Lydda Franco Farías (Sierra de San Luis, estado Falcón, VENEZUELA, 1943, fallece en 2004). Publicó, entre otros: Poemas circunstanciales (1965), Primer Premio en el Concurso Literario del Ateneo de Coro; Edad de los grandes ataúdes (1977); Summarius, prosa poética (1985); Recordar a los dormidos (1994); Descalabros en obertura mientras ejercito mi coartada (1994), con el cual gana el Premio Regional de Literatura Jesús Enrique Losada, Mención Poesía, otorgado por la Gobernación del estado Zulia; Bolero a media luz (1994); Una (1998); Antología Poética (2002). Falleció en 2004, dejando cinco de sus obras inéditas.
de Poemas circunstanciales (1965)
No nací para ocupar un espacio y nada más.
Ignoro cuál será mi participación.
Me tocó ser mujer y no me quejo,
me tocó caer en la humedad del tiempo,
en la inhóspita sequedad de los caminos
pero aquí me quedo
entre escombros y desperdicios.
Destruyan mi epidermis resentida,
despedacen mis sueños, mi alegría,
aniquílenme
mas no pretendan sancionarme
porque un día aparecí sobre la tierra
y tuve voz y grité
y tuve fronteras y no quise despertar sin ellas
y tuve armas y allí están
perfiladas, inmóviles, ariscas.
de Las armas blancas (1969)
comienza mi poema para nadie porque nadie es la absolución
todos llevan parches oscuros
aquí las cosas no suceden se dicen con naturalidad
esta gente tiene la piel de las victorias pasadas no asimila
esta gente feliz sueña con héroes de la independencia
en esta ciudad nadie mata
música suave franquea la distancia
salmo profundo flota en lo más alto
es la vigilia del poeta que sueña
gato agazapado en la oscuridad
aspiro a la otra orilla
esta orgía de cuerdas es un cerco continuo
en verdad no me lamento
en alguna parte la vida sale de su retiro
evaporando fantasmas de la víspera
en alguna parte no aquí esta gente es feliz
de Una (1985)
lisa y llanamente abre los ojos
se coloca la máscara del día
las zapatillas de rondar sobre el abismo
las pestañas de ir a los oficios
las alas de volar hasta la fábrica
a marcar la tarjeta que computa
la no vida
he aquí esta mujer lívida como un fantasma
real como una espina o una piedra
que menstrúa
que copula
y se vale de ciertos artificios
como teñirse los cabellos
ponerse sombras en los párpados
sacarle brillo al piso
brillo a la soledad
brillo a la parcela de aliento
que guarda en los cartílagos
en la marejada del corazón
en la penumbra de los sueños
donde a veces relampaguea
la dormida tenaza
guijarro contra espejo
preñez a contracielo
(la rabia de tener que lavar los mismos platos)
escucha ruidos que le vienen de adentro
fascinada por la comprobación
he aquí que esta mujer despierta
alarga la mirada sobre el mundo
y el mundo se retrae abatido
por un inminente apocalipsis
para ti soy tal vez una huera mujer
con el cabello levemente despeinado
digna de un cuadro renacentista
o de un ardiente cumplido o de un piropo
(dicho como el azar/con rebuscada elegancia)
de sobra sabes que me avergüenzo
de ese otro ser que me esquilma
y me avasalla
de repetir hasta borrarme
el gesto heredado de pálidas
enhiestas
amas de casa remotísimas
pero ciertamente hay un rótulo en la sangre
una danza del vientre
una marca rotunda
ten en cuenta muchacho de las cavernas
que he ido ganando el derecho
a perder de igual a igual el paraíso
la paciencia
a compartir la cama
el santo y seña
el mundo
fifty fifty
o no hay trato
vete acostumbrando hombre voraz
mujer no es sólo receptáculo
flor que se arranca
y herida va a doblarse en el florero
al fondo de la repisa
entre santos y candelabros y trastos de cocina
una mujer es una mujer más sus uñas y sus dientes
lo siento caballero de la brillante armadura
aquella doncella rompió el molde
creció
mientras dormía me crecieron alas
al principio ni yo misma lo creí
hice cálculos sobre las ventajas y desventajas
de este suceso inesperado
decidí ensayar un vuelo corto
tropecé contra los vidrios de las ventanas
no me di por vencida
llegué a libélula
fui uno que otro pájaro
ave de rapiña
mi ambición no tuvo fronteras
fui escalando jerarquías hasta agotarlas todas
ahora soy un ángel
y me aburro
de Recordar a los dormidos (1994)
rasgo las vestiduras
me desprendo de lo suntuario
esta muerte holgada
y esta vida indecente
y traslúcida
vuelvo a soñar que sigo despierta
en el sueño
cierran con llaves maestras
el paso del río
despierta
en el sueño
de Bolero a media luz (1994)
si soy el capricornio
algo de cabra he de tener
si vengo de la neblina
de la roca caliza
del haitón donde el eco avaricia
el hilo de voz que no devuelve
si desnuda me bañé en los canjilones
si la montaña sigue allí
algo de sombra me quita
si sigo de pie atolondrada y renuente
si me revuelco en la sed
si tanteo buscando húmedas sílabas
y doy con párpados de invierno
es alucinación de los sentidos
si en cambio
un deseo vehemente me solicita
es que caerá sobre mí
un aguacero imprevisto
que me volví duende
que me fui viniendo por el río que se iba
estás en el fondo y en los bordes
en el salto que no doy
donde comienzo a ser
este grito y esta lluvia
callada no hago peso
desnuda estoy a salvo
lo digo ante el espejo
se lo digo a tu silencio
de Descalabros en obertura mientras ejercito mi coartada (1994)
se desprende
un candor de pulseras
una deforestación
de rubíes
nunca estuvo la sangre
tan tijera
si me llaman
digan que no encuentro los pies
que el reloj se detuvo
que fui tras el rastro
de una quemadura en mi ombligo
que morí de mal parto
que me soñaron
que me seguiré pesadilla
y mala sombra
De Estantes (1994)
el desierto está ahí pero sin dios
encaja perfectamente
en el túnel que somos
De Aracné (2000)
Persevero
en mi mosca
yo
mínima bestia
amancebada
tejer en el vacío
es desprenderse de uno mismo
caer en el vacío
es recuperar el revés
lo que encandila
sólo si el cuerpo astral es removido
al precipicio iluminado de la tela
se abre murmurante el espectáculo
el orden plural de otra vigilia
el cuerpo
teje otro compás
desoído
la araña hace gala de su industria
participa de las acechanzas
ensimismada y precisa
al margen
se mece
de espaldas
en vilo
sonámbula
insiste
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