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lunes, 23 de enero de 2012

5843.- RICARDO ALBERTO PÉREZ


Ricardo Alberto Pérez nació en La Habana, Cuba, en 1963. Ha publicado los libros de poemas: Geanot (el otro ruido de la noche), Ediciones Abril, 1993; y Nietzsche dibuja a Cósima Wagner, Editorial Letras Cubanas, 1996. Obtuvo la Beca de Creación otorgada por el Parlamento Internacional de Escritores, con residencia en Brasil durante dos años. Con el libro Manía de Carcoma, obtuvo el VIII Premio de Poesía La Gaceta de Cuba, 2003. Es miembro del proyecto de Escritura Alternativa DIASPORAS, y del consejo de redacción de la revista, y del Parlamento Internacional de Escritores; y cumple actualmente un programa de acción cultural para defender la legitimidad de lo intelectual en la sociedad contemporánea. Autor de las antologías El jardín de los símbolos -Antología de poesía cubana (Santiago do Chile); Habana Medieval - Antología de Poesía Cubana - EDIUPF - Passo Fundo – Brasil.





Walter Benjamin


Una infancia en Berlín, unas llaves oxidadas,
una silbido de pájaro como alerta y premonición:


La lucidez, las herraduras de un caballo de tropa
integrandose al decorado del estudio,
la estridencia del grillo,
los volúmenes de Hegel,
la mano de Brecht, el desacuerdo de Brecht,
el cigarro de Brecht rodando junto a sus pies.


Los espejuelos, la redondez y el grosor
de los cristales, las fotos,
su vocación de enfadar a la memoria romántica,
la alambrada, es decir outro cuento
de hadas, otro instante y la sombra
sombreada
y erecta
del Kabuki.










Centavos


Deleuze ha muerto ayer, en Francia,
caído al vacío, dijerase,
o en la vasija donde se vertebra
el resto de un imaginario.
En el corro de su propia mente,
en las manecillas de un iris cansado,
de un labio que hedoniza.
Adquiere la calma de un árbol,
de un hueso,
la resistencia del vuelo de una mosca.










Feliz, Fellini


Feliz, Fellini que otorga al cartón
la propiedad del dolor


ante algún cerebro
que pretende obtener de fragmentos
una ameba tentativa.


(Bajo por esas canales repletas
de flujo,


atestadas de vapor
y desechos grasientos
rasantes al cosquilleo del interior
de un muslo).


Feliz, Fellini que aleatorio lo veo reaparecer
en unas manchas de sangre
de murciélago
en las aceras de un pueblo
en la provincia.


Feliz, Fellini que tiene un espacio
en este sitio,
y en esta cabeza
tan cercana a la destemplanza
de la tierra.


Feliz, porque Fellini vuelve
a donde se remueve la corteza como uma baba
o el excremento ejemplar y exacto
de un molusco.






Está ahí, entre tantas agujas
que he visto mover
desde mi infancia,
moverlas como si al hacerlo
fueran integradas a la rotación misma
del planeta.


Feliz, entre las tejedoras domésticas
y dentro del aliento
de los que en una fría noche
de Silecia
cantaron contra la plusvalía.


Cuando el gusanito de seda
le roza su nariz,
la matriz
o la pierna envejecida
de la Julieta.


(Toda membrana queda a espensas
de volverse orificio,
hundimiento hervidero,
compresión y escape de gas,
casi una lava caliente.


El mundo no es más complejo
que un huevo,
que el contacto de una boca
com un pene,
de esa misma boca
con la otra que la espera arriba,
vertical,
conmovida e irónica).


Fellini, Feliz en las rosetas
que se abren.








Del libro Manía de carcoma,
Ganador del VIII Premio de Poesía La Gaceta de Cuba, 2003


Y llegó
el día de pensar:
“voy a morir;
que llave
o puerta
están abiertas,
revisar ciertos poemas,
escribir otros.
¿dónde se va a quedar el gato?
así el día de pensar
será una gota
un toque
golpe,
contragolpe,
hasta que un día claro
pensaré:
“voy a morir”
no he de preocuparme
por llave o puerta abierta.
tampoco a causa del destino del gato.
escribir
poema tras poema
hasta que sepa que morir
es otro evento necesario.
















El mundo
en manchas
me viene encima,
y lúdico
lo escucho;
invade
el tiempo en que abierto
me quedo
entre derrumbe
y derrumbe
fotogramas, les llamo
increíbles
conceptos,
imágenes
que agua derramada
me trae
como mantra
o melodía.
















Arranca el sarro de raíz
no lo dejes crecer,
redúcelo a escorias.
no se puede asir
con una línea de navegación,
poda
que el claro permanezca
















Un tiempo
atraviesa a otro,
te deja los ojos pesados (minerales).
hay un tiempo
que agujerea el árbol.














Volver con el pesado rastro
como un arco
sin saber
¿a dónde va a puntear la flecha?
con esas curvas
de la boca
construyendo
la palabra higo
o fuente
que moja
el ala accidental
del pájaro…
y de pisadas
se desenlaza
el ser imaginario…
el ser que te despierta.



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