Carlos Vásquez nació en Medellín (Colombia), en 1953. Poeta, ensayista, traductor y profesor universitario. Estudió Filosofía y Letras en la Universidad de Antioquia y en la Universidad Javeriana. Obra: Anónimos, 1990; Eclipse de sol sobre Bataille, 1990; El oscuro alimento, 1994, Primer Premio Latinoamericano de Poesía «Ciudad de Medellín», 1994. El jardín de la sonámbula, 1995; El arte jovial (La estética de Nietzsche), 2000; Agua tu sed, 2001; Desnúdame de mí, 2002; Hilos de voz, 2004; Método de dramatización, 2005. Traductor de Yves Bonnefoy. Actualmente es el director del Instituto de Filosofía de la Universidad de Antioquia.
Poemas de Carlos Vásquez
Me dejaste solo.
Entro en la espesura.
Y la noche gira.
Se va dividiendo.
Se acuesta a mi lado.
Su calor me habla.
Sílabas partidas el eco no abarca.
Recojo en mi red las conchas cerradas.
¿Qué puede prender?
En agua sumisa la playa blanquea.
Ruido interminable.
Cómo puedo asirte.
En secreto flota su hilo la araña.
La voz enrojece.
Murmura quién viene.
La luz es un ruego.
Su ripio cayendo.
Bajar ir palparse.
Acre rojo labio.
La piel fría escama.
el viento repite su vano quebranto.
El río no alumbra.
Me expulsa su lecho.
Qué extraña manera.
Seguir sin moverse.
Por lentos recodos.
La pisada quema.
De pronto aparece.
Intento tocarle.
Sácame de aquí.
Esparce la noche su seca tormenta.
No logra tenerle.
Desprende su vaho.
Busco en su rincón.
Quién llama quién viene.
Una sola puerta.
Parece la misma una vez sellé.
Puede baste abra.
El garfio en el sueño.
Ella sigue sola su sorda rodada.
Están allí juntos.
Cual ciegos se palpan.
Se inclina en la sombra la lenta pared.
Amarga la boca murmura su hierba.
El oscuro aire hierve mis pulmones.
Me mira de cerca.
El oído aliento se lleva la frase.
Qué puedo confiarle que ya no contenga.
Me deja que ruede.
El pozo se estrecha.
Hondos escuchamos la piedra caer.
La saliva esparce.
Ronca lengua escarba.
El amor oculta el hueco que abre.
La palabra atiza su negro brasero.
Dime vida mía.
El cielo devora la luz que me dieron.
Piedra de estar quieto.
Mis solas pasiones.
Qué son sin mis dedos.
Como si dijese.
Noche toca apaga.
En medio los días.
Grieta impenetrable.
Las horas un paso.
Segundos un soplo.
Abajo en lo yerto.
Rueda un agua breve.
La mano gotea su arena desierta.
Déjame lo intente desnuda caer.
La ciega ceniza envuelve los huesos.
Te llamo. ¿Me oyes?
El aire retumba.
Arena los párpados.
Un agua dormida empuja los muertos.
No me dejes solo.
Dime dónde ardes.
Me aferro me jalan.
Me hundo en tus dedos.
te alejas te alejas.
Oigo tu pisada.
De golpe penetra.
Clava en mis pulmones la negra puntilla.
El rostro ilumina.
Detrás de qué tela.
Es tiempo no vayas.
La sed hormiguea.
Bebo gotas secas.
Ahora que arrecia no me pidas eso.
Mastico tu olor.
Tu labio tu lengua.
Tu mano desliza.
Más honda me cava.
Ciérrame te imploro.
Tu sal ruda quema.
Axila me hundo.
Bebo no me sacio.
La blanca ceniza.
Mis manos desgajan.
Los dedos se cierran para no decirlo.
Rezo estoy rezando.
Me extiendo en la hierba.
Rodéame hermana.
No quiero hacia nunca.
Sea paso a paso.
Mi sangre persigue los días que quedan.
No importa me astille.
Sucesión hermana.
No quiebres mi tallo.
El árbol se arquea.
Es tiempo se apiade.
aunque no te siga.
Tiempo mío hermano.
Hasta que me tapie.
Lluvia barre el aire.
