Juan Clemente Zenea
( CUBA, 1832 - 1871 )
Juan Clemente Zenea es reconocido como uno de los poetas de mayor influencia en la literatura cubana. Su renovación al romanticismo creó nuevos caminos en la poesía hispanoamericana.
En Cuba se enamoró de la actriz estadounidense Adah Menken, quien le correspondió. En su primer destierro se reúne con ella en Nueva Orleáns, de donde ella provenía. La relación terminando poco después pero no la fidelidad del poeta al romance. Esto no quiere decir que Zenea fuera flojo de carácter, al contrario, tenía una personalidad muy fuerte. De joven fue excomulgado por el obispo de La Habana por un folleto que publicó. Aquello se arregló y años más tarde durante su primer destierro, en La Habana en su ausencia lo sentenciaron, recibiendo la pena de muerte. Simplemente que Adah Menken fue el amor de su vida.
A pesar de ser sobrino por parte de madre del poeta José Fornaris y haber atendido en La Habana al colegio El Salvador de José de la Luz y Caballero, se estima que la base de su formación fue autodidacta. Fundó muchas publicaciones y colaboró en muchas más, tanto en Cuba como en Estados Unidos y México. Usó varios seudónimos, entre ellos Adolfo de la Azucena, Ego quoque, Una Habanera, ***. Durante la amnistía regresó a Cuba y entre sus otras actividades fue profesor de inglés. Era fluente en inglés y francés, además sabía italiano y latín.
Natural de Bayamo fue huérfano de madre desde muy pequeño. Su padre se vio forzado a regresar a España cuando aun el futuro poeta era muy joven. A los trece años de edad, Zenea se traslada a La Habana. Su talento literario pronto le abre caminos en el periodismo. Perseguido por razones políticas, en varias ocasiones sufre destierro en Estados Unidos. Sirviendo de mediador pacífico entre el gobierno y los patriotas, es injustamente fusilado por el gobierno español.
Obras fundamentales:
Poesías 1855
Lejos de la patria. Memorias de un joven poeta 1859
Cantos de la tarde 1860
Sobre la literatura de los Estados Unidos 1861
EN UN ÁLBUM
Tú vas hacia una orilla
de donde triste vengo,
lo que tú buscas ahora
es ¡ay!, lo que yo dejo!
Tú vas a ver un alba
que baña de oro el cielo,
y yo a ver un sol mustio
que ya se está poniendo.
Tú vas a sembrar flores
en fértiles terrenos;
yo voy a alzar mi tienda
en áridos desiertos.
Vas a lanzar tu barca
sobre un océano inmenso;
vas a aplicar al labio
la copa de los sueños.
¡Que duerma entre las velas
la cólera del viento,
que amor rompa las ondas
al golpe de sus remos!
¡Que, como yo, no tengas
que suplicar al cielo;
que encuentres, ¡ay!, almíbar
donde yo hallé veneno!
AUSENCIA
Desde el instante que nubló la ausencia
el luminoso sol de tu hermosura,
está mi triste corazón enfermo,
rota mi lira y mi garganta muda.
¡Ay! ¡Cuántas horas al presente corren
en el imperio de la noche adusta,
sin que alumbre tu mano entre la mía
el rayo amarillento de la Luna!
¡Cuántas veces, Fidelia encantadora,
trémula y vacilante y sin ventura,
hablabas a mi lado enternecida
de un beso, de un suspiro y de una tumba!
Grato el recuerdo de tu amor constante
por mi memoria solitaria cruza,
como en las tardes por desiertas playas
la gaviota cansada y vagabunda.
¡Pobre de ti que en el dolor naciste
bajo el cielo poético de Cuba,
tímida como el ave de los bosques,
bella como la flor de las lagunas!
Jamás infiel a tu promesa un día,
mis sueños de tristeza y de ventura
cambiar pudiste mentirosa y falsa
por negro afán y puzadora duda.
