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martes, 11 de octubre de 2011

5092.- MARÍA JOSÉ FLORES


María José Flores (Burguillos del Cerro, Badajoz, 1963) es Doctora en Filología Hispánica por la Universidad de Extremadura. Desde hace años es profesora de Lengua y Literatura Españolas en la Universitá de L´Aquila (Italia).


Su obra poética está compuesta por los siguientes títulos: De tu nombre y la tierra (1984), Oscuro acantilado (1986), Nocturnos (1989), El rostro de la piedra (1992), Impura claridad (1995), Poemas del cuerpo (1999) y Un animal rozado por el tiempo (2008).
Con un magnífico y esclarecedor prólogo de Miguel Ángel Lama, la Editora Regional de Extremadura publicó en 2005 una Antología poética (1984 - 2003), donde la autora revisita y reordena sus versos.






De la mujer

Las mujeres marcadas por la ceniza.
Veladas por la niebla del desprecio.

La que oculta su cuerpo con las lunas y busca
la pureza del agua.

La que trenzó en la noche un collar silencioso
de abandono y espera.

La mujer desgarrada en el lecho del rayo.

La niña.
La niña que se mira desangrar y no entiende
no entiende la crueldad de la cuchilla.
Y forcejea
y busca
la claridad cegada
para siempre cegada
de su cuerpo.

Las que arrastran sus sueños
como el peso de un fardo.

La mujer cuyas venas conocen el misterio.

La que se tiende a solas al borde de la noche
y bebe de su propia transparencia.

Las que rozan dichosas las ramas del sentido
y las ramas del alba.

Las que acarician libres el rostro de los días.

La que cruza insumisa un camino de brasas.









De la mirada

Es sabia su mirada
y es clemente.

Distingue
al ruin del humilde
y al dócil del cobarde.

A quien se inclina por amor
de aquel que se somete.


II

La edad y la memoria
iluminan sus ojos.

Ve los ríos profundos
y al animal herido
que apacigua su sed
en las fuentes del alma.

No.
No es dolor el único camino
hacia la claridad
o hacia la nada.





Mi memoria es verdor

Mi memoria es verdor
y hojas
y espesura

Mi memoria se yergue frente a mí
y me contempla

Brota en la palidez de mi desnudo
como ángel doliente
una rama de agua

Mi memoria es un árbol








Filo

Filo
la oscuridad

filo encendido
llama
llamarada.






Un ardiente rumor como de labios

Un ardiente rumor como de labios

tu voz tu grito es la espesura que arde
que ilumina la orilla
una queja tan dulce que humedece los ojos
que funde las nevadas y los siglos






Lenta

Lenta
abierta y dolorosa sobre mi pecho
rosa
sangrante rosa fría






Mujeres de carne y verso.
Antología poética femenina
en lengua española del siglo XX.
Edición de Manuel Francisco Reina.
La esfera literaria. 2002






El rostro de la piedra



En el mar la agonía es una boca fresca
una garganta herida por el sueño del agua
o la noche que hiere con sus cálidas ramas
el silencio que turban dulcemente los cuerpos









Un lirio de blancura
que temeroso brota
del abismo del cuerpo

la pureza









Nocturnos



Una mujer se tiende a tus orillas

desnudo litoral en tu hondura de lunas
arena que solloza que acaricia turbada
el negro surtidor de tu cabello









Mi memoria es verdor
y hojas
y espesura

Mi memoria se yergue frente a mí
y me contempla

Brota en la palidez de mi desnudo
como ángel doliente
una rama de agua

mi memoria es un árbol









Blanca piedra nocturna
honda piedra pulida
permeable
sonora

Sólo eso

el silbido del aire

una sima de signos que se ahonda y emerge.









Tiende aquí tu abandono de silencio de arena
tu delgada cadencia de corolas y frío

junto al árbol oscuro que apenas si te nombra









Cuerpo
cuerpo mío
sobre mí como roca
como alud de tinieblas


árbol raído
despojo de la noche









Negra ola

negro mar donde tiembla la paloma más alta
donde toda criatura reconoce su cuerpo
su rastro de manzanas y de nieve

Qué secreto rumor
hace arder la enramada
la oscura latitud de tu costado




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