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jueves, 8 de diciembre de 2011

5495.- ISAAC FELIPE AZOFEIFA


Isaac Felipe Azofeifa Bolaños, (Costa Rica, Heredia, Santo Domingo, 11 de abril de 1909 - San José, 3 de abril de 1997). Es uno de los más importantes intelectuales costarricenses.
Se dedicó a la poesía, a la crítica literaria, a la docencia y a la política y en todos estos campos dejó una huella indeleble e imperecedera. Como poeta, Azofeifa cantó al amor, al erotismo, a la mujer, al dolor del prójimo y a las tribulaciones del mundo. Por eso, se le ha considerado como el poeta más importante del siglo XX en su país. Azofeifa fue además docente, primero en el Liceo de Costa Rica y luego en la Universidad de Costa Rica.

De hidalga estirpe campesina, su obra refleja una fina sensibilidad contemplativa pero apasionada, que alterna el vuelo lírico con su conciencia social. Estilísticamente evolucionó desde el modernismo, sorbiendo de las vanguardias y del postmodernismo hasta conformar su propio verbo.
En 1929 ingresó al Instituto Pedagógico de la Universidad de Chile, donde se recibió como Profesor de Estado en Castellano. Formó parte del grupo vanguardista "Runrunismo" y convivió con poetas como Pablo Neruda, Juvencio Valle, y destacó dentro de sus amistades el poeta chileno Pablo de Rokha.
En 1935 regresó a Costa Rica y dedicó su vida a la literatura, la educación y la política. Creó el Centro de estudios de los problemas nacionales, y la revista Surco. De 1943 hasta su jubilación, fue profesor de literatura en la Universidad de Costa Rica. Desde esta posición introdujo nuevos métodos de enseñanza y discutió el significado y la función de la educación.

Vida literaria
Joaquín Gutiérrez, Isaac Felipe Azofeifa y Fabián Dobles. Pilares de la Literatura Costarricense.
Se estrenó en la literatura tras obtener el segundo lugar en un certamen de El Diario de Costa Rica. Sin embargo habrían de pasar muchos años antes de que publicara su primer libro de poemas, Trunca Unidad (1958). Con el tiempo se sumaron Vigilia en pie de muerte (1962), Canción (1964), Estaciones (1967), Días y territorios (1969), entre otros.
En el campo del ensayo, fue pionero en los estudios de la literatura nacional. También buscó definir las características que definen la identidad del costarricense.
Azofeifa obtuvo importantes distinciones y premios: Académico de la Lengua; Premio Nacional de Poesía, y en 1972 se le concedió el Premio Nacional de Cultura Magón.

Vida política
Políticamente, Azofeifa fue uno de los principales fundadores de la social democracia, destacando entre los fundadores del partido Liberación Nacional, en cuyas filas figuró, siendo embajador en Chile y la Unión Soviética durante los gobiernos de los presidentes Orlich (62-66) y Monge (82-86) y Arias Sanchez (86-87).
En 1989, renuncia al partido Liberación Nacional y funda el Partido del Progreso, por el cual fue candidato a la presidencia de Costa Rica. Posteriormente, junto a disidentes de varios partidos funda el partido Fuerza Democrática, ambos con tendencia de centroizquierda, buscando consolidar una tercera fuerza política que neutralizara el bi-partidismo tradicional costarricense.

Últimos años de vida
En abril de 1996, y cuando revisaba su último poemario Orbita, sufrió un derrame cerebral que lo mantuvo en coma por un año.
Y aunque, “todos los poetas son santos y se van al cielo”, como dice el escritor colombiano Cobo Borda, Isaac Felipe era humilde y declaraba: “El poeta es también un ser ordinario, común, y más semejante que los demás al hombre. Ama, come, duerme y es rencoroso y dulce y también trabaja como los honestos bueyes vencidos para ser útil y quizás por esto recordado”.
Tres fueron sus rutas a lo largo de activos y prolíficos 87 años: la educación, la poesía y la política, entendidas las tres como acciones para mejorar la vida de todas las personas. En los tres campos brilló, supo ser innovador, fiel a su ideario humanista hasta el fin, y un hombre jovial y generoso con visión penetrante de la realidad, sus bellezas y sus injusticias.

