Thomas MacGreevy (1893-1967) fue un poeta y crítico irlandés, considerado como la figura central del vanguardismo de Irlanda (llamado en inglés modernism: modernismo anglosajón). Fue también director de la National Gallery of Ireland, entre 1950 y 1963 y trabajó en el primer Irish Arts Council («An Chomhairle Ealaíon»). Una vez concluida la Primera Guerra Mundial, escenario en el que fue herido dos veces, estudió en el Trinity College de Dublín y comenzó a publicar artículos y escribir sus primeros poemas. Entabló relación con personalidades literarias como James Joyce, T. S. Eliot y Samuel Beckett, entre otros. Así, participó con su ensayo «The Catholic Element in Work In Progress» (1929) en la compilación titulada Our Examination Round His Factification for Incamination of Work in Progress, libro de apoyo y promoción de Finnegans Wake de Joyce; publicó en la revista The Criterion, de T. S. Eliot; y junto a Samuel Beckett y otros autores firmó «Poetry is Vertical», manifiesto que apareció en la revista Transition de Eugene Jolas. En 1934, su libro Poems fue publicado en Londres y Nueva York. Este poemario muestra la gran influencia que sobre su obra ejerció la teoría poética del imagismo y de La tierra baldía de T. S. Eliot, si bien no deja de ser un libro absolutamente personal. El volumen cosechó elogios del poeta norteamericano y máximo exponente del modernism Wallace Stevens, con quien mantendría una amplia correspondencia. Aunque siguió escribiendo poesía, esta fue la única colección que publicó en vida. Desde su muerte han aparecido dos Collected Poems (poesías reunidas), una en 1971 y la otra veinte años más tarde. Como crítico, publicó reseñas en Londres así como dos libros dedicados al estudio de sendos escritores: T.S. Eliot: A Study y Richard Aldington: An Englishman.
A su vez, mantuvo una estrecha vinculación con el mundo del arte. Además de su mencionada labor en la dirección de la National Gallery of Ireland, MacGreevy colaboró con varias publicaciones artísticas y publicó diversos libros sobre arte y artistas, entre los que se incluyen Jack B. Yeats: An Appreciation and an Interpretation y Pictures in the Irish National Gallery (ambos de 1945), así como Nicolas Poussin (1960).
El catolicismo que profesó MacGreevy a lo largo de toda su vida se dejó notar en su poesía y en su carrera profesional. Así, de regreso a Dublín durante la Segunda Guerra Mundial, escribió para las revistas católicas Father Mathew Record y The Capuchin Annual, llegando a ser miembro del consejo editorial de esta última. De esta forma, con el tiempo se convertiría en un valioso protagonista del diálogo entre el catolicismo irlandés y la cultura europea de la época.
Poesía completa de Thomas MacGreevy (selección), Bartleby (en prensa)
Extraído del volumen Poesía completa de Thomas MacGreevy, Bartleby (en prensa)
De Civitate Hominum
To A.S.F.R.
The morning sky glitters
Winter blue.
The earth is snow-white,
With the gleam snow-white answers to sunlight,
Save where shell-holes are new,
Black spots in the whiteness –
A Matisse ensemble.
The shadows of whitened tree stumps
Are another white.
And there are white bones.
Zillebeke Lake and Hooge,
Ice gray, gleam differently,
Like the silver shoes of the model.
The model is our world,
Our bitch of a world.
Those who live between wars may not know
But we who die between peaces
Whether we die or not.
It is very cold
And, what with my sensations
And my spick and span subaltern’s uniform,
I might be the famous brass monkey,
The nature morte accessory.
Morte…!
’Tis still life that lives,
Not quick life –
There are fleece-white flowers of death
That unfold themselves prettily
About an airman
Who, high over Gheluvelt,
Is taking a morning look round,
All silk and silver
Up in the blue.
I hear the drone of an engine
And soft pounding puffs in the air
As the fleece-white flowers unfold.
I cannot tell which flower he has accepted
But suddenly there is a tremor,
A zigzag of lines against the blue
And he streams down
Into the white,
A delicate flame,
A stroke of orange in the morning’s dress.
My sergeant says, very low, ‘Holy God!
’Tis a fearful death.’
Holy God makes no reply
Yet.
De civitate hominum
Para A.S.F.R.
El cielo de la mañana tiene
un resplandor azul invernal.
