Manuel González Prada
José Manuel de los Reyes González de Prada y Ulloa, conocido como Manuel González Prada (Lima, 5 de enero de 1844 - Lima, 22 de julio de 1918), fue un ensayista, pensador anarquista y poeta peruano. Como ensayista es considerado uno de los mejores nacidos en su patria.
En el plano literario se le considera el más alto exponente del realismo peruano, así como por sus innovaciones poéticas se le denominó el "Precursor del Modernismo americano". Se destacó por ser un ferviente crítico de la sociedad en que le tocó vivir, tendencia que se acentuaría, después de la Guerra del Pacífico.
Durante la guerra contra Chile, participó en las batallas de San Juan y Miraflores. Al producirse la invasión de Lima, por tropas chilenas, se recluiría en su casa en señal de protesta. Concluida la guerra se reincorporaría a la vida pública haciendo sentir su marcado sentimiento antichileno.
A finales de 1891 viaja a Europa donde permanece alrededor de siete años. Durante su estadía por estas tierras conoce a grandes hombres de letras como Zola, Renan y Unamuno. A su regreso al Perú asume la dirección de la Biblioteca Nacional (1912) en reemplazo de Don Ricardo Palma.
En 1855, Ramón Castilla, ordenó el destierro del padre de Gonzáles Prada, hecho que obligó a la familia a trasladarse a Valparaíso, Chile, en un exilio involuntario de dos años. Regresan al Perú en 1857, Manuel González Prada ingresa al Seminario de Santo Toribio, luego lo abandonaría para inscribirse en el Convictorio de San Carlos (Universidad de San Marcos, donde iniciaría estudios de Derecho y Humanidades los cuales no terminaría.
Otra de sus rebeldías fue adoptar una peculiar ortografía fonética inspirada en los principios de Andrés Bello. Sin estudios disciplinados, pero de amplia y profunda cultura (dejó una biblioteca de tres mil volúmenes cuidadosamente leídos), durante ocho años vivió recluido en su hacienda de Mala dedicado a los trabajos del campo y a investigaciones químicas para fabricar almidón industrial, para luego dedicarse muy activamente al periodismo en publicaciones como El Comercio, de donde le echaron, o en efímeras revistas cuales Los Parias o La Lucha. De ahí pasó a la política, en la cual se mostró librepensador, anarquista, feminista y profundamente antiespañol. Su postura hipercrítica en el terreno de las ideas y de la literatura le granjeó no pocos enemigos y le metió en variopintas polémicas periodísticas, en las que, a la manera de uno de sus modelos, Ernest Renan, nunca se defendió y siempre atacó.
Viajó por toda Europa (1891-1898) y en París tuvo un curioso lance con Paul Verlaine a causa del honor mancillado de una señora, insultada en plena calle por el poeta simbolista, que andaba por entonces borracho perdido. Fundó y fue el alma del Círculo Literario, que poco después pasó a constituirse en el partido político Unión Nacional. Desde sus tribunas lanzó flamígeras proclamas nacionalistas, por las cuales mereció el calificativo, por parte de su propio panegirista Rufino Blanco Fombona, de "gallardo animal de presa". Era un enemigo de todo lo viejo y decadente en ideas y literatura y un gran partidario de la europeización del Perú.
Su primer discurso célebre fue leído en El Ateneo de Lima, (1886). Famoso es también su discurso del Politeama en el año 1888, donde proclamó: "¡Los viejos a la tumba, los jóvenes a la obra!", convocando a la lucha por el cambio social, contra las malas ideas y los malos hábitos, contra leyes y constituciones ajenas a la realidad peruana, contra la herencia colonial, contra los profetas que anunciaban el fracaso definitivo de América Latina. Cabe acotar que todos estos discursos no eran dados por el mismo González Prada, sino por otras personas ya que el mismo don Manuel tenía voz de tiple y que, de haberlos pronunciado, les hubiera quitado a sus palabras toda la fuerza de su protesta.
Convertido en la voz del nuevo Perú, que debía surgir de la derrota de la Guerra del Pacífico, denunció los males que el país arrastraba por siglos, entre ellos la indiferencia por la condición infrahumana del indígena; su prédica, hecha en un estilo implacable y cientificista con raíces positivistas (fue un gran divulgador del pensamiento de Auguste Comte, si bien luego se volvió hacia lo que más detestaba éste, el anarquismo), fue creciendo en intensidad y radicalismo, como lo demuestran sus obras.