Siempre tú fuiste igual, siempre constante;
pródiga en tu cariño y tu ternura,
cuidaste no turbar la paz de un alma
a quien la ofensa más ligera turba.
Lamentaciones de dolor me inspira
hender la mar de mi existencia oscura
sin que me esperes en la orilla opuesta
y a otro mundo más bello me conduzcas.
Dos aves detenidas en un ramo,
cantando glorias y caricias mutuas,
al áspero silbido de las balas
nos fue preciso comenzar la fuga.
¡Mas yo te adoro; el corazón ardiente
tu imagen guarda en su interior oculta,
y está mi pecho con tu ausencia opreso,
rota mi lira y mi garganta muda!
FIDELIA
“Et dans chaque feuille qui tombe
Je vois un présage de mort.”
Milllvoye.
¡Bien me acuerdo! ¡Hace diez años
y era una tarde serena!
¡Yo era joven y entusiasta;
pura, hermosa y virgen ella!
Estábamos en un bosque,
sentados sobre una piedra,
mirando, a orillas de un río,
como temblaban las hierbas.
¡Yo no soy el que era entonces,
corazón en primavera,
llama que sube a los cielos,
alma sin culpas ni penas!
¡Tú tampoco eres la misma,
no eres ya la que tú eras;
los destinos han cambiado:
yo estoy triste y tú estás muerta!
La hablé al oído en secreto
y ella inclinó la cabeza;
rompió a llorar como un niño
y yo amé por vez primera.
Nos juramos fe constante,
dulce gozo y paz eterna,
y llevar al otro mundo
un amor y una creencia.
Tomamos, ¡ay!, por testigos
de esta entrevista suprema,
unas aguas que se agotan
y unas plantas que se secan;
nubes que pasan fugaces,
auras que rápidas vuelan,
la música de las hojas
y el perfume de las selvas.
No consultamos entonces
nuestra suerte venidera,
y en alas de la esperanza
lanzamos finas promesas;
no vimos que en torno nuestro
se doblegaban enfermas,
sobre los débiles tallos,
las flores amarillentas;
y en aquel loco delirio
no presumimos siquiera
que yo, al fin, me hallara triste,
¡que tú, al fin, te hallaras muerta!
Después, en tropel alegre,
vinieron bailes y fiestas,
y ella expuso a un mundo vano
su hermosura y su modestia.
La lisonja que seduce
y el engaño que envenena,
para borrar mi memoria
quisieron besar sus huellas;
pero su arcángel custodio
bajó a cuidar su pureza,
y protegió con sus alas
las ilusiones primeras;
conservó sus ricos sueños
y, para gloria más cierta,
en el vaso de su alma
guardó el olor de las selvas,
guardó el recuerdo apacible
de aquella tarde serena;
mirra de santos consuelos,
áloe de la inocencia...
¡Yo no tuve ángel de guarda
y, para colmo de penas,
desde aquel mismo momento
está en eclipse mi estrella;
que en un estrado, una noche,
al grato son de la orquesta,
yo no sé por que motivo
se enlutaron mis ideas;
sentí un dolor misterioso,
torné los ojos a ella,
presentí lo venidero:
me vi triste y la vi muerta!
Con estos temores vagos
partí a lejanas riberas,
y allá bañé mis memorias
con una lágrima acerba.
Juzgué su amor por el mío,
entibiose mi firmeza,
y en la duda del retorno
olvidé su imagen bella.
Pero al volver a mis playas,
¿qué cosa Dios me reserva?...
¡Un duro remordimiento
y el cadáver de Fidelia!
Baja Arturo al Occidente
bañado en púrpura regia,
y al soplar del manso Alisio
las eolias arpas suenan;
gime el ave sobre un sauce,
perezosa y soñolienta;
se respira un fresco ambiente,
huele el campo a flores nuevas;
las campanas de la tarde
saludan a las tinieblas,
y en los brazos del reposo
se tiende naturaleza...
