Eugenio Frutos
Guareña, BADAJOZ 1903-Zaragoza, 1979.
Eugenio Frutos Cortés nació en Guareña y, tras realizar el Bachillerato en Don Benito (Badajoz), inicia en 1921 sus estudios universitarios de Filosofía y Letras en la Universidad Central de Madrid, donde obtuvo el Grado de Licenciatura con Premio Extraordinario en 1925.
A partir del curso 1925-26 se dedicó a la docencia, primero en Institutos de Segunda Enseñanza de Manresa, Cáceres, Barcelona y Zaragoza; en esta última ciudad pasó a la Universidad, donde ejerció como catedrático desde 1951 hasta su jubilación, en 1973.
Su estancia en Madrid durante los años veinte, le permitió conocer las tendencias de vanguardia. Aparte de su paso por la Universidad, como estudiante de Filosofía y Letras, se movió entre lugares como la Residencia de Estudiantes (donde impartió un curso de lengua y literatura españolas para extranjeros), el Centro de Estudios Históricos o el Ateneo, importantísimos focos de cultura en el Madrid de la época.
Durante estos años se relacionó con miembros de la Generación del 27, como demuestra de manera decisiva su participación en el homenaje a Góngora, con un texto poético (el Romance de los dos molinos) incluido en el número homenaje que la revista Litoral dedicó al poeta cordobés.
Aparte del poema homenaje a Góngora, primero publicado por el extremeño, durante años sólo fue posible conocer publicados otro largo poema, La viña destruida (1956), y un breve texto dramático, Loa de los dones reales (1957), así como una colección de poemas, La sombra revelada (1945), aparecida en una revista zaragozana. Será necesario llegar a la jubilación académica de Frutos, en 1974, para encontrar una antología de su obra, publicada en Zaragoza.
Más adelante, la muerte de Frutos parece despertar el afán por el conocimiento de su obra; así, en 1980 aparece un nuevo libro, Políptico de Cáceres y otros poemas, en esta ciudad que le acogió durante casi una década.
En 1988, sale a la luz la edición de Dictado de amor, bellísimo poemario al que sigue, dos años más tarde, una amplia antología, Prisma y otros asedios a la vanguardia.
Este libro incluye, completo, el texto Prisma, dividido en cuatro secciones (Jazz Band, Contorno, La forma desnuda y La forma encantada) cuyos títulos ilustran significativamente las diferentes preocupaciones estilísticas del momento en que se componen; aparecen también selecciones de Poemas Transreales, Vaivén del Tiempo, Aventuras verosímiles e inverosímiles, El desgravitado, y Estudios arbitrarios, así como Tres reflexiones críticas. Los textos, inéditos casi en su totalidad, y generalmente reelaborados, abarcan un periodo cronológico entre 1925 y 1938.
Eugenio Frutos llegó a Madrid en 1921, en plena ebullición del movimiento Ultra. Está claro que ese ambiente cultural influye poderosamente en los poemas que escribe durante esos años. En Prisma es fácil observar la influencia del Ultraísmo, en particular de los libros ultraístas de Gerardo Diego, como el propio Frutos reconoció.
Ya el título, Prisma, recuerda a Imagen. ¿Qué es un prisma? una figura geométrica que, en óptica se utiliza para producir la reflexión, refracción y descomposición de la luz, y que de un modo figurado, expresa la posibilidad de mirar algo desde distintas perspectivas, ¿cabe una figura geométrica más afín a los postulados de las vanguardias, en busca de una nueva realidad poética? No podemos olvidar que el Ultraísmo había considerado la imagen múltiple como la más perfecta para la elaboración del poema.
Otro parecido evidente con los libros de Diego es la abundante disposición de versos de dos en dos en muchos poemas, así como el uso de las rimas asonantes.
En general, podemos rastrear las características de los distintos movimientos de vanguardia que cristalizaron en el Ultraísmo (Futurismo y Cubismo, sobre todo), y del Surrealismo.
Es posible observar en sus poemas la tendencia señalada para la vanguardia: se evoluciona desde una primera etapa lúdica y experimental (aunque Frutos no fue excesivamente experimental) hasta un planteamiento cada vez más oscuro, onírico pero generalmente en su visión más estremecedora y desasosegante. La evolución no se refleja tan solo en los temas, sino también en la progresiva utilización de versículos frente a versos más cortos. Sin embargo, algo permanece, la ironía, y la visión humanizadora de la realidad. Dice Frutos, en uno de sus Estudios Arbitrarios, que en cada objeto no sólo el mundo, sino todos los mundos son encerrables (no están por sí encerrados). Hay un verso de Paul Eluard, uno de los padres del Surrealismo, que dice hay muchos mundos, pero están en este. Ambos reivindican una mirada al mundo más allá de lo puramente superficial.
