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martes, 31 de enero de 2012

5906.- RAFAEL CARBALLOSA




Rafael Carballosa (Holguín, CUBA 1975)

Rafael Jorge Carballosa Batista
(San Germán, Holguín, 24.02.1975)

Cursó hasta el quinto año de Licenciatura en Filología por la Universidad de La Habana, 1993-1998.

Organiza y dirige el Proyecto “República Poética” por el que ha sido invitado a varios eventos como “Romerías de Mayo” en Holguín, “Premio Reina del Mar Editores” en Cienfuegos, “Jornada de la Canción Política” en Guantánamo, “Cruzada Literaria” en Camagüey, “Itaca” en Mayabeque, “Festival del Caribe” en Santiago de Cuba, el Festival Internacional de Poesía de La Habana, y La Feria Internacional del Libro.

Preside la Asociación Hermanos Saíz (AHS) en la Isla de la Juventud, lugar donde reside.

Ha publicado los poemarios:
• La infinita quietud de la tristeza, Ediciones Ancoras, 2004
• Rimas comunes, Ediciones El Abra, 2005
• El grave otoño, Ediciones El Abra, 2007.

En el 2012 Ediciones “El Abra” publicará su cuaderno de décimas “La ventaja de no pertenecer”, Premio de la Ciudad de Nueva Gerona 2010.

Textos suyos aparecen en las antologías “Otras Islas”, Cubeart, 2008; “Aedas en el estadio”, Editorial Unicornio, 2008; “Antología de la nueva poesía cubana 1970-2010”, Elefante Editores, Perú, 2010; “Esta cárcel de aire puro”. Panorama de la décima cubana en el siglo XX, Editora Abril, 2011; “La Isla en versos”, Ediciones La Luz, 2011. Además, ha publicado textos poéticos en la Revista Caimán Barbudo (AHS), Videncia (Ciego de Ávila) y Carapachibey (Isla de la Juventud).

Por su obra ha sido distinguido con:
• Premio de Poesía “Mangle Rojo”, Asociación Hermanos Saíz, 2002 y 2003.
• Premio Poesía de Amor, Isla de la Juventud, 2003.
• Premio de la Ciudad de Nueva Gerona (décima), 2003 y 2010.
• Premio en Concurso Literario “Paco Mir” (décima), 2004.

( Dirección de correo electrónico: ahsisla@gerona.inf.cu )



del libro La infinita quietud de la tristeza, 2004


I


Era el patio con sombra y la frescura que nos salvaba.
Era la casa de los abuelos con su humildad severa y limpia.
Eran los pinos y la banda innumerable de gorriones,
trovadores al acecho del arroz puntual del mediodía.
Y era la tarde y su silencio hasta hacerse niña,
la laguna desnuda y el verde insobornable.


Era el abismo grave del aljibe,
el reflejo festivo de colores redondos.
Eran las ceremonias de la familia,
el café con leche , el dios te ampare y te haga bueno.
Era la escuela, la maestra que nos enseñaba
cada día a leer y a compartir la merienda
y que lloraba largamente cuando nos portábamos mal.
(Sus lágrimas caen desde el pasado
y están en la lluvia que moja mi ventana).


Eran los cuentos de aparecidos y cadenas tronantes,
el puente y la felicidad terrible al paso de los trenes,
los labios de la primera novia y su mirada triste cuando me fui.
Era el dulce de las frutas, el polvo
a duelo con el sol en los caminos.
Era mi madre mojando la tierra amarilla,
sin tiempo a sentir pudor por su pobreza.
Era la alegría del barrio porque mi padre
había regresado vivo de África.
Era el animalito, canción de mi infancia,
que un camionero distraído nos mató .
(A veces siento su llamado
en el ladrido de los perros de la calle).


