Peter Porter. Nació en Australia, en 1929, pero es considerado como un poeta inglés. Con Gunn, Hughes, Larkin y un par más, está entre las voces más altas de la poesía británica del Siglo XX. El tema de la muerte es recurrente en su obra. En su poesía se entrecruzan los elementos domésticos e históricos. Ha publicado: Once Buten. Twice Bitten (1961), Poems Ancient and Modern (1964), A Porter Folio (1969). Fue en un tiempo agente publicitario. Escribe para New Statesman y es crítico radial.
MUERTE EN LOS SALONES DE TÉ DE LA PÉRGOLA
Las culebras silban tras el vidrio nublado.
Adentro: urnas de té de cobre rubicundo, tubos de cromo
orinando vapor, un furioso rechinar de tazas, Densidad
Institucional Británica. Bajo un vidrio amarillento
o un viejo celofán, sandwiches de berro-con-tomate, de lengua-con-jamón
brillan amables y trinchados a 1/6 la rueda.
Con mala fe el viento le ha tirado la puerta en la cara
a un parroquiano lento —diez pares de ojos rampan
hasta su suéter, y por pocos segundos las voces son más bajas
que una escaramuza del vapor. Afuera,
a la orilla del río, sale el médico del barrio de su Vauxhall '47
chupándose el vigésimo cigarrillo del día.
Se para y lo tira, en el lodo de la huerta que brama.
Los árboles a medias, inclinados pescan el viento
que viene de los álamos en la otra ribera.
Bajo el viento cortante, una arrugada polea-sin-fin, el río
se retuerce mientras corta los campos ateridos.
Lejos apenas del rechinar y el choque de las tazas
en La Pérgola el viejo argumentador se está muriendo.
Dos amigos del partido Laborista y el doctor
le acomodan esas mantas tejidas. La sangre está rugiendo
en su cabeza, la intimidad del cáncer, la fronda del dolor
gobierna su cerebro —las barreras se han roto entre sus tripas—
todo es el reino del espasmo, el terror que se asienta.
Él se sabe muriendo, lo esperan testamentos. Y ya tiene
que armar para su esposa un techo con palabras. Acomodar las llamas
de su cabeza en una agenda. Decidiéndose ahora —se sabe con razón—
a llevar su cuerpo entre esas reuniones y mitines y planes de campaña,
de llevarlo y remendarlo como una buena tela, de llegar
al fin deshilacliado de su época: pedirle
que cosa sus costuras al doctor, para que por lo menos los dedos continúen
subiendo las frazadas, acariciando el calor en otros dedos,
tocando ese parche donde el gato dormía. No hay Dios.
Estamos en invierno, las ventanas cantan, furtivos bebedores padecen con su té.
Ahora el viento, contra una rama desnuda, ladea el triste encaje de las gotas
frías en la tela de araña. En su cuerpo
una corriente de aire que viene desde el horno —y fuera de ese cuarto,
ignorando el rostro del doctor, profesional y suave,
este invierno de carnaval, como el Dios cuidadoso,
entre un rosal de savia congelada y los agrios macizos del jardín
pone la confusión feroz de su desprecio.
(Traducción de Antonio Cisneros)
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MORT AUX CHATS
Ya no habrá más gatos. Los gatos son un foco de infecciones, los gatos vician el aire, los gatos consumen en una semana siete veces su propio peso en comida, los gatos eran objeto de adoración en sociedades decadentes (Egipto y la antigua Roma), los griegos no sabían qué hacer con ellos. Los gatos se sientan para orinar (nuestros científicos lo han comprobado). La cópula de los gatos es horrible. Se ponen insoportablemente tiernos con la luna. Tal vez estén bien en su propio país, pero sus costumbres son extrañas a las nuestras. Los gatos huelen, no lo pueden evitar, lo notas al subir las escaleras. Los gatos ven demasiada televisión y pueden dormir en mitad de una tormenta. No ha habido nunca grandes artistas que fueran gatos. No merecen una g mayúscula más que al comienzo de una frase. La culpa de mi dolor de cabeza y de que se mueran mis plantas la tienen los gatos. Nuestro barrio está lleno de ellos, los valores de la propiedad están bajando. Cuando sueño con Dios contemplo una Masacre de gatos. ¿Por qué insisten en tener su propia lengua y su propia religión, a quién le hace falta ronronear para saber explicarse? ¡Muerte a todos los gatos! ¡El Reino de los Perros ha de durar mil años!
Versión de Carlota Chambers
http://www.letraslibres.com/index.php?art=7855
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