Prisma y otros asedios a la vanguardia nos permite acceder a una antología sorprendente. En estos textos, Eugenio Frutos revela su prácticamente desconocida aportación a la fiebre vanguardista que, bien o mal, revolucionó el mundo temático y, sobre todo, estilístico, de la literatura española en el primer tercio del siglo XX.
Veamos qué características vanguardistas nos ofrecen estas composiciones; hemos realizado una selección de las que aparecen en el libro, y las iremos relacionando con estas características:
Animación de objetos inanimados (animismo). Tanto el Ultraísmo como Ramón Gómez de la Serna reivindicaron "la vida del mundo inanimado"; los objetos no sólo se mueven, también sienten, y en su mejor versión, juegan: en la mayoría de los casos se humanizan. ¿Cómo explicar esta tendencia? Podríamos decir que hay mucho de juego irónico frente al desmedido sentimentalismo de la literatura del XIX. Pero también podemos observar que cuando deja a un lado la vertiente humorística, muestra simplemente la proyección de los sentimientos humanos en el mundo inanimado que envuelve al creador. Es posible observar este animismo prácticamente en todos los poemas, tanto en su vertiente humorística como en la trascendente.
Imágenes "prosaicas". Una de las reivindicaciones de la poesía moderna es la afirmación de que no existe un léxico ni unas situaciones exclusivamente "literarias". Así pues, hay en la literatura vanguardista un deseo de romper con lo considerado tradicionalmente "literario". En este propósito se inscriben muchas imágenes más bien prosaicas, como "el alba hace gol" para indicar que se ha hecho de día. Dentro de este prosaísmo deliberado podemos recordar el poema Decoración, que presenta el paisaje visto como un decorado teatral, lejos de la visión romántica. El Romanticismo sufrió repetidos ataques de la vanguardia, y el propio Frutos contribuye no sólo en esta ocasión sino también con el curioso texto El romántico en el siglo XX, donde parodia el famoso Himno al sol del escritor romántico José Espronceda. La alusión al cambio de decorado teatral para mostrar el desarrollo del día vuelve a aparecer en los poemas Lluvia y Ciclón .
Temas como la ciudad, uno de los temas clave de la modernidad, y que para el Futurismo fue el símbolo de las novedades tecnológicas. Las revistas ultraístas están llenas de textos, en prosa y en verso, que muestran la vitalidad de las calles, los letreros luminosos, el ruido de coches y tranvías, el colorido. Hay que pensar además que Frutos viene de un entorno rural, y por tanto la fascinación de la ciudad es probablemente mayor que en una persona que se ha criado en ella. Pueden observarse referencias a la nueva ciudad en el poema Verano, donde aparecen elementos como el ascensor o un aeroplano cuya hélice sirve como ventilador de las calles.
La aparición de extranjerismos, referidos sobre todo a música y deporte. Podemos suponer un cierto afán de modernidad en su uso; en algunos casos, simplemente encontramos palabras que más tarde el castellano adapta, como "tennis" , "football", "cock-tail". Otras palabras que aparecen y no se usan ya son, por ejemplo, "bock", y otros extranjerismos que se han mantenido, como "ring".
La composición greguerística de algunas imágenes, como el simún colegial en desbandada-. En general, es posible encontrar en todos los textos construcciones que deben mucho a la greguería.
La aparición de elementos tecnológicos de la vida moderna como autos, ascensores, aeroplanos, electricidad, que enlazan con el Futurismo. Aparecen, entre otros, en Fiesta, Ciclón o Insomnio. Entre estos avances tecnológicos cabe destacar las alusiones al mundo del cine, que podemos encontrar, por ejemplo, en Decoración. Hay que recordar la fascinación por lo americano, y particularmente por el mundo hollywoodiense.
Alusiones al deporte, también relacionadas con la influencia del Futurismo. El deporte se convierte en símbolo de la vida sana al aire libre. Aunque las alusiones aparecen continuamente en estos textos, puede observarse sobre todo en Danza de los 4 elementos y en Lluvia.
