Gloria Cepeda Vargas nació en Cali (Colombia), vivió posteriormente en Popayán junto con sus cinco hermanos: Manuel (líder de la UP asesinado), Cecilia, Ruth, Stella y Álvaro. Es hija del payanés Manuel Cepeda Amézquita y Mina Vargas, natural de Guapi, conocida por su tradicional ‘Foto Vargas’ que heredó de su padre, destacado fotógrafo tradicional de la época. Su papá, empleado del Tribunal de Popayán, hablaba francés y latín y disponía de una gran biblioteca desde la cual estimuló en su hogar la lectura. “Nací en la lectura y la investigación”, afirma Gloria al reconocer que este ambiente estimuló su imaginación y escritura, la cual inició desde muy niña con lectura de poesía, novelas y biografías.Admiradora profunda de la obra de Federico García Lorca y César Vallejo. A raíz de su matrimonio vivió 40 años en Venezuela, donde educó a sus hijos y posteriormente se radicó en Popayán, donde vive actualmente.
Otras publicaciones:
Gloria Cepeda Vargas ha publicado ocho libros de poesía y tiene tres inéditos, además de ensayos, semblanzas y cartas epistolares a personajes de la historia. Actualmente escribe un libro dedicado a los animales, de quienes asegura que ha aprendido especialmente la lealtad.La obra poética de Gloria Cepeda le ha significado distinciones como el Premio Jorge Isaacs en 1995, del Círculo de Escritores de Venezuela en su calidad de fundadora de la Casa de Poesía de Caracas junto con Dora Castellanos, Estrella Brito y Ana María Iza. Así mismo, mención de honor de la Casa de las Américas en Cuba, un reconocimiento en Bélgica (1993) y Túnez, África y el Premio de Montevideo (1994).
Gloria Cepeda Vargas es una de las figuras femeninas más representativas de la poesía colombiana.
Caracas a las cinco de la tarde
“Adiós locura de mis treinta años...”
Carilda Oliver Labra
Cinco en punto.
La tardese sienta en las esquinas.
Hora de las mujeres que empezaba
a desvestir el viento.Hora llena de ojos
de no querer y sí querer. De pájarosos
curos como el vino.
Como un tamborel dulce ardor
resuena
y envenena
la estruendosa marea del amor
porque el momento no es
para uno o para tres
el aire es solamente para dos.
Y la verdadde la ciudad
se echa a correr sin antifaz
y el corazón se embarca en el revuelo
de un acordeón que acaba de atracar.
El alcatraz vigila
gatos y calamares liban en tu alelí
los faroles se acuestan de cabeza
nada es igual aquí.
La Caracas ceñuda
se acaba de marchar
es la hora propicia
para morir sin naufragar.
Ayer
Ayer
¿Qué se hicieron los grillos que bajaban
con la niebla del Ávila?
La noche
tiene los pies mojados
de tanto recorrer a la intemperie
los cielos ateridos.
Dime amarilla flor de araguaney
primavera quemada en la garganta del cristofué
¿dónde voló la luna a media sal
que rizaba la ola
fugaz?
¿qué se hizo?
Navego hacia atrás
Caracas se ha dormido
lejos del mar.
Las estrellas de diciembre
Las estrellas de diciembre
vienen del mar
transparentes como globos
de cristal
las estrellas del diciembre de Caracas
huelen a lo que huele
el mar.
¡Cómo brillan en el hondo firmamento!
¡Cómo giran en el viento!
¡Cómo en círculos de espuma
que no es dado percibir
nos enseñan el abscóndito misterio
del nacer
y del morir!
Sobre el Ávila que guarda la ciudad
las estrellas de diciembre se levantan
y nos dejan en los labios
sabor de sal.
Más allá del impalpable alhelí
más allá de la menguada arboladura
del ¿dónde voy? ¿qué hago aquí?
Las estrellas han venido
emergiendo del abismo que respira
detrás del verde alminar
¡Qué lejanas! ¡Qué imponentes!
