Freddy Ayala Plazarte, Latacunga, ECUADOR 1983.
Comunicador Social, integró los Talleres de Literatura de la CCE desde el año 2005. Es miembro del colectivo literario la.k-bzuhela de Quito. Ha publicado en poesía: “Zaratana” (2007). Y “Kamastro de Matuta” (2009) con Drugos de la Naranja Editorial. También publicará un breve ensayo: “La metálica luminosa” acerca de la imagen poética en la vanguardia de Hugo Mayo. Consta en antologías nacionales como en la selección poética “fractales” (CCE, 2008). Memorias del primer festival de poesía joven “Ileana Espinel” (CCE, Núcleo el Guayas 2008). Revista Cyberalfaro (Universidad Laica Eloy Alfaro Manabí, 2008). XX poetas ecuatorianos, Casa de la Cultura Núcleo el Guayas, extensión Naranjal, 2009 y en antologías en México, Bolivia. Realizó una antología sobre la Novísima Poesía Ecuatoriana “Premonición a las puertas” de próxima publicación. Obtuvo el Segundo Lugar en el Concurso Universitario de Poesía organizado por la Escuela de Lenguaje y Literatura de la Universidad Central del Ecuador (2007). Y uno de los ganadores del Premio Nacional de Poesía organizado por el taller cultural “El Retorno” (2009). Realiza investigación y edición para la editorial K-Oz.
HABITACION VACIA
A mi abuelo Víctor Plazarte
Un hombre detiene su gravedad en un charco
para ver cómo eyacula sus lágrimas
se sienta en el taburete de ciprés
y concentra sus cejas en el movimiento del fuego
a cada instante
sangra su conciencia
y ya no quiere pensar más en sus huesos
luego agrega más leña en la fogata
estudia las prominencias de su rostro
un perro viene para abrigar sus pies
y recuerda los dibujos de cera
que un día rayaba con la tiza de cascajo
mientras caían del pizarrón
FÁBRICA DE AMANECERES
Los caballos de pólvora patinan en óvalos
de un telescopio
estamos contemplando
un delicuescente
amanecer desde las ventanas
escuchando cómo parten las voces
de enfermos a las sábanas
a esta hora me rodea la penumbra de topos
en este lugar
me siento tentado por las hachas del espejo
caminando con algo de ropas
por el cementerio de las calles
alimentando de periódicos
el embotellado estómago de perros
a esta hora la incertidumbre da volutas
en mi cabeza
dónde estarán los decibelios del mar
tal vez presionando despiadadamente
agujas en las gibas del insomnio
a dónde viajan aquellas almas que se cosen
cuando el sol engaña
quizá mis pasos vayan a los tentáculos del ocaso
a manosear el paroxismo de mi memoria
atrás de las puertas protejo la imagen
de quienes sueñan todavía con mi sangre
y despabilan mis ayeres
a esta hora primero habrán soñado
las almohadas
y nosotros muy lejos
de alcanzar edades de mármol
es el manotazo del viento dando a la nuca
del soldado
arrojándolo al faro del silencio
y un duende tropezando en la baraja de rieles
son las mujeres del invierno quienes deshilachan
su pubis en el acantilado
es mi mujer de espaldas inermes
escamoteando sus senos con las bragas
y diciéndome que siga el retazo de su prisma
a esta hora las muñecas de porcelana
se quitan sus vestidos
y con el taco del zapato clavan mis falanges
la arena de una estatua perfora hojas
de cuadernos
En la mesa atraco la respiración
donde se pudre un residuo de comida
las moscas metamorfosean su especie
cae nuestra desidia de las gradas
los crayones del tiempo estigmatizan
mi rostro
habré desintegrado mis ojos
de la perinola
pudieron mis fábricas haber callado
el estruendo de las pistolas
hacia dónde dirijo el cuerpo de las noches
i-n-t-r-a-n-q-u-i-l-a-s
a esta hora del amanecer llegamos
pero cuesta
comprender cómo lo hicimos
lisiado el inconsciente
desbocando un territorio de amapolas
es posible encontrase con un esmoquin
hedoroso de promesas
acaso tenemos conciencia del aguacero
cuando desacopla las bisagras?
sin embargo dormimos en las axilas
de ciudades
tapando nuestro remordimiento
en bufandas
sobre el granizo de nuestras palabras
que nos encoje un poco más
en este momento salpica una rosa
de la valva del anochecer
la infancia descuelga de un par de aretes
y me dormita
en su péndulo
aunque se despeguen las tachuelas
de mis huesos
tendré que volver a existir
entre inmutables abecedarios
luego podré comer en el túnel del pan
que los escarabajos
habían formado cuando intentaba dormir
De libro Zaratana (Drugos de la naranja editorial, 2007)
C.
