Juana Borrero
( CUBA, 1877 - 1896 )
Aun no llegaba Juana Borrero a sus diecinueve cumpleaños, cuando Cuba perdió una de sus más prometedoras plumas. Adorado su talento por Julián del Casal y José Martí, ya desde niña se distinguía en la nueva forma del modernismo.
Nació Juana Borrero el 17 de mayo en la Ciudad de La Habana. Hija del distinguido padre de familia, patriota y amante de las artes Esteban Borrero Echeverría, Juana Borrero creció en un ambiente de extremada cultura. Recibió una esmerada educación en la Isla y los Estados Unidos tanto en pintura como en literatura. En un viaje con su padre a Nueva York conoció a José Martí, quien ofreció una velada literaria en honor de la joven poetisa.
Julián del Casal participaba con frecuencia las tertulias celebradas en su casa y llegó a tener una gran amistad con la joven poetisa. Entre los tantos otros poetas que visitaban el hogar de los Borrero se encontraban los hermanos Federico Uhrbach y Carlos Pío Uhrbach, y surgió un romance entre Juanita y Carlos, un romance que no llegó a florecer en este mundo. A consecuencias del comienzo de la Guerra de Independencia en Cuba, Juana Borrero se trasladó con su familia a Cayo Hueso, Carlos a la manigua; ninguno de los dos regresaría.
En el exilio Juana enfermó, agravándose día a día su malestar. El 9 de marzo de 1896 en el Cayo que tanto auxilio ha dado a los exiliados cubanos de todas las épocas, murió la joven Juana Borrero.
Obras Fundamentales:
1895 Rimas
Coautora:
1895 Grupo de familia. Poesías de los Borrero.
Publicaciones en las que colaboró:
La Habana Elegante
El Fígaro
Las Tres Américas, en Nueva York
Íntima
¿Quieres sondear la noche de mi espíritu?
Allá en el fondo oscuro de mi alma
hay un lugar donde jamás penetra
la clara luz del sol de la esperanza.
¡Pero no me preguntes lo que duerme
bajo el sudario de la sombra muda...;
detente allí junto al abismo y llora
como se llora al borde de las tumbas!
Última rima
Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.
¡Oh, mi amado!, ¡mi amado imposible!
Mi novio soñado de dulce mirada,
cuando tú con tus labios me beses,
bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Dame el beso soñado en mis noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
que me deje una estrella en los labios
y un tenue perfume de nardo en el alma.
Vespertino
Para la amable señorita Teresa Aritzti
Hacia el ocaso fúlgido titila
el temblador lucero vespertino,
y a lo lejos, se escucha del camino
el eco vago de lejana esquila.
Como escuadrón de caprichosa fila
nubecillas de tono purpurino
se desvellonan en celaje fino,
etérea gasa, que disuelta oscila.
El rayo débil que las nubes dora,
lentamente se extingue, agonizante,
sus fulgores lanzando postrimeros;
y la noche se apresta vencedora
a desceñir sobre el cenit triunfante
su soberbia diadema de luceros.
Crepuscular
Todo es quietud y paz... En la penumbra
se respira el olor de los jazmines,
y, más allá, sobre el cristal del río
se escucha el aleteo de los cisnes
que, como grupo de nevadas flores,
resbalan por la tersa superficie.
Los oscuros murciélagos resurgen
de sus mil ignorados escondites,
y vueltas mil, y caprichosos giros
por la tranquila atmósfera describen;
o vuelan luego rastreando el suelo,
rozando apenas con sus alas grises
del agrio cardo el amarillo pétalo,
de humilde malva la corola virgen.
Medieval
Junto a la negra mole de la muralla altiva
que alumbran las estrellas con tenue luz de plata
el trovador insomne de frente pensativa
preludia conmovido la triste serenata.
El aura de la noche voluble y fugitiva,
besa los largos pliegues del manto de escarlata,
y extiende la armoniosa cadencia persuasiva
que el plácido reposo perturba de la ingrata.
Al pie del alto foso destácase la airosa
romántica figura del rubio menestrello,
que al agitar la mano sobre el cordaje de oro
entristecido, exhala su queja dolorosa
en la cadencia rítmica del dulce ritornello,
y en sus mejillas siente que se desborda el lloro.
Las hijas de Ran
Envueltas entre espumas diamantinas
que salpican sus cuerpos sonrosados,
por los rayos del sol iluminados,
surgen del mar en grupo las ondinas.
Cubriendo sus espaldas peregrinas
descienden los cabellos destrenzados,
y al rumor de las olas van mezclados
los ecos de sus risas argentinas.
Así viven contentas y dichosas
entre el cielo y el mar, regocijadas,
ignorando tal vez que son hermosas,
Y que las olas, entre sí rivales,
se entrechocan, de espuma coronadas,
por estrechar sus formas virginales.
Apolo
Marmóreo, altivo, refulgente y bello,
corona de su rostro la dulzura,
cayendo en torno de su frente pura
en ondulados rizos sus cabellos.
Al enlazar mis brazos a su cuello
y al estrechar su espléndida hermosura,
anhelante de dicha y de ventura
la blanca frente con mis labios sello.
Contra su pecho inmóvil, apretada
adoré su belleza indiferente,
y al quererla animar, desesperada,
llevada por mi amante desvarío,
dejé mil besos de ternura ardiente
allí apagados sobre el mármol frío.
Reve
Su voz debe ser dulce y persuasiva
y soñadora y triste su mirada...
debe tener la frente pensativa
por un halo de ensueños circundada.
Su alma genial, cual pálida cautiva
de un astro esplendoroso desterrada,
sueña con una nube fugitiva
y con el traje de crespón de un hada.
Cuando la ronda azul de los delirios
disipa sus nostálgicos martirios
borrando del pesar la obscura huella,
él se acuerda en la noche silenciosa
de aquella virgencita misteriosa
que dejó abandonada en una estrella.
Última rima
Yo he soñado en mis lúgubres noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
con un beso de amor imposible
sin sed y sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Yo no quiero el deleite que enerva,
el deleite jadeante que abrasa,
y me causan hastío infinito
los labios sensuales que besan y manchan.
¡Oh, mi amado!, ¡mi amado imposible!
Mi novio soñado de dulce mirada,
cuando tú con tus labios me beses
bésame sin fuego, sin fiebre y sin ansias.
Dame el beso soñado en mis noches,
en mis noches tristes de penas y lágrimas,
que me deje una estrella en los labios
y un tenue perfume de nardo en el alma.
Cuaderno así, Cintio Vitier, Ediciones Vigía,
Colección del San Juan, Matanzas, 2000.
No hay comentarios:
Publicar un comentario