Al volver de un viaje por Europa (1898), empezó a divulgar las ideas anarquistas que había descubierto en Barcelona, y fue identificándose cada vez más con los movimientos obreros anarcosindicalistas. Como prosista, González Prada es recordado principalmente por Pájinas libres (1894), que le valió los honores de una excomunión, y Horas de lucha (1908), ensayos donde muestra una creciente radicalización de sus planteamientos. Defendió todas las libertades, incluidas la de culto, conciencia y pensamiento y se manifestó en favor de una educación laica. En el artículo Nuestros indios (1904), explica la supuesta inferioridad de la población autóctona como un resultado lógico del trato recibido y de la falta de educación.
Evolucionó desde el posromanticismo hacia el pleno Modernismo en reacción contra la tradición española, lo que le llevó a fijar sus modelos en otras literaturas; muy preocupado por el lenguaje y el estilo, en sus comienzos se advierten modelos alemanes: traduce a Friedrich Schiller, Chamisso, Heine, etcétera. Su prosa ensayística, muy trabajada estilísticamente, simula sin embargo la espontaneidad; busca la concisión y está preñada de ironía, cultura y humor. Miguel de Unamuno, gran admirador suyo, escribió sobre su libro Pájinas libres: "Es uno de los pocos, de los muy pocos libros latinoamericanos, que he leído más de una vez; y uno de los pocos, de los poquísimos, de los cuales tengo un recuerdo vivo". Como poeta, publicó Minúsculas (1901) y Exóticas (1911), que son verdaderos catálogos de innovaciones métricas y estróficas, como los delicados rondeles y triolets que adaptó del francés. Sus Baladas peruanas (1935) recogió tradiciones indígenas y escenas de la conquista española que fueron escritas a partir de 1871. También reunió una colección de sus epigramas y sátiras en Grafitos, París, 1917; en este género se muestra un gran escritor, fulgurante e inteligente, a causa de su poder de síntesis y la precisión de sus ataques contra escritores, políticos e ideas. Sin duda alguna poseía una gran penetración de juicio y una gran modernidad en su pensamiento. En diversas ocasiones ensaya el verso polirrítmico sin rima, el verso alcmánico, la estrofa espenserina, el pantum, el estornelo, el rispetto, la balada etcétera. Es completamente suya la invención del verso polirritmo sin rima, dando impulso al verso libre en la poesía hispanoamericana. En su libro Exóticas (1911), publicado tardíamente una vez más, sorprende por sus novedades métricas (ritmos continuos y proporcionales, laudes, polirritmos sin rima). Al igual que Swinburne, González Prada escribió baladas y tuvo seguidores en sus innovaciones métricas: el poeta Alberto Ureta con el triolet y Juan Parra del Riego con el polirritmo sin rima. José Santos Chocano, César Vallejo y José María Eguren fueron influidos por el poeta de los rondeles también.
Fue la figura más discutida e influyente en las letras y la política del Perú en el último tercio del siglo XIX. Poeta, pensador, ideólogo, periodista y reformador radical en todos los frentes, se convirtió en una personalidad de relieve continental en un momento dominado por el Modernismo. Precisamente, el crítico español Federico de Onís lo considera "el fundador de la ideología moderna de América"; asimismo, también es reconocido como el precursor de la corriente estética genuinamente latinoamericana: el modernismo.
Finalmente, es de destacar su Discurso del Politeama (1888), en el que plantea el problema de si el Perú existe o no como nación, ya que desde la creación de la República Peruana este tema fue eludido. Los próceres criollos evitaron responder a la pregunta de ¿Qué somos? Lo evitaron porque algunos de ellos se definieron como "españoles americanos" y el culto por lo hispano, la añoranza de la Madre Patria, caracterizaba al grupo criollo hegemónico en el Perú y, al mismo tiempo, acrecentaba su desprecio por lo indígena. Jamás llegó a existir rasgo alguno de identidad colectiva que definiera a los peruanos como nación.
