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martes, 17 de enero de 2012

5821.- LEÓN DE LA HOZ


LEÓN DE LA HOZ: (Cuba, 1957) Poeta. Ha publicado los libros de poesía Coordenadas (Ed. Foro, La Habana, 1982), La cara en la moneda (Ed. UNION, La Habana, 1987), Los pies del invisible (Ed. UNION, La Habana, 1988), Preguntas a Dios (Ed. Libertarias, Madrid, 1994), Cuerpo divinamente humano (Ed. Betania, Madrid, 1999), la antología La poesía de las dos orillas. Cuba (1959-1993) (Ed.Libertarias, Madrid, 1994), y la novela La semana más larga (Ed. Betania, Madrid, 2007). Es uno de los pocos poetas cubanos que obtuvo en la década de los ochenta los dos premios más importantes que se otorgaban en el país: el Premio "David" de Poesía, (1984) y el Premio "Julián del Casal" de la UNEAC (1987). Actualmente León de la Hoz es uno de los directores de la revista Otrolunes.




RUEGO AL MAR


Entre un punto y otro de mi existencia está el mar.
Desde Santiago a una calle cualquiera de Madrid
yo siento que el mar acerca a mi orilla moluscos,
estrellas y residuos fétidos del pasado del mundo.
De un cuerpo a otro de mujer llego dando brazadas,
largas brazadas de náufrago que no sabe a dónde ir.
De una casa a otra de mi vida voy de isla en isla,
harto de soledad, ahogándome y escupiendo peces.
Soy víctima del mar, hondo y circular que me lleva
y me trae las playas, arrecifes, acantilados y rías
donde floto muerto, hinchado de espuma y paisaje.
Soy parte de lo que es parte del origen del tiempo,
que va y viene eterno, incesante, hermoso en verano
y aterrador en invierno siendo huésped de la muerte.
Sitiado por los encinares y los labrantíos de Castilla
o en medio de setos sordos y ventanas polvorientas,
oigo el sonido del mar que se arrastra por la arena.
Despierto en la noche vacía de ruidos y espejismos
y me oigo rodar en las olas hacia una playa solitaria.


A veces me resisto y quiero errar por fuera, inerme,
como una partícula de polvo en el aire de mi cuarto,
pero no puedo dejar de ser quien lleva el mar en sí,
que igual a un marino carga islas y rostros en el pecho.
Y mientras ando piedras de pueblos grises y serranos,
es el mar quien me sostiene en sus hombros múltiples
como alguna vez lo hiciera bajo los pies de Cristo,
si paseo una montaña es su verde lo que me revive,
si sufro la sed de un desierto es el que me la calma.
Oh, Dios, sé que no importo en tu obra más perfecta,
por eso ruego que seas piadoso quitándome el oído
para no escuchar ese susurro del mar que me socava,
diciéndo: "Estoy aquí y tú estás en mí hasta que muera".


3.03.99










ÉSTE QUE VEIS NO SOY YO


Éste que veis no soy yo aunque quisiera.
Éste que veis es la sombra del que estuvo
aquí hace mil años con el sol a la espalda.
Es la imagen de uno que quiso ser santo
y acabó siendo éste que veis condenado.
Yo no soy éste, ni estoy ni estaré en este lugar.
Mi cuerpo quedó atrapado en los muros de Ife
el día que elegí la vida de Edmond Dantés.
Ni siquiera es éste otro que se requiebra
en las manos jóvenes de una futura madre.


Si pareciera que soy el equilibrista del ocaso
que se cree caminando la línea del horizonte,
no soy yo, ni nunca lo fui, ni podré serlo.
Si creyeran que soy una máscara de estreno
porque duermo y despierto con ojos de otro,
no lo soy, ni nunca seré, ni lo he sido.
Si dijera que he soñado que soy éste que veis,
no confiéis en las palabras de un viejo soñador
que dice haber vivido y estado entre ustedes.


Yo he procurado sencillamente ser lo que no soy:
Un invisible que se aleja hacia el borde de la luz
como un caracol corriendo por una hoja de acanto.
Tampoco tú, amiga mía, amor mío, con tus manos
puedes salvarme de no estar aquí o en ningún sitio.
Éste que sientes abrazado a tu cuerpo desnudo
en realidad se adentra en una playa desierta,
llenando sus pulmones, imitando un hombre libre,
y ni siquiera yo puedo imaginarme quién es.
Mi suerte es esa: aire!, un eco sin réplica del vacío.










EL APÁTRIDA


Yo tuve un país de arrecifes llenos de sangre
donde morían quienes llegaban o se iban
y sin embargo parecían playas de nudistas.
Era un país largo y estrecho como un cuchillo
y con tantos muertos que se veían desde la luna,
aunque esa era su principal virtud, según decían.
Extraño y difícil lugar para nacer y morir,
si bien nació de las aguas para ser admirado,
loado, santificado y enaltecido por su belleza.
Ese país que yo tuve y que cabía en mi mano
me lo llevé cualquier día para que no muriera.
Lo tuve dejando su mierda en mis bolsillos
como un canario, aunque le llamaban cocodrilo,
hasta que un día decidió también huir.
Es cierto, señor juez, yo tuve un día un país
y ahora es un lugar de polvo en el viento..
.SUICIDIO.Estoy tumbado sobre un charco de tinta.
En una mano tengo el cuchillo de mi madre.
Veo cómo la vida se me va sin alas,
a mis hijos que chapotean en mi tinta
salpicando las blancas paredes de mi celda,
mis palabras que se ahogan y diluyen mudas.
Todo eso lo veo desde el ras del suelo
con una profunda y triste herida en el pecho.
Es mi última imagen y la veo al revés












OTRA VEZ EL CASTILLO DE IFE


Estas son las cuatro paredes de mi casa,
tan blancas y breves que parecen no existir.
A pesar de eso no hay otra casa como esta
y en ella estoy con el cuchillo de mi madre.
Allí está la ventana invitándome a escapar.
Por ahí viene la brisa de un mar lejano,
oscuro y con blando hedor a muerto.
Ese es mi destino cuando pienso en ser libre.
No hay otra casa en el mundo para mí.
Cuando me asomo veo el faro que relumbra
como una estrella en la bandera y da miedo












ESTO ES LA PATRIA


La patria es este portal que me da techo,
la columna donde apoyo la vejez y espero
el remedio del tiempo para mis heridas.
Es el suelo o el sofá prestado donde sueño
y dos huecos como balas que son mis hijos.
Es el zumbido del mar que me ensordece
con una dolorosa canción de desamor,
mientras naufrago a una isla imaginaria.
Son dos o tres recuerdos y nada más,
ni una rosa blanca ni una bandera,
solamente yo, mi equipaje y el aire







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