Obras Literarias
El Viejo Liceo (1937)
Trunca Unidad (1958)
Vigilia en pie de muerte (1962)
Canción (1964)
Estaciones (1967)
Días y territorios (1969)
Cima del gozo (1974)
Cruce de vía (1982)
Órbita (1996)










No encuentro donde reposar

He sido, soy, seré, posiblemente para siempre
lento, ininteligible, oscuro,
como de espesa sombra, a duras penas, proviniendo,
y aun a veces vago, indeciso,
siempre extraviado,
solo entre cosas extrañas,
y asediado de seres sin nombre todavía y sin lenguaje,
qué, por lo tanto -oídlo, por lo tanto-, nacen
y se alargan huyendo dentro de mí mismo.

Y entonces no encuentro dónde reposar,
ni un rincón en mí, ni una pared
donde escribir mi nombre,
y sin embargo, yo sigo existiendo, y me incorporo
y grito
sin oirme, Isaac Felipe, tres veces, corriendo,
por entre el bosque de hostiles nombres que me rodean
y que me deben, me deberían por siempre, el ahber nacido
tal como definitivamente serán, una vez que haya amanecido
la lenta luz que siempre llega, a duras penas.







SE OYE VENIR LA LLUVIA

La casa de mi infancia es de barro del suelo a la teja,
y de maderas apenas descuajadas, que en otro tiempo obedecieron
hachas y azuelas en los cercanos bosques.
El gran filtro de piedra vierte en ella, tan grande,
su agua de fresca sombra.
Yo amo su silencio, que el fiel reloj del comedor vigila.
Me escondo en los muebles inmensos.
Abro la despensa para asustarme un poco
del tragaluz, que hace oscuros los rincones.
Corro aventuras inauditas cuando entro
en el huerto cerrado que me está prohibido.
En la penumbra de la tarde, que va cayendo lenta
sobre el mundo, el grillo del hogar canta de pronto,
y su estribillo triste riega en el aire quieto,
paz y sueño sabrosos.

Cuando venían las lluvias miraba los largos aguaceros
desde el ancho cajón de las ventanas.
Nunca huele a tierra tanto como esa tarde.
Se oye la lluvia primero en el aire venir como un gigante
que se demora, lento, se detiene y no llega,
y luego, están ahí sus pies sobre las hojas, tamborileando,
rápidos, mojando,
y lavando sus manos deprisa, tan deprisa, los árboles,
el césped, los arroyos,
los alambres, los techos, las canoas.

Pero también su llanto desolado,
su sinrazón de ser triste, su acabarse de pronto,
sin objeto ni adiós,
para siempre en mi infancia, para siempre.

Llueve en mi alma ahora, como entonces.











AL ALBA SIEMPRE

El alba es un camino.
Por el alba se llega a la dulzura.
El aviso general de los gallos abre a la luz las puertas de la tierra.

El aire reparte una casta voz de campanas.
Un trino de pájaro rompe el cristal del cielo y riega
el silencio fresco de la madrugada.
El árbol duerme vuelto hacia sí mismo.
Tú, mi fiel compañía, dices
palabras irreales para salvar el sueño
que se aleja en el agua sutil de la noche.
Despierta tiritando en el vacío
un ángel retardado.
Un fantasma, una sombra, un soplo, nada.
Y amanece.

Vida, mi vida, al alba siempre.








OH, TEMPESTAD DE FORMAS

Oh, tempestad, a dónde, a dónde me conduces, lleno de ti,
girando en el vacío, arrebatado por tu cruel ventura.

Yo quiero descansar, pero me avienta tu pulmón de violencia,
me arrebata tu vértigo, a dónde, a dónde me conduces.

