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lunes, 7 de noviembre de 2011
5271.- VÍCTOR HUGO CÁRDENAS
Víctor Hugo Cárdenas (Castro, Chiloé, 25 de agosto de 1962). Uno de los jóvenes poetas olvidados de Chile, ausente del marketing, de los premios gubernamentales y la crítica.
DOMITILA
El río Gamboa se lleva todas las caricias de esas estaciones
Los palafitos se azotan en medio de la historia
como balsas ancladas a las anchuras del tiempo
pedazos de madera que transcurren en las lluvias a las generaciones
que se extienden hasta lo profundo del mar y de nuestras raíces
allí contemplé tu rostro que se alza en las costas
(mi estrella de Belén)
porque tú enloqueces los mares
y los cardúmenes llenan los botes de esos pescadores de esperanzas.
Porque tú revientas la noche cada tarde
deschampas y das vuelta la tierra
en ese largo sueño
que hace el arado dentro de tus ojos
por eso pienso
en esos almácigos llenos de yocos
como lunas guardadas para una minga en todo Chiloé.
Tú eres ese amor alrededor de un mate que da vueltas y vueltas
como una ronda en los chalupones del puerto.
Porque tú eres más bella que la estrella de Belén.
Escucho el invierno venir y bañarte en tu danza de viento y lluvia
escucho venir a los chonos desde el mar
a regresar a sus tierras
sus presurosas dalcas navegando en los fuertes y largos años
para llegar al presente a regar y construir sus esperanzas
escucho tu canto mujer
en este archipiélago que bate sus alas mitológicas
y que despierta a las voladoras y a los traucos
escucho mujer
esa paz que siembra curantos y prepara el thropón
y en donde estamos todos
porque el amor es un reitimiento que sale de tus ojos.
En Antología Poética Aumen
Construye en este poemario un espacio enteramente chilote, con todo el mestizaje y toda su cultura. En este libro están los traucos inolvidables, los camahuetos, la Pincoya que muestra sus piernas al mundo; el joven Jote, ese pájaro con el cual volaba en su niñez de Nercón, donde su padre construía utopías en el viento, los Veliches, Chonos, Españoles de todas las partes de su ejercicio de dominio metafísico; ahí están las dalcas, esos pequeños botes que eran capaces de llevar a sus antepasados a Punta Arenas o la Ciudad de los Césares. Es decir, pura fabulación, pura historia construída en los márgenes de la inteligencia y el miedo.
Las Dalcas de este poeta son los helicópteros de Pedro Ñancupel, los viejos aviones hechos de los cipreses de su estirpe. De repente, aparece una Ñata, una abuela en Villa Francia, sin que él lo sepa. Por todos sus ríos se respira libertad y ausencia. Este poeta es amigo de los imbunches, donde hay huellas de pájaros que se repiten, y donde queda el alma de Dios, nos dice en este libro lleno de fantasmagorías de la patria chilota.
Víctor Hugo Cárdenas es un poeta de la lluvia; cuando el lector ingresa a este libro ve caer granizos, la lluvia de Chiloé en todo su apogeo. El poeta dice que los turistas que observan su país ancestral miran las postales que ellos construyen en sus cámaras fotográficas. El poeta vuela como un ave sobre los atardeceres de su infancia. De repente hay llanto, el mismo sentimiento que embargó a los extranjeros cuando llegaron a esa isla mágica.
Contemporáneo de Nelson Torres, Mario García, Héctor Véliz, Rosabetty Muñoz perteneció al Grupo "Aumen" (eco de la montaña, en el idioma Huilliche) que formaron Carlos Alberto Trujillo y Renato Cárdenas en 1975 en la capital del archipiélago.
La propuesta de Víctor Hugo Cárdenas es que hay un tiempo mítico, un breve lugar donde los intelectuales sueñan, los poetas inventan ríos, los profesores también sueñan pero con un tiempo que fue; los pescadores recrean el pasado y dibujan en el agua, los agricultores sueñan en los bosques y esperan que pase La Voladora y La Fiura sobre los mañíos, mientras escuchan a los zorzales y tordos.
Hoy es el vuelo de las hortalizas, de los duendes, de los repollos y donde el surazo deja sus raíces y muere despresado por el hambre. Otro mundo, la cultura chilota está arrinconada. Otros líderes, los "viejos ya se fueron", los palafitos son como una nube que está detenida en el tiempo.
Poesía del mestizaje la de este poeta. Por sus páginas está la cosmovisión Veliche, Chona, Española. Nunca Bernardo O"Higgins entró a estos territorios, tampoco los chilenos. Sólo el viento, dicen sus poetas.
