nuevos tiempos, propone a través de sus versos la lectura atenta de las múltiples existencias de los seres atrapados por el maremagno de la indiferencia. A través de Inventario de iras y de sueños traza, con grandes concomitancias narrativo-líricas, expresiones surgidas de la eclosión de un espíritu irredento que se aprehende día con día a sí mismo.
Si los hombres tenemos algo de trascendentales, ello se construye en lo cotidiano más puro, en las calles de alguna ciudad maldita, saturada de negritud. Rubio en sus poemas no canta, no sorprende; Rubio reelabora un plano de la vida a través de la vida... persigue en un continuo sosiego y desasosiego la línea de la existencia…
Es bajo esa línea o sobre ella, que nos es posible auscultar nuestros propios complejos y abrazarnos con total honestidad. Es esto lo que le da coherencia al conjunto de poemas; ese suspirar por las cosas más humanamente simples, las que nos conducen a desglosarnos. La imagen del otro es también imprescindible como posibilidad o tortura continua. Es la existencia del otro la que nos obliga a vernos con sus propios ojos:

“…duermes
sueñas y yo te pienso
batalla diaria
palabra en mano
dulce pequeña estrella”
(Tus ojos los míos)

Y si la imagen del ser amado es ya un premeditado intento de mirarse hasta la saciedad más procaz. La ausencia de la sombra paterna bajo el signo de la muerte provoca la evidencia del discontinuo existencial, el rompimiento de toda esperanza, la precipitación más vertiginosa hacia el foso mismo de la nada:

“dile que el foso lo cavé yo
hace mucho
que la noche
nunca más será nuestra
hazle ver
que del otro lado
no se puede volver”
(Muerte del padre)

Es quizá esa visión sombría de la línea extraña de la vida, la que nos haga más humanos. Acaso sea ese un reclamo urgente en el poemario, con ira, con justa indignación, la que permita que el sujeto lírico se exprese con total libertad sobre temas que ponen en entredicho nuestra condición de ser, como dijera Vallejo, “hombres-humanos”:

lo son para el que cree ser mi dueño
el de la sangre oscura
que de mis tierras brota
para el suicida
que un día pisó este suelo
sin saber que era un camposanto
(Toma de Basora)

Los poemas constituyen, a su modo, un inventario de sueños. Un registro minucioso, en lo posible, de la náusea vital que nos aqueja en lo superficial y en lo profundo, aún lo amado o lo execrado. Es así, que el recuerdo se impone como única posibilidad de apropiarse de un ápice de felicidad, que mientras más concreta es, más incertidumbre causa:

que el registro sobre un papel
dejará el mundo envuelto
en el brillo ocular
de los recuerdos
complemento
mirada inquisidora
de este diario devaneo
(Saldo)

Otro rasgo particular y destacable de los poemas de Rubio se halla en la constante mirada hacia la enorme y devoradora urbe. El sujeto lírico avanza sujetando, con rabia, su manojo de versos, para encontrar su lugar en toda aquella indiferencia y la desazón que le produce habitar y cohabitar con la marginalidad.

mi vida está escrita en las paredes
de una urbe sin tiempo y sin espacio
en manojos de papel
que recojo a diario de las calles
en las vidas que he vivido
en la invasión de fantasmas
que merodean las avenidas de la memoria
(Retrato)

La imposición de la memoria, la perpetuación de la vida bajo la luz de la palabra inmanente, son las mayores pretensiones del sujeto lírico en estos poemas. Escrito sobre la confesión de una línea inacabada, Rubio se ha escrito y no descrito; y al hacerlo ha dejado para la posteridad un cuestionamiento envuelto en dudas existenciales, donde lo único seguro es, que si se vive es para padecer la ausencia de ser como no se es:

soy el joven-adulto-niño
a quien golpea tu ausencia
y tu forma de decirme: calla
no digas más porque te quiero
(La vida según Piaget)

Poesía inscrita dentro de un romanticismo nada tétrico, los poemas de este poeta ancashino lo delatan como una voz interesante, cuya propuesta lírica ha de ser acogida, no con apatía sino con iras y sueños análogos a los suyos.
Saludamos desde estas modestas líneas, la calidad de su escritura, en una época en la que un hervor especial nos acomete a los artistas que padecemos la posmodernidad.