¡Y tus ojos se han cerrado!
¡Y llegó tu noche eterna,
y he venido a acompañarte
y ya estás bajo la tierra!...
¡Bien me acuerdo! Hace diez años
de aquella santa promesa,
y hoy vengo a cumplir mis votos,
y a verte por vez postrera.
Ya he sabido lo pasado...
Supe tu amor y tus penas,
y hay una voz que me dice
que en tu alma inmortal me llevas.
Mas... lo pasado fue gloria;
pero el presente, Fidelia,
el presente es un martirio:
¡yo estoy triste y tú estás muerta!
A UNA GOLONDRINA
Mensajera peregrina
que al pie de mi bartolina
revolando alegre estás,
¿de do vienes, golondrina?
Golondrina ¿a dónde vas?
Has venido a esta región
en pos de flores y espumas,
y yo clamo en mi prisión
por las nieves y las brumas
del cielo del Septembrión.
¡Bien quisiera contemplar
lo que tú dejar quisiste;
quisiera hallarme en el mar,
ver de nuevo el Norte triste,
ser golondrina y volar!
Quisiera a mi hogar volver,
y allí, según mi costumbre,
sin desdichas que temer,
verme al amor de la lumbre
con mi niña y mi mujer.
Si el dulce bien que perdí
contigo manda un mensaje,
cuando tornes por aquí,
golondrina, sigue el viaje,
y no te acuerdes de mí.
Que si buscas, peregrina,
do su frente un sauce inclina,
sobre el polvo del que fue,
golondrina, golondrina,
no lo habrá donde yo esté.
No busques volando inquieta,
mi tumba oscura y secreta.
Golondrina ¿no lo ves?
En la tumba del poeta
no hay un sauce ni un ciprés.
EN GREENWOOD
(Camposanto de Nueva York)
Al lado de estas aguas silenciosas,
en medio de este bosque, en este asilo,
debajo de estas gramas y estas rosas,
es donde quiero reposar tranquilo.
¡Y pronto debo reposar! Mis días
se tiñen ya de pálidos destellos,
y anuncian mis postreras alegrías
las nieves de la vida en los cabellos.
Mas, ¿qué será si en las nocturnas calmas
salgo a vagar como las sombras suelen,
y en vez de hallar mis quejumbrosas palmas
los sauces sólo de mi afán se duelen?
¡Oh!, ¿qué será si en honda pesadumbre,
sentado a meditar sobre la losa,
suspiro por mi pueblo en servidumbre
y el cielo busco de mi Cuba hermosa?
¡Tormentoso será! Mas si tardío
nace a brillar el sol de mis anhelos,
cabe la orilla del paterno río
llevadme a descansar con mis abuelos.
Y allí donde mi cuna en hora amarga
al capricho meció voluble suerte,
dejadme al fin depositar la carga
y dormir en el seno de la muerte!
DIARIO DE UN MÁRTIR
¡ENTONCES!
¡Oh!, ¡qué grato sería,
libre y feliz, sin pesadumbre alguna,
con la adorada mía
por la floresta umbría
vagar al rayo de esta blanca luna!
Y a orillas de la fuente
ver la niña soltar sus trenzas blondas
al aromado ambiente,
y el agua transparente
con su imagen jugar sobre las ondas!
Y no con tanto anhelo,
harto el herido corazón de quejas
y amargo desconsuelo,
un pedazo de cielo
ponerme a mendigar desde estas rejas.
¡Oh!, ¡cuántas, dueño amado,
noches tan llenas de esplendor, tan bellas,
en tiempo afortunado
los dos hemos pasado
al trémulo brillar de las estrellas!
Del espacio señora,
con sus dardos de plata perseguía,
eterna viajadora,
la Diana cazadora
nube tras nube en la región vacía.
Cantaba sus dolores
el ruiseñor a los favonios leves,
nos daban sus olores
las tempraneras flores
y un fresco soplo las postreras nieves.
