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miércoles, 14 de diciembre de 2011

5521.- AUGUSTO FREDERICO SCHMIDT


AUGUSTO FREDERICO SCHMIDT,(1906-1965)
Nasceu e viveu grande parte de sua vida no Rio de Janeiro, Brasil, tendo iniciado seus estudos na Suíça e vivido um período em São Paulo, no auge do Modernismo sem, no entanto, deixar-se entusiasmar muito pelos manifestos e vanguardismos. Foi, em certo sentido, um pragmático, um homem de negócios de grande sucesso e político de notoriedade. Um paradoxo, considerando seu espírito mais sentimental e religioso, seu sentimento lírico e misterioso, de excelência e profundidade. Obras: Canto do Brasileiro (1928), Cantos do Liberto A. F. S. (1929), Pássaro Cego (1930), Desaparição da Amada (1931), Mar Desconhecido (1942), Fonte Invisível (1949) e Caminho do Frio (1964), além de suas Poesias Completas de 1956.








ESTRELLA MUERTA

Trad. de Anderson Braga Horta

Muerta la Estrella que un día, solitaria,
Nació en el cielo sin término.
Muerta la Estrella que floreció en mis ojos.
Muerta la Estrella que miré en noche yerma.
Muerta la Estrella que danzó ante nuestros ojos,
La Estrella que bajando encendió este amor.
Muerta la Estrella que fue para mi corazón
Como la nieve para los nidos
Como el pecado para los santos
Como la ausencia de Dios para los condenados.

(Canto da Noite, 1934)











POEMA (ERA UN GRAN PÁJARO)

Trad. de Anderson Braga Horta

Era un gran pájaro. Sus alas estaban en cruz, abiertas hacia los cielos.
La muerte, súbita, lo habría precipitado a las arenas mojadas.
¡Estaba de viaje, procurando cielos más fríos!
Era un gran pájaro, que la muerte ásperamente había dominado.
Era un grande y oscuro pájaro, que el helado y repentino viento había sofocado.
Llovía cuando lo contemplé.
Era una cosa trágica,
Tan oscuro y tan misterioso, en aquel yermo.
Era una cosa trágica. Las alas, que los azules habían quemado,
Parecían una cruz abierta en el húmedo arenal.
Su gran pico abierto guardaba un grito perdido y terrible.

(Estrela Solitária, 1940)












EL ÁRBOL

Trad. de Dámaso Alonso y Ángel Crespo


El alba: en su seno,
Marchito, apagado,
no cantaban pájaros.
Sobre el cuerpo frío
Sí extendió la nieve
Sábana de muertos.

Los ruidos primeros,
Roncos, sofocados,
Quebrar no podían
El silencio enorme,
Que subía lento
De muerte presente,
De muerte palpable,
Como un fruto antiguo.

Y no era la tristeza,
Sino un pasmo inquieto
Que todo invadía.
No cantaban pájaros.
Mas, maduro, alegre,
Cubierto de flores,
Feliz al halago
De los libres vientos,
Solamente el árbol
No participaba
En la fúnebre hora,
Y brincaba loco
Desgreñado y bello,
De rocío húmedo,
Cubierto de flores.











LA TRISTEZA DE LA TARDE

Trad. de Dámaso Alonso y Ángel Crespo


La tristeza de la tarde es leve y alta.
Viene de la ciudad y sube al aire igual que una humareda.
La tristeza de la tarde envuelve los árboles delicados,
Envuelve jardines crepusculares.
La tristeza de la tarde viene de las agonías diarias,
De los niñitos enfermos, de los amantes infelices, de las lágrimas de los pobres.

La tristeza de la tarde viene de las grandes partidas,
De los sollozos de adiós, para los viajes y para las incomprensiones.
Miro la tristeza de la tarde caminar por el espacio.
Invadirá los cuartos de los que van a morir, se arrojará de bruces sobre las cunas,
E iluminará el alma de todos los poetas.