Humorismo e ironía; se relacionan con la reivindicación vanguardista del uso lúdico del lenguaje. Observamos en los poemas de Frutos una cierta evolución, desde un simple humorismo de raíz ultraísta, que reivindica el juego con las palabras a una ironía más profunda que suele aparecer incluso en texto más profundos, como podemos observar en el final de Metamorfosis.
Innovaciones tipográficas; aunque no abundan, aparecen claras en el poema Lluvia . El mismo Frutos comentó que lo que genialmente se pudo permitir Apollinaire no es fácil imitar sin riesgo.
Muchos de estos temas son recogidos y comentados en El cariño al hipopótamo, aportación de Frutos al género ensayístico, muy característico también de la época. Con su ironía habitual, bautizó estas reflexiones teóricas como Estudios arbitrarios. En este texto, considera su época como algo "hipopotámico", la resume como "un ser humorístico, desproporcionado y absurdo", y la va revisando desde una perspectiva arquitectónica.
Como conclusión, podemos considerar que el vanguardismo de Frutos parece ir en la línea de los poetas del 27, en el sentido de aunar vanguardia y tradición. Ya hablamos de su vinculación con miembros de este grupo, como Gerardo Diego o Dámaso Alonso. Hay que recordar que Frutos fue uno de los participantes en el homenaje a Góngora, con un poema, el Romance de los dos molinos, en el que es posible observar esa síntesis. La trayectoria de Frutos aparece bastante paralela en este sentido a la evolución del 27.
También aparece el homenaje a la lírica tradicional entre guiños vanguardistas en Fiesta. Y en otro poema que no recogemos, Floreal, donde dice, en el más puro tono popular,
¡Oh, ciudad! (Si tú quisieras
una comba tendería
desde tu balcón al mío,
para que, a compás movida,
viéramos saltar por ella
la algazara de los días."
La influencia surrealista, menos abundante, aparece clara en textos como Insomnio y Metamorfosis. Ambos presentan un ambiente onírico; el primero parece tratar de reproducir el desasosegante estado de duermevela que acompaña a un insomne, y el segundo debe mucho a la escritura automática y a una particular visión del tema amoroso. Los dos presentan, en cualquier caso, rasgos de los que hemos hablado anteriormente, desde construcciones greguerísticas a un humor poco característico de los textos surrealistas más clásicos.
El propio Frutos tuvo palabras algo despectivas para su obra vinculada a la vanguardia. Pero, como se comenta del 27, salvados los excesos vanguardistas, sí está claro que la vanguardia aportó frescura al panorama literario, y que esta frescura, evidente en recursos y temas, les acompañó ya en el resto de su obra posterior.
A.C.T.
Romance De Los Dos Molinos
El molino de agua plisa
la falda inquieta del río.
Gira el molino de viento
despeinando los caminos.
De peregrinar descansa
el molino de agua y reza,
y el manso mastín del río
lame sus llagas abiertas.
Gira el molino de viento
malabarista de estrellas-,
gira y ofrece a la luna
los polvos de su polvera.
El molino de agua duerme
y el mastín, de noche, sueña.
Al alba saldrá, molino,
al alba tu molinera:
sus pies veleros del río,
alas sus manos abiertas,
los cabellos enredados
en las últimas estrellas
y los senos temblorosos
en el talle como abejas,
el corpiño desceñido
como un pétalo que tiembla.
Hila el molino de viento,
hila la luz en su rueca:
va devanando el ovillo
del Sol su devanadera.
Ventilador de las nubes,
reloj de viento y arena,
abren sus aspas la rosa
que deshojan las tormentas.
Aeroplano encadenado,
Prometeo de la estepa,
que ha de volar algún día
hacia mares sin ribera
y un Camino de Santiago
ha de dejar como estela.
Prisma
DECORACIÓN
Un humo de tren borra
las sierras del telón.
Una casa sonámbula
se peina la baranda de un balcón.
Los árboles disponen sus atriles
en torno del chalet.
Y la lluvia ha borrado
la música de ayer.
Estribos los balcones,
toma el viento las casas como un tren.
Una luna-objetivo
proyecta una película sobre tu mirador.
Tu mirador, pecera
de las constelaciones.
Aviso:
NO HAY FUNCIÓN.
Nuestra protagonista
se embarcó -sensación-
esta tarde en la música
-barca remera- de mi acordeón.