Sobre tu móvil lomo avanzo, retrocedo, giro sobre mí mismo,
todas las cosas que conozco y recuerdo se precipitan en tu vórtice.

Ah, los pequeños animales que ahora están pegados a la tierra,
que tu ímpetu ignoran, tu dominio, tu posesión voraz del hombre.

Esta cima conquisto cada día, esta región de vendavales,
este mundo infinito donde nada subsiste y todo permanece.

Participo de este poder creador de seres, en sí mismo sin límites,
me hundo en la pasión paridora del cosmos, me deseo, me elijo,
desafío, asciendo entre castigos y catástrofes, y en lo alto,
pongo mi libertad, la tuya, la de todos, la del mundo infinito.

Oh, tempestad de formas!
Que la estéril rutina no me encadene a su vil gramática,
a su camino donde las estatuas ya son blancas vacas muertas,
y los paseantes se saludan -qué tal, qué tal-, mientras adulan
el pasado, y escupen juicios hacia el presente sin futuro,
hasta que el día es una alberca de peces muertos y agua inmóvil.

Dame la llama interior, dame la rebelión, dame lo real,
dame la puerta abierta hacia los otros,
dame aceptar activamente,
libremente vivir aún lo que es necesario.
Oh, aventura!

De tus manos espero seguir recibiendo el bien perfecto
de la súbita iluminación del rayo,
de la ilusión que se derrumba como un muro.
Dame vivir heroicamente,
aunque este reto sea tan pequeño que cabe
toda mi libertad en la forma interior de este verso.

Vigilia en pie de muerte, 1962.









YO SOY MI PROPIA PALABRA

Yo soy mi propia palabra.
Yo soy los libros que leo.
Yo soy el pueblo que amo y que está hecho
de miseria y palabras.
Yo soy el mar de palabras y deseos que navego.
¡Oh savia viva, río de sangre, raíz mía!
Yo soy don Quijote soñador, pero también Justo Sánchez, jornalero,
y José Arcadio Buendía, loco de sueños como don Quijote,
pero también Roque Chaves, que me trae
lechugas y naranjas.
Yo soy mi santo civil, García Monge,
pero también Mendoza, mi ladino abogado,
y soy mi Luis de Góngora, lengua de artífice irónico,
pero también José Salvatierra, el albañil.
Y Cortázar, Darío, Asturias, la Mistral, Carmen Lyra,
y Neruda, pero también Antonio Siles, jardinero,
y Unamuno, y Don Ramón del Valle Inclán, pero también
la triste doña Emilce, doméstica, con su vocabulario desusado,
y don Vito el sastre, y Jaime, el vendedor,
y don Jacinto en su tienda,
pero también los sonetos de Julián Marchena,
y los cantos para niños de Carlos Luis,
y la poesía de piedra y lumbre de Mario Picado,
y la cólera cívica de Luis Barahona, que acaban de morir
y ahora hojeo sus libros incorruptibles
en el estanque de otro tiempo.

Yo soy mi propia palabra.
Herramienta de trabajo de Isaac Felipe, obrero
de la lengua castellana, torcidos los renglones,
y atareado de versos, lector sin hora de descanso,
que cada amanecer sale a cazar metáforas semidormidas
como un furtivo ladrón de estrellas poéticas
y compone el poema escuchándose como músico
y a veces también pide silencio universal
como si estuviera ayudándole a Dios
a crear una nueva criatura
con trabajo digno de alegría y justo descanso,
como acabo ahora, cuando amanece, este poema, y digo que
entero, como persona,
el hombre está en su palabra.
El mundo se aclara y forma
si el hombre da su palabra.
Tiene dignidad de hombre
el hombre por su palabra.
La mentira le corrompe
si no enfrenta su palabra.
Dada en falso, le descubre,
sin hombredad, su palabra.
Tuvo el mundo su principio
en una sola palabra.
Y crea la patria humana
el hombre, con su palabra.

Ensayo sobre la palabra (en seis discursos líricos), 1988.

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