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sábado, 17 de septiembre de 2011

4928.- ALBERTO GUERRA GUTIÉRREZ


Alberto Guerra Gutiérrez.(Bolivia, 1930-2006)
Guerra Gutiérrez, de acuerdo a sus antecedentes, trabajó varios años en la Universidad Técnica de Oruro-UTO y en la Alcaldía de esa ciudad. Era un maestro jubilado y cuenta con más de 20 libros publicados sobre distintos aspectos.

Fue uno de los más grandes impulsores del Carnaval de Oruro y sus investigaciones contribuyeron a descubrir los orígenes y la magia del mayor carnaval de Los Andes, además fue promotor y animador ferviente del quehacer cultural en Oruro, junto a una generación de poetas e investigadores.

Algunas de sus obras son: “Antología del Carnaval de Oruro”, “La picardía en el Cancionero Popular”, “Mundo Vocabular”, “Geografía del alma de Bolivia”, “Estampas de la tradición de una ciudad”, “Trayectoria de una deidad calumniada”, “El Tío de la Mina”, “Oruro, Realidad Socio Cultural”, “Pachamama”, “Folklore Boliviano”, “Chipaya, un enigmático grupo Humano”, “Turkaqaña, una técnica de medicina andina”, “Estampas de la Tradición de una ciudad”, “Luís Mendizábal Santa Cruz, con lápiz de humo”, “El Carnaval de Oruro a su alcance”, “Curso de Folklore Boliviano” y “Etnografía orureña”.






MI CASA


Esta no es mi casa;
mi casa tiene altos ventanales
y un árbol de ramas jóvenes
limpiando celosías de lluvia
en sus cristales.


Mi casa tiene ojos claros
como el alba
y una rosa enamorada
atisbando por rendijas
de su puerta que es mi propio corazón,
hecho de maderas dulces
y de esperanza.


Esta luna gris
que agría la menguada luz
de la corriente
de mi río vertical y perseguido,
no es la misma luna
que tiñe de azul
el aire que decora de amores
la brisa que se hace
dueña, de mi casa
en cada beso de la noche.


MI casa me está esperando
y no tengo la lumbre ahora,
que como racha de luciérnagas
abra el sendero
para llevar mi sombra
a sus umbrales,
ni tengo acequias todavía
que lleve mi ansiedad como agua
para regar su árbol de ramas jóvenes
en sus ventanas.


Mi casa
río noctámbulo y sedentario,
a pesar de sus piedras de infortunio,
copia estrellas doradas
en su espejo peregrino.


Esta no es mi casa
hecha de temor y enormes murallas
para que no huya
el dolor de sus entrañas,
¿mi casa?
hondas raíces de savia cristalina
sustentan su estructura
de amor y altos ventanales.


Viejo río
de generosas aguas
como el vino,
mi casa llena ahora de soledad
por mi ausencia,
tiene lágrimas de pie
junto a las horas,
un vacío royendo sus paredes,
una ansiedad en sus pétalos
pensativos;
una postergada ilusión
de besos y caricias;
y no tengo por ahora
nada que ofrecerle
-sin embargo- ,
le ha de bastar, seguramente
mi solo corazón,
crecido entre lianas de amor
y enredaderas.


Esta no es mi casa;
mi casa tiene un árbol de ramas jóvenes
y una rosa enamorada
junto a su puerta
dolida de maderas dulces
y de esperanza.