Mi hora se atasca.
En qué curva ciego.
¿No veré ya tierra?
Instante no quemes.
Ido no me siento.
Mi carne adormece su polen oscuro.
Lo encierro en un puño.
Si abro mi mano su larva ya vuela.
Sólo esta muralla.
Mi voz no da alcance.
Mis padres hermanos.
Estoy solo tiemblo.
FESTIVAL INTERNACIONAL DE POESÍA DE MEDELLÍN
________________________________________
De Hilos de voz
dame tus dedos para seguir
entro en la sed por tu boca
tu cara medio visible
tu mano húmeda desamparada
elude tu carne el gozo que pide
* * *
a dónde me llevan
por qué no me sueltan
rogué y no miraste
cómo tiemblo ahora
tan lejos hiciste que me detuviera
gritos cava el agua
presuroso caigo tus brazos se cierran
no hay misericordia debajo del miedo
* * *
días de estar juntos
de nuevo pedía lo que no se pide
ansío la forma tus dedos me niegan
qué placer esquivo
las cosas más simples inertes sumisas
no puedo estar cierto si hablo si callo
acaso me atreva si me lo dijeras
pensé en ese extremo
súbito latido
qué gozo alimentan mis dedos en círculo
insistencia hueca
iba dando vueltas
el fuego me asedia su punto más frío
pides más adentro
era yo el que siempre quería que vieras
alguien tan esquivo
pensaba entregarme no sabía el juego
me fui reduciendo con mi propia letra
el miedo me habla
qué sigue pregunta
cadenas me halan no logro tenerme
el punto imantado no retiene el cuerpo
puerta impenetrable
ciega ondulación de aguas sin freno
punto tan cerrado
le digo que entre entra se desborda
De Desnúdame de mí
El placer
De los brazos al cuello por los hombros. Lenta cintura que ciño hasta su centro. En el centro un ardor que el beso ahonda. Aguda inmensidad en que me anego.
No importa digo me guío por su mano. Me entrego al agua ociosa que le lleva. Hundo mi lengua en círculo indeciso. Amada axila le guardo en el aliento.
Van entrando los dedos uno a uno. Despiertan tiernamente los sentidos. Hay violencia callada si penetro. En la letra mortal en que le nombro.
Le sigo en el declive de su muslo. Abro la cavidad en donde tiembla. Arcilla muda se quiebra si le toco. Con la humedad callada de mi lengua.
Qué brevedad su piel tan fugitiva. La duración se borra en hondo fuego. Bajo más lo negro luminoso. El deseo se agolpa en la saliva.
Mientras duerme rodeo sigiloso. La sombra que se agita por sus cejas. En la sábana el sueño se insinúa. En quién goza pregunto desespero.
Sigo el cuerpo dormido por la curva. La desnudez en vilo se estremece. Un nombre brilla labios entreabiertos. La mano aparta el gozo al que no llego.
Nadie ha tocado el cuerpo inabarcable. Rudas manos pasaron sin saberlo. La belleza se guarda intacta esquiva. Es para mí no sé cómo tenerla.
El que duerme la vida guarda húmeda. Si despierta se oculta en el silencio. Una sal misteriosa trae el sueño. Que el beso aprueba y vela en la palabra.
Perplejos asistimos no hay fatiga. Nos dejamos llevar hasta el extremo. Mansos al fin sin pose horizontales. El deseo cumplido nos acepta.
Tendidos abrazados recobramos. El movimiento al día nos entrega. Componemos las formas tan sutiles. Que ocultan el amor en vanos gestos.
Muy rápido de nuevo el gozo intenta. La forma transparente en la que ardemos. Del corazón amante mensajero. Va por la muerte a solas sin testigo.
Una vez basta repite su mensaje. Dispensa el cuerpo al ansia lo que teme. La pequeña señal irresistible. Hermana del placer con el que juega.
Busco al que ha de llevar hasta su orilla. Con formas tiernas en dulces ademanes. El imposible ardor en que de nuevo. He de rodar sin que nadie me contenga.
El temor sabe eso de seguro. Pero el gozo rebasa su dictado. Me entrego a él ignoro lo que digo. Me ilumina el vivir cuando me lleva.