Era la vecina que nos quitaba el empacho
con un poco de aceite y una sonrisa.
Era el estadio, versión municipal del Paraíso,
donde soñábamos, ¡ah ingenuos!,
con el aplauso de las multitudes
y la parroquial gloria del equipo.
Era la finca de los tíos, donde sentimos como nunca
la ternura de la tierra en la tarde,
el acechante imperio de la noche.
Y era la suerte de que al despertar
fuéramos todavía basuritas de dios,
sin derrota ni sospecha de muerte.




V


Al abrir los armarios silenciosos
nos asalta el amable olor del tiempo.
A veces también se avalancha desde
esas líneas que el placer rescata .
Quizás sean los aromas del polvo,
los tranquilos prólogos de la muerte.


Debiera estar triste. Debiera sentir
que no hay posibilidad de consuelo para el hombre.


He sido áspero y gris, histrión y charlatán.
Me han dado mucho más
de lo que mi haraganería ha merecido:
la noche, la poesía –la de los otros, claro está–,
la familia, el hábito de la conversación,
el cine, el silencio, la lluvia…


Esta época sin grandeza es mi tiempo.
A veces me asomo a la televisión
y compruebo qué loco va nuestro mundo.
He preferido no defender ninguna verdad
ni adscribirme a militancia alguna.
Si leo a Borges o a Kavafis
recupero la fe en el poder
de salvación de la poesía.


De nada puedo brindar testimonio
sino de la dignidad de una calle
en el instante en que un perro la cruza
saturándola de realidad.












del libro Rimas Comunes, 2005


I


Sufro y amo en un país
que en su pobreza es hermoso.
Rincón humilde y sabroso
donde a veces soy feliz.
Vengo y voy a su raíz
para estar acompañado,
y aunque apenas he logrado
algún verso lastimero
juro a mi gente que quiero
caminar siempre a su lado.


Que algo de mi canción quede
en su memoria y su amor.
Que si para mi dolor
alguna opinión le agrede,
convenga en que bien se puede
amar y no estar de acuerdo.
Que si mañana me pierdo
buscando otra geografía,
sepa que sólo quería
demorarme en su cariño
y que comprenda que un niño
tiene su majadería.


¿El resto? Es vanidad,
escarceos con la nada,
tonta pasión desangrada
contra una Divinidad
que patentó la verdad
con sus decretos feroces
y que silenció las voces
de diversa melodía,
no fuera cosa que un día
no temieran a sus coces.


Bien, lo que haya de venir
trabajando aquí lo espero,
cultivando del romero
su pobreza y su elixir.
Nada más quiero decir,
estoy tranquilo y sereno.
Bebo mi propio veneno
y labro mi propia trampa.
Llueve pero luego escampa,
y el lirio sucede al trueno.




II


Gracias, Señor, por las putas
que permites en mi aldea.
Gracias por dejar que sea
yo amante de su cicuta.
Sospecho que tú disfrutas,
aunque a más alta distancia,
como yo de su arrogancia
honesta y sacrificada.
¿Que cobran? No paga nada
tan hermosa militancia.




XIV


Alguien me dijo “es muy necio
pretender llevar la luz”
y mencionó a un tal Jesús
que siguen matando recio.
No me importa si el desprecio,
la estupidez, la ironía,
son el premio que a mi día
dan mis severos paisanos.
No importa. Aún mis manos
intentan la poesía.


Eso todo justifica,
toda herida hace eventual
para quien busca el cristal
que enamora y clarifica.
Yo admiro a quien edifica
sin mucho estruendo un destino.
Amo a quien abre el camino
que luego seguirán otros.
A quien dice “yo es nosotros”.
Amo la altivez del pino.


Amo, créanme, lo juro,
las ceremonias comunes
del cariño. Amo el lunes.
Amo ser así: impuro.
Amo verme en el apuro
de traducir tu mirada.
Amo la noche estrellada,
noche total de mi aldea,
y amo que ella me crea
cuando la nombro mi amada.


Esta es mi única verdad:
ser un poco más humano.
Ser, qué remedio, cubano,
sin tanta solemnidad.
Tener siempre a la bondad
como rumbo y como meta,
y digo a quien me receta
olvidar a los demás:
esta es mi guerra y mi paz,
por el otro soy poeta.












del libro El grave otoño, 2007


Qué melancólico
el chirriar de los grillos
entre las yerbas.


