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jueves, 30 de junio de 2011

4235.- JESÚS R. PEINADO


JESÚS R. PEINADO. Jaén (España).




Escalera

Muchos no sabrían decirte
quienes son o quienes eran.
Algunos incluso te contestarían
que no han cambiado desde hace años,
o que son los mismos que cuando eran críos.
Todo hombre sufre de igual manera el tiempo,
eso está claro. Sube una escalera y cada cierto
momento avanza un peldaño.
Hay quien tarda más, quien tarda menos.
Quien juguetea, sube tres escalones y baja un par,
o más a veces. Pero al final, todo es movimiento,
incesante y voraz cambio.
Descubriendo vistas,
comenzando eras.

De “Aprender a respirar bajo el agua”, 2010






BABEL

[ 2 ]

Es ya una rutina
el grito,
la amargura
y el desencanto.
Se ha hecho angosto
el camino
que lleva de tu boca
a la mía,
y hay señales
de prohibido, de trampas
y de emboscadas.
Habrá que cortar un cable,
qué sé yo.

[2], del poemario Babel







TÉRMINO.

He decidido desintegrar el año
en leves momentos, enanos,
breves trocitos
de segundos terribles,
unos tras otros,
y tirarlos a la basura del Universo,
allí donde van, tarde o temprano,
los recuerdos de nuestra vida.
Al fin y al cabo,
aunque yo no muera,
el año lo hace
por la puerta de atrás.









MANÍAS CON PRISA.

He entendido
que el hecho de escribir
no está sujeto a normas
a reglas o a simples deseos
de los que danzamos,
a veces armados,
a veces desnudos,
alrededor de la poesía.
Me parece a mi
que ya le gustaría
a más de uno o dos
controlar esa agonía
a la que se somete el poeta
que termina su tarea.







SINTIEMPO.

Ya que Antonio me pone pegas, no le cedo el turno,
sino que me salto uno y publico:

Si el tiempo parara el instante,
y los testigos vistos
cerraran sus ojos ciegos,
quizás escribiría también hoy
versos a tus ojos
aun con el tiempo en pie de guerra.







VIRUTA.

Silencio, como la cadencia inexplicable
del respirar de tu vientre; movimiento
cálido y candente de tu pecho alzado
como un monte de vertiginosa caída.
Y extrañamente, deseoso por deseo,
terrenal y no vano, te descubro,
te acerco a mi cuerpo y te sonríe
el alma cerrada, exclusiva para ti.
Entonces, entre tu pecho y el mío,
sólo quedan virutas de corazón.