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martes, 20 de diciembre de 2011

5628.- OSCAR ECHEVERRY MEJÍA

OSCAR ECHEVERRY MEJÍA
Nació en Ibagué, Colombia  el 15 de Mayo de 1.918 (Se le considera Risaraldense por haber sido llevado a la ciudad de Pereira a la edad de 3 meses.)


Prolífico autor, no sólo de poesía sino de ensayos y notas periodísticas de divulgación, fue secretario de la Academia Colombiana de la Lengua,


La vida de Óscar Echeverri Mejía fue una larga y fecunda parábola de fidelidades inalterables a la poesía. Nada ni nadie lograron moverlo un solo paso de su destino. Siempre estuvo ahí, lira en mano, pajarillo en la rama interpretando la belleza del mundo.


Poeta clásico por definición, no podía abstraerse al cultivo del soneto, en cuyo estadio, harto difícil y riesgoso, obtuvo piezas de excepción por su forma cuidada y armoniosa y por la frescura e inspiración de sus ideas.


A pesar de lo que preconicen algunos modernistas o vanguardistas. ya es bien evidente, a propósito, que los únicos y verdaderos modernistas y vanguardistas siguen siendo los clásicos. el soneto es la gran prueba de fuego de la auténtica poesía. ¿Por qué? Por sus mismas limitaciones técnico-formales: catorce versos de once sílabas fonéticas, dos cuartetos y dos tercetos rimados entre sí. Quien logre crear dicha estructura perfecta, habitarla de una idea original y airearla de música, bien puede hacer cualquier otro milagro en poesía.


Lo anterior lo han respaldado con creces desde los piedracielistas colombianos hasta Jorge Luís Borges, quien hizo bastantes sonetos impecables, aunque en bloque cerrado, o sea sin separar cuartetos y tercetos.
Nuestro poeta Echeverri Mejía se sentía en el soneto como pez en el agua, tanto que, incluso, nos dio su propia fórmula, de la misma manera alegre y generosa como la señora experta en maravillas culinarias nos facilita su receta.


Alberto Baeza Flórez elogia con otros en el prólogo de |Cielo de poesía de Echeverri Mejía la «sobriedad y el equilibrio» de sus poemas; la ternura y pureza, esa constelación ensoñadora de sus versos; su claro dominio de la forma y de la imagen y un feliz comentarista ha llamado a su trabajo poético: «parábola de la sensibilidad progresiva»; Germán Pardo García ha señalado la «honda y tierna impresión «que deja en el lector |Canciones sin palabras... y Hernando Téllez: «se advierte la presencia de varias características en la poesía de Echeverri Mejía como son, además de la gracia y la pureza, la simplicidad formal, la sutileza en los matices, la acomodación del sentimiento y la imagen, la exquisita levedad del tono, la esbeltez de las metáforas. Su cristalina superficie permite mirar hasta el fondo y aprehender la totalidad de su clave».
David Mejía Velilla dice: «Echeverri Mejía es uno de los poetas mayores de nuestro tiempo, y en la sencillez de su alma y de su trasiego él lo ignora, y lo ignoraban muchos lectores actuales de poesía... Poeta sencillo entre los sencillos, su quehacer de poeta ha transcurrido en lo hondo, en lo inefable; y a la vez en lo profundo, en lo inescrutable; y a la vez en la muy hermosa y sensible piel y superficie de las cosas. Pero en la poesía de este mago, algo que parece de piel y de superficie, a menudo resulta ser muy del fondo y de lo hondo...».


Echeverri Mejía ocupó cargos de representación diplomática en España, México y Venezuela. En 1980 recibió el premio «Bernardo Arias Trujillo» otorgado por la Gobernación de Risaralda y en 1995 Pereira lo condecoré con la Orden «Luís Carlos González». También había recibido la «Orden del Arriero» y en Caracas la Federación Latinoamericana de Escritores le otorgó la medalla «Mérito Literario Latinoamericano».


Murió el 11 de Diciembre del 2.005 en su finca, ubicada en Calima, municipio de Darién (Valle del Cauca)
Obra poética:


Destino de la voz (1942)
Canciones sin palabras (1947)
La rosa sobre el muro (1952)
Cielo de poesía (1952)
Toledo (1958)
Viaje a la niebla (1958)
La llama y el espejo (1959)
Mar de fondo (1963)
España vertebrada (1968)
Humo del tiempo (1970)
La patria ilimite (1971)
Duelos y quebrantos (1974)
Arte poética —antología— (1978)
Escrito en el agua (1976)
Las cuatro estaciones (1980)
Señales de vida (1982)
Altamar (1996).


En 1995 publicó Severino Cardeñoso Álvarez. en Vigo, España, el libro Óscar Echeverri Mejía, completo y voluminoso homenaje al autor risaraldense.










EL ASESINADO EN LA SOMBRA


Soy el que asesinaron en la sombra,
La muerte se ha tendido
A lo largo y a lo ancho de mi cuerpo,
Soy más oscuro que la noche
Peso cada vez menos, y en la tierra ocupo
Un espacio ignorado,
Mas ignorado que mi propia muerte.


Soy el que asesinaron en la sombra,
Nadie sabe mi nombre, hasta yo lo he olvidado,
Nunca tendré una flor sobre mi tumba
Porque no tengo tierra,
Ni siquiera la mínima para albergar mi cuerpo,
Nadie llora mi muerte,
Porque a nadie le importa si he vivido.


