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martes, 20 de diciembre de 2011

5609.- CARLOS PATIÑO







Carlos Patiño (Argentina, 1934) formó parte del grupo Barrilete, que en los años 60 incorporó a la poesía las preocupaciones del hombre de la calle, las noticias de los periódicos, los motivos del tango…
Nació en Buenos Aires, Argentina (1934) Se integró al Grupo Literario y revista cultural "Barrilete", fundado por Roberto Santoro, en 1964. Perteneció al grupo hasta 1975, en que fuera prohibido. Se exilió en México en 1976. En ese país realizó una intensa actividad periodística y cultural. Regresó a la Argentina en 1985. En la actualidad coordina los Talleres Literarios de la Universidad Nacional de Quilmes (UNQUI), entre otras tareas. Le han sido otorgados los siguientes premios: Universidad de Sinaloa, México: Premio "Nuestra América", teatro(1979). Premio Nacional de Periodismo Cultural, ex-aequo, como uno de los redactores de la revista cultural del Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología, México (1980). Primera Mención Concurso Latinoamericano de Poesía, México (1982). Premio Casa de las Américas de poesía, Cuba, (1990). Entre otros reconocimientos OBRA PUBLICADA: "Buenos Aires por la cabeza", poesía, Buenos Aires (1966), "Hombre de doce menos cuarto", poesía, Buenos Aires (1969), "Retratos", poesía, Buenos Aires, (1974), "Jaque a la dama", obra teatral, México, (1979), "Ceremonias (y otros desórdenes)", poesía, Mexico (1982), "Esquinas silenciosas", poesía, Cuba, (1990), "Manuales del sobreviviente", poesía, Buenos Aires, (1998), Integró numerosas antologías con otros poetas y ha dado incontables recitales poéticos en la Argentina, México y otros países latinoamericanos.










PARA GANAR EL PAN


el poeta no
encuentra
el poema en el aire y lo caza
el poema no es un pájaro / el poeta no
recibe visitas clandestinas de números graciosos
que se instalan en su egregia cabeza
iluminándola / el poeta es
como un viejo minero solitario y muy terco
que arrastrando su mula
penetra cada día al socavón pico pala esperanza
golpe a golpe a la piedra tras la eterna quimera
e igual que los mineros
son muy pocos los que dan con la dorada veta / pero
una vez y otra vez pico pala esperanza
tras la eterna quimera
golpe y golpe a la piedra jornada tras jornada
pisoteando palabras el aire enrarecido
polvo sobre la frente
sudor lucha trabajo / el poeta es
como el viejo minero
que acostumbra morirse
abrazado a su mula a su pico a su pala.


Esquinas silenciosas, 1990.


















Damas y caballeros


“Ellos/Los otros... no perdonan”
María del Carmen Colombo


¿Quién me alivia esta fisura hendida en mis entrañas?
¿ Los señores que pervierten el mundo con sus negocios sucios
y después surgen amenazantes y ofendidos
porque un amor escapó de su jaula?
¿Las señoras que se conmueven con las telenovelas
pero en la realidad condenan a la mujer de carne y piel
que lloraron personaje ante las pantallas?
¿Los jóvenes que juegan a la libertad en sus propias veredas
pero entrerrejan al diferente que osa
ejercer esas libertades que pregonan
de la boca hacia el viento?


Nunca digas te lo dije pero te lo dije:
saldrán de todas cuevas
hordas de envidiosos/moralistas/hipócritas/
a destruir sin piedad
aquello que lastima sus vidas
hace mucho acabadas en desvíos sin emoción alguna/
o matadas antes de comenzar.


Nunca digas te lo dije pero te lo dije:
los ojos de los otros se nublarán al vernos
verán lo que sus torvas cabezas les amparan
mentirán todo vicio que no complete el cuadro
crucificarán a aquellos que se hayan atrevido
(maten al distinto)
evacuarán a quienes todavía tengan sangre en sus venas
y los arrojarán felices a la mitad del río:
ellos gustan dormirse enclaustrando debajo de su almohada
corazones sangrantes.
Así ha sido siempre y lo seguirá siendo
porque
del niño del comienzo hemos adultizado el narcisismo.
Otro mundo sería/respirable y abierto/
si hubiéramos adultizado la inocencia (la nuestra, manantial).
Mirá en tu derredor:
todos trituran/orgullosos y expertos/
algún trozo de prójimo en sus fauces.
Se sientan en sillones repujados
con la piel del más débil.