Guardar silencio
mientras los cuervos graznan,
y cuidar la huerta.


Escucho el agua
correr bajo del puente.
Serenidad.


La persistencia
de la rama me dice
que volverás.


No es ser humilde,
mucho menos ser simple:
la transparencia.


Desde la sombra,
igual que las raíces.
Desde la sombra.


En la arboleda
sigue siendo domingo
y aún te espero.


Dije tu nombre.
La quietud sobre el lago
lo repitió.


Un perro ladra.
Pronto será de noche.
¿Dónde te has ido?


Vuelvo a peinar
al hombre del espejo.


Tiendo mi cama
y organizo los libros,
tu foto en el estante.












Yo quisiera ser útil como un techo,
como un par de zapatos, como un pozo;
y si el amor convoca para el gozo,
quisiera ser el labio y ser el lecho.


Quisiera atreverme a poner el pecho
antes que la razón o el triunfo odioso.
Quisiera abrazar al bueno y al tramposo
y ver al zurdo al lado del derecho.


Quisiera ser pescador, campesino,
el que pasa vendiendo girasoles,
ser como una luz que todo lo abarque.


Y aunque el verso haya sido mi destino
y no tenga más que estos arreboles,
yo quisiera ser útil como un parque.












................................................................... a Sofía y José Antonio


No dejes que asesinen tus centauros.
No te permitas flaquear en la tormenta.
Aunque sobren razones,
aunque te quedes sin aliento,
aunque te dejen solo,
aunque a nadie le importe,
aunque la vida siga su curso,
indiferente a tus anhelos
y los muchachos en la esquina
presuman de la marca de sus zapatos,
aunque en la tele digan que todo está muy bien,
aunque Dios no se asome.


No dejes que asesinen tus centauros,
porque mañana tu pequeña
también tendrá su espanto y su duda
y quizás la reconforte saber
que su papi no inclinó la cabeza
cuando todo parecía mostrar
la nadería del humano empeño
de hacer más habitable la vida de los hombres.















............................................ a Wilse Peña


Esta tarde en tu jardín,
mientras hablabas de las orquídeas
y sus caprichos
y nos conducías por un breve laberinto
que debe pronunciar sus máximos fervores
hacia fines de mayo,
mientras los poetas recitaban
versos propios o ajenos
y estallaba ruidosa alguna broma o anécdota,
tendidos en la hierba
a la sombra de la conversación amiga
y de los tragos posibles,
he redescubierto de un modo tácito
la utilidad de la poesía
y he sentido que en el corazón del mundo
aquel simplísimo acto de amistad
tenía su inefable resonancia.


Esta tarde en tu jardín
he tenido la serena certidumbre
de que Dios se asomaba y sonreía.
















Cuando tenía veintidós años
una mujer, algo mayor, me pidió
que me quedara a su lado
a cultivar el huerto de sus días.


Temí de su tristeza
y escapé en busca de otras islas,
pues entonces el mundo era un enigma
y era preciso correr el riesgo de descifrarlo.


Casi una década después,
yo soy aquella mujer
y ahora suplico a una muchacha
de recientes veinte años
que eche su ancla en mi puerto
y baje a las tabernas de mi orilla.


Estos son los caminos circulares.














Todo retorna, como enseñaban los antiguos.
Un día ella izará sus velas
y su insolente hermosura
intentará otras historias.


Ah, mi vieja amiga,
ya ves cómo he pagado mi indolencia.
Pronto seré yo el abandonado,
el que ya sabe que el tiempo
no es un después inagotable.


De nada sirvió partir.
Nunca encontré las respuestas.














– Inéditos –


LAS COSAS POR SU NOMBRE


No se engañe, “Delegada”,
somos unos muchachos tranquilos.


