Julia Carú nació en Córdoba en 1983. Es Antropóloga Social y Cultural y su poesía se nutre de esta perspectiva del mundo. Ha realizado algunas investigaciones antropológicas sobre la tradición oral en el Valle de los Pedroches o sobre la mujer para el área de igualdad de oportunidades del Ayuntamiento de Málaga. Es directora de la colección de antropología de la Editorial Séneca, con la que publicó en el año 2008 su primer libro de poesía: “Barco de papel en clave de la”, ilustrado por el artista plástico E. Maldomado. Posteriormente ha realizado varias publicaciones para los catálogos de este artista, así como una entrevista en profundidad para la Universidad de Jaén. Ha colaborado en algunas revistas para la empresa de diseño gráfico Nitrógeno7 y con textos y poemas para el espectáculo Patas Arriba de la compañía de danza D´akí payá. Julia Carú ha recibido algunos premios literarios. En la actualidad es presidenta de la Asociación Cultural El Trashumante y está trabajando en su segundo libro de poesía ilustrada, una monografía poética sobre el baile, que verá la luz en pocos meses.
Se puede encontrar una pequeña muestra de su poesía en:
http://juliacaru.blogspot.com
ALGUNOS POEMAS:
LOS DESAGRADECIDOS
Hace falta estar al borde de la asfixia
para que uno se de cuenta del enorme placer
de respirar.
Una vez pasado el peligro
se olvida,
y nadie comienza a ser tremendamente feliz
porque respira.
MÁS ALLÁ DE LAS PALABRAS
Los payasos
se llaman ahora humoristas.
Los padres no hablan,
ridiculizan.
Las poesías no nacen,
se recuerdan.
Las playas no se encuentran,
se buscan.
Los jóvenes no bailan,
rebotan.
Los niños no imaginan con las estrellas,
admiran una luz artificial que los abduce.
Los perros no se comunican,
ladran.
Los artistas no viven,
sobreviven.
Ni los empresarios viven,
existen.
Lo admirable no se conserva,
se copia,
y lo conservado no se disfruta,
se encarcela.
Las viviendas no nos protegen,
nos entierran.
Los individuos no compran por necesidad,
compran para necesitar.
Los vecinos no miran,
acechan.
La muerte no es previsiblemente natural,
es tecnología de mesa.
Los faros no atraen pesqueros,
iluminan neumáticos.
Tendrían que volver a fabricar viejas sillas
para que la gente no permaneciese tanto tiempo sentada.
EL HOMBRE DEL CUCHILLO
“Muero de miedo en las calles solitarias y oscuras”
dijo el hombre del cuchillo.
EL VIENTRE DEL SOL
Hoy,
entre el hallazgo y la llovizna,
la sangre lanzó alfileres
sobre mi cuerpo anclado.
Hoy,
¡qué más ataúd
que cuatro muros
dando forma a mi propio cuerpo!
Hoy te busqué
entre agujeros de cielo
y, en mi desesperación,
desdibujé una paloma.
TU MEDIA NARANJA
Mitad eran los nadies,
con un ligero sabor amargo
por su exposición al viento.
Mitad eran los incapaces,
con una forma artificial
para no rodar mis caminos.
Mitad eran los incompletos,
tan necesitados de pedazos
que al ofrecer los suyos quedaban vacíos.
No busqué mitades
porque no quiero complementos
sino conjunciones,
para poder ser tú, yo y nosotros.
GLOBALIZANDO
Tanto afán en mirar la ciudad desde arriba, desde el punto más alto,
y nadie se plantea en mirarla bocabajo.
A LAS CUTURAS o “El Olvido”
He paseado la infancia
entre naranjos y azahar,
y bajo una lluvia blanca
de pájaros que vienen a dormir al río
después de trabajar en la basura.
El hogar perfecto:
clima cálido,
visión romana enfrente,
árabe a un lado,
judía a aquel otro,
cristiana más allá.
Los pájaros hablan
de su ajetreada vida
en aquella Córdoba
y se apenan de que la sucesión de culturas
no pudiese haber sido convivencia.
Porque aquellos que emigran,
alados trovadores, les contaron:
“en este mundo ha quedado
fuera de la memoria
toda la igualdad
que debería renacer
de esos trajines de la historia”.
Los pájaros nos miran
y ven peces.
Observan cómo engordamos pasados,
y cómo engullimos presentes
con un recuerdo generacional menor al segundo.
NO HAY EDAD EN LA TRISTEZA
Porque parece que el tiempo
se plegó como rizo aplastado
por la pereza de una cabeza muerta,
uniéndose punta y raíz,
yo y yo desnuda.
LA CHABOLA DE LOS AGRADECIDOS
Venimos a agradecer tantas semillas
y tanto odio,
tantos desechos de lo que fue
y será refugio.
Venimos a agradecer dormir entre recuerdos,
una bañera- barco anacarada sobre olas de escombros.
Y que una sombrilla desolada y descolorida
sea techo-paraguas y vidriera catedralicia.
Venimos a agradecer proteger nuestro espacio,
cercas extraídas de somieres, antiguos soportes de sueños.
Y que neumáticos como contrapesos para un techo chapado
dibujen artísticos enlosados de sombras circulares.
Venimos a agradecer que el patio sea la calle
y el vecino, un hermano;
que la ropa tendida refresque a los perros sobre las aceras
mientras cae el color de las bicicletas, mostrando,
como todos en este lugar, su naturaleza férrea.
OJO DE GAVIOTA
Nos movemos como por constante agitación de sueños
y ni el pensamiento escapa
ante tal desenfreno de vaivenes incoherentes.
La simpleza de la felicidad está tan cerca
que al ir a abrazarla nos traspasa y la perdemos.
Y aún así esperamos expectantes.
Porque siempre queda la absurda esperanza
de poder girar los brazos como ojo de gaviota
para arropar a la suerte por su lado invisible.