¡Qué inasibles esas flores tan azules
que en la clara soledumbre de la noche
retan nuestra desnudez y nimiedad!
No sabemos quiénes somos
esta noche de diciembre
mientras caen en los cerros de Caracas
las estrellas que han venido
desde el mar.
Caminando
Ayer anduve toda la tarde. El cielo oscuro
era pequeño y quieto
los árboles de siempre
los viejos de sombreros arrugados
la esquina de los cines
—rostro de caramelo contraído
sobre las losas grises de la tarde—
¡Todo era tan distante!
Anchos pliegos de cera derretida
al paso trepidante de los buses
y mis manos jugando a no encontrarte
en este laberinto de Caracas
a las cinco, de rojos y amarillos
en las mujeres que huyen extraviadas
en los hombres clavados en la acera
jugando a no mirarte
comiendo chocolate de ceniza
rompiendo las vidrieras
tomándome a hurtadillas el último destello
del cielo de las cinco
jugando a no escucharte
tratando de quitarme de las suelas mojadas
las últimas estrellas.
Melancolía
Esta melancolía
que gotea
en el viento apacible de un noviembre
desteñido en el alma de las cosas perdidas...
Este organillo
de los abandonados balcones de la tarde...
gallos de la lejana madrugada,
barcos anochecidos en el mar...
Esta melancolía
de la frente
y el sueño
que me vierte en azul
y me desgaja
como un árbol al viento
esta luz de violeta
que no acierto a prender
en la solapa.
Soledad
Clarea sobre el monte
una luz de tomillo
es polvo y algodón
la piel sedienta.
Porque bajo el silencio
mi soledad vigila
ya soltó sus amarras
gira
en círculos de seda
es la mía
la terrible y sonora
la mía
mi soledad de largos corredores
y frente de ceniza.
Llueve
La tarde se deshace
en hilos dulces
nacen tambores como cocos de agua
y mueren convertidos
en una flor de humo.
Llueve gris
como en ciernes
llueve
como en un tango machacado
en los alambres llenos de pájaros antiguos
en los vociferantes muñecos de la infancia.
Son árboles sin sombra
en el oído
como si fueran viejos amigos encantados
que vuelven del destino.
Asunto de ojos bajos
La cosa es
asunto de ojos bajos
borrón y cuenta nueva
aunque todos sepamos
dónde molesta el hueso.
Es cuestión de memoria
¿pero entonces por qué
la letra a media tinta?
Mujeres machacadas entre piernas convulsas
¡Silencio!
Niños de tripas flacas y de flacos calzones
despojados del suelo
de la madre
de la camisa
del cenit
¡Silencio!
siempre los maitines de azufre
la orquesta aderezada para el baile.
Como una boca llena de palabras no dichas
o un pozo que no altera
ni siquiera
este discurso a medias
¡Silencio!
¿Dónde vas?
¿Dónde estarás mujer
de leño denso?
¿Por dónde irán tu falda
tus zapatos
tu manera de ser sin concesiones?
Eres mi madre y siento
que un poco de mi frío
viene de tus tormentas siderales.
No sé si la distancia
abre tus ojos
o si la madrugada
se apresta con los perros del sosiego
a decirme que es cierto.
Ahora ya no te anudas
los plazos terminaron
allá debes flotar
o preguntarte
por qué sufrimos tanto
por un poco de polvo.
¿Dónde vas
si es que vas?
¿Dónde tus salamandras impacientes?
¿En qué ciudad das sombra?
¿Por qué si sabes ya no me lo dices?
Las estrellas de diciembre
Las estrellas de diciembre
vienen del mar
transparentes como globos
de cristal
las estrellas del diciembre de Caracas
huelen a lo que huele
el mar.
¡Cómo brillan en el hondo firmamento!
¡Cómo giran en el viento!
¡Cómo en círculos de espuma
que no es dado percibir
nos enseñan el abscóndito misterio
del nacer
y del morir!