Soy el que asesinaron en la sombra
Las campanas no doblan por mi muerte
Pues lo ignoran, no he sido ni soy nadie
Y no tengo una lápida
Ni un nombre en ella escrito,
Porque, si un nombre tuve, se ha borrado.


Soy el que asesinaron en la sombra,
Mi muerte ha sido anónima al igual que mi vida.
Nadie me llama, pues no oigo, nadie
Me busca entre los pliegues de la tierra
Pues a nadie intereso. (Solo Dios me conoce.)


Y en tanto mis cenizas, se reintegran al campo
Y me convierto en savia,
Me olvido de mí mismo, y olvido que he vivido
Porque en el mundo fui tan solamente
Uno que asesinaron en la sombra.












EL HACHA


Viniste aquí en las manos poderosas
De unos hombres – espejo de heroísmo –
Como eco de sus músculos, lo mismo
Que el aroma es el eco de las rosas.


Fuiste semilla y gérmen de las cosas
Y sembraste de cantos el abismo.
Segó tu agudo filo el espejismo
Y el miedo de las selvas poderosas.


Diste luz, como antorcha, al hombre ciego
Cuando el brazo, forjado por el fuego
Como tú, te blandía en la montaña.


A tu presencia el árbol se hizo blando
Y sin rencor ni pena fue brotando
Cunas, techos y cruces de su entraña.












NOCTURNO


Esta hoja de otoño ahora cae
Sin regreso a su árbol. En el tiempo
La vida, a impulso de un otoño eterno,
Fluye sin pausa, ni retoño. Pienso
En la muerte que acecha en los rincones
En su abanico múltiple de fauces,
En su cuerpo sin sombra y en sus máscaras.


La vida en tanto pasa por mi lado.
Entre mis manos tengo
La cabellera fría de la noche.


Palpo las horas. Pienso en imágenes.
¿Es aquella la muerte? ¿Es esa ráfaga
Que me azota, el espíritu? ¿Es la máquina
Que ha pasado tan cerca de mi cuerpo?


Siento que es todo y nada, río extraño
Que va hacia atrás corriendo, sin orillas,
Polvo sutil que sube sangre arriba
Y obstruye el corazón. Oigo la muerte
Con su paso sin pasar. El vacío
Llega hasta el tiempo. Miro las estrellas.


Busco un rostro a la muerte y voy poniendo
Partes, igual que en un rompecabezas:
un perfume, una ausencia sin presencia,
una caricia, un grito, una llamada...
y me encuentro al final entre la sombra
Con las manos vacías y perdido.










PEQUEÑO POEMA


Pesas menos al aire que una flor a su tallo.
Ocupa en el espacio menos sitio tu cuerpo
que en el mar una ola. Y es más leve tu paso
que el paso de una nube o la curva de un vuelo.


Mi corazón es sólo una isla lejana
que rodea tu vida con sus olas de sueño.
Surges de este poema como el día del alba,
y por tu nombre mira la poesía al cielo.


Estás en la memoria de un perfume olvidado,
en la dulce comarca sin noche de mi voz.
Eres el horizonte del país de mi canto.
Descansa entre tus manos, como un ave, el amor.


Haces crecer el tallo diminuto del trino.
Tu edad canta en tus ojos su clara melodía.
En tus cabellos juega la brisa como un niño.
¡Eres un río humano que corre hacia mi vida!


Canciones sin palabras, 1947.












El poeta canta a su muerte


A la par que la vida me llegaste
-sin yo saberlo- un día ya lejano,
y por toda presencia, entre mi mano
tu inicial imborrable me dejaste.


Desde entonces te busco, sin que baste
mi anhelo de tu forma, sobrehumano,
pues cada vez el sitio es más arcano
de mi cuerpo, en que muda te ocultaste.


Yo sé que a veces por mi sangre pasas
y a su corriente efímera entrelazas
el ligero temblor de alguna estrella.


Y aunque en el sueño verte me parece
tu sombra al despertar se desvanece
y apenas en mi piel queda tu huella.











El niño


Tallo apenas del hombre, no se atreve
nadie contra tu suave omnipotencia.
Tu débil poderío sin violencia,
a tu menor deseo, el mundo mueve.


Con tu llanto la tierra se conmueve.
Haces de tus caprichos una ciencia.
Todo cambia en tu mágica presencia
si levantas tu mano blanda y leve.


Como un dios diminuto, te recreas
en destruir, pero en el acto creas
a tu arbitrio las cosas nuevamente.


Eres tan frágil como nieve y brisa
mas a la oculta fuerza de tu risa
el mundo se te rinde dulcemente.












Allí está ella


Donde haya un dolor o una querella
o haga falta la voz de la cordura;
donde se ansíe la corriente pura
del amor a la vida, allí está ella.


Si el corazón, atónito, se estrella
contra la sombra de la desventura;
si el alma se debate en noche oscura,
huérfana de esperanza, allí está ella.


Si hay anhelo de paz y de alegría,
si se persigue el don de la armonía
y el camino hacia Dios, allí está ella.


Si ya el torrente de la Fe no mana
y hace falta una fiel samaritana
con su pozo de amor ¡allí está ella!



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