Falleció en Lima el 22 de julio de 1918
Pensamiento y acción política
Los escritos políticos de González Prada se caracterizan por la crítica al Estado Peruano que el veía que servía a los intereses de la oligarquía limeña. En el ensayo "Nuestros Indios" se da un importante intento de pensar la realidad peruana y latinoamericana desde la posición anarquista. Allí primero cuestiona las concepciones de la sociología de su época y desarrolla un posicionamiento sobre la cuestión de la raza y su subordinación en ese contexto poscoloniales en el cual se entrecruza con una explotación de clase. Al final del ensayo propone que los indígenas construyan instancias comunitarias de autodefensa contra los latifundistas. En este aspecto afirma que "Hay un hecho revelador: reina mayor bienestar en las comarcas más distantes de las grandes haciendas, se disfruta de más orden y tranquilidad en los pueblos menos frecuentados por las autoridades"1 Sus posiciones y análisis influirían en el pensamiento del marxista peruano José Carlos Mariátegui, a pesar de las divergencias profundas sobre el orden político a seguir.
Sus posiciones sobre el anarquismo y la anarquía están expuestas en su libro La anarquía de 1901. Allí recoge varios ensayos y expone lo que llama el "ideal anárquico" como "la libertad ilimitada y el mayor bienestar posible del individuo, con la abolición del Estado y la plutocracia.".2
Con respecto a la revolución afirma que:
"Desde la Reforma y, más aún, desde la Revolución Francesa, el mundo civilizado vive en revolución latente: revolución del filósofo contra los absurdos del Dogma, revolución del individuo contra la omnipotencia del Estado, revolución del obrero contra las explotaciones del capitalismo, revolución de la mujer contra la tiranía del hombre, revolución de uno y otro sexo contra la esclavitud del amor y la cárcel del matrimonio; en fin, de todos contra todo".2
Por otro lado en el texto se encuentran ensayos sobre diferentes temas como el primero de mayo, la Comuna de París, así como uno sobre "La policía" en donde analiza la esencia autoritaria y clasista de la institución policial así como su clara tendencia hacia la corrupción.
Ensayos publicados
Discurso en el Politeama (1888)
Pájinas Libres (1894)
Nuestros indios (1904)
Horas de Lucha (1908)
Anarquía (libro) [1] (1936)
Propaganda y ataque (1939)
El tonel de Diógenes (1945)
Adoración (1946)
Al Amor
Poesía publicada
Poemarios
Minúsculas (1901)
Presbiterianas (1909)
Exóticas (1911)
Grafitos (1917)
Baladas peruanas (1935)
Poemas
"Triolet"
"Amar sin ser querido"
"El amor"
"El pájaro ciego"
"La tempestad"
"Los amancaes"
"nuestra lucha"
El amor
Si eres un bien arrebatado al cielo
¿Por qué las dudas, el gemido, el llanto,
la desconfianza, el torcedor quebranto,
las turbias noches de febril desvelo?
Si eres un mal en el terrestre suelo
¿Por qué los goces, la sonrisa, el canto,
las esperanzas, el glorioso encanto,
las visiones de paz y de consuelo?
Si eres nieve, ¿por qué tus vivas llamas?
Si eres llama, ¿por qué tu hielo inerte?
Si eres sombra, ¿por qué la luz derramas?
¿Por qué la sombra, si eres luz querida?
Si eres vida, ¿por qué me das la muerte?
Si eres muerte, ¿por qué me das la vida?
Amar sin ser querido
Un dolor jamás dormido,
una gloria nunca cierta,
una llaga siempre abierta,
es amar sin ser querido.
Corazón que siempre fuiste
bendecido y adorado,
tú no sabes, ¡ay!, lo triste
de querer no siendo amado.
A la puerta del olvido
llama en vano el pecho herido:
Muda y sorda está la puerta;
que una llaga siempre abierta
es amar sin ser querido.
LE TOUR DU PROPIETAIRE
Con sus enormes botas impermeables
Y su vestido kaki de una tela fina,
Con su paraguas en la mano
Y su panamá-hat en la cabeza,
Inspecciona el señor burgués sus propiedades,
Sus propiedades rústicas y urbanas.
Alegre y satisfecho,
En plena digestión del chocolate,
Del butiroso y vigorante soconusco,
Deja el confort del nido
Y al aire libre se aventura,
A tiempo que el demonio tentador del medio día
Pecaminosos rayos
Dispara contra el mundo.
Nunca más alegría derramó la Primavera,
Nunca más aromas, nunca más resplandores;
Al firmamento en llamas,
La tierra en flor sonrío.
Nada escucha el burgués: en vano
La canción de la tórtola desmaya en la espesura,
Lamentando las vidas sin amor ni Primavera;
O el rumor de las alas repercute a la distancia,
Como el diálogo nupcial de la Tierra con el cielo.
Nada huele el burgués: en vano
Trasciende como un bálsamo salubre y confortante
La resinosa emanación del pino,
O pasa como suave llamamiento al goce
El lujurioso vaho de la selva.