Víctor Hugo Cárdenas construye ángeles que cabalgan en Ancud, Castro, Chonchi, junto a sus abuelos, amigos de infancia que dan cuenta de una realidad literaria poco difundida en tiempos actuales.
Autor de "El juego de la Oca" (1977); "Treca treca peñi" (1986); "Entre la playa y el mar" (1988); "Las dalcas sobre la arena" (2005). Actualmente es profesor de literatura en la comuna de Maipú, en Santiago de Chile.
Por Aristóteles España
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Los frailes jesuitas buscaban
Los frailes jesuitas buscaban
la ciudad de cipreses y alerces
inmensamente rica en oraciones
muchos cristos cultivaban el oro sin aleaciones malévolas.
Eran grandes vetas de almas relucientes
que desde la dalcas benditas se podían avistar.
Los frailes jesuitas siempre se bendecían
a sí mismo por su tesón
sumergiéndose una y otra vez en su propia fe.
Desde los turbios bosques de lluvias indómitas
vieron entre los relámpagos relucir
rostros de indias llenas de poesía salvaje.
Los frailes querían rezar de rodillas
en medio de las calles y edificios
que navegaban en las crónicas
como oro pulido por los ángeles
pero sólo Dios abre las puertas de la Ciudad de los Césares.
Pocos cipreses y alerces todavía se ven
atravesando como milagros
de lado a lado
el cielo que vemos en nuestros horizontes.
en El eco de los trieles, 2005
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Poesía de Víctor Hugo Cárdenas
El eco de los trieles
Por Sergio Ojeda Barías
Santiago, octubre de 2005.-
Víctor Hugo Cárdenas, poeta nacido en Castro, Chiloé, el año que Chile celebraba un mundial de fútbol (1962), nos provoca hoy con una nueva entrega poética.
Cárdenas hombre del sur estremece con su lenguaje sonoro, lleno de palabras que rememoran y trasladan hacia los parajes del sur del planeta.
El poeta ha publicado anteriormente “El juego de la oca” (1977), “Entre la playa y el mar” (1998) y “Las Dalcas bajo la arena” (2002), este último bajo el mismo sello editorial que hoy cobija su nueva creación.
Hablar un poco de la biografía de Cárdenas permite acercarse a su obra y a algunas claves que debemos tomar en cuenta. Víctor Hugo pertenece a una generación de poetas chilotes que ha dejado huella en las letras nacionales. Sus inicios literarios se remontan al recordado taller literario que fundara por allá por 1975 el también poeta castreño, Carlos Trujillo.
Este taller, nacido en los años oscuros de la historia reciente del país, generó a través de la lectura, el estudio y el compromiso poético una verdadera escuela de poesía que me atrevería decir es única en la experiencia literaria, herederos de Aumen son Carlos Truijillo, Aristóteles España, Mario García, Sergio Mansilla y Rosabetty Muñoz, entre otros; todos ellos reconocidos y laureados escritores.
Cárdenas pertenece a esta tribu y se nota. Existe en sus textos una sonoridad y una mirada que denota su tránsito por Aumen. Su voz poética es fuerte, el verso largo y torrentoso nos evoca la lluvia, el bosque, el olor a madera, la costa. Un peregrinaje por los temas del hombre y de la vida que se enmarcan un una estética del vivir.
En El eco de los trieles nos encontramos con dos libros, dos tiempos, dos aperturas, dos puertas que se abren para mostrarnos qué quiere decir el poeta.
La primera puerta es Treca Treca peñi. De justicia habría que decir que el poeta salda una vieja deuda pues estos textos habían sido publicados en edición artesanal hace unos años atrás.
Llama la atención que se construya un universo poético con la experiencia de trabajo de Cárdenas como profesor en la Misión de la localidad de San Juan de la Costa. Es una poesía que toma lo étnico, pero esta vez con los ojos de un afuerino, que toma partido y narra las vivencias del pueblo mapuche, en su formación escolar, en sus temores y angustias, así nos dice:
“Cuando se murió el peñi
el padre Nivardo rezó con los mapuches.
Asaltó el cielo para que se abriera la puerta…”
De entrada nos ubica en el contexto, es una poesía que habla de algo, que tiene una historia y que sostiene en un lugar, en una geografía tanto del cuerpo como del alma.
Dios en medio de los mapuches, una tradición que aplasta, o quizás un convenio después de tantos años de enfrentamiento.
