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martes, 31 de enero de 2012

5907.- MANOLO CUADRA





Manolo Cuadra
Manuel Antonio Cuadra Vega, conocido como Manolo Cuadra (NICARAGÜA Malacatoya, Granada 9 de agosto de 1907 - Managua, 14 de noviembre de 1957) fue un poeta, periodista y narrador nicaragüense. Perteneció al Movimiento de Vanguardia junto con Joaquín Pasos, José Coronel Urtecho, Pablo Antonio Cuadra y Luis Alberto Cabrales, sin embargo se desvincula del grupo al adoptar una posición política de izquierda. Sufrió encarcelamientos y destierros durante la dictadura de Anastasio Somoza García. Considerado uno de los padres de la moderna narrativa nicaragüense, principalmente en el género testimonio.
Manolo Cuadra nació en Malacatoya, Granada el nueve de agosto de 1907. Desde su nacimiento hasta 1915 cuando ingresa a estudiar con los Salesianos de Granada vivió con su familia en las ciudades de Granada y San Juan de Sur. En 1924 regresa a vivir con su familia que se ha trasladado a Masaya. Trabaja el la oficina de telegrafos. En 1925 Se une temporalmente al ejército pero luego regresa a ayudar a su padre. En 1927 empieza a publicar sus escritos en periódicos locales. De 1928 a 1931 desempeña diferentes trabajos en Rivas, Masaya y Tipitapa; fue pulpero en los pequeños poblados de Las Maderas y Las Banderas.
En noviembre de 1931 regresa a Managua y en 1932 se enlista al ejército constabulario, futura Guardia Nacional, como operador de radio. Es enviado a Quilalí, en las Segovias, a luchar contra Sandino. De 1933 a 1934 es transferido al los poblados de El Jícaro, Ocotal, y Teotecacinte. En 1935 abandona la G.N. y se dedica al periodismo. Sin embargo, pronto cae preso y es enviado a la cárcel de "La Veintiuno" por haber colaborado con su hermano Abelardo en un levantamiento contra el tirano Somoza.
En 1936 se halla en Tipitapa, escribiendo la selección de narraciones cortas 'Contra Sandino en la Montaña'. Somoza tiene otros planes, lo acusa de comunista y en febrero de 1937 lo destierra a la Isla Little Corn Island, en el mar Caribe. Regresa a Managua en noviembre. En este año publica su diario del exilio 'Itinerario de Little Corn Island' (Managua, Editorial Novedades).
En julio de 1939 sale hacia Costa Rica y trabaja entre otros empleos, como peon en las bananeras de la United Fruit Co. En 1942 esta de nuevo en Managua y trabaja como redactor en varios periódicos. Publica el libro de relatos 'Contra Sandino en la montaña' (Managua, Editorial Nuevos Horizontes). En 1943 esta de nuevo en la cárcel y en 1944 en Masaya con la ciudad por cárcel. En 1945 publica 'Almidón' como caricatura y retrato del país (Managua, Editorial Nuevos Horizontes). Viaja a Costa Rica, regresa y vive en Managua hasta que, durante los meses de Julio y agosto de 1947, es exilado a la isla de Ométepe.
En 1950 viaja a Nueva York; en 1951 es desterrado a El Salvador y a su regreso a Managua se dedica al periodismo. En 1952 viaja a Europa. En 1955 publica Tres amores (Managua, Editorial Krumen) y en agosto, es desterrado a Costa Rica. En Abril hospeda a Carlos Fonseca. En julio de 1957 regresa a Managua, y muere de cáncer el 14 de noviembre.

Obras
Itinerario en Little Corn Island (Vivencia de su destierro en esa isla del Caribe)
Contra Sandino en La Montaña (colección de cuentos ambientados en la guerra sandinista, de 1927 a 1933)
Almidón (novela humorística)
Tres amores (recopilación de todos sus poemas)




Sólo en la compañía


En las montañas más altas de Quilalí de las Segovias,
y en las zonas mortales de estas tierra heroicas,
entre diez y siete compañeros estrechamente unidos por la aventura
yo, Manolo Cuadra, raso número 3495,
iba
solo.


Hablan los compañeros de las coplas canallas
surgidas en la hora como una flor de alivio:
Cantinas, copas rotas, meretrices


(Pero no me tienta la mochila,
menos la inútil precisión de mi rifle).


Yo voy como un tornillo fuera de mecanismo
diciendo a sotto vocce mis estupendas misas:
la tragedia de esta raza aborigen,
su pasado lleno de plumas y caciques,
el futuro elevado de su destino insigne.


Hoy por hoy voy de caza contra el indio furtivo
--extranjero en sus propias selvas americanas--
el que sembró cereales de esperanza
y cosechó vientos de pasión ciudadana;
el que enterró la esteva
en el abono de su campiña rica,
y vio truncarse el tallo de oro de su espiga
cuando dijo su augurio la boca de la Esfinge.