La tierra es de un blanco níveo,
con su brillo cándido responde a la luz del sol,
salvo donde los obuses han dejado nuevos hoyos,
manchas negras en la blancura:
una composición a la Matisse.
Las sombras de los pálidos tocones
son un blanco más.
Y hay huesos blancos.
El Lago Zillebeke y Hooge,
gris hielo, brillan de otro modo,
como los zapatos argénteos de la modelo.
La modelo es nuestro mundo,
un mundo de lo más perro.
Puede que no lo sepan quienes viven entre guerras
pero sí quienes nos consumimos entre paces
tanto si morimos como si no.
Hace mucho frío
y, entre mi sensibilidad
y mi impecable uniforme de subalterno,
bien podría ser el proverbial gris que pela,
el accesorio de la nature morte.
¡Morte…!
Es la naturaleza muerta la que vive,
y no la carne viva.
Hay flores asesinas, blancas como vellones,
que se despliegan con primor
y envuelven a su piloto
quien, sobrevolando Gheluvelt,
hace un reconocimiento matinal,
todo él de seda y plata
en lo alto azul.
Oigo el zumbido de un motor
y nubes de humo blando que martillean el aire
al desplegarse las flores blancas como vellones.
No sabría decir con qué flor se ha quedado
pero de pronto se siente un temblor,
aparece un zigzag de trazos sobre lo azul
y él se desliza hasta
adentrarse en lo blanco,
una llama delicada,
una pincelada de naranja en el vestido de
[la mañana.
En voz baja, mi sargento dice: «¡Dios santo!
Qué muerte tan horrible».
El santo Dios no responde
aún.
Homage to Hieronymus Bosch
A woman with no face walked into the light;
A boy, in a brown-tree norfolk suit,
Holding on
Without hands
To her seeming skirt.
She stopped,
And he stopped,
And I, in terror, stopped, staring.
Then I saw a group of shadowy figures behind her.
It was a wild wet morning
But the little world was spinning on.
Liplessly, somehow, she addressed it:
The book must be opened
And the park too.
I might have tittered
But my teeth chattered
And I saw that the words, as they fell,
Lay, wriggling, on the ground.
There was a stir of wet wind
And the shadowy figures began to stir
When one I had thought dead
Filmed slowly out of his great effigy on a tomb
[near by
And they all shuddered
He bent as if to speak to the woman
But the nursery governor flew up out of the well
of Saint Patrick,
Confiscated by his mistress,
And, his head bent,
Staring out over his spectacles,
And scratching the gravel furiously,
Hissed –
The words went pingg! like bullets,
Upwards, past his spectacles –
Say nothing, I say, say nothing, say nothing!
And he who had seemed to be coming to life
Gasped,
Began hysterically, to laugh and cry,
And, with a gesture of impotent and half-petulant
[despair,
Filmed back into his effigy again.
High above the Bank of Ireland
Unearthly music sounded,
Passing westwards.
Then, from the drains,
Small sewage rats slid out.
They numbered hundreds of hundreds, tens,
[thousands.
Each bowed obsequiously to the shadowy figures
Then turned and joined in a stomach dance with
[his
brothers and sisters.
Being a multitude, they danced irregularly.
There was rat laughter,
Deeper here and there,
And occasionally she-rats cries grew hysterical.
The shadowy figures looked on, agonized.
The woman with no face gave a cry and collapsed.
The rats danced on her
And on the wriggling words
Smirking.
The nursery governor flew back into the well
With the little figure without hands in the brown-tree
[clothes.
Homenaje a El Bosco
Una caminante sin rostro entró en la luz;
un muchacho con un traje de paño marrón
se le abrazaba
sin manos
a lo que parecía ser su falda.
Ella se detuvo,
y él se detuvo,
y yo, aterrado, me detuve con la vista clavada.
Vi entonces un grupo de oscuras figuras tras ella.
Aquella mañana llovía a mares
pero el exiguo mundo seguía girando.
Aun con los labios sellados, ella logró advertirle:
Ha de abrirse el libro
y el parque también.
Puede que me estuviera riendo
pero me castañeteaban los dientes
y vi que las palabras, al caer,
se retorcían por los suelos.
Comenzó a soplar un viento húmedo,
las oscuras figuras se estaban mezclando
cuando uno que yo había creído muerto
despacioso emergió de la efigie de una tumba
[cercana
y todos se estremecieron.
