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miércoles, 14 de diciembre de 2011

5537.- BERNARDO ORTIZ DE MONTELLANO


Bernardo Ortiz de Montellano (México, D. F., 1899 - México, D. F., 1949), fue un poeta, escritor, ensayista, dramaturgo, narrador y traductor mexicano. Fue miembro del grupo Los contemporáneos, jefe de redacción de El Trovador, revisor de libros en la Secretaría de Educación Pública (SEP) y maestro de la Escuela de Verano de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).
Nació en la Ciudad de México el año 1899. Estudió en la Escuela Nacional Preparatoria. Fue miembro del grupo "Los contemporáneos", jefe de redacción de El trovador y también trabajó en la secretaria de Educación Publica. En 1928 funda junto a Bernardo J. Gastélum, Jaime Torres Bodet y Enrique González Rojo, la revista "Contemporáneos", siendo director de ésta por 3 años (1929 - 1931).1 Se ha distinguido como forjador de una lírica orientada hacia el posmodernismo, que comprende desde la inmersión reminiscente en el pasado hasta la concreción sensualista de un imaginismo elegante y preciso. Escribió también varias biografías de personajes importantes como "Figura, amor y muerte de Amado Nervo" (1943) y "Sombra y luz de Ramón López Valverde" (1946). Fallece el año 1949 en la ciudad que lo vio nacer.

Obras
Entre sus obras tenemos:
Figura, amor y muerte de Amado Nervo (1943).
Literatura indígena y colonial mexicana (1946).
El sombrerón (1946).
El caso de mi amigo Alzafeta (1946).
Entre sus ensayos son particularmente interesantes:
Literatura indígena y colonial mexicana (1946)
Literatura de la Revolución y Literatura revolucionaria (1930).








TROMPO

El trompo que gira músicas menores
movido, sin tregua, por tenue cordón,
el trompo de siete colores
¿no es un corazón?

El trompo de siete colores, 1925










Una historia. Dos letras
que bordaron tus manos en mi vida.
¡Abecedario de las cosas muertas
en el pañuelo blanco de los días!

El trompo de siete colores, 1925










PECES DE ZIRAGÜÉN

Con las plumas del vuelo del venado
del pez del aire que en azules pinto
batallador cuchillo del instinto
corta en cien latitudes un pescado.
Capitalina la niebla, en su costado,
vestida de algodón y de jacinto
propone a las espumas laberinto:
sabe a lenguas de tono numerado.
Curva música el remo de la aleta
en dirección al ojo que la goza,
ojo de tiro al blanco sin saeta
teñida espuma de la mar celosa,
pez en la cuerda que el tarasco roza
con el arco sensible de la zeta.

El trompo de siete colores, 1925












CANCIONES CERCA DEL MAR*

(En Guaymas, Sonora.)

I

Al norte de la rosa y el tabaco
los hombres cantan,
cantan y danzan,
al sonámbulo giro de las crines
del vuelo del caballo.

II

Cerca del mar la arena del desierto,
la sed de la palmera
y el pez espada en el costado muerto.
Cerca del mar la boca de la roca
seca, paralizada,
y el agua que no llega hasta la boca.
Cerca del mar la tierra, femenina,
grávida de quietud,
apenas respirando vespertina.
Y el mar que no la cubre con su aliento
de engendrador alegre,
masculino, perpetuo movimiento.

III

Salta la liebre. Azoro repentino,
en sus ojos de negra porcelana,
el hombre que intercepta su camino.
Entre Batuc y Sásabe, norteño,
en la magia pascola de la noche
repta su danza cascabel el sueño.
Arde la sangre. En el celeste paño
rojo y ultravioleta del crepúsculo
una palmera...
Y el cielo azul como la noche, cierto,
entre los labios de la pasajera.

El trompo de siete colores, 1925












SEGUNDO SUEÑO

(fragmento)

Au fond de l'inconnu pour
trover du nouveau.
Baudelaire

Del sonido a la piedra y de la voz al sueño
en la postura eterna del dormido
sobre mármol de cirios y cuchillos
ofensa a la raíz
del árbol de la sangre -concentrado-
mi cuerpo vivo, mío,
mi concha de armadillo
triángulo de color sentido y movimiento
contorno de mi mundo que me adhiere y me forma y me conduce
del sonido a la voz y de la voz al sueño.
Batas blancas y manos como encías
Pasos leves de goma de ratones
Luz hendida, amarilla, luz que hiere
bisturí del más hondo hueco de sombra oculta
Luz de paredes blancas, anémica, de mármol
Nidos de algodón para lo verde y negro
de la vida y la muerte.
Mármoles y aluminios
que no empaña el reflejo ni el aliento ni el alba
de unos ojos de niño
Luz del allá de la llama amarillenta
para el aire del éter más fino de los cielos
Nidos de algodón
para las alas de los peces del alcanfor y el yodo
líquidos mensajeros de la muerte.
¡Oh, Saturno,
escafandra de siglos en mi siglo,
descenderás conmigo entre los brazos
a un mundo de sigilos.
Y detrás de la muerte -centinelas-
ojos de dos en dos vivos, cautivos.
Soy el último testigo de mi cuerpo
Veo los rostros, la sábana, los cuchillos, las voces
y el calor de mi sangre que enrojece los bordes
y el olor de mi aliento tan alegre y tan mío!
Soy el último testigo de mi cuerpo
Siento que siento
lo frío del mármol
y lo verde
y lo negro
de mi pensamiento
Soy el último testigo de mi cuerpo.