¿Y mañana?


Soplarán de los puntos cardinales
vahos vigorizantes de enviones proletarios:
algo que no sospechan las democracias:
espíritu de Rusia, cultura americana,
pues, en la misma gleba donde la bota hercúlea
tornó la arcilla estéril,
han de surgir, violentos, los estandartes nuevos.


Otra vez:


Cantinas, copas rotas, meretrices.
(Pero no me tienta la mochila,
menos la inútil precisión de mi rifle).


En las montañas más altas de Quilalí de las Segovias
y en las zonas mortales de estas tierras heroicas,
entre diez y siete compañeros estrechamente unidos por la aventura,
yo, Manolo Cuadra, indio, hijo de indios,
de pies electrizados por un amor de gleba
y ojos en los que asoma el orto de un sol nuevo,
repito que iba
solo.














PERFIL


Yo soy triste como un policía
de esos que florecen en las esquinas,
con un frío glacial en el estómago
y una gran nostalgia en las pupilas.


Pero yo olvidé la clava
y me puse el alma en la mano.


A mis pobres nervios enfermaron
tantas babosadas municipales
calles inexpresivas
como películas americanas.
(Los peluqueros no tienen alma
proclama mi barba sucia).


Yo soy triste como un policía
de esos que florecen en las esquinas,
con un frío glacial en el estómago
y una gran nostalgia en las pupilas.


Pero yo olvidé el silbato
y me puse el alma en los labios.














LA PALABRA


Pensar que tantas veces
estuve cerca, muy cerca de tu lado.


Las palabras rodaban sobre el tema,
sin entrar,
como el agua en las piedras.


Quizá hasta deseabas
que yo dijera la expresión precisa.


Los minutos propicios se malograron,
se malograron en mi lengua,
culpa de las palabras
que no fueron precisas.


La frase preparada tanto tiempo
no pudo conservar el equilibrio
y se dejó caer en el abismo
--volatinera del silencio--.


Pensar que tú esperabas la palabra
como la madre al hijo
que un día dejó el puerto...


Pensar que tú esperabas la palabra
y que yo nunca, ¡nunca te la dije!












ÚNICO POEMA DEL MAR


En Coconut Island,
cuando el sol se mece en las hamacas de las palmas
Miss Christine Braughtigam,
hija de una isleña negra
y de un viejo pirata de Holanda,
se da un baño de mar en la inmensidad de las aguas...


Su cuerpo alegre y esbelto, como el de un junco ahumado
se irisa en las aguas de plata
entre peces de esmalte y pulpos pequeños.


Envuelta en su maillot de fuego
Christine Braughtigam se sumerge en las aguas
¡y es entonces una brasa que se apaga!


Desde sus frescos observatorios de cocoteros
una mancha de pájaro isleños
lanza su S.O.S. de sorpresa,
porque pudiera una ola traicionera
de blanca gola con jubón celeste verde
llevarse a la perla de canela.
En la isla donde los cocoteros se mueven pausadamente
esmaltando el cielo de pensamientos alegres,
Christine busca la caricia del mar afuera.
¡Quién colmara urgencias de su sangre negra!


Desazón de los rubios y pequeños grumetes
que al maniobrar en las aguas de su vientre
despegaban de aquel muelle negro y celeste,
tristes, tristes, tristes
¡Ay, tristes para siempre!


Fuera del agua ella es como un violinista
sin violín y sin arco ante el público.
Las rocas lloran lágrimas saladas,
se varan las algas en las arenas lisas
y se dicen siento mucho los peces lúbricos.
Fuera del agua Miss Braughtigam es incompleta,
porque su elemento es este solo mar de Coconut Island.


Miss Braughtigam se acuna en las aguas;
duerme a la música maternal de las palmas.


En Coconut Island,
cuando el sol se mece en sus hamacas verdes,
Miss Christine Braughtigam,
hija de una isleña negra
y de un viejo pirata de Holanda,
entra a sus verdes potreros atlánticos
a pastorear su rebaño de pulpos y de peces.


Coconut Island,
donde aburro mi destierro frente al Mar Atlántico
mientras arden dátiles y bananos
y cantan los negros sus canciones esclavas,
indiferentes,
entre los cañaverales vibrantes
y el sordo rumor de las aguas.








Jardín cercado


Al fuego de mi amor estás vedada
Por los lebreles del cercado ajeno.
Rosa para mi mano no cortada.
Nunca te sorberé, dulce veneno.


Fórmula jamás cristalizada
En concreto sentido y goce pleno.
Alto muro te tiene reservada:
Tu sien palpita bien junto a otro seno.


Un hado adverso, por mi mal, lo quiso.
Ciudadela sin puente levadizo.
Barco sin pasarela, desolado.


Cuando en asirte, estúpido, me empeño,
Vuelas alta de mí, hecha de sueño,
Y estás cerca de mí, jardín cercado.













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