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viernes, 27 de enero de 2012

5862.- JUANA PINÉS MAESO



Juana Pinés Maeso es una escritora española nacida en Manzanares (Ciudad Real, Castilla-La Mancha), el 26 de febrero de 1953.
Hija y nieta de escritores (su abuelo fue Antonio Pinés Nuñez y su padre José Antonio Pinés Ferrandis, comenzó a escribir con 14 años.
En 1971, al regreso de un viaje a México, marcha a trabajar a Madrid por el fallecimiento de su padre. En la capital acude a las tertulias literarias y ofrece recitales. Allí publica "A Golpes de Silencio", primer poemario de la autora. También allí conoce a Francisco Baeza, con quién contrae matrimonio en 1984.
De regreso a Castilla-La Mancha, Juana Pinés reside en Ciudad Real y pasa a formar parte del Grupo Literario Guadiana, donde completará su formación artística gracias a la ayuda de otros poetas más veteranos.
Juana publica en 1997 "Ese Tiempo de Pájaros Dormidos", premio Mario López de Bujalance (Córdoba) y en 1998 "Huele a Mayo Recién Amanecido", premio Ciudad de Baena (Jaén). También en ese año escribe "Perfil de la Inocencia", premiado y publicado en el año 2004.
A principios de 1999 toma la dirección del Grupo Literario Guadiana y de la Revista Literaria Manxa, sustituyendo en ambos cargos a José González Lara. Su presidencia, asistida por su marido en las tareas logísticas derivadas, se centra en la renovación de la revista, el estrechamiento de lazos con otras asociaciones culturales de su región y en la atracción hacia el grupo de jóvenes valores. En torno a ella se han formado escritores noveles como David de la Sierra-Llamazares, Elísabeth Porrero, Raquel Fuentes, David Gómez o Diana Rodrigo.
En el año 2000 publica el libro "...Y en el Corazón, Palomas", recopilación de poemas no incluidos en poemarios anteriores. Pertenecen ya a esta época sus libros fundamentales, generalmente editados mediante la obtención de premios literiarios: "Este Vivir Difícil y Gozoso", premio Ernestina de Champourcín de Álava(Guipúzcoa 2000); "Interior con Luz", premio Julio Tovar de Santa Cruz de Tenerife (2000); "Manual de los Miedos", premio Mariano Roldán de Rute (Córdoba, 2002); "Regreso", premio Ciudad de Puertollano (Ciudad Real, 2003); "El Silencio de Dios", accésit del premio Tomás Morales de Las Palmas de Gran Canaria (2004); y "Perfil de la Inocencia", premio Esperanza Spinola de Teguise (Lanzarote, 2004).
Recientemente ha publicado los libros "Cuéntame Cosas como si Fueran Ciertas", 2006 y "Descubriendo el Alba", escrito en 1995 pero publicado en 2006. Posee, además, varios libros inéditos, entre ellos cuatro novelas (una de ellas infantil y otras dos humorísticas, que revelan su caracter extravertido).
Posee en la actualidad más de 120 premios literarios y un total de 12 libros publicados.




Vuelvo a la vida con mi muerte al hombro
Blas de Otero



El mundo es otra cosa desde que he regresado,
o es tal vez que lo miro con los ojos de estreno,
como si en los rincones de cuerpo que me faltan
(pequeñas oquedades habitándome a oscuras)
un corazón más ancho hubiera germinado.
Es el mismo y es otro, no sé cómo explicarme:
Sé de sobra que el hombre persiste en su demencia,
que busca a toda costa hacer del universo,
tan bello, tan sin limites, tan de color las rosas,
una fosa común donde quepamos todos.
Yo sé que igual que un cancer existen las hambrunas,
carcomas que no alcanzan a devorar las almas,
inútiles océanos cuyas aguas no pueden
anegar la sequía de todas las conciencias,
y se mueren los niños, tan de mi sangre siempre,
con la mirada liquida de estupor e infinito.
Yo sé de cielos sucios, de agonizantes dias
en los negros estratos del mundo donde todo
es herrumbre y miseria, desolación y cieno,
y sé que sigue habiendo naciones victoriosas
y pueblos derrotados que se mueren por nada...
No hemos resucitado. Todo sigue lo mismo.
y sin embargo siento que el mundo es otra cosa,
y lo dice, y lo grita la herida de mis versos.
Tal vez es mi regreso que ha supuesto el abrazo
a aquello que más amo, a todas las señales
con las que voy marcando mis miseros confines,
territorial y pobre por los cuatro costados.
O es que vuelvo a la vida con mis muertes al hombro
y no hay nada que pueda romperme este momento.


(del libro «Regreso»)








Querido Dios:
¿Recibiste mi carta, la primera?
¡Cuantas lunas nos han brillado encima
desde entonces!
¡Cuantos amaneceres se nos han roto en luz
desde aquel día!
¿Te acuerdas de que en ella me quejaba
de tanto desamparo,
de tanto corazón en carne viva,
de tanta soledad en rebeldía,
y quería zarandearte la memoria
y obligarte siquiera
a poner una fugaz mirada en mí derrota?
No lo tomaste a mal, seguramente.
Era tan sólo un grito de protesta,
un clamor de desdicha,
porque notaba que me habías dejado
de la mano de Dios,
y disculpa la frase.
A veces nos ocurre
(tú eres padre y lo entiendes)
que aunque el amor nos llueva
desde el alma para todos los hijos,
aunque lo derramemos equitativamente
en un fuerte aguacero de afectos torrenciales,
nuestro primer arrullo es para el más pequeño,
y los besos, como palomas blancas,
vuelan sin darnos cuenta
en busca de aquel hijo
que está más indefenso.
Y los otros reclaman de mil formas,
suplicantes o airados,
esos mimos que apenas se prodigan,
esa atención que entienden que les falta.
Como hice yo aquel día,
(¿me comprendes ahora?).
En fin, dejemos eso. Quiero comunicarte
que de alguna manera soy feliz,
que me encuentro tranquila y, a veces,
satisfecha,
que me busqué una tierra, mi tierra,
hospitalaria
donde plantar mi huerto,
donde sembrar mis sueños
y mi ilusión fecunda,
y, emocionadamente, le voy viendo los frutos
a tanta sementera.
Se serenó mi cauce turbulento
y ahora fluyo tranquila
hacia ese mar que aguarda mi llegada,
mejor cuanto más lejos,
porque ya he aprendido
que el dolor y la ausencia
forman parte de un modo intermitente
de esta vida que andamos,
y, aunque a veces me acosan,
llevo mejor las dentelladas…
No sé por qué te cuento todo esto.
Estoy casi segura que lo sabes.
Por eso me despido.
Igual que se despiden los amigos:
con un cordial abrazo y un hasta siempre.
Y, por favor, recuerda
que si en algún confín de esa existencia
inmaterial que ocupas
te encontraras un día con mis padres,
no te olvides de darles, de mi parte,
esos besos de nata que les guardo.


[Del Libro, Y EN EL CORAZÓN PALOMAS]









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