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miércoles, 22 de febrero de 2012

6124.- PELLO OTXOTEKO







OTXOTEKO, Pello
(Irún, Guipúzcoa, País Vasco 1970)
Pello Otxoteko es licenciado en Ciencias Biológicas y en Bioquímica. En la actualidad es profesor de Secundaria. Su primer poemario, Haraindiko begiraden bila (En busca de la miradas que van más allá), se hizo con el XI Premio de la ciudad de Pasajes, tras lo cual fue publicado en formato libro por la editorial Bermingham en 1999. En opinión del también poeta Felipe Juaristi, «la poesía de Pello Otxoteko es muy suya, se basa en las sensaciones, aunque también hay poemas que quieren expresar conceptos. (...) Este poemario también se puede leer como un libro de viajes. Se trata de un viaje interior en el que puede apreciarse el eco de otros muchos viajes, pues el viajero, por lo menos al principio, retoma el camino ya realizado anteriormente por otros. Pero finalmente se da cuenta de que está solo. Mira a derecha e izquierda y no a nadie a su lado. Mira hacia delante y no ve rastro de nadie. Debe realizar él solo el resto del camino, tiene que llegar solo a la meta, al jardín que hará florecer su boca» (in Juaristi, Felipe. "Barrutik kanpora, itzaletik argira", El Diario Vasco, 03-11-2000).

Después vino el poemario Itzalaren Ñabarduretan (En los matices de la sombra; Hiria, 2001). El día de la presentación del mismo Otxoteko explico que «el libro es una viaje interior al mismo tiempo que indaga en las cosas, actos y sentimientos ocultos en el exterior». Según señala el crítico literario Javier Rojo, en el citado trabajo del poeta guipuzcoano «trata del ser y de lo que en definitiva ello significa, a través de unos textos con forma de poesía situados en el límite de la filosofía» (in El Correo, 05-29-2002). De hecho, la poética de Otxoteko guarda una estrecha relación con la Filosofía, actitud que se nos revela de manera evidente en su última obra: el poemario Arnasa galduaren ondarea (El legado del aliento perdido; Elkar, 2003).

Para Otxoteko la poesía es «un mensaje, un concepto equipado con un marco estético determinado. Ese marco estético tiene que tener música. Si también aparece el juego de palabras, la vertiente lúdica de la palabra, entonces aumenta la belleza».

Otxoteko ha traducido junto a Albert Galvany Larrouque la poesía de Li Bai, publicada bajo el título Urrutira bidalia (Lanzado a lo lejos; Alberdania, 2005). 







OTXOTEKO, Pello:
Algunos poemas


Por los cantones de la sombra


Es en las sombras donde reside la verdadera
esencia del ser,
la esencia y la realidad
-las sombras chinas lo expresan-;
sólo las sombras nos dan
señal de lo que se esconde
tras la blanca sábana del mundo.
Pero no es fácil
indagar el corazón de las sombras,
es complicado
explorar el núcleo de las sombras.
Es preciso degustar la luz
que desde el borde de las sombras
se difumina, se refleja
con una explosión;
como agua de lluvia que se desliza
desde las aristas de una estatua de mármol
para sorber el jugo de las fronteras reales,
para sentir el carácter de los sentimientos más ocultos.


© Otxoteko, Pello. Itzalaren ñabarduretan [Los matices de la sombra], Hiria, Alegia, 2001.










Búsqueda


Me he vuelto un asceta de las palabras
sigo buscando agua nueva
en la realidad de mi mundo,
engalanado con la esperanza
de hallar un día en mi cedazo
el verbo que tanto necesito.


Pero mi espíritu está estéril,
mana de mí una fuente vana
en mi desierto sin sentido.
Frases sutilmente encadenadas
tesoro del alma
que estimula el corazón
en este páramo en el que soy ermitaño del ser,
y el recuerdo de tu imagen,
ancla de esperanza,
para que seas
la cavidad de la cueva
que hace surgir el eco de este grito.


© Otxoteko, Pello. Itzalaren ñabarduretan [Los matices de la sombra], Hiria, Alegia, 2001.












Sobre mí cabeza verdes hojas translúcidas
recién brotadas
bajo mis pies tierra caliente, rica y fecunda
a lo lejos un amanecer difuminado, anhelando reventar
y tu caricia
como si fuera vivo aliento
desafiando el reto de belleza de la naturaleza
el tiempo, deseando tornarse inamovible.


