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domingo, 12 de febrero de 2012

6007.- JOAQUÍN GÁLVEZ




Joaquín Gálvez nació en La Habana en 1965. Ha cursado estudios de periodismo en la Universidad de Miami y obtuvo una Licenciatura en Humanidades en Barry University. Ha publicado los poemarios: Alguien canta en la resaca (Término Editorial, Cincinnati, 2000), El viaje de los elegidos (Betania, Madrid, 2005) y Trilogía del Paria (Editorial Silueta, Miami, 2007). Por otro lado, textos suyos aparecen recogidos en numerosas antologías y publicaciones en Estados Unidos, Europa y América Latina. Reside como exiliado en los Estados Unidos desde 1989.







INFANCIA


A Reynaldo Torres


Venía a ver danzar los arrecifes
bajo mis pies…
(quedaba un resquicio de humanidad codiciada).
Se inmutaba, pues nunca antes la guerra tuvo
el consentimiento de las palomas.
Venia a ver la rendición del cíclope
cuando mi tirapiedras lo hechizaba.
¡No me desvelaban los almanaques!:
al amanecer, mi madre me sorprendía
en otro milenio del barrio.
Venía, con tal certidumbre, a ese rincón
donde el mar perdía su vértebra oscura.


Volaba,
mas en mí se fue cumpliendo otro descenso de
sus alas…
Yo, huérfano de sus alas, pude arrebatarle un rostro:
aquel breve rostro
del que, sin noticias,
me fui alejando…










LOST GENERATION


Todo se hacía en aras del paraíso,
cuando creer en paraísos
es arriesgarse a amanecer
en su cuarto contiguo:
el infierno.










DIÁLOGO CON MI SOMBRA


A Dalia, mi madre.


Mi sombra y yo no conversamos cara a cara:
partí de aquel país,
y se quedó velando mi otra vida.
Desde entonces el idioma es una pared
entre el ser y su sombra.
Soy interferencia errante…
Tomo partido en los designios de otro vientre.
(Madre, estoy estraviado,
y estos mapas me guían al estravío.)
queda tanta nieve por palear en mis ojos,
y aún esta raíz se resiste;
no me abandona aunque la nombren “dios obsoleto”.


Pero no te desveles, mi sombra,
también me pertenecen esas muertes que por tu ruta
han estallado.
Joaquín Gálvez partió de Joaquín Gálvez
coronándose desertor de su propia historia
(soy amasijo que escribe su autobiografía de otro),
pues, realmente, ¿en dónde se halla mi ser
y en dónde su sombra?
¿Cuál de los dos no me engaña al elegirlo
Mi Historia?


Pero si hacia ti emprendo mi viaje,
no creas en esas fotos, en esas anécdotas,
que sólo definen mi equipaje apócrifo.
¡No habrá argucia con la que escape de mi Gálvez
inédito!
Solamente permíteme leer tu Diario
en esta isla de espera,
para que brote el otro hombre
(para que conozca al que hoy ha regresado);
ahora que tú, sombra, desde la otra orilla,
has comenzado a llamarme.










ALGUIEN CANTA EN LA RESACA


Me obsesiona cruzar los mares,
imaginarme que existe una orilla
donde me aguarda la calma.
Por eso canto,
soñando que ya me acerco
al anhelado nido.
Por eso canto(¡esta vez es real mi coraza!).
En estos mares es Ulises
quien hechiza a las sirenas.
Por eso canto-seguiré cantando-
aunque sé que me estoy mintiendo,
que tal orilla
para el hombre no está reservada:
siempre la custodian inexpugnables resacas.
Hacia la misma resaca el hombre otra vez navega…
Ah, olvidémonos de tal orilla,
que el canto será nuestra única llegada
posible.










ALEGATO PARA QUE EL TONTO
SE QUEDE EN LA COLINA


Tonto, no bajes nunca de la colina.
Confínate para siempre en tu catacumba de asombro.
¡Cuidado que la colina amenaza con ser tu paraíso perdido!
Mira, tienes el apoyo de todas esas aves que nacieron de tu
delirio.
Es imprescindible que no exista diferencia
entre el horizonte y tus ojos,
que tu huella sea otra revelación de la lluvia.
Tonto, te has ganado ese reino
por ti mismo construido.
Escucha, príncipe de tu propia altura,
si bajas de la colina
te pondrán la camisa de fuerza,
para convertirte en mero espectador…
-¿Quiénes?
-¡Nosotros! –tu estirpe- los verdaderos tontos,
porque bajamos de la colina;
y ahora, desde esta platea,
el cielo es sólo un rostro gris.










El LUGAR DE LOS ELEGIDOS


Mira también los siglos infinitos
que han precedido a nuestro nacimiento
y nada son para la vida nuestra.
Lucrecio


Todos los días me despierto con la dichosa carga
de haber sido elegido para habitar esta insólita pausa
que es la vida.
Pude no haber nacido nunca, pude haberme quedado
para siempre en ese lugar al que no acude la memoria.
Y a esta pausa la he colmado de inmortales símbolos.
También a la muerte, con Infierno y Paraíso,
le he legado ya el símbolo.
Por eso sé que, cuando abandone esta pausa,
no encontraré la puerta del Infierno ni la del Paraíso.
Mas se me concedió el prodigio de conocer
el otro lado de esta puerta,
que un día se abrirá para que yo vuelva
a mi lugar de origen:
La Nada.










BALADA DEL DESENCUENTRO


Una mujer y un hombre no se han conocido esta noche.
A partir de hoy el destino de la luna es otro.
En torno a una mesa pesa la sombra
de las palabras que no se dijeron.
Pero aún es más decisiva la sombra del camino que no erigieron:
toda la belleza, todo el desastre que implica nuestro humano
encuentro.


Una mujer y un hombre no se han conocido esta noche.
A partir de hoy la historia de esta ciudad es otra.
¿Para cuántos de sus habitantes la vida hubiera sido otra?
Helena y Paris no se conocieron nunca;
el mundo es hoy el gran desheredado de su música:
no estalló una guerra en Troya,
no cantó en Grecia un tal Homero.










SYLVIA PLATH Y JUAN FRANCISCO PULIDO
DECIDEN SEGUIR VIVOS


Para Rodolfo Martínez Sotomayor
y Armando de Armas


Sylvia Plath ha escrito mi poema favorito
de la lengua inglesa. Y ese poema lo escribió
porque tuvo el presagio de que yo,
Juan Francisco Pulido –como ella, joven poeta-,
en los umbrales del siglo veintiuno, me iba a suicidar.
Entonces Sylvia escribió ese poema,
como última rendija por donde me diera
su testimonio la luz.
Y eché la soga a un lado
y le escribí un poema de amor a Sylvia
y ella se detuvo a escucharlo, precisamente
en el momento en que iba a meter su cabeza en el horno
sin la piedad del gas.

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