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miércoles, 14 de diciembre de 2011

5526.- MARÍA LUISA ARTECONA DE THOMPSON


María Luisa Artecona de Thompson
Nació en Guarambaré, ciudad del Departamento Central del Paraguay en el año 1919.
Falleció en Asunción el 10 de diciembre de 2003.

Sus primeros estudios los realizó en su ciudad natal, Guarambaré. Siendo muy joven llegó a Asunción y se instaló con sus padres en el barrio Santísima Trinidad, este lugar de ensueños y fantasías que fue motivo de inspiración a su creatividad. Ingresó a la Universidad Nacional de Asunción, Facultad de Filosofía, de donde egresó con el título de Licenciada en Letras por la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Asunción. Siendo estudiante formó parte de un grupo de intelectuales que lideraba en la Facultad de Filosofía y tuvo la suerte de ser elegida como docente universitaria en el área de Castellano. Asimismo se especializó en la enseñanza de Literatura y de Castellano en escuelas y colegios públicos y privados.

Primeros Pasos
En la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad Nacional de Asunción, ubicada en Itapytapúnta, se destacaba por sus escritos dirigidos a los niños, para quienes escribía versos y cuentos cortos. Tenía su grupo de amigos, con quienes impulsó la promoción del 50, donde más aún mostró sus habilidades en la literatura infantil.

Trayectoria
Por su perseverancia y esmero hacia el trabajo fue seleccionada como asesora del Departamento de Extensión Cultural del Ministerio de Educación y Cultura, donde trabajó muchos años hasta jubilarse. Se destacó como poeta, dramaturga y cuentista. Sus escritos deleitaban a los niños y más aún a las maestras que, al leerlos, deleitaban a sus alumnos en el aula. Sus escritos transportaban a los niños a un mundo de fantasía, donde había mucho color y sencillez.

Sus Obras
Año Obras
1960 Viaje al País de la Campana.
1963 El sueño Heroico.
1964 Canción para dormir una Rosa. Carta al Señor Sol. Gritos en los Andes.
1976 Villancicos del Paraguay.
1979 El alfiler enamorado.
1980 Teatro de Hikito.
1992 Antología de la Literatura Infanto-Juvenil del Paraguay.
Muchas de sus obras fueron publicadas en revistas, libros infantiles y diarios de Paraguay y también en prensa extranjera.

Sus últimos años
Estuvo casada con el periodista Roberto Thompson, con el cual tuvo dos hijas y dos hijos. Sus últimos años fueron de mucho sufrimiento. Falleció en Asunción el 10 de diciembre de 2003. Sólo sus hijos: Monica, Jackeline y Roberto sobreviven; Hugo falleció en el incendio del Ycua Bolaños.




DE: EL CANTO A OSCURAS



Miedo

Qué miedo estar sola con las soledades.
Miedo de las tardes que se escapan lilas
dejando la sombra de ocultos olvidos
que aprietan los dedos como anillos de oro.

Qué miedo al recuerdo de pasados días
destrozan sabores de estos versos negros
que de estar sin luces respiran ahogados
hilillos de cera de cirios oscuros.

Qué miedo da el alma de túnica leve
surgiendo tan sola como sus tristezas
de túneles largos sin puestas ni auroras.

Qué miedo al olvido -sonido de muerte-.
Qué miedo a esa losa de mármol tan fría
con la que los hombres nos entierran vivos.







Final de luz

Me han vestido de luz,
entre las sombras,
después del vaso amargo.
Detrás,
la sutileza del recuerdo
cada vez más profundo,
más lejano.
Final de soledad
en este yermo salobre
-tristísimo-
más allá del alma.
Cierzo en la plenitud
de los rosales,
que de sangrientos pétalos
se extinguieron
en brazos amarillos.












Imágenes de amor

Corta el fuego quién sabe
qué pisada de pájaros.
Y en invisible imagen
todo
se vuelve hasta el cenit.
Quién sabe qué colores
de misteriosas alas
van destiñendo el fuego
en su roja pasión.

Y el crepitar de leños
en estas tus paredes
desgranan las torturas
del viento gemidor.
Qué sendero de manos
soledosas y extrañas
trabajan con el fuego
la fuerza de talar.
Qué alto poder de hechizos
arrebatan los ojos
que iluminan las llamas
de interno resplandor.
Cómo se va la vida
transparente y sencilla,
andarse sin fronteras
con sus bienes de amor.
Qué dádiva encantada
vuelve a crear el árbol
que extinguido en el fuego
se ordena germinar.

Señales de esperanzas
que nuestras ilusiones
se traen en las noches
de nuestra soledad.
Tempestades del alma
que sin fe no son almas
y con fe se prolongan
hasta la eternidad.

Fue corpulento el árbol
de la vida pasada,
soberbio, enaltecido
de paisaje y verdor,
y luego de su lucha
con los filos del fuego
hasta un ave en sus alas
lo puede remontar.
Eres así, alma mía;
cuando el amor te viste
humildemente altiva
pareces renacer
y te llena ese anhelo
de divina grandeza
que alberga en uno solo
toda la humanidad.
