Él se inclinó dispuesto a hablar con la mujer
pero el director de la guardería salió volando del pozo
de San Patricio,
aprehendido por su querida,
y, con la cabeza inclinada,
la mirada fija por encima de las gafas
y escarbando la gravilla con furia
susurró
–las palabras sonaron como disparos que
silbaban al pasarle por delante de las gafas–:
¡No digas nada, ya te lo digo, no digas nada de nada!
Y aquél que parecía haber vuelto a la vida
boqueó,
comenzó a reír y a gritar como histérico
y, con gesto impotente de niño antojadizo y
[exasperado,
se desvaneció de vuelta en su efigie.
Muy por encima del Banco de Irlanda
se escuchaba una música sobrenatural
en dirección al oeste.
Entonces, salidas de los sumideros,
se deslizaron pequeñas ratas de alcantarilla.
Ascendían por cientos, por decenas de miles.
Todas hacían una reverencia servil a las oscuras figuras
y, tras girarse, se unían a una danza del vientre junto
[a sus
hermanos y hermanas.
Al ser multitud, bailaban convulsas.
Se oyó una risa ratonesca,
más profunda por aquí y por allá,
y alguna que otra rata chilló histérica.
Las oscuras figuras seguían mirando, agonizantes.
La mujer sin rostro profirió un grito y se desplomó.
Engreídas y mofantes,
las ratas bailaron sobre ella
y sobre las palabras serpenteantes.
El director de la guardería regresó volando al pozo
llevándose consigo a la figurilla sin manos y con traje de
[paño marrón.
Exile
I knew if you had died that I should grieve
Yet I found my heart wishing you were dead.
We loved excessively. Pained, I’d leave
You. Then came, hurting just as much, the dread
Of our next meeting. The tie that bound divided,
Made all meetings and all partings pain.
We could be gay together. Our love hid
No disallowed desire, seemed simple. The strain
Was that, present or absent, the heart torturing one
The heart torturing other’s burdens bore. To die –
Mere timely death, age’s to you – alone
Could ease such hearts. This death to me.
Exilio
Sabía que tu muerte era la mía
mas mi corazón te quería muerta.
Nos amamos con locura. Dolor
sentía al partir y miedo de verte
otra vez. Nos unía un falso lazo.
Dolían encuentros y despedidas.
Pudimos disfrutar de la inocencia
natural de nuestro amor. Cometimos
un error: presente o no, al otro siempre
atormentar pedía el corazón.
La muerte sola –senil, eso dices–
nos podrá apaciguar. Aquí la espero.
Moments Musicaux
Je suis belle, o mortels!
I
You thought she had left you alone,
She of the Second Gift,
Save for believe in her.
You thought she had left you alone
When, the struggle at end,
The god went, silent, away
Through the flames that leaped and sang.
You thought she had left you alone
When, his piping over,
The shepherd waited
The silence that waited his silence.
You thought she had left you alone,
Though believing her there and there,
As there, so nearly,
When soft light transfigured the estuary
And, with pain stilled,
Heart and heart seemed at one.
But you knew her there,
And forever,
When the spirit she sent you to seek,
The spirit she sent to seek you,
Across half a world,
Across half a lifetime,
Smiled identity;
When, there, by the sea,
In quiet after unease,
Movement, too long sustained,
Ceased
And, blessedly,
Line found its direction.
II
You thought she had left you alone.
You had wondered, to music,
How they could have the heart,
They that were all heart,
How they could have the heart
To stay
With you gone.
They, tender as potent,
They, potent as tender,
Revealing to eyes
What eyes scarce could perceive,
Opening to ears
What ears scarce could hear
And to heart
What heart scarce could hold,
How could they have the heart
To stay
With you gone?
III
You thought she had left you alone.
Now, knowing they stay,
As knowing you go,
You know, too,
That, going,
You go not alone,
Nor without them.
Divided by half of a world,
Sundered by half of a lifetime,
Yet you are bound;
And, together, you take them to her,
While, together, you leave them
To others,
Of hers.
Moments Musicaux
Je suis belle, o mortels!
I
Pensaste que te había abandonado,
aquélla que es el Segundo Don,
excepto la creencia en ella.
Pensaste que te había abandonado
cuando, por fin concluida la lucha,
el dios, mudo, se alejó a través
de las llamas que brincaban y cantaban.
Pensaste que te había abandonado
cuando, acallada su gaita,
el pastor esperó
el silencio que esperaba su silencio.