© Otxoteko, Pello. Itzalaren ñabarduretan [Los matices de la sombra], Hiria, Alegia, 2001.












Turbación


Caminaré tras los rastros
dejados por las lágrimas
turbado
deseando borrarlas,
ya que son señal de sufrimiento,
indicador de la pena,
siendo también palabra de impotencia
pues tienen amarrados mis sentimientos,
ignorantes de que estas lágrimas
me llevan, con sensaciones
que erizan el vello, a tu ser sensual
más completo, pendiente abajo.


Y cuando esté perdido en el prado,
cuando el sol resbalando por mis ojos yazga en la ladera,
seguiré con la mirada
la marca del caracol,
tan brillante como pegajosa,
como los rayos de sol que allí
se reflejan con el ángulo equivocado,
a visitar un lugar desconocido
que me lleve a cualquier parte.


© Otxoteko, Pello. Itzalaren ñabarduretan [Los matices de la sombra], Hiria, Alegia, 2001.












Pregunta


Espíritus altivos, venís a mí pidiéndome
a gritos la respuesta que querríais cosechar,
las razones tan en bosquejo como acotadas,
y dejando a un lado la falsa realidad.
¡Pero yo no tengo más que una respuesta!
Os muestro la muerte como una metamorfosis del ser,
como si fuera un cáliz catártico de tabúes habituales.
¡No me rechacéis con repugnancia!
Aunque no os haya ofrecido
ningún modelo cercano,
no vengáis a mí gritando ¡por favor!
Solamente creed.
Aceptad en el vacío.
¡Vaciaros en la nada!


También los ojos ven
brumoso dentro del agua,
ciérralos pues
para percibir cuanto hay más allá,
respira el suspiro de los sonidos
y así la fuerza interior derrote a la desesperación;
y entonces, una vez la hayas vencido,
irás degustando por el camino
la Sombra de la luna
que une todas las respiraciones,
la Sombra de la luz
que se refleja en la oscuridad,
un ser más allá del ser,
lo que es más allá de lo que existe.


© Otxoteko, Pello. Itzalaren ñabarduretan [Los matices de la sombra], Hiria, Alegia, 2001.












Mi cuarto tiene cuatro esquinas,
tres paredes y una sola ventana,
una sola ventana con un pequeño balcón.


Mi vida tiene cuatro puntos:
norte, sur, levante y occidente.
Los cuatro se hacen uno
en un solo objetivo.


Y hace tiempo que aparté
de mi meta
todos los atajos
que atravesaban el camino.


Estoy cansado ya de recoger
estiércol en mis palmas,
asqueado de degustar
los fríos frutos de la necrofilia,
arrepentido de haber saciado
los ángeles de la coprofagia
de este mundo.


¿Y aún pretendes
licuar y exprimir de mí
el ardiente ímpetu rebelde
que se agotó en mi adolescencia?


¿No sabes acaso que del requesón, si lo mueves,
mana un suero descolorido?


¿Por qué continúas besándome
como si quisieras beberme las entrañas?


© Otxoteko, Pello. Itzalaren ñabarduretan [Los matices de la sombra], Hiria, Alegia, 2001.












Elogio de la locura


Conocerse uno mismo
es conocer a Dios.


¿Acaso nos conocemos a nosotros mismos?
¿Se conocen acaso a sí mismos los locos?
Quizá ellos sean los únicos que profundamente
se conocen a sí mismos.
Quizá sólo ellos conocen a Dios.


© Otxoteko, Pello. Itzalaren ñabarduretan [Los matices de la sombra], Hiria, Alegia, 2001.










Eclipse


Vivimos en eclipse.
Apenas si llegamos
a percibir
la corona de luz difuminada.
El firmamento de nuestro ser
lo vemos velado a medias.
Nos falta el brillo de las estrellas, que guía;
nos falta la luz del Sol, que sacia.
Seguimos adelante bajo un manto de engaño,
iluminados por imaginarios resplandores,
bailando con sombras fantasmales
después de haber tropezado
en este escenario de falsedades.


El eclipse crea alguna cosa en el vacío,
para disfrazar la hipotética imagen de la nada.


© Otxoteko, Pello. Itzalaren ñabarduretan [Los matices de la sombra], Hiria, Alegia, 2001.










La pasión del hombre actual


Aquí estoy, mirando al horizonte sin regazo,
agotado, desesperado,
incapaz de comprender,
esperando encontrar
en la cárdena línea temblorosa
donde todos los sueños se reúnen
algún indicio de todas las respuestas.