Nunca fui tomado en cuenta
por los sacerdotes del ocaso
ni recordado en la arcada de los mares
el tiempo había metido una puñalada mortal
en la persiana de un niño de papel
En el umbral del escarpado tejado
mariposas escar-latas daban piruetas
y el sueño pesado de un ángel
se mortificaba en las cobijas
Habitaciones desnudas
sin nada que ofrecer al destino
la cárcel de golondrinas intentaba
abrirse a un racimo de madrugadas
en la fecunda memoria de los muertos
urgía cerrar los ojos y prolongar la amargura
el drama a un velero de intuiciones
se remordía en la boca de un faro
el adicto trauma del enfermo
arranchaba alegorías al espejo
siendo él quien despintaba pobrezas
cuando nadie quería ingresar a sus soledades
E.
Abandono una lágrima helada
en la mano de un niño
Escupo la nostalgia en el harapo del mar
dando giros por la ventana del tiempo
encuentro muerta
la memoria
de Madonna
El recuerdo de las edades nómadas
se oculta en la pared de los sentidos
Un hombre solitario ancla sus pisadas
en el cordel de la existencia
y una tijera desasosiega el sueño
yo solo veo una danza de máscaras
en la estufa de los ciegos
Pido distancia para atravesar el pasado
de puentes ácidos
Mis ojos degüellan la piedad
en la persiana del reloj
permanezco encadenado a una melena
de cigarrillos
soportando
vidrios en mis dedos
como un miserable fantasma
en el vacío
Trato de escribir la historia de mis huesos
en el nido de las cortesanas
Estirpes
El sol escapa por un grifo
con el primer dado de la noche
un anillo
desprendes de tu dedo
y lloras sobre el bálsamo
Un niño lanza
monedas sin valor
al fondo de un pozo
mientras el anciano
abandona su bastón
cuando son las seis de la tarde
Biografía del cuarto
En las cajas de ébano
descansan lagunas deprimidas
góticos instantes de estar solo
el dinosaurio no cabe en la mampara
La navaja de bigote
mis ironías escupiendo al basurero
los ceros practican su gimnasia
rememoro la mecedora infancia
de un camino negado por los riscos
te veo llegar descalza en aguas de chanel
y me mandas a parir vergüenzas
en los-trapos-más-impuros
estoy listo para meditar el ajedrez
Cuando la mansedumbre llena sus barrigas
resbalo tantas veces en alucinaciones
y la tristeza reina en mis espacios
suenan las tablas al sentir el peso
la cama tiene necesidad de mi cuerpo
Paraísos de Neptuno
Las cortesanas soñaron que una divinidad
venía a llevarse
la geometría de un hombre
sus brazos recién encogidos
y el estómago con hambre de perros
no hubo quien se compadezca
un sombrero vanguardista aniquilaba su rostro
y la fogata
en varillas lastimeras
donde se quemaban a los padres del saber
Sin retorno
(In Memorian G.O.A.C)
Otra vez imploro un cáliz
el crimen hendido en una cloaca
la casta del anochecer se pierde
mi retina abandona su guarida
Su memoria cae por el tragaluz
las niñas gimen en sus trenzas
vuela en el poliedro del mar
de reojo labra mi silueta
oigo voces
más voces
que vienen a dar el sermón en mi pellejo
Se va su gorgoteo en una esquirla del ocaso
y sin ni siquiera pensar
que la palabra final estuvo
en el pensamiento
Él se va
junto mis manos en la calzada
y su sangre deshabita el calendario
Estampas
Un hombre camina sobre la circunferencia del tiempo
y la cruz imaginaria de la bendición
se desvanece en el espejo
La risa de la juventud eterna
por la boca de la ventana
Los niños apilan barcos de trébol en el charco
agachan la mirada
y solo ellos se ven
La ciudad oculta la hundida nostalgia
en los ojos de las mujeres
de los hombres
de los niños
los ancianos
los enfermos
los ausentes
que se disfrazan de vida para no morir y observan un horizonte que ahoga
sus respuestas de existencia
La calle no dice nada
porque el noticiero le quita el habla