Pensaste que te había abandonado
pese a que la creías cercana,
tan cerca, tan a la vera,
cuando la tenue luz transfiguraba el estuario
y, silenciado el dolor,
los corazones parecían en paz.
Mas la sabías próxima,
y para siempre,
cuando el espíritu que te envió para buscar,
el espíritu que envió para buscarte,
cruzando medio mundo,
cruzando media vida,
sonrió sabiéndose idéntico;
cuando, allá, junto al mar,
en silencio tras la inquietud,
tras años de sufrirlo,
cesó el movimiento
y, por fortuna,
el verso halló su dirección.
II
Pensaste que te había abandonado.
Le habías preguntado a la música
cómo pudieron tener el ánimo,
ellos, que eran todo corazón,
cómo pudieron tener el ánimo
de quedarse
si tú ya te habías ido.
Ellos, tiernos en su fortaleza,
ellos, fuertes en su ternura,
revelando a los ojos
lo que los ojos apenas podían apreciar,
descubriendo a los oídos
lo que los oídos apenas podían percibir
y al corazón
lo que el corazón apenas podía aguantar,
¿cómo pudieron tener el ánimo
de quedarse
si tú ya te habías ido?
III
Pensaste que te había abandonado.
Ahora que sabes que se quedan,
igual que te vas tú,
sabes, también,
que, al marcharte,
no te vas solo
ni sin ellos.
Separados por medio mundo,
desgajados por media vida,
y, aun así, ligados;
y, juntos, los llevas ante ella,
mientras, juntos, los abandonas
a los demás,
los de ella.
Breton Oracles
From solitude, for all her comprehension,
She of the Second Gift spoke again:
Sadoc could not, nor may Marx, prevent
The resurrection of resurrection;
And, perfected in her, Pythia murmured addendum:
Nor Ostrogoth, nor Neo-Goth,
The renaissance of renaissance.
Lingering thoughts of the columns at Nîmes
Might, no longer, it seemed, be entertained
On entering Brittany.
Then, one was there
And it was you,
The Brittany of the tender legends.
Over years, and from farther and nearer,
I had thought, I knew you –
in spirit – I am of Ireland.
Now, here, in your presence,
There was awareness,
Deeper, more intimate,
Of triumph and of defeat,
And today’s as well as yesterday’s.
At La Latte, the grave soldiers,
At Kerjean, the timid young girls,
Slept in eternal peace.
From Ploumanach,
By Trégastel
And as far as Trébeurden,
The monstrous rocks,
Red, somnolent in the hot sunlight,
Brought thoughts of cataclysm
At the world’s first morning –
A young world that was still to know;
Then fears of other cataclysm
And the world’s last twilight –
An old world known only too well.
But at Guimiliau,
Lighted, at night, to the sky,
I was near to the Son of Man,
Living,
Risen from His Sufferings.
What rare artist spirit created that image,
With tender mastery recalling the heart
To the truth of the Kingdom within it?
It prevails against all celebration,
That truth:
As, after Good Friday, comes Easter Sunday,
So, Red Seas have Arabian shores.
In the vast emptiness,
Between Roc Trévezel and Brasparts,
I felt defeat,
Shut out, like you, in mournful solitude.
It was nightmare.
Yet, through the nightmare
You were there,
Still in your own solitude,
But knowing, of your own solitude,
Where brightness might flicker
And sharing your knowledge.
And it ended,
Slowly, as at daybreak, dark night,
And you were still there,
In shadow,
But were there.
You were there;
And, in the half-light,
The dark green, touched with gold,
Of leaves;
The light green, touched with gold,
Of clusters of grapes;
And, crouching at the foot of a renaissance wall,
A little cupid, in whitening stone,
Weeping over a lost poetry.
Oráculos bretones
Desde la soledad, pese a su comprensión,
aquélla del Segundo Don habló de nuevo:
Ni Sadoq ni Marx podrían evitar
la resurrección de la resurrección;
y, perfeccionada en ella, Pitia murmuró una apostilla:
Ni los ostrogodos ni los neogodos
el renacimiento del renacimiento.
No podían albergarse ya, en apariencia,
restos de pensamientos sobre las columnas de Nîmes
al entrar en Bretaña.
Luego, una estaba allí
y eras tú,
la Bretaña de las leyendas entrañables.
Durante años, del uno al otro confín,
pensé que te conocía
–en espíritu–: pertenezco a Irlanda.