Llevas la noche en tus ojos,
el odio entre las manos,
la envidia en los labios,
el resentimiento en las venas.
Y, en esta amplia extensión de tierra,
viniste a nosotros,
para aquí germinar.
Al nacer traías contigo
la semilla de la Muerte,
y te precedió el desastre,
pues si amplio y fértil era el mundo,
más amplio era aún nuestro espíritu perdido.
El destino nos tiene asignado
desde el nacimiento la seña de la negación
y, en lugar de la sangre,
nos arranca la vida sin ninguna piedad.
No debemos castigarnos,
pues, entre pasados remordimientos,
la verdadera luz nos ciega.
Por eso nos resulta imposible
contemplar
con la mirada desnuda
el Sol frente a frente.


Nos resulta imposible mirar el núcleo
del Sol, conocerlo, degustar su ser interior,
ni siquiera podemos ver claramente
su corona;
de todo punto imposible
percibir la sombra del Sol.


Al final del camino
los dos pequeños corazones
de nuestros ojos nos confirman
que todo no es más que una simple mentira.
Y la misma muerte es el único intento
de vencer a la Muerte.


© Otxoteko, Pello. Itzalaren ñabarduretan [Los matices de la sombra], Hiria, Alegia, 2001.












Río abajo


*En esta vida estamos de paso,
de alquiler, sin despertar*
Charles Wide (1883-1958)
Quisiera ser
un cartero que va en bicicleta,
y repartir por todos los refugios del mundo
polvo de estrellas.
Pero a menudo
las puertas están cerradas
y el inquilino dormido.
Hay que esperar mucho ante la puerta.
Esperar mucho en la puerta de la vida.


Esta realidad es una espera,
y en ella vamos paso a paso
abriendo nuestros ojos.
La espera en esta vida
se convierte en angustia,
en forma de angustioso río
vivo y cambiante.
Insaciables vamos río arriba,
y la natación, rápida y dura,
no es más que una larga espera
que nos va llevando
hasta la última catarata.


Al acercarnos a la cascada,
recibimos en la cara
las salpicaduras de la ruptura,
que nos aseguran el camino a la caída,
pero sin aclararnos nunca
cuán grande es la caída.


Hoy se nos ha perdido
el cartero que va en bicicleta,
y el polvo de estrellas ya
no se puede repartir.
No encontraremos ya
las puertas cerradas,
y los de casa estarán despiertos.
Hay que arrepentirse mucho al esperar largo tiempo.
Hay que afligirse mucho al preguntar por lo desconocido.


¿Acaso le dirías
a una gota de agua
que se ha librado de la cascada
y se ha quedado colgando de una hoja de fresno
que finalmente, de una u otra forma,
tendrá el mismo fin
que todas las gotas que van a la catarata?


¿Cómo retener los rayos del Sol?
¿Cómo colgarlos del cálido aliento del vaho?
Soñemos con las alas abiertas,
soñemos con toda el alma,
gocemos del viento al amanecer
y con el sosiego de la sencillez
seamos rayos
en lo más crudo del invierno,
a este lado de la ribera
del río que es atardecer.


© Otxoteko, Pello. Arnasa galduaren ondarea, [Patrimonio de aliento perdido] Elkar, Donostia, 2003.












La verdad es una cavidad.
Una cavidad infinita y vacía;
y el tiempo se extiende en esa cavidad,
se complementa y se une con la nada.
Estamos continuamente atravesando
la enorme puerta adornada con marco dorado,
entramos en más amplias cavidades sin darnos cuenta
de que se hace más pequeña por momentos.
Nos gusta abrir nuevas entradas,
aunque al oír el clic de ignotas cerraduras
el corazón nos da un vuelco.
Variados sonidos, risas y gritos
nos embriagan en las nuevas cavidades,
y no nos percatamos de que en estos ensanches
nos rodean
huecos más densos y profundos.
Antecesores del arrastre de piedra con bueyes
y modelo de locuras.
Y cuanto más insignificante es
nuestra inteligencia,
mejor cumple su quehacer
y mejor llena el vacío de la existencia.