mientras un anciano de sombrero paja
desciende sus párpados en la banca del parque
y sus uñas atraviesan la erosión del rostro
luego se levanta y desaparece entre la presurosa
confusión de la muchedumbre
En la esquina un hombre ciego tantea sus harapos
junto al perro nunca nombrado
sus dedos hormiguean en los bolsillos
las migas de saliva que le restan
Cómo las palomas recogen sobre los tejados
la memoria de los pueblos
el estiércol levanta ira
y las canas de los ancianos se escapan
en tardes de letargo
de ansiosa espera a los últimos segundos
antes de pronunciar la palabra de mármol
El tiempo de los pueblos
es el disparo que reciben las almas
luego de sepultar su cuerpo
El tiempo de los pueblos huye en los sifones
pero queda un cieno de pelusas
de donde extraer un pensamiento
Un Ángelus desaparece y ventanas de cera
se cierran
gimen los candados al rozar con los anillos
y el zaguán huérfano de un eco
atraviesa el cortesano andar de las hormigas
Hay una pareja amante distraída
en el pezón de la montaña
que lentamente oscurece
la ciudad pregunta a los muerto
por qué soplan imágenes de polvo
6.
Ofelia desdobla la cabeza en los océanos de la noche
la agitación de la medusa boreal
internada en las ofrendas de sílice
vigila los pasos del tiempo
de la maraña
de sus pensamientos
Ofelia se sofoca en lamidos restos
de polares caricias
desviste las historias
de una dudosa lechuza
la amnesia de sus años retoza
en la indescifrable pirámide del ciego
Ofelia remienda las lesiones de ocasos convalecientes
con su adusto mentón
y los delirios de la furtiva cisterna
enturbian el iris de sus desengaños
Ofelia ve el pedaleo de su muerte
de antifaces
acostada de bruces
salta de sus paredes como una bailarina
amortigua el descenso de su voluntad
y desentierra un estigma
Ofelia extiende a los polos
su tristeza de átomos
vagamente se recluye en el caparazón
de su contaminada neurosis
presiente un ejército de voces
en la travesía de su oído
Ofelia graba agujeros de sangre
en la ventana
saca fotografías que amedrentan su conciencia
vuelve a su esfumado pasado de tierra
a sus reflejos de histeria
en inventados telescopios
De libro Kamastro de Matuta (Drugos de la naranja editorial, 2009)
El simulacro de la nada
Arrastrándose hacia la madriguera
de un diadema
veo la sombra de un saltamontes
sus patas traseras
atrancando el embudo de arena
el caballo del inhabitado carretero
avienta el secreto de una hoja
soportamos un vómito de aguacero
la escuadra cubierta de ceniza
el seno de las nueces regado
en la plataforma del camastro
ella deja su bruma en la ventana
(es la señal de un dije)
estancado su designio en la caperuza
retorna al lodo
para desclavar un centímetro de luz
cimbran los lunares
de un niño
ya no hay donde refregar su nombre
la noche termina supurando madera
en el piso de las cruces.
En el descenso de los días
Ellos espulgan la coronilla al destino
cuando un pájaro se ha llevado
los signos de su frente.
I.
Viene la mucama sumida en sus párpados
a eyacular una sonrisa
encierra mi existencia
en un anillo tatuado
un esparadrapo envuelve su rostro
se ensancha
en las púas de la estrella
accidenta su aliento hacia
una desaforada óptica de lechuzas
Da bruscos pasos en la circunferencia de mi ojo
su musculosa lengua intenta saciarse
con mi espalda
viene a desvelar conmigo
se introduce
como una aguja en mi sueño
comienza a secuestrarme por el esternón
siento como clava sus palabras
en mi cuerpo
de tanto hablar su saliva arruina la almohada
Ella ya no está a mi lado
me ha dejado sin huesos
sin poder levantarme
su sombra se divisa a la luz del amanecer
se balancea en el trajinar del péndulo
hasta lanzarse sin dirección al mar
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