http://eluniversalismo.webcindario.com/eluniversalismo/comen10.htm


jardín

augusto rubio acosta



Para Tere,
mamá de mi lenguaje



cuando nací
mamá lloraba de alegría
junto a los helechos de sus macetas
miraba la Panamericana
y sonreía confiada
en la revolución
en la locura
la filosofía
y mis anteojos de camarada
que a los treinta marcarían mis orejas
el color de sus anturios
mi nariz
el cielo
el aire
el principio
de mi mejor enfermedad


cuando nací
( she told me )
en Villavicencio había refriega
afloraban los cactus
en el patio silvestre de mamá Isabel
las hileras de pollitos
le cerraban las esquinas
a la naturaleza
los muchachos lanzaban piedras
en la plaza
y una adorable tiniebla
cubría con su inocencia
el perfil de la muchedumbre


mamá lloraba
reía
( me consta )
me protegía en su regazo
sonreía
pero volvía a llorar
intuía que el invierno
había llegado a sus campanitas de Miramar
y había que mantener la calma
regar las chifleras
sus rosas enanas
espantar a los cochos trepados en la iglesia
asistía a mi primer bostezo analfabeto
en su pequeño estanque
constataba emocionada mi más antigua pasión
me veía
en suma
v o l a r
p a r t i r


cuando nací
mamá lloraba en su jardín
donde todo era verde alegría
en el río de sus ojos se podía ver la luna
siembra
espejo
lumbre
cosecha
el caer y el levantarse
v i v i r . . .









la lluvia larga

preferiría, augusto
que no me vieras
que no me digas que me llamo césar
ni que nací descalzo
en una pequeña patria calcárea
con silueta de dinosaurio
preferiría que no me escuches
ni me leas
que no sintieras ni por asomo
de mis labios fracturados
el poema azul de tu mirada ciega
la policromía ausente
de mi infancia
( be-bop )
deambulando en las cloacas
preferiría y es mejor no hay otra
que entendieras que tu regreso
es bañarse en la lluvia de
mi llegada que es partida
que es morir

sería bueno, augusto
que escondieras tus papeles del diluvio
el oscuro vestido de tu amada
y el candadito que tu niña prometió
sería bueno regresar
a las semanas albas
y la fecundidad de su armonía
que protegieras los incunables
de los pájaros fruteros del verano
mis anteojos quebrados
del sol ardiente de las noches
los viejos chistes
agonía y canción

preferiría, augusto
que supieras
que soy el último pariente
de esta lluvia que es l a r g a
p u t a m a d r e
y se acrecienta con la negación
de tu cordura inhóspita
con el concierto de las nubes pardas
y el llanto de los niños alados
que danzan al compás de ese baile
inédito y consumado
en la interperie
que es espanto
que es vivir.









mi camisa de comando

para javicho,
que se fue sin esperarnos.

aquí, javier
en el río
a cuarentaitantos
pasos de tu sombra
atragantando de plomo
mi garganta
y de pólvora siniestra
los caminos
reclamamos de pie
nuestro propio holocausto
emprendemos el viaje
a la muerte
zigzagueando en los enigmas
del claroscuro
nos alistamos en la hora
de la luz
( maldita )
donde habitan tus victorias
aquí
donde crece el pasto
y el incendio de los árboles
se consume la pira putrefacta
del esbirro
de los dueños de lo tuyo
( mi patria libre )
también de lo mío

aquí agitando
( javier )
el trapo blanco de la amargura
y a la espera de la metralla
violeta de tus versos
nos alzamos por encima
de la noche y de tu muerte
que es también nuestra muerte joven
la cacería desnuda
de los niños en la barriada
la postergación de la soledad
la cobardía de los guardias
en la ceguera de mi patria
y la injusticia
mi camisa de comando
reivindicar la dignidad.










lo que importa

para que nunca te olvides

lo que importa, trilce
no es mi muerte anticipada
la vida de humo cabellera
cielo pasta de trapo
canción antigua
que hoy te alcanza
lo que importa
no es el silencio de la historia
el caminar perdido
y la fecundidad de una voz
mis sueños errados
llegando hasta ti
con el rumor de las olas

lo que importa quién sabe
no lo viste ni verán
jamás tus ojos
la sonrisa velada en tu dormir
y el carraspear profundo
la patadita nocturna
en la vieja enseñanza musical
de la memoria
lo que importa
no es ficus del jardín
con quien creciste en paralelo
la jirafita en la pared
ni las radiografías de papá
lo que interesa
( ojalá importe )
es mi herencia encendida y secreta
las tardes llanas en la plaza nueva
y el malecón encadenado a tus preguntas
tu abrazo enorme
bajo las sábanas prestadas
en nuestra casa ajena
la última etapa de mi llanto

lo que importa, roncadora
no es sólo la vida anterior
a tu esperanza
es tu canto silente
en una habitación sin ventanas
la distancia de tu sombra
en los clavos de mis manos
la luz ausente de tus ojos
en el cuchillo de mi espalda
lo que importa es la luz amarilla
en las fotografías de tu aurora
las lágrimas apagadas
que nos separan
el miedo a la noche
y su corriente alterna
tu sombra en las iglesias
en mi carne y en mis huesos
lo que importa es tu mundo posible
inflamando mi pecho
y este canto inútil
que hoy se plasma


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