Viejo/niño Walt Whitman:
no han entendido nada de tu pellejo exhausto
respirando la hierba/ellos
no valen ni siquiera una hebra canosa
de tu vello púbico.


Nunca digas te lo dije pero te lo dije:
y te dije también: sólo tu amor nos salvará.




De "Manantial en llamas"




















Parte de guerra niño


Antoine de Saint-Exuperí
murió al comando de un Lokheed p-38 Lighning en 1941
mientras Hill Barnes retornaba victorioso de otro
vuelo nocturno
Hitler se revolvía excitado como un gato en celo dentro
de su bunker
y no había manera de impedir de que José Manuel Moreno
pusiera la pelota
con su pie como mano
en el rincón del arco apostado esa misma madrugada en
la mesa de un bar.


Las noches de Buenos Aires
se veteaban con el haz de los reflectores
hurgando presagios que jamás hallaron.
Por Rivadavia al este los tranvías timbraban iracundos
contra las cucarachas rojas desnudas de neumáticos
con sus redondos dedos de metal usurpando las vías
Hirohito atravesaba su segunda vejez alimentado
con la vida de los kamikazes.
España trataba de apartar su cáliz sin demasiada suerte.
Los hornos de exterminio funcionaban con prusiana
y estúpida eficiencia
y los italianos intentaban desentumir sus miembros
oxidados de fascismo
buscando recobrar el canto y la holganza
los dos pilares de su sabiduría de pueblo milenario.


Por aquellos años mi madre tenía una bella voz de
contralto y nadie podía consolarla de la muerte de
Carlos Gardel
Glenn Miller ascendía a los cielos de donde nadie lo vio
descender
y a los turbios ecos de la Guerra debían sumarse otras
desgracias
como la historia argentina escrita por Astolfi
el guapo de la otra cuadra que la tenía conmigo
o la horrible sospecha de que entre Stewart Granger y yo
mediaban algunas diferencias
visibles a la hora y en el momento menos oportuno.


La guerra era para mí una absurda geografía
de fronteras muy vivas a costa de la muerte
en el mapa que cada tarde traía la quinta edición de
Noticias Gráficas/
algo lejano, impenetrable,
como Jorge Negrete
el catecismo
los incipientes senos de Risita Ametralladora
el cuadrado de la hipotenusa que es igual al cuadrado de
los catetos
o sea curiosa costumbre nocturna de mi tío Roque
de afeitarse para ir a la cama.


Para ese entonces el que Saint-Exuperí
estallara en su Lokheed
era tan apasionante
como que alguien me leyera un tratado de farmacopea
o intentara explicarme la posición esquizo paranoide de
Melanie Klein
porque jamás, jamás, nada de eso podría
siquiera compararse
con algún tranvía loco
saltando de las vías en Emilio Mitre y Rivadavia atascando el tránsito
hecho mil millones de veces más excitante
que todo aquello
y que la caída de Polonia Hungría y Checoslovaquia
juntas.


Hoy
el choque de dos automóviles aquí a la vuelta
es mucho menos que dar con el dato del modelo de aparato
en el cual el principito halló el lado oscuro de su planeta
y el enigmático rito de mi tío Roque perdió todo misterio
la primera vez que me sorprendí afeitándome
antes de ir a la cama
sabiendo para qué.
Bill Barnes es una vieja tapa de una vieja historia
que muy pocos recuerdan.
Anduve casi toda la tierra de Jorge Negrete
hasta aprender a amarla
y si bien sigo sin entender ese asunto de la hipotenusa
Stewart Granger y yo no nos hemos reconciliado
aunque nunca lo perdone
y sé que invadir Polonia Hungría o Panamá
es una canallada irremisible.


Lo que no estoy seguro/ y nunca lo estaré
es si gané o perdí con esta travesía.


De “SCALAM” 2006












CRISTINA aquella noche


Tal vez alguno piense
que esos dedos que van y vienen
por la bruñida caoba del féretro
no podrán penetrarla. Error.
Esos dedos que van y vienen silenciosos y dulces
no sólo la perforan
sino que llegan más lejos que los llantos.
Tocan sueños y abrazos
madrugadas y aviones
paseos, libros, orgasmos
largas noches sin ojos
escondites, aplausos, alegrías.
Imprevistos sucesos y luchas y mas luchas.
Ademas de caricias, dulzuras y acechanzas.


Esos dedos que van y vienen
Invocan al amor
y a la desdicha.
Mientras el mundo se deshace
esos dedos
inventan la esperanza.















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