Nos tendemos sobre la hierba
a conversar con las nubes
y a traducir el idioma
que nos traen las lluvias de Agosto.


Es cierto que somos un poco vagos,
pero mire usted, tanto empeño
y asusta cómo anda el mundo.


Se nos ve vagabundear por las esquinas
cuando casi todos se han ido a dormir,
en busca de una señal, de una invitación,
que nos recuerde que aún estamos vivos.


Y también es cierto que soñamos con paisajes
que nunca hemos visitado,


que somos militantes del asombro y la fuga,
que abrazamos las preguntas que emergen como islas
en el horizonte de cada canción.


Nos llenamos de dibujos y alambres
porque ya sólo el cuerpo quizás nos pertenece.


Nos declaramos en contra
de todo el que pretenda administrarnos
las buenas libras de oxígeno
que a cada segundo nos da la vida
sin reclamar diezmo, oda ni sumisión.


Nos aburre la gramática de los noticieros
así que llamamos las cosas por su nombre
y nos resbala que la Academia
pregone el Apocalipsis.


No anhelamos más herencia que la noche
y su altura sorprendida.


Bajo el imperio del caos y la resaca
amamos y somos amados sin mayores argumentaciones.


Los que vengan después harán lo suyo.
















Y mentimos porque sí,
para pasar el rato,
para reírnos de los museos,
porque demasiadas veces
hemos visto morir y matar a nuestros padres
en nombre de la gloriosa verdad.


Las navajas que ve en nuestras manos
están en su mirada.


No llegaremos a la luna,
no inventaremos la rueda ni el rock and roll,
pero tampoco seremos el combustible
que ha de mover la Gran Máquina de la Estafa Universal.


Hijos de la extensa raza de los hombres,
cualquier sonrisa es nuestro barrio,
cualquier vino nuestra casa.


Vaya a su meeting y homenaje
y déjenos en paz,
mientras dibujamos caligrafías de humo,
y recitamos versos obscenos.
Mientras cantamos, descreídos y borrachos,
desde la indócil vértebra sonora.














SALÓN DE PELUQUERÍA


Mujer de latidos bilingües y vestir de acuarela,
de labios y pechos de fiebre,
debes saber
que te ama un hombre simple como la tierra,
un hombre que no logra limpiarse de ironías,
se emborracha con alcoholes mentidos
y tropieza el minuto de la hora que no alcanza.


Mujer de gestos cinematográficamente sofisticados,
despierta y sin tregua,
tú que descifras todas las señales
y das primero y tres veces,
te aviso
que te espera un hombre sucio como el tiempo.


Un hombre que dice con frecuencia
carajo,
la cosa está de pinga,
me cago en dios.
Un hombre sin talento para las relaciones públicas,
el marketing y el sistema empresarial.


Mujer sustancia de confeti y neón,
emperatriz de las celebraciones,
Honoris Causa en dietas, gimnasios y cosméticos,
entérate
que voy a la tristeza y los domingos;
que soy leal como la noche;
que me demoro más en una canción
o en el alarde irrebatible de tus nalgas
que en el arcoiris desechable de las vidrieras;
que frecuento el censurable vicio
de tenderme a conversar con la luna,
tal vez porque sospecho que en su vientre
pastan los sueños que postergamos
por idiotez o cobardía.


Mujer experta en telenovelas y revistas de chismes,
estadista del souvenir y la gangarria,
faraona del confort,
látigo del luto y la arruga,
si aún no he aniquilado tu entusiasmo,
te prevengo
que si pasas el umbral de mi desasosiego
y persistes en hacerme la estrella de tu show,
tendrás que seguir siendo tú misma
porque así, teatral y purpúrea,
te quieren mis muertos.


Y si acaso mi cariño deviene
en catedral de mármol y escarcha,
te invito
a que combatas y destruyas mis ídolos,
porque también yo,
oh mujer que te conmueves
con la peor música del mundo,
también yo
prefiero el idioma que habla la ternura.


Y ahora,
por favor,
ponme de nuevo ese bolero.







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