Sueños, 1933












LETRA MUERTA

Frío, universal paisaje de cosas que nadie usa
ajeno a los frutos y las aves.
Desconectado, íntimo mundo
en los cuartos del hotel
a donde entramos a descubrir el nuestro
mundo desconocido
en la primera desnudez frente al espejo
de la mujer primera
Eva en el paraíso metálico de un mundo
de la tones y níqueles, musical, pavoroso.
Jarra, plástica amiga de mi sombra de arañas
silenciosas
fieles a la frialdad de las paredes;
muebles desconocidos y rumores enanos
polilla de los bosques que tuercen la cadera de los
ríos;
luz de sombra amarilla
palabras de los climas y los hombres
que alguna vez grabaron su frente en el sudor de
las almohadas
y el calor de su sangre en la pared, la sábana y
lo triste del secreto.
Paralelo a los límites del agua
mi cuerpo ocioso y libre
recorre los suburbios del diamante y el ancla,
inolvidable impacto en la pared más blanca
y en el blanco más blanco de mi sangre y tu llama.
En un cuarto de hotel con ángulos y arañas
y sombras que apenas nos mutilan
la cara del reloj viajero en marcha
y el ímpetu interior de una palabra
y esa mano que crece, larga, y crece
a encender el cerillo y arrojar el cigarro
como una noche ardiente en la mañana de un viento
sin espalda.
Primera, eterna, noche de arrojo en los hoteles
sin retratos de familia,
sin calendarios,
sin llaves en las puertas,
sin costumbres y sin repeticiones.
Lucha viva de ángulos y plumas,
de sueños y distancias,
pureza de lo impuro para lectores pasajeros que
prolonguen el calor de su sangre en la pared y
en la sábana y en lo triste del secreto.

Sueños, 1933













MUERTE DE CIELO AZUL
(fragmentos)

V. EN DONDE SE HABLA DEL CUERPO SUJETO A LA ANESTESIA

Este cuerpo sellado por la inercia
vivo, sin voz, ausente, sin sentido,
que al grito de los hombres despierta
y el sueño arrastra a su secreto sino
Este cuerpo mi cuerpo sometido
a la niebla más niebla de mi muerta
soledad sin presencia ni destino,
perdido el aire sin saber la esencia
Este cuerpo sin voz, metal sin fuego
mano sin despedida que no muevo
brazo lirio de lava y de ceniza
Aire sin soplo de ternura verde
este cuerpo sin voz ya no es la vida
pero tampoco el sueño ni la muerte.







IX. FORMAS DE SUEÑO

Este busto de yeso que respira
lunas de noche antiguas y metales
rodillas mutiladas desiguales
que si la noche cubre el sueño mira
Esa mano de flores que conspira
al abrir y cerrar dedos cristales
sonrisa de coral ya sin corales
ajeno mar donde la voz expira
Estos ojos de verdes vegetales
que al fuego muerto de los goces gozan
y a lo oscuro me miran inmortales
Y esta sombra de luz donde rozan
las almas y los cuerpos que reposan.
Vivos sueños, bellezas funerales.









XIV. A LA ALEGRÍA DE LA VIDA Y DE LA MUERTE

Espíritu que nace de lo inerte
negación de placer, cuerpo dormido
indolente conciencia del sentido
que goza de la rosa de la muerte
Otro placer sin sombra ¿quién advierte?
¿quién muda de color, descolorido,
sin sentir en la sangre que lo ha herido
el paso sigiloso de la muerte?
Y si ese labio calla y otro miente
y es el cuerpo la letra y la medida
y el arte de morir es inconsciente
Color el agua sangre y no deserte
que al fuego de la sombra de la vida
no escape mi sombra de la muerte.

Muerte del cielo azul, 1937















ELEGÍA (fragmentos)

(No la amante, el amor...)

I

Recuerdos de la noche, los ausentes
que vuelven despojados de su luto,
haber vivido y muerto, flor y fruto,
asoman por lo oscuro de las frentes.

No fluye su pasado por las fuentes
que gozan de olvidar cada minuto,
ni niegan a la Noche su atributo
y estando son, aun sin querer, presentes.

Sólo la muerte, en la memoria, sabe
precisar la distancia de la vida
entre el vuelo y la flor, la voz que hiere,

o que fuego o ceniza preferida
deja el amor, cuando la amante muere
en brazos de algo inmaterial y grave.

IV

No la amante, el amor. La singladura
de la noche que arrastra fuego frío
por las venas del sueño, poderío
de la encendida palidez oscura.

El amor, no la amante. El goce mío;
la imagen que desbasto; la onda pura
que invade entre las ruinas mi locura
de tallar en diamante lo sombrío.

No la amante, el amor que le dió vida.
Lo que mi mano roza y estos ojos
desojan; lo que nace de la herida

soledad en la noche de mi sueño:
¡Encarnación que vive entre despojos
de la que soy -¡oh, dulce sangre!- dueño!

Sueño y poesía, 1952








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