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miércoles, 8 de febrero de 2012

5969.- JORGE A. CORNEJO

JORGE A. CORNEJO (EL SALVADOR, 1923 - 2005)
Otro miembro de la "Generación Comprometida". Sigue con ferviente fervor la poesía lírica aunado con la de protesta. En sus escritos suplica y ama con voz enardecida y se identifica con la mujer no sólo para amar, sino para protestar la persecución política.
Jorge Cornejo nació para las letras y las letras fueron hechas para él. A ocho décadas de su llegada al mundo, este maestro, poeta y crítico de arte salvadoreño cerró la última página de su vida y entregó su intelecto y espíritu al Creador.
Esa mente repleta de conocimientos y esa actitud voluntariosa de transmitirlos se apagó la noche del pasado martes 2 de agosto, en el Hospital General del Instituto Salvadoreño del Seguro Social, tras semanas de una lenta agonía.
El usuluteco de nacimiento dedicó lo mejor de sí para formar mentes y consciencias en las aulas, y para despertar el interés en ese mundillo cultural que lo atrapó desde muy joven.
No sólo nutrió el movimiento de escritores de la generación comprometida y contribuyó a la reforma educativa de Walter Beneke, también heredó a El Salvador 179 páginas escritas con un análisis muy particular de la pintura salvadoreña.
Orgullo salvadoreño
Estudió y creó los lineamientos para entender la pintura.
Amor Al color
Su amistad con José Mejía Vides y Mario Escobar marcó el inicio de su pasión por los lienzos.
Colección única La galería está constituida por creaciones plásticas en Óleo, acrílico, acuarelas y grabados.
La pinacoteca. Según fuentes cercanas, aún se desconoce el destino de la galería de cuadros que poseía don Jorge.
El último Adiós. La ceremonia de despedida es hoy en la Iglesia El Carmen a las 2:30 p.m.; luego irá a Jardines del Recuerdo.
El resultado de años de estudios semánticos, estilísticos, literarios y linguísticos los dejó plasmados en esa edición dedicada a los grandes plásticos del país, la pintura en El Salvador.
Los ojos de don Jorge se deleitaban admirando las obras de arte, mientras su mente realizaba una busqueda cognocitiva, a fin de dar forma a los mensajes implícitos en cada trabajo. Disfrutaba diciendo: “La pintura no está contando un cuento. El pintor tampoco lo cuenta. El que busca eso es el que no sabe de crítica”.
Jamás permitió que su bagaje intelectual impidiera a sus sentidos disfrutar del placer otorgado por las bellas artes. Desde que el destino le concediera disfrutar de la amistad y la sabiduría de José Mejía Vides y Mario Escobar, Jorge Cornejo se hizo de una valiosísima colección.
Las paredes de su casa aún lucen saturadas de creaciones plásticas. Óleos y acrílicos comparten créditos con acuarelas y grabados, técnicas mixtas y pasteles hablan de épocas, momentos, percepciones.
Desde allí, estudió y creó lineamientos para entender a un Salarrué pintor, al pionero Carlos Alberto Imery, al ingenioso distorsionador que fue Toño Salazar, a Raúl Elas Reyes, al maestro Camilo Minero, al crítico Carlos Cañas o al lírico Salvador Llort.
Sus discursos abarcaron todas las corrientes que pintaron el siglo XX de El Salvador. Nadie se le escapó.
El crítico también escribió poesía. Era un romántico empedernido y, como tal, entregaba sus sentimientos más profundos a las letras.
Letras que hoy se agrupan y distribuyen para hablar un poco de Jorge Cornejo, una milésima parte de lo que él fue y significó para la cultura nacional. Honor a quien honor merece.






SI LLEGARA A PERDERTE


¡Ay...
si llegara a perderte!
Supongamos, amiga, por algo inevitable
o bien por un motivo baladí,
si llegara a perderte definitivamente;
por ejemplo, esta tarde
esta tarde en que amamos
sin reservas
hasta las cosas simples de la tierra,


Ay, amiga,
si llegara a perderte,
si a mi lado te tornaras espuma
en el largo lamento
por donde no camina la esperanza,
se hundiría mi canto
de auroras prometidas.
Pero por sobre todo:
¿Qué palabra, que llama inagotable
llenaría de impulso mi anhelo abierto al viento?
¿Qué sonrisa de total transparencia
le pondría otras alas a mi pecho?
Ay, la ardentía de lucha
que sostiene
el torrente de mi sangre.
Si llegara a perderte...
¿En qué oscuro subsuelo crecerían mis manos arañando silencias?
Lo digo
porque ahora tenemos
más amor repartido
y un poco menos tierra
para sembrar el canto
de la patria.


Querida,
aunque nos echen lodo en la sonrisa
y con golpes de piedra
nos maltraten el alma,
no podrán derribarnos la esperanza
ni obligar nuestras voces
a dejar intocadas las herencias del llanto.
Si llegara a perderte:
(es tan solo un decir)
perdóname estas cosas
tan absurdas,
pues también cuando se ama
de manera indecible,
pensamientos amargos
nos perturban los sueño












HOY DUELE SONREIR


No me pidas, amada, que sonría.
No basta el rumbo de una sola dicha
para cambiar definitivamente,
todo el rostro reseco de estos pueblos.