Y la suerte, entre tanto,
tramaba convertir en un lamento
el amoroso canto,
trocar la risa en llanto
y el gozo puro en sin igual tormento!
¡Quién entonces creyera
que tan pronto, mi bien, gimiendo a solas
de tí, fiel compañera,
separado me viera
por dura cárcel y profundas olas!
¿Y quién pensar podría
que la ilusión del porvenir risueño
en no lejano día
volando pasaría
como una sombra en fugitivo sueño?
¿Y estas son las hermosas
albas del porvenir? ¡Delirio insano!
¡Ay, mis lirios y rosas!
¡Oh, dichas engañosas!
¡Oh, breves gozos del amor humano!
NOCTURNO
NOCHE TEMPESTUOSA
(A Nicolás Azcárate)
Murió la Luna; el ángel de las nieblas
su cadáver recoge en blanca gasa,
y en un manto de rayos y tinieblas
el Dios del huracán envuelto pasa.
Llueve y torna a llover; el hondo seno
rasga la nube en conmoción violenta,
y en las sendas incógnitas del trueno
combate la legión de la tormenta.
¡Qué oscuridad! ¡qué negros horizontes!
¡Hora fatal de angustias y pesares!
¡Ay, de aquellos que viajan por los montes!
¡Ay, de aquellos que van sobre los mares!
¡Cuántos niños habrá sin pan ni techo
que se lamenten de dolor profundo!
¡Cuánto enfermo infeliz sin luz ni lecho!,
¡cuánta pobre mujer sola en el mundo!
Salta preñado el río sobre el llano
y amenaza a los buenos labradores,
y encuentran los insectos un océano
en el agua que rueda entre las flores.
Cansado el marinero se arrodilla
en la cubierta del bajel errante,
y en vano busca en la lejana orilla
el faro salvador del navegante.
¡Qué triste noche! Y en mi hogar, en tanto,
todo en el orden y en la paz reposa;
duerme mi niña en su silencio santo,
y se entretiene en su labor mi esposa.
Sentimos ella y yo las agonías
que sufre el hombre de diversos modos;
me acuerdo yo de mis revueltos días,
y nos ponemos a rogar por todos.
LAS SOMBRAS
Oíd. Ese suave acento,
ese solemne murmullo
es el canto de la tarde,
es la voz de los sepulcros.
Desde el seno de la Luna,
envuelto en manto de luto,
el ángel de los poetas
a llorar desciende al mundo.
Los espíritus del lago
navegan en los nelumbios,
y abren sus alas de rosa
a los céfiros nocturnos.
Arpa sonora del mome,
la palma, entona un susurro,
y al blando peso del ave
su rama encorva el arbusto.
Por los cármenes del río
vago pensativo y mustio,
y entre el follaje del bosque
blancos fantasmas descubro.
¡Ah!, ¿quiénes son esos tristes?...
¡Mis compañeros de estudio,
las sombras de mis amigos
que salen de los sepulcros!
POR LA TARDE
Solitario y abatido,
abandonado y enfermo,
tengo una lágrima triste
para bañar tu recuerdo.
Al través de los cristales
morir la tarde contemplo,
y al cantar la golondrina
pensando en ti me consuelo.
Miro al pie de los nogales,
encima del alto cerro,
el pastor que a breves pasos
va meditando y sonriendo.
Oigo el canto melodioso
de las damas del colegio,
y los acordes del piano
qne se esparcen por el viento;
Mientras un poco distante,
junto a la puerta del templo,
indiferente transita
el tranquilo pasajero.
Fijo a mi redor la vista,
todo lo estudio y observo,
pero nada en este instante
me presta entretenimiento.
Sólo tu imagen hermosa
se aparece con misterio,
y en mi corazón revive
un amor que está en silencio;
Un amor al que sostienen,
después de muy largo tiempo,
entre las penas más tristes
los más deliciosos sueños.
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