Entonces, allí, ante tu presencia,
se tenía la profunda,
la íntima convicción
de la victoria y la derrota,
tanto las de hogaño como las de antaño.
En La Latte, los dignos soldados,
en Kerjean, las tímidas muchachas,
reposaban en paz por la eternidad.
Desde Ploumanach,
junto a Trégastel
y hasta Trébeurden,
las rocas monstruosas,
rojas, somnolientas al calor del sol,
trajeron pensamientos de cataclismos
en la primera mañana del mundo,
de un mundo joven y aún ignorante;
después, el temor de otro cataclismo
y del último ocaso del mundo,
de un mundo viejo y demasiado conocido.
Pero en Guimiliau,
iluminado, en la noche, hacia el cielo,
me acerqué al Hijo del Hombre,
vivo,
resucitado de entre Sus Sufrimientos.
¿Qué artista de espíritu singular creó tal imagen
que, con depurada maestría, recuerda al corazón
de la verdad del Reino que habita en su interior?
Esa verdad
prevalece contra toda celebración:
Y si, tras el Viernes Santo, llega el Domingo de Pascua,
de igual modo el Mar Rojo arriba a las costas arábigas.
En la inmensa vacuidad
que se extiende entre Roc Trévezel y Brasparts
sentí mi propia derrota
relegado, como tú, al desconsuelo y la soledad.
De pesadilla.
Mas, tras la pesadilla,
apareciste,
aún en tu propia soledad,
pero, merced a ella, sabiendo
dónde habría de parpadear la luz
y compartiendo tu sabiduría.
Y concluyó
despacio, como al alba, la noche oscura,
y aún seguías allí,
en sombras,
pero allí estabas.
Allí estabas;
y, a media luz,
el verde oscuro, con un toque de oro,
de las hojas;
el verde claro, con un toque de oro,
de los racimos de uvas;
y, agazapado al pie de un muro renacentista,
tallado en piedra albina, un pequeño cupido
sollozaba por la poesía, olvidada.
___________________________________________________
Sobre el traductor, Luis Ingelmo
Fuente: http://www.shearsman.com
Nació en Palencia en 1970. Es licenciado en Filología Inglesa (Universidad de Salamanca), Filosofía (UNED, Madrid) y Pedagogía (DePaul University, Chicago). Ha traducido poemas de Charles Bukowski, William Wantling y Trevor Joyce para revistas españolas, así como Guardia Nativa de Natasha Trethewey (Bartleby, Madrid, 2009), la antología del poeta guyanés Martin Carter Poemas de afinidad y resistencia (El sinsonte en el patio vecino, Zamora, 2009), Lanzadera en una cripta del Nobel nigeriano Wole Soyinka (Bartleby, 2010), Garcetas blancas de Derek Walcott (Bartleby, 2010) y la colección de relatos Amor malo y feroz de Larry Brown (Bartleby, 2010). Asimismo, esperan publicación sus traducciones de la Poesía completa de Thomas MacGreevy y el estudio de Michael Mudrovic Abriendo nuevos caminos: la poética transgresiva de Claudio Rodríguez. En colaboración con Michael Smith ha traducido, para diversas publicaciones en lengua inglesa, poemas de Pablo García Baena, Ana Rossetti, José Carlos Llop, Roberto Bolaño, Enrique Juncosa y Severo Sarduy, así como Collected Poems / Poesía completa de Claudio Rodríguez (Exeter, Shearsman, 2008), Arcana & Other Poems de Verónica Volkow (Shearsman, 2009) y Selected Poems de Elsa Cross (Shearsman, 2009). Es también editor de Collected Poems / Rimas de G. A. Bécquer (Shearsman, 2007) y los Selected Poems de Juan Antonio Villacañas (Shearsman, 2009) y ha participado en la traducción del volumen colectivo Mexican Poetry Today: 20/20 Voices (Shearsman, 2010) y en Poems from Other Tongues (Shearsman, 2011). A principios de 2012 Shearsman publicará también su traducción conjunta de los Cantes flamencos / Flamenco Songs recopilados por Antonio Machado y Álvarez. En la actualidad prepara una antología del estadounidense Frederick Seidel, Hero y Leandro de Christopher Marlowe y una amplia selección de la poesía del salmantino Aníbal Núñez co-traducida con Michael Smith.
http://www.ediciones-encuentro.es/ibioculus/view.php?menu=206&smenu=211
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