Alberto Jesús Laiseca es un escritor Argentino nacido en 1941 en Rosario. A poco de su nacimiento los padres se trasladan a Camilo Aldao, localidad al sur de la provincia de Córdoba donde transcurre su infancia y adolescencia. Esta última etapa en la vida familiar está profundamente parcada por la muerte de su madre y por una relación conflictiva con el padre.
En 1976 "Editorial Corregidor", de Buenos Aires (Argentina) publicó su primera novela, "Su turno para morir". Recién después de varios años, en 1982, Editorial Sudamericana, de Buenos Aires, publica su segunda novela "Aventuras de un novelista atonal". Ese mismo año, se publicó también su primer libro de cuentos "Matando enanos a garrotazos". En 1985, después de desempeñar distintos trabajos, entre ellos el de operario de la empresa telefónica estatal Entel, comienza a trabajar como corrector de galeras en el diario La Razón. En adelante, realizará también notas y comentarios bibliográficos para diarios y revistas. 1987: Publica "Poemas chinos", su único libro de poesía hasta el momento. En 1989 la editorial Emecé de Buenos Aires publica la novela "La hija de Kheops". 1990: Aparece en Buenos Aires la novela "La mujer en la muralla" (Tusquets Editores). En 1991 la editorial rosarina Beatriz Viterbo publica el ensayo "Por favor, ¡plágienme!". Recibe la Beca Guggenheim. 1993: Editorial Planeta publica la novela "El jardín de las máquinas parlantes". En 1998 aparece la novela "Los sorias" (en plural y con minúscula). Esa primera edición, publicada por la editorial Simurg, consta de 350 ejemplares de más de 1.400 páginas cuya venta se realiza por suscripción (¿dato verdadero?). 1999: Tusquets Editores publica la novela "El gusano máximo de la vida misma". En el año 2001 se publica el libro de cuentos "En sueños he llorado" (Fundación Municipal de Cultura, Ayuntamiento de Cádiz, España). 2002: Aparece en Buenos Aires "Gracias Chanchúbelo", libro de cuentos publicado por la editorial Simurg. En octubre, comienza a realizar su ciclo "Cuentos de terror", emitido por el canal de cable I-Sat. Allí narra y reinterpreta cuentos clásicos del género. 2003: Interzona Editora, de Buenos Aires, publica la novela "Las aventuras del profesor Eusebio Filigranati". 2004: La editorial Interzona publica el libro y el video "Cuentos de terror", una recopilación de los cuentos leídos por Laiseca en su programa de I-Sat. Se publica en Buenos Aires la novela "Beber en rojo" (Grupo Editor Altamira). Recibe el premio otorgado por la Fundación Kónex, diploma al mérito, en el rubro Novela: quinquenio 1999-2003. La editorial Gárgola reedita "Los Sorias" (con mayúscula pero por error interpretativo de los editores). El programa "Cuentos de terror" recibe el premio Martín Fierro a la producción en cable 2003, en el rubro "Cultural/Educativo". Recientemente se hizo un poco más conocido para el público general, cuando condujo un ciclo de cuentos de terror en el canal de cable argentino I-SAT. En este ciclo, con episodios de cinco minutos, él aparece sentado, fumando, con su gran mostacho, y cuenta algún cuento de Poe, de Lovecraft, o de otro maestro del terror. Su obra literaria es extensa. En 2005 se reeditó su gigantesco libro, "Los Soria" (parece que editan los libros, pero no nos leen).
Aventuras de un novelista atonal es un libro compuesto por dos cuentos; el primero, que le da nombre al libro, narra las aventuras de un novelista con la misión de escribir y publicar la primera novela atonal. El segundo cuento, La epopeya del rey Teobaldo, es atravesado por un clima onírico, y tiene, según su autor, un sentido vinculado a la destrucción del lenguaje. (Por favor editar esta parte porque me parece que no es así).
Bibliografía
Su turno para morir (1976)
Matando enanos a garrotazos (1982)
Aventuras de un novelista atonal (1982)
Poemas chinos (1987)
La hija de Kheops (1989)
La mujer en la muralla (1990)
Por favor ¡plágienme! (1991)
El jardín de las máquinas parlantes (1993)
Los sorias (1998)
El gusano máximo de la vida misma (1999)
Las cuatro Torres de Babel
El Artista (2010)
La Gran Muralla
No es su costumbre,
pero la garza amarilla desplegó sus alas
e inició anoche un vuelo nocturno.
No es frecuente en China;
pero a veces ocurre que alguien desarma
Despedida flotante
Hace once años que partiste.
Nadie toca ese laúd pintado de rojo
pero yo todavía escucho su despedida flotante.