Nada mira el burgués, en vano
El sauce babilonio se estremece
A la sonora caricia del río;
O blanca nube se desliza por el viento,
Como la eterna desposada de un esposo que no viene;
O vuelan a su lado mariposas,
Mariposas teñidas
Con el dorado polen de la cándida azucena.
Naturaleza en vano
Almibaras tu almíbar, hermoseas tu hermosura,
Y, como regio don, ofreces a los hombres
Tu desnudez olímpica y gloriosa.
El burgués, el binario de Harpagón y de Tartufo,
No te comprende a tí, la madre sin hipócritas remilgos;
A tí, la pródiga divina;
A tí, la gran pagana.
Meditando, calculando
El alza y baja de los fondos,
El gran señor no mira, no huele ni escucha,
Que luz, amor, belleza y poesía
Nunca fueron productos cotizables en la bolsa.
Despide chispas y regaña al hortelano,
Si en los surcos de berzas y lechugas
Distingue rosas;
Más congratula al jardinero, suelta un ¡oh! de regocijo,
Si en las antiguas platabandas de amapolas y claveles
Divisa coles.
RONDEL
¡Oh porvenir, oh sol sin occidente,
¡Oh día que mis ojos no verán,
Si es noche de amargura lo presente
¡Qué júbilo, qué luz resplandeciente
Las horas de mañana irradiarán!
Yo, el átomo nacido de la nada
Para girar en sombras y morir,
Fijo en tus claros reinos la mirada,
¡Oh porvenir!
Quien, subyugando al tiempo y a la muerte,
Joven pudiera eternizarse y fuerte;
O en inefable languidez dormir,
Alzar un día la pesada losa,
Y abrir los ojos a tu gloriosa.
¡Oh porvenir!
ROMANCE
No arrastres, oh poeta,
La púrpura de tu alma
En el lodo y las miserias
De las calles y las plazas;
No des tu noble corazón de pasto
Al pico de los buitres y los grajos.
Respira el sano viento
De cimas invioladas,
Y en olímpico silencio
Ve pasar a la distancia,
Como un torrente de ponzoña y fango
El escuadrón siniestro de los malos.
Si al polvo de los hombres
Desciendientes, si batallas,
Que tus yambos sean golpes
De flamígeras espadas,
No hagas papel de justo y mercenario;
Lengua de apóstol, sangre de lacayo.
El Llora - Muerto
I
Pierde a su Amada el Inca,Y ya, de aquel momento,No hay en su alma reposo,En sus párpados sueño.
-«No cantes, oh Poeta:Voces lúgubres quieroQue de pena y angustiaDespedacen mi pecho»
-«Hay, Rey, en tus dominiosUn pájaro siniestro:Su voz quebranta peñas,Se llama el Llora-muerto»
-«Volad, oh mis vasallos,Por llanuras y cerros,Por valles y montañas:Coged el Llora-muerto»
II
Fieles indios recorrenLos ámbitos del reino,Y cazan en las selvasEl pájaro siniestro.
El pájaro se queja,Y, a su primer acento,Lanza el Rey de los IncasUn grito lastimero.
El pájaro se queja,Y, a su segundo acento,Llora el Rey de los IncasDos lágrimas de fuego.
El pájaro se queja,Y, a su tercer acento,Queda el Rey de los IncasMudo, inmóvil y muerto.
El Pájaro Ciego
I
Era un Pájaro de nieve:
Con su inefable cantar,
Derramaba en tristes pechos
Alegría sin igual.
-«Pájaro, el Inca murmura,
Tu canción me atedia ya:
Siempre cantas alegrías,
Nunca lloras el pesar.
Lanza quejas doloridas,
Porque sufro negro afán,
Porque siento una amargura
Melancólica y mortal.
Canta canciones que aumenten
Mi congoja más y más,
Que yo gozo en mi tristeza,
Que yo gozo en mi penar».
Mas el Pájaro de nieve,
Sordo al mandato real,
Canta siempre la ventura,
Pero tristeza jamás.
II
Murmura un viejo Cacique:
-«Rey, al Pájaro cegad,
Y con lánguida tristeza
Su canción exhalará».
Ciego, el Pájaro de nieve
Siente y sufre pena tal,
Que, si fue de blancas plumas,
Es de negras plumas ya.
Canta dolor y amarguras
Con tan lúgubre cantar
Que, a su voz, las fieras lloran
Y se quiebra el pedernal.