Las imágenes poéticas se pueblan de palabras como lluvias, pájaros, bosques, huellas y tierra. En el plano estético estas palabras junto a otras conforman una sonoridad que construye un ritmo potente y sostenido. Hay un decir de las cosas que atraviesa el texto, un ejemplo de esto lo encontramos en el poema “Nguillatún para el silencio en Misión San Juan de la Costa”
“Abierto a todos los vientos
el mal augurio es una enredadera
como un remolino de polvo misionero
en los caminos donde han pasado los ángeles,
los pensamientos se despeinan hasta perder las huellas
y la sequía de nuestras palabras solicita lluvias
del agua más linda que riega Dios”.
Y es así como la vivencia se vuelve poema y se expresa en un decir y un contar de los sucesos. Todo esto al servicio del canto poético que busca situarnos en la miseria de los niños y habitantes de la zona, que reciben la gracia de un Dios que se acordó de ellos. O más bien de un Dios que dentro de una agenda muy apretada destinó parte de su quehacer para educar y enrielar a estos hombres de la tierra que ha costado tanto poner en vereda.
Cárdenas lo logra sin ser miembro de la etnia, sin lágrima, ni postura. Hay que agregar que estos versos fueron escritos mucho antes que se iniciara un verdadero boom de la poesía de raíces étnicas en Chile.
San Juan de la Costa se nos transforma en el alma del libro, es un trozo de mundo que se nos aparece. Un lugar del cual no conocemos ni siquiera sus puntos cardinales.
Y dice:
“Sobre estos cerros de San Juan de la Costa,
el silencio rueda como un zuncho,
bajando siempre desde la cima
(nunca subiendo)
se queda en las puertas de la casas,
donde golpea impaciente,
esperando que salga, tal vez,
un día domingo con ojos de apóstol,
o una melena larga de rosarios
que deje entreabierta la esperanza
y desflore lentamente con sus rezos
la impaciencia que se cuaja”.
También nos queda en los oídos el Treca Treca, este deambular de lugar en lugar buscando algo. Ese tramite de oficina en oficina, perdiendo la esperanza. Trecar parece convertirse en esa búsqueda que cansa, que fatiga, pero que se hace desde la dignidad, desde el territorio que aun late en las venas.
La segunda puerta que nos abre el poeta es el Eco de los trieles. Ya ha transcurrido un tiempo el poeta se ha trasladado a Santiago. Los textos siguen anclados en el sur, la ciudad aparece tangencialmente. Es una voz que habla desde otro lugar, que se hace a cargo de la sonoridad de la cual hablábamos antes.
Cárdenas parece estar de paso por la urbe. Sus textos siguen en la isla, al sur del mundo.
Lo expresa y lo canta a través de estos pájaros, los tríeles, que anuncian la llegada de los visitantes:
“No escuché más a los tríeles cantar.
Los chucaos en las quebradas silencian sus presagios.
Las gaviotas se hunden en la arena de la playa
Con sus picos submarinos.
La huerta detiene su crecimiento
Y las raíces anudan sus respiraciones”
Las motivaciones mantienen su rumbo. Dios aparece con su presencia sonora y omnipresente, las contradicciones de la vida y la muerte. El intenso pasar de las cosas. Cárdenas mira, declama, y en algunos casos denuncia:
Dice:
“La gran pala de dios llena el tiempo vacío
Y arroja las horas para los milagros.”
Los poemas tienen lugares y temáticas y en algunos casos se instalan en la ciudad y en los avatares de la vida del Chile de principios de siglo XXI
“Esa ciudad
donde nuestra sed se bebe
y el tiempo resbaladizo nos hace árbol
(de una vereda a otra)…”
El eco que van trazando los tríeles se configuran como un coro poema tras poema. Esta vez no hay un sitio con San Juan de la Costa; en este caso el territorio es la palabra y las cosas que van constituyendo el mundo de vida del poeta. Es bueno encontrar poemas que tengan títulos y temas. A veces en la búsqueda experimental la poesía pierde sonoridad, río profundo, se convierte en juego de palabras en el que el fin último es la vanidad del escritor.
Con esto quiero decir que Cárdenas se instala desde la simpleza, entiende que la poesía no es un ejercicio de inteligencia, porque sin en rigor existe una inteligencia a la hora de escribir poesía, esta tiene que ver con el texto, con su justificación. Que nada explique lo que la poesía dice por sí misma.
Y que nos diga como en “Medito detrás de la arboleda”:
“He llegado silencioso
De a pedacitos al rompecabezas tuyo
Que camina sin cabeza al lado mío
Que no tiene lado tuyo”.
Esa es la apuesta de este libro. Decir cosas, escribir poemas sobre lo que sucede. Después de haber leído tantos experimentos e intentos, me quedo con los poemas que me cuentan cosas, me dejan imágenes y sonidos.
Esta opción tiene sus riesgos, pero a la vez nos deja un sabor a poesía que es difícil de olvidar.
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