Los caballos pasaron ayer frente a la casa donde vivo;
sin embargo, el coral aún tintinea sobre mi mesa.
La tarde no ha terminado
y el campesino sigue empeñado en el arrozal.
Ni la más severa disciplina logró dispersar la niebla de la mañana,
que conservo en el hueco de mi mano.
Yang Ch'eng. Dinastía T'ang.
El rey Ch'in quema libros y contruye murallas
El rey Ch'in quema libros y contruye murallas;
pero la nieve de las cuatro montañas aún no se ha fundido,
pese al estío.
El rey Ch'in lleva un trozo de jade desde su nacimiento;
pero entre los cañaverales una mujer ha parido.
El rey Ch'in ha escrito la Historia, con finos caracteres,
sobre papel de arroz;
pero Confucio dijo: "Odio el color púrpura
porque se confunde con el color rojo".
Los emperadores Yao y Shun, sonríen.
Yen Ts'anglang. Dinastía Ch'i.
El recuerdo de tu sonrisa
El rocío aumenta el peso de mi túnica.
El sueño danza lejos de mí
ignorando la entrada que le proponen mis ojos.
Sin embargo es preciso que descanse esta noche,
pues mañana deberé cruzar ese desierto de bambúes de arena.
Casi no tengo agua,
pero el recuerdo de tu sonrisa
puede cambiar la desesperación y el destino.
Cho Tang. Dinastía Chin.
Ayer, no estabas
Oigo la abominable música de Cheng.
Su disonancia convierte mi alma en Reinos Combatientes.
No es música del cielo ni del mundo terrenal.
Detesto la pintura de Foh,
porque sus masas intencionalmente mal balanceadas
arrojan a un Mundo Amarillo.
Veo huecos fundidos
que con insolencia arguyen contra las formas.
Maldigo los excecrables poemas de Tut,
porque dan bríos al puñado de arena del centro del oasis;
así, la mancha en la cosecha crece
hasta tomar dimensiones gigantescas
y la pasta del fondo adquiere magisterio sobre el agua clara.
Ayer, no estabas.
Chung Tshia. Ducado de Ts'in.
El crecimiento de las grandes aguas
Por ti me he vuelto extravagante
como un diablo extranjero.
Miro tus ojos y veo florestas oscuras con algo de amarillo.
Senos infantiles pero de inmensos vértices;
pies diminutos y perfectos.
Entre tus piernas una pequeña Diosa China desnuda.
Cuán clamoroso el brote de bambú,
el marfil rosado,
con que la deidad se corona
como atributo divino.
Me fascina tu pelo negro
sobre la convulsión marrón de los tapices.
Pero Grandes Oídos captan el roce de los dedos
antes de que éstos lleguen a tocar la piel.
Te miro en público y mi corrección se altera.
Sé demasiado bien que múltiples ojos lo registran,
mientras las verdes aguas de la vergüenza
amenazan tragarnos.
No comprendo por qué,
a causa de mi condición femenina,
y de tu Origen Celestial,
sería mal visto si dijese
que eres encantadora.
Poema escrito por una cortesana desconocida
del palacio de Nancia a la Reina.
Bajando el opuesto
Insinúas con tu actitud
que mi excesivo interés te inspira rechazo.
Pero el movimiento es siempre un punto de vista.
Yo digo que es la terraza la que baja su vuelo
alejándose de la grulla.
Tsé Fung Tsi - Reino de Chou
Ayer, no estabas
Oigo la abominable música de Cheng.
Su disonancia convierte mi alma en Reinos Combatientes.
No es música del cielo ni del mundo terrenal.
Detesto la pintura de Foh,
porque sus masas intencionalmente mal balanceadas
arrojan a un Mundo Amarillo.
Veo huecos fundidos
que con insolencia arguyen contra las formas.
Maldigo los excecrables poemas de Tut,
porque dan bríos al puñado de arena del centro del oasis;
así, la mancha en la cosecha crece
hasta tomar dimensiones gigantescas
y la pasta del fondo adquiere magisterio sobre el agua clara.
Ayer, no estabas.
Chung Tshia - Ducado de Ts'in
En aguas bajas
Mis poemas antes tenían
toda la profundidad de la superficie.
Ahora tienen toda la superficialidad
de lo profundo.
Yo sé de la molicie que espera en las aguas bajas.
Shen Chin - Dinastía Wei
No es frecuente en China;
pero a veces ocurre que alguien desarma
la Gran Muralla
para que el corazón quede expuesto
y pueda volver a amar.
Yuan Ho. Dinastía Han.
para que el corazón quede expuesto
y pueda volver a amar.