GÉNESIS

Trad. de Dámaso Alonso y Ángel Crespo


La oigo, ciega, avanzar por el mundo secreto
En que reina y domina sin clemencia.
La oigo mover, llegar, entre plantas y flores
Y fríos animales — formas raras.

Las voces que en las aguas se extendían,
Contenidas están y apagadas: silencio
Que la lámina fría de su cuerpo divide,
Verde, terrible, desolado, estéril.

El vacío mirar que devora el abismo
Distingue allá en la faz líquida de lo oscuro
La luz aun n engendrada todavía..

Ella es la esencia de la vida, la indiferente
De cuyo seno brotarán amargos frutos
Condenados al amor, al sueño y a la muerte.













RETRATO

Trad. de Dámaso Alonso y Ángel Crespo


Recordaba un pájaro del mar.
La mirada era aguda,
Un mirar lleno de misterio
De las oscuras distancias.
Un mirar frío y brumoso,
En el que posaba la poesía
De las regiones crueles.
Un mirar grave, serio, atento
A los violentos impulsos.

Recordaba un pájaro del mar.
Los cabellos olían a las flores,
Y plantas sumergidas.
Los cabellos desgreñados
Reflejaban el verde sombrío
De las líquidas planicies.

Recordaba un pájaro del mar.
Los labios cerrados
Eran túmulos en que dormían
Secretos que no se libertarían nunca.

La soledad había moldeado su rostro,
Un rostro en que la sonrisa
Estaba ausente o muerta.
Parecía hecha para durar tanto
Cuanto las aguas amargas
Nacidas para nunca marchitarse.

Parecía un pájaro del mar.
Se desprendía de su naturaleza
Una ardentía salvaje.
Nada pedía y no quería nada
Sino el silencio y la libertad.














MOMENTO

Trad. de Dámaso Alonso y Ángel Crespo


Deseo de no ser héroe ni poeta,
Deseo de no ser sino feliz y en calma.
Deseo de las voluptuosidades castas y sin sombra
De los fines de almuerzo en las casas burguesas.

Deseo manso de los cántaros de agua fresca,
De las flores eternas en los vasos verdes.
Deseo de los hijos que crecen vivos y sorprendentes,
Deseo de vestidos de lino azul de la esposa amada.

¡Oh! no las tentaculares embestidas hacia lo alto
y el tedio de las ciudades sacrificadas.
Deseo de integración en los cotidiano,

Deseo de pasar en silencio, sin brillo,
Y desaparecer en Dios — con poco sufrimiento
Y con la ternura de los que la vida no maltrató.













LA PARTIDA

Trad. de Dámaso Alonso y Ángel Crespo


Quiero morir de noche.
Las ventanas abiertas,
Los ojos contemplando la noche grande.

Quiero morir de noche.
Iré separándome poco a poco.
Desligándome muy despacio.
La luz de las velas moldeará mi rostro lívido.

Quiero morir de noche.
Las ventanas abiertas —
Tus manos pondrán agua en mis labios
Y mis ojos beberán la luz tristes de tus ojos.
Los que vendrán, los aún no conozco,
Estarán en silencio
Puestos en mi los ojos.

Quiero morir de noche.
Las ventanas abiertas —
Los ojos contemplando la noche enorme.

Poco a poco me veré pequeño de nuevo, muy pequeñito.
La cuna se mecerá en la sombra de una sala.
Y en la noche, medrosa, una vieja coserá un gran muñeco.
Una luz roja iluminará el dormitorio.
Y los pasos resonarán quebrando el silencio.
Después, en la tarde fría, un sombrero rodará por una calle.

Quiero morir de noche.
Las ventanas abiertas —
Mi alma saldrá para muy lejos, para muy lejos del todo.

Y cuando todos sepan que ya no estoy
Y que nunca más volveré,
Habrá un segundo, en los que están
Y en los que han de venir, de total comprensión.



Extraídos de la REVISTA DE CULTURA BRASILEÑA. Número 13, Tomo IV,
Junio 1965. Editada por la Embajada de Brasil en Madrid, España.



http://www.antoniomiranda.com.br/Iberoamerica/brasil/
augusto_frederico.html





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