Buscar, encontrar,
y sumergirse en la nada.
¡Tragarse la nada a bocados!
Siempre nos quedará
el camino de vuelta
que ha de recorrerse hacia atrás;
haremos frente al silencio,
al canto de nuestra existencia,
desnudaremos las notas usadas en la melodía de la vida
y degustaremos la oportunidad de conocer
el jugo de la música verdadera;
extirparemos en nuestras manos
los matices de la sombra lunar
que hace surgir la nada, y nos daremos cuenta
de que sólo desde esta esquina de nuestro interior
puede percibirse la cavidad de la Verdad.


© Otxoteko, Pello. Arnasa galduaren ondarea, [Patrimonio de aliento perdido] Elkar, Donostia, 2003.












Al otro lado


Lo que nos gusta es el otro lado,
los secretos crepúsculos del día,
los ocultos amaneceres de la noche,
nuestra amante,
el alisar despiadado más allá de la ribera,
y en nuestro deambular
nos damos cuenta del húmedo aliento de nuestro fresca fresneda,
que nos anuncia que es para vivir que vivimos.


Lo que nos gusta es el otro lado,
el otro lado de la ribera
donde nos es imposible maldecir el amor
es lo que nos gusta.


La desesperación del huérfano
en busca de quien le ayude a cruzar la frontera,
pero la gabarra no tiene
alerón en la popa.
Hemos maldecido el amor
a este lado de la ribera.


Todo es, finalmente,
una alucinación;
aún más,
no es más que el refuerzo de una alucinación.


Pero, al fin y al cabo, todos
queremos estar al otro lado,
en espíritu, por naturaleza, en acto y en alma.
Todos contemplamos el húmedo aliento
de los frescos fresnos del otro lado,
incapaces de distinguir
si lo odiamos de veras,
si lo amamos de veras,
ignorando
si se trata o no del alisar despiadado.


¿Y no es acaso paralógico
desear la otra orilla con transparencia,
sin saber
en qué lugar estamos,
en qué lado estamos,
en este mismo momento?
¿Incapaces de saber
dónde, cómo, desde cuándo y desde dónde
está el lado de nuestra orilla?


Las lógicas de este tipo
provocan la lisis de la misma lógica.
La lisis de la paralógica:
¡¡¡la PARÁLISIS!!!


© Otxoteko, Pello. Arnasa galduaren ondarea, [Patrimonio de aliento perdido] Elkar, Donostia, 2003.










Preguntas en el pozo mundano


Pero ¿acaso hay algo
por encima de todas las físicas
y por debajo de todas las metafísicas?


¡Sí: existe, por lo menos, un grupo perdido de seres!


Y entre esos seres, el rey, un bípedo
que a sí mismo se llama racional.


Sólo alguno de ellos sabe quién es
y a dónde va.
Pero éste confunde a su mujer con un perchero.


© Otxoteko, Pello. Arnasa galduaren ondarea, [Patrimonio de aliento perdido] Elkar, Donostia, 2003.










Éxtasis


Ofréceme tu cáliz
para degustarte con ganas,
para que beba
con húmedo calor
el dulce jugo de tu Grial.
Para que los labios se transformen,
mientras del borde de mis labios
mana con abundancia a rebosar
un amarillento líquido pegajoso.


Quiero cerrar mis párpados,
abrir mi boca, saciarme,
y lanzaré un grito
al fondo de tus entrañas.
Quiero tornar mi ser en eco
dentro de tu cavidad,
y al vaciar mis entrañas
convertir mi propio ser estropeado
en un ser nuevo, íntegro y completo.


© Otxoteko, Pello. Arnasa galduaren ondarea, [Patrimonio de aliento perdido] Elkar, Donostia, 2003.










Respuesta


Lo que no puede encontrarse,
sin embargo, es;
el hecho de ser insondable
es lo que explica que no lo hallemos.
Lo insondable es aquello que no puede sondarse,
y no puede hacerse porque no tiene fondo;
no tiene fondo el agujero sin final,
un agujero sin final es algo infinito,
y algo infinito nos lleva al vacío;
el vacío es insondable
y lo que es insondable
no puede encontrarse,
por mucho que esté
y por mucho que sea;
el vacío es algo imposible de hallar
que tiene carácter infinito;
la nada
surgida ex Deus.


Finalmente nos surgió ADÁN,
para finalmente concluir en NADA.


© Otxoteko, Pello. Arnasa galduaren ondarea, [Patrimonio de aliento perdido] Elkar, Donostia, 2003.






©Traducción: Gerardo Markuletahttp://www.basqueliterature.com/Katalogoak/egileak/otxoteko

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