Sobre el Ávila que guarda la ciudad
las estrellas de diciembre se levantan
y nos dejan en los labios
sabor de sal.
Más allá del impalpable alhelí
más allá de la menguada arboladura
del ¿dónde voy? ¿qué hago aquí?
Las estrellas han venido
emergiendo del abismo que respira
detrás del verde alminar
¡Qué lejanas! ¡Qué imponentes!
¡Qué inasibles esas flores tan azules
que en la clara soledumbre de la noche
retan nuestra desnudez y nimiedad!
No sabemos quiénes somos
esta noche de diciembre
mientras caen en los cerros de Caracas
las estrellas que han venido
desde el mar.
Caminando
Ayer anduve toda la tarde. El cielo oscuro
era pequeño y quieto
los árboles de siempre
los viejos de sombreros arrugados
la esquina de los cines
—rostro de caramelo contraído
sobre las losas grises de la tarde—
¡Todo era tan distante!
Anchos pliegos de cera derretida
al paso trepidante de los buses
y mis manos jugando a no encontrarte
en este laberinto de Caracas
a las cinco, de rojos y amarillos
en las mujeres que huyen extraviadas
en los hombres clavados en la acera
jugando a no mirarte
comiendo chocolate de ceniza
rompiendo las vidrieras
tomándome a hurtadillas el último destello
del cielo de las cinco
jugando a no escucharte
tratando de quitarme de las suelas mojadas
las últimas estrellas.
Melancolía
Esta melancolía
que gotea
en el viento apacible de un noviembre
desteñido en el alma de las cosas perdidas...
Este organillo
de los abandonados balcones de la tarde...
gallos de la lejana madrugada,
barcos anochecidos en el mar...
Esta melancolía
de la frente
y el sueño
que me vierte en azul
y me desgaja
como un árbol al viento
esta luz de violeta
que no acierto a prender
en la solapa.
Soledad
Clarea sobre el monte
una luz de tomillo
es polvo y algodón
la piel sedienta.
Porque bajo el silencio
mi soledad vigila
ya soltó sus amarras
gira
en círculos de seda
es la mía
la terrible y sonora
la mía
mi soledad de largos corredores
y frente de ceniza.
Llueve
La tarde se deshace
en hilos dulces
nacen tambores como cocos de agua
y mueren convertidos
en una flor de humo.
Llueve gris
como en ciernes
llueve
como en un tango machacado
en los alambres llenos de pájaros antiguos
en los vociferantes muñecos de la infancia.
Son árboles sin sombra
en el oído
como si fueran viejos amigos encantados
que vuelven del destino.
Asunto de ojos bajos
La cosa es
asunto de ojos bajos
borrón y cuenta nueva
aunque todos sepamos
dónde molesta el hueso.
Es cuestión de memoria
¿pero entonces por qué
la letra a media tinta?
Mujeres machacadas entre piernas convulsas
¡Silencio!
Niños de tripas flacas y de flacos calzones
despojados del suelo
de la madre
de la camisa
del cenit
¡Silencio!
siempre los maitines de azufre
la orquesta aderezada para el baile.
Como una boca llena de palabras no dichas
o un pozo que no altera
ni siquiera
este discurso a medias
¡Silencio!
¿Dónde vas?
¿Dónde estarás mujer
de leño denso?
¿Por dónde irán tu falda
tus zapatos
tu manera de ser sin concesiones?
Eres mi madre y siento
que un poco de mi frío
viene de tus tormentas siderales.
No sé si la distancia
abre tus ojos
o si la madrugada
se apresta con los perros del sosiego
a decirme que es cierto.
Ahora ya no te anudas
los plazos terminaron
allá debes flotar
o preguntarte
por qué sufrimos tanto
por un poco de polvo.
¿Dónde vas
si es que vas?
¿Dónde tus salamandras impacientes?
¿En qué ciudad das sombra?
¿Por qué si sabes ya no me lo dices?
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