LLUVIA
La raqueta del viento
empuñó la mañana.
Hay un tennis de nubes en el cielo.
Nubes rotas.
El viento ha fracasado.
LLUEVE
Y ha volado
Tu cantar que anidaba en los tejados.
Tu ventana
se pone el antifaz de la persiana.
La cruz abrió el paraguas:
un árbol del sendero.
Los pájaros se posan en sus hombros
y doblan tu recuerdo.
TU RECUERDO
Humo de tren mojado
se refugia en tus manos.
ATENCIÓN
El director de escena
nos cambia el decorado.
El día
Sorprendido
aprisa busca el sol en sus bolsillos.
Se puso su monóculo
y el paisaje miró regocijado.
A través del reloj
le observa el campanario.
VERANO
Cada casa es un bock recién servido
con espuma de trajes
en todos los balcones.
Sólo un auto prosigue su viaje
con un solo farol:
Diógenes buscando al superhombre.
En los últimos pisos
reclaman el sifón del ascensor.
***
Se sirve los cock-tails de las verbenas
la tarde endomingada.
Con el ventilador de un aeroplano
la ciudad se abanica las fachadas.
Por emularle las veletas giran
anclas equivocadas
sobre sus campanarios,
- barquilleras de fiesta improvisadas
por ángeles traviesos.
***
Sólo mi hélice aguarda
que algún viento marino
le traiga el vuelo de tu vela blanca.
CICLÓN
Llegó el ciclón, tocando
la sirena del puerto,
como barco a la vista que anunciase
su arribo al valle quieto.
El agua de los ojos se me ha roto:
estanque de las ranas del recuerdo.
Empuñando el volante de los árboles
hace al paisaje muerto
tomar la curva rápida del día;
y al alba, rapta el campanario al pueblo.
Las calles se despiertan
cantando en los aleros:
Va cogida del talle,
desdoblando senderos,
la torre sin campanas,
novia del viento.
Sus puentes, al azar, dispara el río.
Las veletas, por fin, alzan el vuelo.
La sala abandonada
abre sus puertas al ciclón viajero.
Y mientras las ventanas aletean
el ciclón baila un vals con los recuerdos.
***
Tus manos, planeadoras de los días,
se posan en mis hombros al regreso;
el ciclón ha enrollado
telegramas perdidos a tus dedos.
Han frenado tus ojos al paisaje.
Se despliega un telón de campo nuevo.
Y abrocha la mañana el horizonte,
anudado a tu cuello.
FIESTA
Tiran un lazo al campanario las miradas
que tramaron un rapto de luceros.
Hoy los ruidos
bordarán mi silencio.
Y se percibirá en los aeroplanos
el hormigueo
del gas carbónico ascendente
de la conversación.
Bautizando el momento
se agita un esquilón.
Y parece esperarse
que, a su señal,
la locomotora de la iglesia
sacuda su paro secular
y, a un silbo de veleta,
bajo un penacho de humo de campanas,
arranque rumbo a Dios,
arrastrando detrás nuestras miradas
como a la sombra el Sol.
Como un lazo la trenza de la torre
adorna un cigüeñal.
Y las manos anónimas
alzan su vuelo en espiral,
mientras que las campanas planeando concéntricas
geometrizan la ciudad.
Hay un momento de emoción.
El viento pasa sin saludar.
DANZA DE LOS 4 ELEMENTOS
(Fragmento)
EL AGUA
Escultor imposible,
trabaja el mar con pensamiento fijo
en la estatua sin forma
que esquiva su perfil definitivo.
Arquitectura en marcha,
que ha encontrado en sí misma su sentido,
busca el agua un milagro
de inestable equilibrio:
pero se rompe y, al romperse, surgen,
desnudos en sus ruinas, los navíos.
Cada fuente ha soñado
encontrar algún ritmo
que acorde la dispersa arquitectura
del múltiple edificio,
y en la varia ciudad un tiempo torne
lo móvil y sonoro en pensativo-.
Gran galerna: celebran
hoy las aguas sus Juegos Olímpicos.
Ya está dispuesto el ring. A toda marcha
su meta conseguir intenta el río.
Los autos de las olas
traen sus focos de espumas encendidos.
Las escuadras rivales
alinean sus equipos.
En la calma final surgirá el faro
cantando como Píndaro.
Y en la noche, a las piedras de sus sienes
la lumbre de su hogar ceñirá un tirso.
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