No quieras que te cante,
yo tengo la palabra tosca
de tanto enarbolar los puños,
desde un tiempo disperso.


Si sólo tú estuvieras apoyada
en la vigília de mi amor terrestre;
sí solo tú, apacible, crecieras en mis ojos
sí sólo tu sollozo
agitara el latido de mi sangre;
encendería el verso en alboradas lentas.
Pero junto a mis manos
sometidas al trigo petrificadas
hay millares de manos de millares de níños
empujando mis sueños,


Mujer, mi gran amiga,
hay junto al rictus sombrío de mí boca
tu dulce boca triste
y todos los dolores y llantos.
No me pidas, amada, que sonría,
yo sé que tú quisieras canciones de rocío
madurándote el sexo;
yo sé que tú quisieras tenderte sobre el musgo
y allí elevar mis hijos al rumorar de un río.
Aspiras a la orilla del mar,
del viento,
de las estaciones florecidas
buscando mí poema de amor
para embriagarte y te llenas el pecho
de mi voz dolorosa.
Pero te digo, amada,
que debes alegrarte de perpetuar mi angustia
te digo que te vistas tus rosas y tu luna,
porque en mi corazón abofeteado
cabe aún la esperanza.














JUNTO A LA PATRIA MÍA


Yo te quiero a mi lado
entonando los sones de un himno;
germinando el maíz con tus manos,
y en la rueca del sueño
retorciendo la cálida lana.


Yo te quiero a mi lado,
jubilosa, ayudándome
a salvar esta patria hundida hasta las sienes;
te quiero infatigable
empuñando el anhelo de las vindicaciones.


Que las nuevas mañanas
la llenen de ardentía,
y en la repartición del canto
sea el amor barbecho
en cereal esperanza frutecido!


Te quiero ancha de besos
con un vasto regazo
en sayal extendido para todos los niños.


¡Ay, mi única!
Reparte tu sonrisa en telúrico abrazo
a los hijos anónimos,
que hallaron asfixiada la alegría
en el túnel batracio del lamento.


Yo te quiero a mi lado
total y repartida
en la paz inviolada y el amor redimido;
yo te quiero en el nombre
de la patria futura
definitivamente mía.














ESTAR AQUÍ


Estar aquí
en presencia de amor definitivo,
en cereal repartido;
crecer en sangre nueva y fecundada
y ser en la espiral del fruto
la cabal esperanza de la tierra.
Estar aquí
y encontrar necesarios nuestros sueños;
en la paz realizada,
congregando simientes y banderas,
y en el beso sellado en nuestros hijos
perennizar la alianza con la rosa.
que un pan cadeal de maíz o de trigo
(siempre será lo mismo)
manos sin ataduras multipliquen
con los diarios aceites
que consuman los mitos legendarios.


Mujer, mi compañera
en el rescate de la absoluta aurora,
del corazón perpetuo,
y del saber sincero de sal liberada.


Estar aquí
y en la hora de las manos unidas
saber que el hombre canta.










TÚ, EL PUEBLO Y LA POESÍA


Nosotros dos, amiga,
mi íntima en el tiempo,
podemos saludar a la luz del alba;
cercar la primavera con los brazos.
Podemos tener sueños hermosísimos,
podemos sonreir llenos de júbilo,
y hasta cantar un poco
cuando llegue el invierno.


En verdad mi pequeña,
nostros dos tenemos
el amor y la vida.
Tenemos la esperanza
sobre las hojas muertas del otoño.
Y ya verás, hermana,
podremos repartir a manos llenas
verso a verso la poesía;
para que nadie enlode su grito y su palabra,
para que nadie llore,
para que nadie caiga
más hondo que el lamento.


Nosotros dos, amiga,
podemos ayudar
en la resurreción de la alegría,
dejar alta la noche en los luceros
y abrir puertas al día
con la llave del canto.


Querida,
nosotros dos tenemos
un claro testimonio de poesía.












POEMA DE LA ESPERANZA


Yo no quisiera, amor, la fe caída,
pero si alguien violentamente
nos empuja el corazón en la amargura
levantemos el canto que nos llena.


Te aseguro, mujer, que nos acechan
para hacernos caer de la esperanza
como dos niños sólos en el llanto.


Te aseguro, mujer, que nos persiguen,
que nos buscan la voz para ahogarnos
porque le tienen miedo a nuestra dicha.
Prohibido sonreir, tener ancha la risa,
y si acaso intentamos
desayunar tranquilamente unos cuantos claveles
te aseguro, mujer, que nos destierran:
y los diarios locales
(órdenes superiores) a grandes titulares
dirán que se salvó la patria.


Yo no quisiera, amor, la fe caída,
pero le tienen miedo a la sonrisa
y nos quieren atar el alma entera.


Enarbolar la fe,
tener muy alta la esperanza
está contra la ley,
está contra el derecho,
porque le tienen miedo a la alegría.







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