Todos cierran los oídos,
Todos huyen y se van:
El oír los tristes cantos
Es gemir y agonizar.
La hija tierna del Monarca
Oye el canto sin igual,
Y solloza, y se adormece,
Y no despierta jamás.
Prorrumpe el Inca, estallando
Con la voz del huracán:
-«Pronto al Pájaro la muerte,
Pronto al Cacique cegad».
La Aparición Del Coraquenque
Es la fiesta del Intip-Raymi.
No luce aún el Oriente,
Y ya el Inca se apercibe
Al holocausto solemne.
En pompa regia, descalzo,
Con su estirpe y sus mujeres,
Deja el regalo del sueño,
Deja la paz de su albergue;
Y, en la antigua, extensa plaza
Bajo emplumados doseles,
Aguarda mudo y contrito
La luz del Padre celeste.
Adelgázanse las sombras,
Y un albor dudoso y tenue
Nace, vacila y se ensancha
Del Oriente al Occidente.
Asoma el Sol, y sus rayos
En hilos de oro descienden
A inflamar los hondos valles,
A fundir las altas nieves.
Todos gritan fervorosos,
Todos las manos suspenden,
Y a la región de las nubes
Lanzan ósculos ardientes.
Todos dilatan los ojos
Y la luz primera beben,
Como un sediento devora
El humor de viva fuente.
Y, entre músicos acordes,
Consagran himnos y preces
Al Padre eterno y fecundo,
Al dador de inmensos bienes.
Coge el Monarca en la diestra
Un vaso de oro luciente,
Y, de ofrenda al Sol divino,
La espumosa chicha vierte.
Coge a par en la siniestra
Un vaso de oro luciente,
Y el licor sabroso escancia
A sus hijos y mujeres.
Todos liban; y retumba,
A son de música alegre,
El lejano clamoreo
De los nobles y la plebe.
Mas, de súbito, al bullicio
Quietud profunda sucede
Y al regocijo y contento,
El espanto de la muerte.
Es que asoma por las nubes
Y en vuelo tácito y leve
Gira en torno de la plaza
Un hermoso Coraquenque.
Hacia el Príncipe heredero
Vuela el pájaro tres veces,
Y con dos pintadas plumas
Adorna al mozo la frente.
Triste fue la magna fiesta,
Que, a la luz del Sol poniente,
El Monarca ya dormía
En los brazos de la muerte.
La Confesión Del Inca
-«Sol, padre fiel de mis padres,
A ti me acuso contrito:
Oye, y lava mi pecado:
Di veneno al hijo mío».
Dice el Inca; vuelve el paso
A las márgenes del Tingo,
Lava su frente y sus manos,
Y prosigue en alto grito:
-«Dije al Sol mi enorme crimen,
Recibe el crimen, oh río:
Ve, y sepúltale en el fondo
De los mares cristalinos».
Oye al Rey culpable un cuervo,
Y se aleja en raudo giro,
Y por campos y ciudades
Va diciendo en su graznido:
-«(Horror, horror al Monarca!
Es horrendo su delito.
El Monarca es filicida:
Dio mortal veneno al hijo».
Y en la choza y el palacio,
Y en la ciudad y el retiro,
Incansable grazna el cuervo:
-«Dio veneno el Rey al hijo».
-«(Muerte al cuervo, muerte al cuervo!»
Grita el Rey tremante y frío;
Y el negro pájaro muere
De mil flechazos herido.
Mas, de entonces, el Monarca
Vive mudo y pensativo,
Que la voz tenaz del cuervo
Repercute en sus oídos.
La Sombra De Huáscar
En su lecho, prisionero,
Yace Atahualpa dormido;
Mas despierta, se incorpora,
Arrojando al aire un grito.
-«¿Quién me toca con sus manos?
¿Quién me llama con gemidos?
¿Qué visión de los sepulcros
Turba mi sueño tranquilo?»
-«Quien te llama y te despierta,
Quien suspira en tus oídos,
Es Huáscar ¡ay!, es tu hermano,
Es el cadáver del río.
En vano sueñas rescate
Y el real poder antiguo;
De mí piedad no tuviste,
No la tendrán, no, contigo.
A la tierra de los muertos
Pronto irás, bastardo inicuo:
Atahualpa, fui delante
Para enseñarte el camino».
La adusta sombra de Huáscar
Se disipa de improviso;
Atahualpa se estremece
De mortal escalofrío.
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