LENTO ASOMBRO DE PALOMA HERIDA

Duele tu nombre desde adentro.
Duele tu sombra
que se llama historia;
la piedra que es tu canto
duele como duelen las cenizas
del amor y la porfía.
Duele Bolivia tu herida
que se hace sangre
en nuestra carne lacerada,
duele tu herida en la montaña,
duele tu herida en el sereno valle,
en la llanura fértil
y en la selva traicionada.
Duele desde adentro tu espesura
que se hace espera
en los andenes de la muerte,
en la ternura de tu lento asombro
de paloma herida;
duele tu sangre de Calama
y Riosinho,
tu petróleo en Picuiba
y Villa Montes,
tu estaño que es sangre
de fibra endurecida
duele en Cataví y en Milluni,
en Teoponte, en Matilde
y en Huanuni;
duele tu sangre que es savia
de amargos cañaverales
en la zafra de Tucumán
y la Esperanza;
duele el minero en su soledad
con su alcohol y su coca
QUE es la urgencia de otra herida,
duele el que ya no es pongo
por ser peldaño
de los que están arriba
—duele Terevinto y Ucureña—
duele el labriego
que no conoce la semilla,
duele el obrero,
duele el pueblo que es el yunque
de todas las mentiras.
Duele Bolivia tu sangre
que se llama historia
desde el motín a la emboscada,
desde Ingavi al cañón del Yuro,
de Yungay al "corralito",
desde las "Canchas de Potosí"
a la espesura de Ñancahuazu
y los pajonales del Chaco;
duele el soldado de corazón civil
y brazo uniformado,
duelen su bota y su fusil
hechos con sangre mercenaria
duele su mirada
de cuchillos extranjeros,
duele el paracaidista
de boina americana,
duele el "Rangers"
pisando suelo boliviano.
Duele el tiempo, la lluvia
y las campanas,
duele Castro desde Cuba
como una espina
y Chile también como un puñal
en media espalda.
Duele Bolivia tu sombra
que se llama historia
y duele tu destino
lento asombro
de paloma herida.







Volador de papel

No, no al tiempo,
hay siempre un niño encaramado
en el latido universal del hombre.
Río que nace de augural vertiente,
ola que corre sedienta
por íntimas quebradas
es la vida que consume
mis horas de cada día.
Desde mi sangre,
presente mirador del pasado
siento latir mi infancia
en el punto clave del desvelo;
siento su risa,
siento su grito juguetón, celeste,
sus mañanas de sol,
sus noches estrelladas.
Caben en mí, latentes
los anhelos y congojas
que asediaron serenamente
las horas hechas de luz y fantasía
de mi infancia.
Las calles del recuerdo,
los caminos del alba,
los grillos y las campanas,
el trompo y el coro vespertino
son aún sutil y enloquecido
volador de papel
remontándose en el sueño,
un sueño de dichas y esperanzas,
de mensajes de amor,
de ansiedad y de reclamo,
de amargos cañaverales,
de combate cotidiano.
¡Este volador de papel,
unido a mi infancia por un hilo
hecho de la piel azul de las estrellas!








Presagio

Qué traerá el amor
en su anunciada presencia
de mágicos albedríos?
Será un tren de hojas secas
discurriendo en portátil andén
de suspiros en fuga
o el cansancio de los pañuelos
agitados por mis manos
despidiendo la ilusión
de mis auroras sin espera?
Será la ruta
largamente tendida
en la distancia
buscando meridianos de luz,
tardes en sombra
o noches de azul espera
en la nostalgia
hecha de sonámbulos suspiros
zambulléndose dulcemente
en la espera,
donde tejen sus coronas
mis auroras pensativas.
Qué será del amor
que se asoma sigiloso
a los umbrales de mi puerta?
Será tal vez la dicha,
o la ausencia con la forma
y el color de la esperanza?
Para cerrar, el más romántico de todos








Paisaje

Estoy acostumbrándome
a tu voz,
a la suave dulzura que la noche
concentra en tus ojeras,
al limitado tiempo,
al parcelado cielo que nos ampara
y al cercano lago que brilla
más azul, cuando te amo.
Estoy acostumbrándome
a tu voz y mis ojos también
a la mirada de turbios peces
trajinando el fondo claro
de tus ojos.
Estoy acostumbrándome a tu voz
tripulada de azules pescadores,
recogiendo desde tu alma
el anzuelo de sed,
que entre burbujas de amor
y olas de paz sin sombra,
inventa mi corazón para tu voz
–prematuro eco del céfiro–
y para tus ojos –fuente de luz–
que inaugura el día entre tan altos
y tibios vegetales.






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