Yuan Ho. Dinastía Han.
Despedida flotante
Hace once años que partiste.
Nadie toca ese laúd pintado de rojo
pero yo todavía escucho su despedida flotante.
Los caballos pasaron ayer frente a la casa donde vivo;
sin embargo, el coral aún tintinea sobre mi mesa.
La tarde no ha terminado
y el campesino sigue empeñado en el arrozal.
Ni la más severa disciplina logró dispersar la niebla de la mañana,
que conservo en el hueco de mi mano.
Yang Ch'eng. Dinastía T'ang.
El rey Ch'in quema libros y contruye murallas
El rey Ch'in quema libros y contruye murallas;
pero la nieve de las cuatro montañas aún no se ha fundido,
pese al estío.
El rey Ch'in lleva un trozo de jade desde su nacimiento;
pero entre los cañaverales una mujer ha parido.
El rey Ch'in ha escrito la Historia, con finos caracteres,
sobre papel de arroz;
pero Confucio dijo: "Odio el color púrpura
porque se confunde con el color rojo".
Los emperadores Yao y Shun, sonríen.
Yen Ts'anglang. Dinastía Ch'i.
El recuerdo de tu sonrisa
El rocío aumenta el peso de mi túnica.
El sueño danza lejos de mí
ignorando la entrada que le proponen mis ojos.
Sin embargo es preciso que descanse esta noche,
pues mañana deberé cruzar ese desierto de bambúes de arena.
Casi no tengo agua,
pero el recuerdo de tu sonrisa
puede cambiar la desesperación y el destino.
Cho Tang. Dinastía Chin.
Ayer, no estabas
Oigo la abominable música de Cheng.
Su disonancia convierte mi alma en Reinos Combatientes.
No es música del cielo ni del mundo terrenal.
Detesto la pintura de Foh,
porque sus masas intencionalmente mal balanceadas
arrojan a un Mundo Amarillo.
Veo huecos fundidos
que con insolencia arguyen contra las formas.
Maldigo los excecrables poemas de Tut,
porque dan bríos al puñado de arena del centro del oasis;
así, la mancha en la cosecha crece
hasta tomar dimensiones gigantescas
y la pasta del fondo adquiere magisterio sobre el agua clara.
Ayer, no estabas.
Chung Tshia. Ducado de Ts'in.
El crecimiento de las grandes aguas
Por ti me he vuelto extravagante
como un diablo extranjero.
Miro tus ojos y veo florestas oscuras con algo de amarillo.
Senos infantiles pero de inmensos vértices;
pies diminutos y perfectos.
Entre tus piernas una pequeña Diosa China desnuda.
Cuán clamoroso el brote de bambú,
el marfil rosado,
con que la deidad se corona
como atributo divino.
Me fascina tu pelo negro
sobre la convulsión marrón de los tapices.
Pero Grandes Oídos captan el roce de los dedos
antes de que éstos lleguen a tocar la piel.
Te miro en público y mi corrección se altera.
Sé demasiado bien que múltiples ojos lo registran,
mientras las verdes aguas de la vergüenza
amenazan tragarnos.
No comprendo por qué,
a causa de mi condición femenina,
y de tu Origen Celestial,
sería mal visto si dijese
que eres encantadora.
Poema escrito por una cortesana desconocida
del palacio de Nancia a la Reina.
Bajando el opuesto
Insinúas con tu actitud
que mi excesivo interés te inspira rechazo.
Pero el movimiento es siempre un punto de vista.
Yo digo que es la terraza la que baja su vuelo
alejándose de la grulla.
Tsé Fung Tsi - Reino de Chou
Ayer, no estabas
Oigo la abominable música de Cheng.
Su disonancia convierte mi alma en Reinos Combatientes.
No es música del cielo ni del mundo terrenal.
Detesto la pintura de Foh,
porque sus masas intencionalmente mal balanceadas
arrojan a un Mundo Amarillo.
Veo huecos fundidos
que con insolencia arguyen contra las formas.
Maldigo los excecrables poemas de Tut,
porque dan bríos al puñado de arena del centro del oasis;
así, la mancha en la cosecha crece
hasta tomar dimensiones gigantescas
y la pasta del fondo adquiere magisterio sobre el agua clara.
Ayer, no estabas.
Chung Tshia - Ducado de Ts'in
En aguas bajas
Mis poemas antes tenían
toda la profundidad de la superficie.
Ahora tienen toda la superficialidad
de lo profundo.
Yo sé de la molicie que espera en las aguas bajas.
Shen Chin - Dinastía Wei
DE POEMAS CHINOS
de Poemas chinos, 1987.
de Poemas chinos, 1987.