Teogonía de la primavera

Vertical,
profunda,
misteriosa,
retorna primavera
en el glosario nuevo
de la rosa;
en la quemante sangre
de las vides,
por el mismo cristal
de aquel ensueño.

Alféizares de sol
triunfan
sobre la pálida muerte del otoño
mientras la melancolía
de los astros
se tuerce
en llamarada alegre.

Sueña la flor, el cáliz
y la alondra;
sueña la savia fecundante
esencia;
sueña la tierra
su eternal concierto
en un surco de pétalos y granos
y su entraña radiosa
palpitante rompe
la verde senda
de algún árbol.

Azahar
y jazmín
y firmamento
consumen néctar
de la misma carne,
desolada,
antigua.

















En silencio

En el fondo de mí
ya no hay palabras.
Sólo un cristal
de otoño
ceniciento
que escucha el golpear
de algunas hojas
y el pasaje fugaz
de gotas finas.

Ya no me queda
al fin
de esta jornada,
sino el mirar
sin ver
de mis pupilas;
ni el crepitar
del llanto
existe ahora;
soy, apenas,
la piedra del camino.

Sostengo
a solas
mi frutal
maduro
por el sol de la angustia
y de la pena.
No sé
de dónde llegan
mis heridas
ni a qué destinos
yo
y ellas vamos.

En el fondo de mí
ya no hay palabras.
Sólo hay un ser que piensa
y se amalgama
con el silencio y en silencio
estamos.
















Sed

¿Quién soy
en esta tarde
sitibunda
que desconozco
el rostro
del enigma?

¿Qué hora
en mi solar
desierto
cava
esta congoja
mía?

Esta rosa
del éxtasis
comienza a deshojar
sus languideces.

El silencio
letal
de la naturaleza
estremece
la tarde
de mi sangre.

Siento áureas
turbulencias
en mi anhelo
de partir en las manos
esta tierra
de cimeras
oscuras,
desvaídas.

Sueño una
claridad
que me amedrenta
al ignorar
las cumbres

Transfigurada
estoy
en mis crepúsculos,
bañada
por la savia
del quebranto.




Poesías (De: El Trino Soterrado)

EL SUEÑO HEROICO (FRAGMENTO)

Viril Libertador del cielo de estos mundos
donde se espeja el caudaloso azul del firmamento,
que en la quietud del valle calca el agua
y en la altura del árbol labra su himno
de inmarcesibles tardes nacaradas.

De allí miro alzarse tu estatura,
jamás inmensa como en esta hora
de opresoras cadenas y dolores.

... Heroísmo, firmeza y sentimiento,
fe en el poder de la justicia exacta,
nivelaron los mares de tu sangre
con diadema de cíclopes ignotos.

Tiempo augusto y lozano de la hazaña,
tu mano en alto sólo besa el aura
donde el alma inmortal en Dios existe.

La estrella vésper de tu añeja espada
-sabor de sangre y eslabón de amores-
se descuelga del cielo por las tardes,
mendicante del pecho de un guerrero.
Apenas la potestad del pensamiento
puede rozar tu historia en cuerpo y alma.

Ni tan sólo la hondura del poema.
Ni tan sólo el espíritu de sus formas.
Ni el ánfora del sol,
ni el plenilunio,
ni la amapola,
ni su sombra, en vano.

Ni el vértigo sin cuerpo,
ni la intangible claridad del agua
donde derrama el viento sus campanas.
Ni el hombre

Sólo estás en la estela libertaria
que el mar ensaya para asir la estrella.











PARA ENCONTRAR TU NOMBRE

Para encontrar tu nombre
cuyo calor abraza
el transcurso perenne
de los Andes,
ha regresado el tiempo
de aquellos hombres libres
que encendieron la antorcha
de tus heroicos sueños.

Lo encontraron en el fulgor del día.
Lo encontraron en la savia salvaje.
Lo encontraron vestido de cansancios
en la vigilia inmensa del suelo
americano.

Hoy que tu espada quiere
retornar al castigo
del opresor oscuro.
Hoy que tu espada busca
el sigilo y la saña
de los perturbadores,
encontraron tu nombre
en el umbral del día,
como un astro remoto
surgido de otros mundos
donde otra Marsellesa
entonará victorias.

Para encontrar tu nombre, en Dios,
Simón Bolívar.
















BOLÍVAR

Bolívar,
dadnos tu acero
que ya nos traen el mal.

Nos quieren hacer de acero,
de impiedad y de estupor,
hermanos de tierras negras,
islas sin perdón ni pan.

Bolívar,
nuestros molinos
nos quieren arrebatar
para moler carne hermana
sobre el último trigal.

Bolívar,
la caña dulce
amarga nos quieren dar
bajo los cielos de sangre
que ellos mismos construirán.

Bolívar,
el Cristo con sus candelas,
la Virgen de los Milagros,
los lapachos y las arpas
nos quieren arrebatar.

Bolívar,
dadnos tu acero
que ya nos traen el mal.


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