Jesús Riosalido (Madrid, 1937), es Diplomatico de profesión, Embajador de España en diferentes países, los últimos destinos fueron: Siria, Zimbawue, Kuwait, donde se jubiló, ha dedicado gran parte de su vida a la Literatura y al Orientalismo y, especialmente, a la poesía.
Se inició con un libro en el que rescataba la antigua tradición española del zéjel bajo el título de Zéjel del libro de amor y algunos más, publicado por Ágora en Alfaguara en 1970, y continuó con otros, asimismo de dimensión arabista, como El diván de las sombras (Ágora 1971), Maqamat (Adonais 1974), Muwashajat (Editora Nacional 1975), y Didi Mahmud, (Taller de poesía Vox, 1979).
Mas tarde, en el mundo centroeuropeo y escandinavo, en el que pasó a prestar sus sevicios,nos llegó con una antología de la Poesía Danesa Contemporánea (Adonais 1980), Andersens Boulevard (Premio Villa de Martorell 1981), Christianias Digte (1983), Circo de urgencia (Premio El Madroño 1984) y Heroína en mis brazos (Premio Francisco de Quevedo 1984).
Además, de su paso por Madrid, quedan Ático al sol, Premio Fray Luis de León 1985 y de su andadura como Embajador de España entre los años 1987 y 1990, Alcor (Editorial Tlass, 1990). De Chipre nos trajo La viña de tinieblas, que fue Premio Rosa de Damasco en 1990 (Huerga y Fierro, Madrid 1998).
Una vez destinado como Embajador en Zimbawue y África Subsahariana, escribió Melania y el unicornio (Endimyon 1999), más tarde, desde su puesto de Suiza nos ofreció La casa transparente, un alegato sobre la inutilidad de los esfuerzos humanos, que fue Premio Nicolás del Hierro en 2003 y que fue publicado por el Ayuntamiento de Piedrabuena y la Junta de Comunidades de Castilla la Mancha.
Jesús Riosalido cuenta, además, con premios de teatro y de relato, géneros en lo que, también, trabaja asiduamente.
YEGUA VERDE, PUERTA BLANCA
Sales buscando el hombro, te reclinas, en mi marco de piedra,
y el fogonazo ciego del teatro pierde tu cola verde,
las esquinas de lo que fueran arias, no te encuentra
la cantante sonámbula, la sangre, colgada del forillo,
te desbocas y saltas, soy el público que no tiene tu lengua,
tu paso, tu galope, la encerada magnitud de las ubres,
todas blancor, y sala, y precipicio, me pregunto
sobre quién cae tu obra, tu estructura, los conciertos perdidos,
en quién te descoyuntas y lo estallas, cómo evitas la orquesta
y a las logias, llenas de ojos azules, dolorosos,
sólo somos butacas, el velázquez borracho de los bacos,
las barras, las busconas, pero tú te apresuras, asustada,
te confundes en sombra, en tus abrazos,
y me queda la puerta, colgadura, de cuchillas, de filos,
un banco interminable, con el recuerdo verde de tu lomo,
sin cuentas, ni amatistas,
sólo el sudor, y el cuerpo, y la ceguera.
VENDEDORES
Al sentido, al sentido
a los sextos sentidos
hombres con gorras blandas vendedores
los papeles del suelo
se arrastran por el circo desguazado.
Al sentido, al sentido
a la caliente bolsa
sostén color de carne que sostiene
los tiros en el viento
hoy no usaré la bala anaranjada.
Al limón de ginebra
te recuerdo
el negro que de luto se convierte
en el hombre acuciante
levantando la gasa de tus puntos.
A los gritos, los gritos
vocear sin descanso
mi mercancía entera desalmada
abajo los crepúsculos
las rosas, y la brisa, y las palabras.
Eso que ofreces tibio
a la mano que cortas
en su búsqueda oscura rectilínea
no es poesía, verbo
sino el sentido, amor, sino el sentido.
No hay comentarios:
Publicar un comentario